 |
Posesión:
¿existe la
posesión física
del encarnado?
Parte
1
|
“Y el hombre que
estaba poseso
del espíritu
malo saltando
sobre ellos con
tanta violencia,
que tuvieron que
huir de aquella
casa, sin ropas
y cubiertos de
heridas”.
(Actos 19:16.)
Introducción
Por varias veces
nos deparamos
con esa duda,
cuando las
personas nos
preguntaban si,
en los casos de
obsesión, habría
verdaderamente
una posesión
física del
encarnado, o
sea, si el
espíritu obsesor
“entraría” aún
en el cuerpo del
obsesado,
pasando a actuar
con el cuerpo de
este.
Nuestra propia
experiencia nos
lleva a creer
que, en algunos
casos, se tiene
aún la nítida
impresión que
sí. Pero es
importante
resaltar que, de
forma alguna,
estamos
generalizando
para todos los
casos de
obsesión. Vamos
a contar ahora
una historia que
nos
llevó a rever
nuestro
posicionamiento
anterior de que
la posesión
física no podría
ocurrir en
ninguna
hipótesis.
Realidad x
teoría: Un
paciente en
obsesión
Cerca de año y
medio atrás,
fuimos llamados
para ayudar a
una joven que
había sido
hospitalizada
por estar
comportándose de
manera anormal.
Sin embargo, de
entre los
parientes,
algunos
percibieron que
ella estaba
influenciada por
espíritus; por
eso solicitaron
nuestro
auxilio.
Llegando al
lugar donde ella
se encontraba,
vimos que la
posibilidad de
estar aún bajo
la influencia
espiritual era
evidente, pues,
además de hablar
con voz
masculina,
hablaba otras
cosas que en su
estado normal no
le era habitual.
En aquel momento
tenía,
cogiéndole los
brazos, dos
hombres fuertes,
limitándole los
movimientos, una
vez que quería
agredirse a sí
misma. Por
alguno de los
presentes en el
cuarto, tuvimos
noticias de que
el párroco de la
ciudad había
pasado por allá,
en una rápida
visita. Él, al
salir, dijo que,
cuando ella
quedase buena,
él volvería.
Como se dice
popularmente:
¡ay, hasta
nosotros!...
El equipo de
médiums que nos
acompañaba en
aquella atención
fraterna,
también tuvo esa
misma impresión.
Pasamos,
entonces, a
establecer
diálogo con los
espíritus que la
atormentaban. Y,
después que
varios se
presentaron,
conseguimos,
finalmente,
liberarla de
aquellas
influencias,
hecho que la
hizo volver a su
estado normal.
Pasados algunos
días, fuimos,
nuevamente,
llamados para
ayudar a esa
joven. Esta vez,
estaba en su
propia
residencia, con
los mismos
síntomas,
hablando con voz
que no era la
suya, e
intentando
agredirse, o
sea, se
comportaba
exactamente como
la primera vez.
En la
oportunidad,
conversamos con
varios
espíritus. La
situación estaba
difícil, pues,
apenas
acabábamos de
convencer a un
espíritu a
alejarse de la
joven, “entraba”
otro. Y, así,
quedamos por más
de una hora. Por
fin, dada
nuestra
incapacidad de
resolver la
cuestión,
recomendamos a
los familiares
que la llevaran
al Hospital
Espírita André
Luiz, en la
capital minera,
para una
evaluación y
tratamiento, si
la situación así
lo exigiera. El
equipo del
Hospital
constató que la
joven,
realmente,
estaba bajo
fuerte
influencia
espiritual,
recomendando que
su nombre fuera
llevado para la
reunión
específica de
desobsesión y
que,
semanalmente,
por un tiempo
largo, tomara
pase, además de
haber recetado
medicamentos
para
tranquilizar a
la paciente, de
conformidad con
los
procedimientos
médicos
tradicionales
para el caso.
De ahí, siempre
que fuera
posible, la
familia la
llevaba al Grupo
Espírita que
frecuentábamos.
En la hora del
pase era un
sufoco, pues la
joven cerraba
los ojos, y
listo: entraba
en sintonía con
los espíritus
que la
perseguían. Eso
hizo que
orientáramos a
los pasistas
para que no a la
dejasen
concentrarse, en
el momento del
pase.
Sin embargo, en
una ocasión,
después de
adentrar a la
cámara de pases,
entró en transe,
en una nítida
sintonía
espiritual. De
hecho, nunca
vimos a una
persona
sintonizarse tan
fácilmente como
ella.
Fuimos
inmediatamente
llamados para
ayudar.
Aunque la
situación fuera
extremadamente
inadecuada, de
igual modo que
en las
anteriores,
iniciamos el
diálogo con el
espíritu que la
asediaba, y, con
mucho coste,
conseguimos de
él la promesa de
que iría a
“salir” de la
joven.
Inmediatamente
después de él
decir eso, la
joven perdió
todo el control
del cuerpo,
cayendo al
suelo,
sin que
pudiéramos hacer
absolutamente
nada, dada la
rapidez con que
eso ocurrió.
Ayudado por los
compañeros, con
relativa
dificultad, a
colocarla en una
silla,
intentando
reanimarla, lo
que ocurrió
pocos minutos
después. Al
volver a su
normalidad no se
acordó de nada
de lo que le
había ocurrido
en ese periodo
de tiempo. Salió
naturalmente,
como entró, de
forma que, quién
la vio salir de
la cámara de
pases, no
percibió lo que
había allá
ocurrido.
Fue a partir de
ese episodio que
pasamos a
cuestionar el
concepto de que
todos los
fenómenos
mediúmnicos
tienen como base
la mente; en
otras palabras,
todo ocurre en
nivel de
sintonías
mentales entre
los envueltos,
sin cualquier
tipo de conexión
física. Pero, el
hecho ocurrido
nos
remitía a creer
que había
realmente una
posesión física,
lo que, a
nuestro ver,
justificaba la
caída de la
joven después de
la “salida” del
espíritu, si así
podemos
expresarnos, no
consiguiendo, su
propio espíritu
asumir, a
tiempo, el
control del
cuerpo, de modo
a evitar su
caída.
Esa cuestión fue
ampliamente
debatida entre
los miembros del
Grupo y, en la
ocasión, llegó a
nuestras manos
un texto
publicado en la
web Portal del
Espíritu, en que
el articulista
defendía, o
mejor,
demostraba que
Kardec había
hablado algo
acerca de eso.
Veamos,
entonces, en las
obras kardecista
lo que podemos
encontrar.
El asunto en las
Obras Básicas
Iremos a
presentar en
orden
cronológico lo
que encontramos
de aquello que
Kardec dijo,
para que quede
clara la
evolución de su
comprensión
sobre el asunto.
1) Abr. / 1857 –
El Libro de
los Espíritus
Abordado en las
siguientes
preguntas:
473. ¿Puede
un Espíritu
tomar
temporalmente el
involucro
corporal de una
persona viva, es
decir,
introducirse en
un cuerpo
animado y obrar
en lugar del
otro que se
halla encarnado
en este cuerpo?
“El Espíritu no
entra en un
cuerpo como
entras en una
casa. Se
identifica con
un Espíritu
encarnado, cuyos
defectos y
cualidades sean
los mismos que
los suyos, a fin
de obrar
conjuntamente
con él. Pero, el
encarnado es
siempre quien
actúa, conforme
quiere, sobre la
materia de que
se halla
revestido. Un
Espíritu no
puede
sustituirse al
que está
encarnado, por
eso que este
tendrá que
permanecer
conectado a su
cuerpo hasta al
término fijado
para su
existencia
material.”
474. Desde
que no hay
posesión
propiamente
dicha, es decir,
cohabitación de
dos Espíritus en
el mismo cuerpo,
¿puede el alma
quedar en la
dependencia de
otro Espíritu,
de modo a
hallarse
subyugada u
obsesada al
punto de su
voluntad venir a
hallarse, de
cierta manera,
paralizada?
“A buen seguro,
y son esos los
verdaderos
posesos. Pero,
es preciso sepas
que esa
dominación no se
efectúa nunca
sin que aquel
que la sufre lo
consienta,
quiera por su
flaqueza, quiera
por desearla.
Muchos
epilépticos o
locos, que más
necesitaban de
médico que de
exorcismos, han
sido tomados por
posesos.”
El vocablo
poseso, en su
acepción vulgar,
supone la
existencia de
demonios, es
decir, de una
categoría de
seres malos por
naturaleza, y la
cohabitación de
uno de esos
seres con el
alma de un
individuo, en su
cuerpo. Aunque,
en ese sentido,
no hay demonios
y que dos
Espíritus no
pueden habitar
simultáneamente
el mismo cuerpo,
no hay posesos
en la
conformidad de
la idea a que
esta palabra se
halla asociada.
El término
poseso sólo se
debe admitir
cómo expresando
la dependencia
absoluta en que
un alma puede
hallarse con
relación a
Espíritus
imperfectos que
la subyuguen.
(KARDEC, 2007a,
p. 282)
En esa
circunstancia,
no hay ningún
margen para
dudas de que, en
aquel momento,
no juzgaba que
pudiera haber
posesión física,
pero sí
subyugación. Y
Kardec justifica
el por qué de no
querer usar el
término
posesión, ya que
podrían
relacionarlo con
demonios, seres
que no existen
para el
Espiritismo,
sino en la
acepción de
espíritus
imperfectos y
aún dedicados al
mal.
2) Jan. /1861 –
El Libro de
los Médiums
En el capítulo
XXIII, titulado
De la
Obsesión,
Kardec vuelve
nuevamente al
asunto.
240. La
subyugación es
una constricción
que paraliza la
voluntad de
aquel que la
sufre y lo hace
actuar de mal
grado. En una
palabra: el
paciente queda
bajo un
verdadero yugo.
La subyugación
puede ser moral
o corporal. En
el primer caso,
el subyugado es
obligado a tomar
resoluciones
muchas veces
absurdas y
comprometedoras
que, por una
especie de
ilusión, él
juzga sensatas:
es como una
fascinación. En
el segundo caso,
el Espíritu
actúa sobre los
órganos
materiales y
provoca
movimientos
involuntarios.
Se traduce, en
el médium
escribiente, por
una
necesidad
incesante de
escribir, aún en
los momentos
menos oportunos.
Vimos algunos
que, a la falta
de pluma o
lápiz, simulaban
escribir con el
dedo,
dondequiera que
se encontraran,
aún en las
calles, en las
puertas, en las
paredes. Va, a
veces, más lejos
la
subyugación
corporal; puede
llevar a los más
ridículos actos.
Conocemos a un
hombre, que no
era joven, ni
bello y que,
bajo el imperio
de una obsesión
de esa
naturaleza, se
veía obligado,
por una fuerza
irresistible, a
ponerse de
rodillas delante
de una joven a
cuyo
respecto ninguna
pretensión
nutría y la
pedía en boda.
Otras veces,
sentía en la
espalda y en las
caderas una
presión
enérgica, que lo
forzaba, no
obstante la
resistencia que
le oponía, a
arrodillarse y
besar el suelo
en los lugares
públicos y en
presencia de la
multitud. Ese
hombre pasaba
por loco entre
las personas de
sus relaciones;
estamos, sin
embargo,
convencidos de
que
absolutamente no
lo era; por
cuanto tenía
conciencia plena
del ridículo que
hacía contra su
voluntad y con
eso sufría
horriblemente.
241. Se daba en
el pasado el
nombre de
posesión al
imperio ejercido
por malos
Espíritus,
cuando la
influencia de
ellos iba hasta
la aberración de
las facultades
de la víctima.
La posesión
sería, para
nosotros,
sinónimo de la
subyugación. Por
dos motivos
dejamos de
adoptar ese
término:
primero, porque
implica la
creencia de
seres creados
para el mal y
perpetuamente
volcados al mal,
mientras que no
hay sino seres
más o menos
imperfectos, los
cuales todos
pueden
mejorarse;
segundo, porque
implica
igualmente la
idea del
enseñoramiento
de un cuerpo por
un Espíritu
extraño, de una
especie de
cohabitación,
mientras que lo
que hay es sólo
imposición. La
palabra
subyugación
expresa
perfectamente la
idea. Así, para
nosotros, no hay
posesos, en el
sentido vulgar
del término, hay
solamente
obsesados,
subyugados y
fascinados.
(KARDEC, 2007b,
p. 320-321).
Aún aquí Kardec
no cambia de
opinión;
mantiene la que
ya poseía acerca
de ese asunto;
sólo, como buen
educador,
esclarece con
más detalle lo
que había dicho
antes.
3) Diez/1863 –
Revista
Espírita
En este punto
Kardec cambia de
opinión,
rectificando su
pensamiento
anterior,
después de tener
una prueba de
que hay posesión
física, sí.
Veamos lo que él
narra:
Un caso de
posesión
– Señorita
Julie
Dijimos que no
había posesos en
el sentido
vulgar de la
palabra, sino
subyugados;
volvemos sobre
esta afirmación
muy absoluta,
porque nos está
demostrado ahora
que puede allí
haber posesión
verdadera,
quiere decir,
sustitución,
parcial sin
embargo, de un
Espíritu errante
al Espíritu
encarnado. He
ahí el primer
hecho que es la
prueba de esto,
y que presenta
el fenómeno en
toda su
simplicidad.
[…].
[...] Él [el
espíritu]
declara que,
queriendo
conversar con su
antiguo amigo,
aprovechó de un
momento en que
el Espíritu de
la Señora A...,
la sonámbula,
estaba alejado
de su cuerpo,
para colocarse
en su lugar.
[…].
P. ¿Qué hizo
durante ese
tiempo el
Espíritu de la
señora A…? – R.
Estaba allí, al
lado, me miraba
y reía de verme
con ese
vestuario.
(KARDEC, 2000,
p. 373-374).
Como se puede
notar,
transcribimos
sólo lo que nos
pareció
interesante para
nuestro estudio.
Sin embargo,
partiendo de las
propias
afirmaciones de
Kardec, algunas
personas colocan
como aún no
doctrinaria esa
cuestión, por
estar sólo en la
Revista
Espírita. De
hecho, es
perfectamente
aceptable pensar
así delante de
lo que Kardec
dijo en la
Introducción de
La Génesis: “La
Revue, mucha
vez, representa
para nosotros,
un terreno de
ensayo,
destinado a
sondear la
opinión de los
hombres y de los
Espíritus sobre
algunos
principios,
antes de
admitirlos como
partes
constitutivas de
la doctrina”.
(KARDEC, 2007c,
p. 17).
Tendríamos, como
la mayoría,
también dado ese
asunto por
concluido, ya
que la evidencia
era demasiado
fuerte para
contestar, a
pesar de,
particularmente,
no estar viendo
la cuestión de
esa forma, pues,
para nosotros,
el cambio de
opinión es clara
demás en la
Revista Espírita
no
tratándose de
una cuestión que
fue allí
colocada para
ver las
opiniones sobre
el asunto. Para
nosotros, al
decir eso, él,
Kardec, está
haciendo pública
su opinión sobre
el tema.
Pero,
continuando las
investigaciones,
nos deparamos
con algo que no
dejará dudas,
quedando claro
que forma parte,
sí, de los
principios
constitutivos de
la Doctrina.
Veamos,
entonces, lo que
encontramos, por
último, en
aquello que
investigamos.
4) Jan./1968 –
La Génesis
Kardec vuelve a
esa cuestión,
ahora en
definitiva, en
ese libro, en el
capítulo XIV,
Los Fluidos,
cuando, tratando
de las
obsesiones,
dice:
46 - Así como
las enfermedades
resultan de las
imperfecciones
físicas que
hacen el cuerpo
accesibles a las
perniciosas
influencias
exteriores, la
obsesión
transcurre
siempre de una
imperfección
moral, que da
ascendencia a un
Espíritu malo. A
una causa
física, se opone
una fuerza
física; a una
causa moral
preciso es se
contraponga una
fuerza moral.
Para preservarlo
de las
enfermedades, se
fortifica el
cuerpo; para
garantizarla
contra la
obsesión, se
tiene que
fortalecer el
alma; donde,
para el obsesado,
la necesidad de
trabajar por
mejorarse a sí
mismo, lo que
las más de las
veces basta para
librarlo del
obsesor, sin el
socorro de
terceros.
Necesario se
hace este
socorro, cuando
la obsesión
degenera en
subyugación y
en posesión,
porque en ese
caso el paciente
no es raro que
pierde la
voluntad y el
libre albedrío.
Casi siempre la
obsesión expresa
venganza tomada
por un Espíritu
y cuyo origen
frecuentemente
se encuentra en
las relaciones
que el obsesado
mantuvo con el
obsesor, en
precedente
existencia. En
los casos de
obsesión grave,
el obsesado
queda como
envuelto e
impregnado de un
fluido
pernicioso, que
neutraliza la
acción de los
fluidos
saludables y los
repele. Es de
aquel fluido que
importa
deshacerse.
Ahora, un fluido
malo no puede
ser eliminado
por otro
igualmente malo.
Por medio de una
acción idéntica
a la del médium
curador, en los
casos de
enfermedad,
preciso se hace
expeler un
fluido malo con
el auxilio de un
fluido mejor.
No siempre, sin
embargo, basta
esta acción
mecánica;
cumple, sobre
todo, actúar
sobre el ser
inteligente, al
cual es preciso
se posea el
derecho de
hablar con
autoridad, que,
sin embargo,
fallece a quién
no tenga
superioridad
moral. Cuánto
mayor esta sea,
tanto mayor
también
será aquella.
Pero, aún no es
todo: para
asegurar la
liberación de la
víctima,
indispensable se
hace que el
Espíritu
perverso sea
llevado a
renunciar a sus
malos designios;
que se haga que
el
arrepentimiento
despunte en él,
así como el
deseo del bien,
por medio de
instrucciones
hábilmente
suministradas,
en evocaciones
particularmente
hechas con el
objetivo de
darle educación
moral. Se puede
entonces tener
la grata
satisfacción de
liberar a un
encarnado y de
convertir a un
Espíritu
imperfecto.
El trabajo se
hace más fácil
cuando el
obsesado,
comprendiendo su
situación, para
él concursa con
la voluntad y la
plegaria. Otro
tanto no sucede
cuando, seducido
por el Espíritu
que lo domina,
si ilude con
relación a las
cualidades de
este último y se
complace en el
error a que es
conducido,
porque,
entonces, lejos
de secundarla,
el obsesado
repele toda
asistencia. Es
el caso de la
fascinación,
infinitamente
más rebelde
siempre, que de
la más violenta
subyugación. (El
Libro de los
Médiums, 2ª
Parte, cap.
XXIII.)
En todos los
casos de
obsesión, la
oración es el
más poderoso
medio de que se
dispone para
apartar de sus
propósitos
maléficos al
obsesor.
47. - En la
obsesión, el
Espíritu actúa
exteriormente,
con la ayuda de
su periespíritu,
que él
identifica con
el del
encarnado,
quedando este
finalmente
enlazado por una
cómo red y
presionado a
proceder contra
su voluntad.
En la posesión,
en vez de actuar
exteriormente,
el Espíritu
activo se
sustituye, por
así decir, al
Espíritu
encarnado; le
toma el cuerpo
para domicilio,
sin que este,
sin embargo, sea
abandonado por
su dueño, pues
eso sólo se
puede dar por la
muerte. La
posesión,
consiguientemente,
es siempre
temporal e
intermitente,
porque un
Espíritu
desencarnado no
puede tomar
definitivamente
el lugar de un
encarnado, por
la razón de que
la unión
molecular del
periespíritu y
del cuerpo sólo
se puede operar
en el momento de
la concepción. (Cap.
XI,
Nº. 18.) De
posesión
momentánea del
cuerpo del
encarnado, el
Espíritu se
sirve de él como
si suyo fuera:
habla por su
boca, ve por sus
ojos, opera con
sus brazos,
conforme lo
haría si
estuviera vivo.
No es como en la
mediumnidad
parlante, en
que el Espíritu
encarnado habla
transmitiendo el
pensamiento de
un desencarnado;
en el caso de la
posesión es
mismo el último
que habla y
obra; quién lo
haya conocido en
vida, le
reconoce el
lenguaje, la
voz, los gestos
y hasta la
expresión de la
fisonomía.
48. - En la
obsesión hay
siempre un
Espíritu
malhechor. En la
posesión puede
tratarse de un
Espíritu bueno
que quiera
hablar y que,
para causar
mayor impresión
en los oyentes,
toma del cuerpo
de un encarnado,
que
voluntariamente
se lo presta,
como prestaría
su vestuario a
otro encarnado.
Eso se verifica
sin cualquier
perturbación o
incomodidad,
durante el
tiempo en que el
Espíritu
encarnado se
halla en
libertad, como
en el estado de
emancipación,
conservándose
este último al
lado de su
substituto para
lo oírlo.
Cuando es malo
el Espíritu
posesor, las
cosas pasan de
otro modo. Él no
toma
moderadamente el
cuerpo del
encarnado, lo
arrebata, si
este no posee
bastante fuerza
moral para
resistirle. Lo
hace por maldad
para con este, a
quien tortura y
martiriza de
todas las
formas, yendo al
extremo de
intentar
exterminarlo, ya
por
estrangulación,
ya tirándolo al
fuego o a otros
lugares
peligrosos.
Sirviéndose de
los órganos y de
los miembros del
infeliz
paciente,
blasfema,
injuria y
maltrata a los
que lo cercan;
se entrega a
excentricidades
y a actos que
presentan todos
los caracteres
de la locura
furiosa.
(Continúa en la
próxima
edición.)
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