Cuidado con las
previsiones,
he
aquí el consejo
de Kardec
El
desconocimiento
del pasado y
nuestra
ignorancia con
relación al
futuro son dos
bendiciones que
Dios nos
concedió, aunque
ni siempre las
tratemos con la
circunspección
necesaria.
Con relación al
olvido del
pasado,
sugerimos al
lector leer el
estudio que
publicamos en la
edición 83 de
esta revista,
donde se puede
obtener
informaciones
pulsándose en
http://www.oconsolador.com.br/ano2/83/esde.html
En lo tocante al
futuro, nuestra
ignorancia a
respeto es
explicada con
clareza en la
principal obra
del Espiritismo
– El Libro de
los Espíritus.
Kardec preguntó
a los inmortales
(L.E., 869):
¿Con qué fin el
futuro se
conserva oculto
al hombre?
Los Espíritus
contestaron: “Si
el hombre
conociese el
futuro, se
tornaría
negligente con
el presente y no
obraría con la
libertad con que
lo hace, porque
lo dominaría la
idea de que, si
una cosa tiene
que ocurrir,
inútil será
ocuparse de
ella, o entonces
procuraría
impedir que
ocurriese. No
quiso Dios que
así fuera, a fin
de que cada uno
concurra para la
realización de
las cosas, hasta
de aquellas a
que desearía
oponerse. Así es
que tú mismo
preparas muchas
veces los
acontecimientos
que han de
sobrevenir en el
curso de tu
existencia”.
Está evidente,
como leemos en
la cuestión
siguiente a la
mencionada, que
Dios permite que
el futuro nos
sea revelado
cuando eso pueda
facilitar la
ejecución de una
cosa, en vez de
estorbar,
obligando el
hombre a actuar
diversamente de
la manera con
que actuaría, si
no le fuera dado
saber lo que lo
espera. Pero la
revelación puede
constituir,
también, una
prueba. “La
perspectiva de
un
acontecimiento
puede sugerir
pensamientos más
o menos buenos”,
afirmaron los
inmortales (L.E.,
870).
“Si un hombre
sepa, por
ejemplo, que va
a recibir una
herencia, con
que no cuenta,
puede ser que la
revelación de
ese hecho
despierte en él
un sentimiento
de codicia, por
la perspectiva
de que se tornen
posibles mayores
gozos terrenos,
por la ansia de
poseer más
deprisa la
herencia,
deseando tal
vez, para que
tal se ocurra,
la muerte de
aquél de quien
heredará. O,
entonces, esa
perspectiva le
inspirará buenos
sentimientos y
pensamientos
generosos. Si la
predicción no se
cumple, ahí esta
otra prueba,
consistente en
la manera porque
soportará la
decepción. Ni
por eso, entre
tanto, le cabrá
menos el merito
o el demerito de
los pensamientos
buenos o malos
que la creencia
en la ocurrencia
de aquel hecho
le hizo nacer en
el íntimo” (L.E.,
cuestión
mencionada).
Se percibe por
el propio
contenido de la
respuesta arriba
que la
predicción puede
cumplirse o no,
hecho que nos
sugiere que
tengamos el
máximo cuidado
con cualquier
tipo de
previsión, venga
de donde venga.
Si ella viene de
una personalidad
desencarnada, es
bueno tener en
mente la lección
que Kardec
consignó en el
ítem 267 d´El
Libro de los
Médium:
“(…) los
Espíritus buenos
“hacen que las
cosas futuras
sean
presentidas,
cuando ese
presentimiento
convenga; nunca,
sin embargo,
determinan
fechas”. “La
previsión de
cualquier
acontecimiento
para una época
determinada es
indicio de
mistificación” (El
Libro de los
Médium, ítem
267, 8º párrafo,
p.334).
El otro cuidado
que debemos
tener dice
respeto a la
cualidad del
emisario –
encarnado o
desencarnado –
que nos presente
revelaciones
pertinentes al
futuro, atentos
a la lección que
Emmanuel, a
través de Chico
Xavier, consignó
en la cuestión
144 de su libro
El
Consolador,
obra publicada
en 1942:
“Los Espíritus
de nuestra
esfera no pueden
intentar
descubrir el
futuro,
considerando esa
actividad una
característica
de los atributos
del Creador
Supremo, que es
Dios. Tenemos de
considerar,
todavía, que las
existencias
humanas están
subordinadas a
un mapa de
pruebas
generales, donde
la personalidad
debe movilizarse
con su esfuerzo
para la
iluminación del
porvenir, y,
dentro de ese
esquema, los
mentores
espirituales más
elevados pueden
organizar los
hechos
premonitorios,
cuando convengan
a las
demostraciones
de que el hombre
no se resume a
un aglomerado de
elementos
químicos, de
conformidad con
la definición
del materialismo
disolvente” (El
Consolador, 144)
¿Sería Emmanuel
un instructor
capacitado para
tal ardua
tarea?
Él mismo ya
había dicho que
no en la primera
de sus obras –
Emmanuel –,
publicada en
1938, en la cual
afirmó
taxativo: “Los
seres de mi
esfera no
conocen el
futuro, ni
pueden
interferir en
las cosas que le
pertenecen” (Emmanuel,
cap. XXXIII,
FEB, 7ª edición,
pág. 166).
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