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El buen samaritano
En la Parábola del Buen
Samaritano, este
representaría al propio
Señor Jesús, que vino a
curar nuestras heridas
morales y a traernos
esperanza de felicidad
futura
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En la cuestión 897, de “El
Libro de los Espíritus”,
Kardec pregunta a los
Espíritus superiores si
aquel que hace el bien
sobre la Tierra, con
miras a una recompensa
en el cielo, puede tener
su adelantamiento
perjudicado, y los
Espíritus de luz le
responden que es preciso
hacer el bien por
caridad, es decir, sin
ningún interés. El
codificador de la
Doctrina Espírita
insiste, argumentando
que es un deseo natural
del hombre progresar
para escapar del estado
penoso de esta vida, y
que los Espíritus
nos enseñan a practicar
el bien con esa
finalidad. Y concluye su
cuestionamiento,
preguntando si es un mal
pensar que, en
haciéndose el bien, se
debe esperar condición
mejor sobre el planeta.
Los Benefactores
espirituales responden
que no; que no hay mal
alguno en pensar así,
cuando se hace el bien
sin intención oculta,
tan solamente por el
placer de ser agradable
a Dios y a su semejante
sufridor. Y concluyen
diciendo que aquel
que así actúa ya se
encuentra en cierto
grado de adelantamiento
moral, que le permitirá
alcanzar más pronto la
felicidad que busca,
porque lo hace impelido
por el calor natural de
su corazón.
Ahí está la esencia de
la Parábola del Buen
Samaritano, contada por
Jesús a un doctor de la
Ley, cuando este le
preguntó lo que debería
hacer para heredar la
Vida Eterna.
Atento a la pregunta que
le hubo hecho, Jesús
respondió a su
inquisidor con otra
pregunta: “¿Qué está
escrito en la Ley?”
Y el hombre le dijo: “Amarás
el Señor tu Dios de todo
tu corazón, de toda tu
alma, de toda tu fuerza
y de todo tu
entendimiento y al
prójimo como a ti mismo”.
“Respondisteis bien”,
replicó Jesús. “Haz
eso y vivirás”.
Él, sin embargo,
queriendo justificarse,
preguntó al Maestro: “¿Y
quién es mí prójimo?”
Prosiguiendo, Jesús le
cuenta la historia del
buen samaritano. Narra
el Maestro que un hombre
venía de la ciudad de
Jerusalén en dirección
de la ciudad de Jericó –
centro comercial de la
región – cuando cayó
víctima de salteadores,
que lo dejaron casi
muerto.
¿Quién fue el prójimo
del pobre hombre que
cayó en manos de los
salteadores?
Luego, pasó por el mismo
camino un sacerdote, que
lo ignoró; después, un
levita, que no le dio
importancia. Sin
embargo, un tercer
hombre, un samaritano,
que estaba en viaje, se
condolió del estado de
él y lo ayudó,
cubriéndole las heridas
y derramando sobre ellas
aceite y vino. Lo llevó,
enseguida, para una
hospedería, pidiendo al
dueño que cuidara de él.
Al salir, dejó algún
dinero para las primeras
dispensas, garantizando,
también, que el le
resarciría de otros
gastos que tuviese, así
que volviese del viaje.
Terminando la historia,
Jesús preguntó al doctor
de la Ley cual de los
tres hombres le parecía
haber sido el prójimo a
aquel que cayó en las
manos de los
salteadores. Respondió
él que había sido aquel
que usó de misericordia
para con el herido. Al
oírlo, y
concluyendo el asunto,
le dijo Jesús: “Ve y faz
tú lo mismo”, dejando
claro que solamente por
la caridad llegaremos a
conquistar la Vida
Eterna, la felicidad
plena.
Si examináramos
atentamente la Doctrina
de Jesús, veremos que en
todos sus principios hay
la exaltación de la
humildad y la
humillación del orgullo.
Todos aquellos
repudiados por las
sectas dominantes,
víctimas de la furia de
los sacerdotes, de los
doctores de la Ley, son
los preferidos de Jesús
y juzgados más dignos
del Reino de los Cielos
que los llamados
poderosos de su época.
La Parábola del Buen
Samaritano es un ejemplo
esclarecedor de esa
postura del Maestro al
colocar dos
representantes de la
clase de la alta
sociedad, que no tenían
misericordia en sus
corazones, y un
samaritano, considerado
despreciado y condenado
por ellos, por no seguir
con rigor las leyes y
las costumbres, como
figura preeminente de su
parábola.
Lo interesante en esa
narración es que ella
fue propuesta a un
doctor de la Ley, que
allí estaba para
inquirirlo acerca de la
vida eterna, con la
intención de cogerlo en
error contra la Ley.
Vivir no se restringe al
movimiento del cuerpo o
a la exhibición de
títulos
Lo que Jesús deja fijado
en su respuesta es que
no es necesario ser
doctor de la Ley, o un
sacerdote, ni asistir a
los cultos o cumplir los
rituales de esa o de
aquella creencia para
tener la vida eterna.
Para tanto, basta tener
el corazón tocado por el
amor, porque aquel que
tiene amor ayuda a su
prójimo en todo que le
sea posible: sea con
dinero, o sea
moralmente, enseñando a
los que no saben,
llevando palabras amigas
de confort y esperanza a
aquel que sufre, o
esclareciendo a
Espíritus encarnados y
desencarnados sobre la
vida eterna, por medio
de las enseñanzas de
Jesús, como samaritanos
modernos, aceptando la
invitación del Maestro
para amar al prójimo
como a nosotros
mismos...
El gran mérito de la
Parábola del Buen
Samaritano, recuerda
Paulo Alves Godoy ¹,
reforzando lo que existe
de esencial en la
narración, es lo de
probarnos que el
individuo que se dice
religioso, o que sea
exponente del sistema
religioso oficial, no
importa cual sea él, ni
siempre es el verdadero
practicante de las
virtudes que,
generalmente, son
enseñadas en profusión,
pero poco
ejemplificadas.
La preocupación de Jesús
fue la de mostrar que el
vivir no se restringe al
movimiento del cuerpo o
a la exhibición de
títulos, cargos o
posición social. Se
extiende las esferas más
elevadas, a otros campos
de realización superior
con la Espiritualidad
Mayor, en la búsqueda de
ser cada día mejores,
para que cada vez
podamos más ser
asistidos por los
Espíritus Superiores.
Esta misma escena
descrita por Jesús, en
la Parábola del Buen
Samaritano, se repite
todos los días en
diferentes sectores de
la vida, conforme
esclarece Emmanuel,
estimado Instructor
Espiritual. Dice él que
“gran número de
aprendices,
plenamente integrados en
el conocimiento del
deber que les compite,
tocan a pedir
orientación de los
Mensajeros Divinos en
cuanto a la mejor manera
de actuar en la
Tierra... La respuesta,
sin embargo, está dentro
de ellos mismos, en sus
corazones, pero temen la
responsabilidad, la
decisión y el servicio
áspero”. 2
La caridad precisa ser
desinteresada para tener
valor delante de nuestro
Padre
Por lo tanto, según
Jesús, el prójimo pasa a
ser la persona que se
avecina a nuestros
pasos. Y atendiendo a la
invitación del Maestro,
preparémosno para
ayudar, infinitamente, a
un familiar difícil, un
superior jerárquico
prepotente, un
subordinado no cumplidor
de sus deberes o que
esté en aflicción, o un
enfermo del cuerpo a
exigir de nosotros más
atención, en la medida
de nuestras fuerzas, sin
desaliento o
reclamaciones indebidas,
pues ellos serán, sin
sombra de duda, la gran
oportunidad que el Padre
nos concede en beneficio
de nuestro propio
adelantamiento.
Buscando entender un
poco más esa parábola,
podemos destacar algunos
elementos que acabarán
por hacerse blancos de
nuestras reflexiones.
Uno de ellos dice
respecto a la no
identificación del
hombre asaltado. Jesús
no habla de su posición
social, de su origen, de
su profesión, o de su
creencia. Y, aún así, el
samaritano lo ayudó.
Tal vez fuera un enemigo
suyo, uno de aquellos
que lo despreciaban, y,
aun así, él habría
tenido el mismo gesto.
¿No enseñó Jesús que es
del buen corazón que se
coge el bien? ¿No afirmó
el Maestro que la
caridad precisa ser
desinteresada para tener
valor delante del Padre
Celestial?
Otro aspecto a ser
destacado es el
siguiente: Jesús
hablaba, incontables
veces, usando alegorías
y símbolos para explicar
la realidad espiritual a
un pueblo que sólo se
preocupaba con la
realidad material.
Entonces, podemos
también entender al
hombre herido como
siendo la Humanidad
terrena, sin valores
espirituales, sin
libertad, presa a la
materialidad, preocupada
con todo lo que diga
respecto a la conquistas
de bienes materiales –
transitorios, efímeros –
y lejos de preocuparse
con los verdaderos
bienes, que son los del
Espíritu.
El sacerdote y el levita
representarían,
ciertamente, los
religiosos más
preocupados con los
intereses de su grupo
que con los de la
colectividad, que buscan
en los principios,
dogmas o conceptos
religiosos las
respuestas para sus
aflicciones.
Necesitamos escoger si
quedamos con Jesús de
cerca, obrando junto a
él, o de lejos
Y el samaritano
representaría al propio
Jesús, que vino a curar
nuestras heridas morales
y en traernos esperanza
de felicidad futura.
Hay, aún, otro elemento
que merece la pena ser
destacado: el hospedero
de la posada no tenía
motivos para confiar en
aquel hombre que le
garantizó pagar las
demás dispensas con el
herido, si las hubiera.
Y, sin embargo, él
confió.
Podemos reflexionar
sobre ese tramo
acordándonos de cuantas
veces oímos o leemos que
el Bien genera el bien,
siempre. El samaritano
ayudó al prójimo sin
interés y lo confió al
hospedero, dejándole,
inclusive, algún valor
para
cubrir las primeras
dispensas. ¿Quién podría
garantizarle que el
otro, realmente,
cuidaría del herido? ¿Y
si el dueño de la posada
cumpliera el trato
hecho, quien podría
garantizar que el otro
le embolsaría en el caso
de tener mayores gastos?
¿Vamos a pensar al
respecto?
Así, aprendices que
somos todos nosotros del
Evangelio Redentor,
necesitamos escoger si
quedamos con Jesús, de
cerca, actuando
intensamente junto a él,
o con Jesús, de lejos,
retardando el avance de
la luz, porque “en el
Evangelio, la posición
neutra significa más
pequeño esfuerzo”.³
Todos nosotros ya
cometemos engaños.
Muchos de nosotros ya
nos vimos forzados a
reargüirnos de muchas
caídas. Y por eso aún
ya tenemos condición de
entender la indulgencia,
sirviendo a los
compañeros que las duras
pruebas maltratan,
flagelan. Entonces ellos
en todas partes,
pidiendo socorro, muchas
veces silenciosamente.
Sin embargo, a pesar de
ser pequeñitos, aún,
delante de la Majestad
de Cristo, estemos
convencidos de que ya
podemos vivir felices,
atendiendo a la
invitación del Excelso
Amigo, ayudándolo y
ayudando a los
incansables benefactores
espirituales a
sustentarnos en la
ejecución de las tareas
con las cuales nos
comprometemos al Padre.
Bibliografia:
1. GODOY, Paulo Alves. As
Maravilhosas Parábolas
de Jesus, 9ª ed.,
Edições FEESP – SÃO
PAULO/SP – 2008.
2. EMMANUEL (Espírito). Caminho,
Verdade e Vida,
[psicografado por] F. C.
Xavier – 17ª ed.,
Federação Espírita
Brasileira – RIO DE
JANEIRO/ RJ – lição 157.
3. Idem. Fonte
Viva, [psicografado
por] F. C. Xavier – 31ª
ed. – Federação Espírita
Brasileira – RIO DE
JANEIRO/RJ – lição 126.
Outra fonte:
SCHUTEL, Cairbar. Parábolas
e Ensinos de Jesus- 14ª
ed., Casa Editora O
Clarim – MATÃO/SP – 1997
– pág. 74.
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