Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco
Kardeciano, que
focalizará las cinco
principales obras de
la Doctrina
Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente
publicadas por Allan
Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas
presentadas,
fundamentadas en la
76ª edición
publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de
Guillon Ribeiro, se
encuentran al final
del texto.
Preguntas para
debatir
A.
¿Cuál es la duración
de los intervalos
entre las diversas
existencias
corporales?
B.
¿Qué es un Espíritu
errante? ¿También
progresa cuando está
en la erraticidad?
C.
¿Existen mundos
destinados a los
Espíritus errantes?
D.
¿Tiene el Espíritu
las mismas
percepciones que los
hombres?
E.
¿Pueden los
Espíritus ver a
Dios?
Texto para la
lectura
129.
Pitágoras, como se
sabe, no es el autor
del sistema de la
metempsicosis; lo
tomó de los
filósofos hindúes y
de los egipcios,
donde ésta existía
desde tiempos
inmemoriales.
(L.E., 222)
130.
La antigüedad de
esta doctrina por lo
tanto, en vez de
ser una objeción,
sería una prueba a
su favor. Sin
embrago, hay entre
la metempsicosis de
los antiguos y la
moderna doctrina de
la reencarnación, la
gran diferencia de
que los Espíritus
rechazan de la
manera más absoluta
la transmigración
del hombre en los
animales y
viceversa.
(L.E., 222)
131.
Ciertas personas
rechazan la idea de
la reencarnación por
el único motivo de
que no les conviene.
(L.E., 222)
132.
Las cuestiones
relativas al pasado
y al futuro de los
individuos pueden
ser multiplicadas al
infinito, porque los
problemas
psicológicos y
morales que sólo
encuentran solución
en la pluralidad de
las existencias, son
innumerables. La
doctrina de la
reencarnación es
pues, eminentemente
moral y racional.
Ahora bien, lo que
es moral y racional
no puede ser
contrario a una
religión que
proclame a Dios como
la bondad y la razón
por excelencia.
(L.E.,
222)
133.
El principio de la
reencarnación
destaca en muchos
pasajes de las
Escrituras y se
encuentra
especialmente
formulado de manera
explícita en el
Evangelio. (L.E.,
222)
134.
La enseñanza de los
Espíritus es
eminentemente
cristiana: Se apoya
en la inmortalidad
del alma, en las
penas y recompensas
futuras, en el libre
albedrío del hombre,
en la moral de
Cristo, y por lo
tanto no es anti
religiosa.
(L.E., 222)
135.
La doctrina de la
reencarnación,
además de ser lógica
y confirmada por los
hechos, es la única
que explica aquello
que sin ella no
tiene explicación.
Además de esto, es
eminentemente
consoladora y acorde
con la justicia más
rigurosa, siendo
para el hombre la
tabla de salvación
que Dios, en su
misericordia, le
concedió.
(L.E., 222)
136.
La erraticidad, que
es el estado del
Espíritu en el
intervalo de las
diversas
encarnaciones, no
constituye una señal
de inferioridad,
pues hay Espíritus
errantes de todos
los grados. La
encarnación es un
estado transitorio. (L.E., 225)
137.
Como estado, los
Espíritus pueden
ser: encarnados, o
sea, ligados a un
cuerpo material;
errantes, o sea,
desligados del
cuerpo y esperando
una nueva
encarnación para
progresar; Espíritus
puros, es decir,
perfectos y no
tienen ya necesidad
de encarnación.
(L.E., 226)
138.
Los Espíritus
errantes son más o
menos felices o
infelices, según sus
méritos. (L.E., 231)
139.
Cuando deja el
cuerpo, el Espíritu
aún pertenece al
mundo en que vivió,
o a un mundo del
mismo grado, a menos
que durante su vida
se haya elevado. Los
Espíritus ya
purificados vienen a
los mundos
inferiores con
frecuencia, a fin de
ayudarlos a
progresar; de no ser
así, tales mundos
estarían abandonados
a sí mismos, sin
guías que los
orienten. (L.E.,
233)
140.
Hay mundos
destinados
particularmente a
los seres errantes,
mundos en los que
pueden habitar
temporalmente, una
especie de
campamentos, de
lugares donde puedan
reposar de una muy
prolongada
erraticidad, que es
siempre un poco
penosa. (L.E.,
234)
141.
Los Espíritus se
reúnen en estos
mundos con el
objetivo de
instruirse y de
poder obtener más
fácilmente el
permiso para ir a
mejores lugares.
(L.E., 235)
142.
Estos mundos son
transitoriamente
estériles: no existe
allí la encarnación
de Espíritus.
(L.E., 236-a y
236-b)
143.
La Tierra, durante
el período de su
formación, sirvió de
morada a los
Espíritus errantes.
Véase pues, que nada
inútil existe en la
Naturaleza: cada
cosa tiene su
finalidad y su
destino; nada es
vacío, todo es
habitado, la vida se
esparce por todas
partes. (L.E.,
236-d y 236-e)
144.
Cuanto más se
aproximan a la
perfección, más
saben los Espíritus.
Los superiores por
lo tanto, saben
mucho; los
inferiores son más o
menos ignorantes en
todos los asuntos.
(L.E., 238)
145.
Los Espíritus ven lo
que no vemos y
juzgan, por lo
tanto, de manera
diferente a
nosotros; pero esto
también depende de
su elevación. (L.E.,
241)
146.
Cuado los Espíritus
toman conocimiento
del pasado, es como
el presente. Pero
ellos no pueden
conocerlo todo,
empezando por su
propia creación.
(L.E., 242)
147.
Después de la
muerte, el alma ve y
abarca de una mirada
sus migraciones
pasadas, pero no
puede ver lo que
Dios le prepara;
para esto es
necesario que esté
integrada con Él,
después de muchas
existencias. El
conocimiento del
futuro depende de la
perfección del
Espíritu que ve el
porvenir más
claramente a medida
que se eleva.
(L.E., 243)
148.
Solamente los
Espíritus superiores
pueden ver y
comprender a Dios;
los Espíritus
inferiores sólo lo
sienten y adivinan.
Cuando algo no debe
ser hecho o una
palabra no debe ser
dicha, ellos lo
sienten como una
intuición, una
advertencia
invisible que los
inhibe de hacerlo.
(L.E., 244 y 244-a)
149.
Para comunicarse con
Dios, es necesario
merecerlo. Dios
transmite sus
órdenes a través de
los Espíritus que
son más elevados en
perfección e
instrucción. (L.E.,
244-b)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Cuál es la duración
de los intervalos
entre las diversas
existencias
corporales?
Esos
intervalos duran
desde algunas horas
hasta algunos
millares de siglos.
Hablando de manera
puntual, no hay
límite establecido
para el estado de
erraticidad que
puede prolongarse
muchísimo, pero
nunca es perpetuo.
Tarde o temprano, el
Espíritu tendrá que
volver a una
existencia que sirva
para purificarlo de
las manchas de sus
existencias
anteriores.
(El Libro de los
Espíritus, preguntas
223, 224, 224-a y
225.)
B.
¿Qué es un Espíritu
errante? ¿También
progresa cuando está
en la erraticidad?
Espíritu errante es
una condición del
alma en el intervalo
de las
encarnaciones. La
erraticidad no es en
sí misma, una señal
de inferioridad de
los Espíritus, por
cuanto hay Espíritus
errantes en todos
los grados. Según la
Doctrina Espírita se
puede decir que son
errantes todos los
Espíritus que no
están encarnados y
que aún tienen que
encarnar; no
obstante los
Espíritus errantes
también progresan en
la erraticidad.
(Obra citada,
preguntas
224, 227, 230 y
231.)
C.
¿Existen mundos
destinados a los
Espíritus errantes?
Sí.
Existen mundos
particularmente
destinados a los
seres errantes,
mundos que les
pueden servir de
habitación temporal,
especie de refugios,
de campos para
descansar de una muy
prolongada
erraticidad.
(Obra
citada, pregunta
234.)
D.
¿Tiene el Espíritu
las mismas
percepciones que los
hombres?
Sí,
además de otras de
las que entonces no
disponía, porque el
cuerpo, cual velo
sobre ellas lanzado,
las oscurecía. La
inteligencia es un
atributo que cuanto
menos trabas tiene
que vencer, tanto
más libremente se
manifiesta en el
Espíritu.
(Obra
citada, preguntas
237, 240, 245, 246,
248, 249 y 249-a.)
E.
¿Pueden los
Espíritus ver a
Dios?
Únicamente los
Espíritus superiores
ven y comprenden a
Dios. Los inferiores
sólo lo sienten y
adivinan.
(Obra
citada, pregunta
244.)
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