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Suicidio - ¿por qué
evitarlo? |
“Los propios
Espíritus de suicidas
son unánimes en declarar
la intensidad de los
sufrimientos que
experimentan (...),
afirman que el hambre,
la desilusión, la
pobreza, la deshonra, la
enfermedad, la ceguera,
cualquier situación, por
más angustiosa que sea,
sobre la Tierra, aún
sería una excelente
condición comparada a lo
que de mejor se pueda
alcanzar por los desvíos
del suicidio.”
1
Narra Hilário Silva
2 que Allan
Kardec, en abril de
1860, pasaba por momento
de desánimo.
Le sobrevenían
dificultades de todo
orden: críticas,
injurias, mofas y falta
de recursos.
En esa ocasión, recibió,
con un ejemplar de “El
Libro de los Espíritus”
bellamente encuadernado,
una carta de gratitud de
un desconocido. Relataba
él que iba a tirarse al
Río Sena. Al coger una
muralla de un puente,
percibe allí un libro.
Era “El Libro de los
Espíritus”.
La
muerte de la mujer amada
lo hube llevado a la
desesperación. Esa era
la razón de su
desencanto con la vida.
Registra que leyó, entre
irritado y curioso, en
el frontispicio del
libro: “Esta obra me
salvó la vida. Léala con
atención y haga buen
provecho. — A.
Laurent.”
Bucea en su lectura y no
más en las aguas.
Abandona la idea
fatídica. Reformula la
vida.
Al encaminarlo a Kardec,
añade:
“Me salvó también. Dios
bendiga a las almas que
cooperan en su
publicación. – Joseph
Terrier.”
Y estimula a Allan
Kardec a “proseguir en
sus tareas de
esclarecimiento de la
Humanidad”.
Llega el testimonio
cuando el Misionero
sentía todo el peso de
su tarea y lo reanima,
encorajándolo a
proseguir en el trabajo
de la Codificación del
Espiritismo.
El Codificador, al
leerla, se emocionó.
Llevó el pañuelo a los
ojos, enjugando
discretas lágrimas…
El estudio del
Espiritismo ha liberado
al ser humano de caídas
Como se ve, a partir de
su origen, el siglo
pasado, el estudio de la
Doctrina Espírita – la
comprensión de sus
postulados – ha liberado
el ser humano de caídas
a que lo conduce la
ignorancia de la
realidad espiritual.
Le da certeza de la
supervivencia del
Espíritu a la muerte del
cuerpo físico; lo
esclarece acerca de la
responsabilidad por sus
actos, por el
conocimiento de la Ley
de Causa y Efecto; y de
la inutilidad del gesto
extremo, he ahí que,
Espíritus eternos, nos
es imposible renunciar a
la vida.
Esclarecidos, candidatos
a la auto-destrucción,
desisten de ese acto,
fruto de la
incredulidad, de la
desesperación y del
materialismo, cuando
leen testimonios de
Espíritus de suicidas:
la vida continúa;
sufrimientos
inenarrables sobreviene
a las víctimas de esa
inútil tentativa de
fuga; sus
consecuencias se
prolongan por siglos de
sufrimientos, en la
recuperación del
equilibrio, a través de
reencarnaciones en que
expían las consecuencias
de esa grave falta.
Es lo que contiene la
abundante literatura
Espírita, a partir del
lanzamiento, por Allan
Kardec, del libro “El
Cielo y el Infierno”
3, el 1º de
agosto de 1865. Allí se
leen testimonios de
suicidas; estudios y
observaciones del
Codificador, sobre el
tema, en el Cap. V de la
2ª Parte.
El suicidio voluntario
importa en una
trasgresión
de la ley de
Dios
Nos orienta, aún, acerca
de lo que muchos de
nosotros ignorábamos:
excesos de toda
naturaleza constituyen
variedades de suicidios,
aunque lentos e
indirectos, pero también
graves, aunque
inconscientes:
- Exceso de alimentos y
de trabajo;
- El hábito de la
irritación y de la
cólera;
- El uso de bebidas
alcohólicas;
- El hábito de fumar;
- El uso de tóxicos;
- Los excesos, en fin,
de todos los vicios,
físicos o morales.
Es lo que se lee en la
obra “Nuestro Hogar”
4.
En “El Libro de los
Espíritus” 5
las cuestiones 943 a 957
tocan los asuntos:
Disgusto de la Vida.
Suicidio.
De entre ellas,
destacamos:
“994. ¿Tiene el
hombre el derecho de
disponer de su vida?
– No; sólo a Dios asiste
ese derecho. El suicidio
voluntario importa en
una trasgresión de esta
ley”.
a) — ¿No es siempre
voluntario el suicidio?
– “El loco que se mata
no sabe lo que hace.”
“950. ¿Qué pensar de
aquel que se mata, en la
esperanza de llegar más
deprisa a una vida
mejor?
– ¡Otra locura! Que haga
el bien y más cierto
estará de allá llegar,
pues, matándose, retarda
su entrada en un mundo
mejor y tendrá que pedir
le sea permitido volver,
para concluir la vida
a que puso término bajo
el influjo de una idea
falsa. Una falta, sea
cuál sea, jamás abre a
nadie el santuario de
los elegidos.”
“957. ¿Cuáles, en
general, con relación al
estado del Espíritu, son
las consecuencias del
suicidio?
“Que haga el bien y más
cierto estará de allá
llegar”, es la sabia
sugestión del Espíritu.
– Muy diversas son las
consecuencias del
suicidio. No hay penas
determinadas y, en todos
los casos, corresponden
siempre a las causas que
lo produjeron. Hay, sin
embargo, una
consecuencia
a que el suicida no
puede escapar: es la
decepción. Pero la
suerte no es la misma
para todos; depende de
las circunstancias.
Algunos expían la falta
inmediatamente, otros en
nueva existencia, que
será peor que aquella
cuyo curso
interrumpieron.”
No podemos, de manera
alguna, huir de nosotros
mismos
Veamos, sobre el asunto,
dos valiosas lecciones.
De Herminio C. Miranda
(Joâo Marcus):
“En verdad, el suicidio
es, básicamente, una
fuga. El suicida quiere
huir de situaciones
embarazosas, de
disgustos, de personas
que detesta, de
amarguras que no se
siente con fuerzas para
soportar; desea, a fin
de cuentas, huir de sí
mismo. Es ahí que está
la génesis de su fatal
desengaño: no podemos,
de manera alguna huir de
nosotros mismos. (…)
Y aquel que reventó sus
propios oídos, con un
tiro asesino, renace con
el mecanismo de la
audición destruido; no
pudiendo oír, no aprende
a hablar. Y qué
atraviesa una existencia
entera, aislado en la
soledad forzada, a fin
de que su Espíritu
comprenda, en el
silencio, el verdadero
sentido de la vida y el
valor inestimable de los
dones que recibimos al
nacer. El que tomó
venenos corrosivos
vuelve a la carne con
las vísceras
deficientes, sujetas a
misteriosas e incurables
enfermedades. (...)
Luego, el suicidio es el
mayor, el más trágico y
lamentable equívoco que
el ser humano puede
cometer.”
6.
(Acentuamos.)
De Emmanuel:
“154 - ¿Cuáles son las
primeras impresiones de
los que desencarnan por
suicidio?
— La primera decepción
que los aguarda es la
realidad de la vida que
no se extingue con las
transiciones de la
muerte del cuerpo
físico, vida esa
agravada por tormentos
pavorosos, en virtud de
su decisión tocada de
suprema rebeldía.
Suicidas hay que
continúan experimentando
los padecimientos
físicos de la última
hora terrestre, en su
cuerpo somático,
indefinidamente. (...)
la peor emoción del
suicida es la de
acompañar, minuto a
minuto, el proceso de la
descomposición del
cuerpo abandonado en el
seno de la tierra, roído
por gusanos y
corrompido”.
7
Esposas celosas que
recurrieron al suicidio
vieron que sus maridos
se casaron justamente
con aquellas de quienes
se encelaba. Pasaron al
propio esposo y a sus
hijos a las manos de que
huían. Y aún a deberle
favores, pues que
cumplían tareas que les
cabían junto a los entes
amados.
Empresarios sin
perspectiva ven que los
problemas que
enfrentaban fueron
superados. Y así por
delante
En caso algunos, el
suicida queda exento de
la consecuencia de su
falta
De testimonios de los
propios suicidas; de
respuestas de Espíritus
Superiores o de
observaciones de Allan
Kardec, en las
cuestiones citadas, se
concluye que:
- El suicidio agrava los
sufrimientos del
Espíritu;
- Es culpable aquel que
abrevia por algunos
instantes sus
sufrimientos,
apresurando
voluntariamente su
muerte;
– Se alejan los suicidas
de aquellos a quienes
aman: “En vez de
reunirse al que era
objeto de sus afectos,
de él se alejan por
largo tiempo, pues no es
posible que Dios
recompense un acto de
cobardía (...)” (L. E.
q. 956);
– Hay persistencia
prolongada, tenaz, del
lazo que une el Espíritu
al cuerpo, acarreando
perturbación espiritual
y muchos sufrimientos;
- Ven, incesantemente,
el propio
aniquilamiento;
- Sienten los efectos de
la descomposición;
– Esa sensación puede
durar por el tiempo que
debía durar la vida que
sufrió interrupción. En
un comentario a la
cuestión 957 de “El
Libro de los Espíritus”,
observa Kardec: “No es
general este efecto;
pero, en caso alguno, el
suicida queda redimido
de las consecuencias de
su falta de coraje y,
tarde o temprano, expía,
de un modo o de otro, la
culpa en que incurrió.
Así es que ciertos
Espíritus, que fueron
muy desgraciados en la
Tierra, dijeron haberse
suicidado en la
existencia precedente y
sometido voluntariamente
a nuevas pruebas, para
intentar soportarlas con
más resignación. (…) La
mayor parte de ellos
sufre el pesar de haber
hecho una cosa inútil,
pues sólo decepciones
encuentran.”
Ahora, si nada de
positivo deriva del
suicidio; si conduce a
decepciones, a
sufrimientos prolongados
para sí y para otros,
las reparaciones
dolorosas, a lo largo de
muchas encarnaciones; si
sólo maleficios acarrea,
¿por qué recurrir a él?
Es nuestro deber
evitarlo y de él alejar
a los incautos, prestos
a caer en un abismo de
dolores, recurriendo a
la plegaria, al
tratamiento espiritual
en los Centros Espíritas,
al tratamiento médico,
al trabajo en beneficio
del prójimo, donde,
donando de nosotros
mismos a los más
necesitados, alejamos
Espíritus obsesores e
higienizamos la mente.
Y orar siempre por
aquellos que, frágiles,
se rendieron a la fuga
imposible.
Referências
bibliográficas:
1 - FREDERICO FRANCISCO.
O
estranho
mundo
dos
suicidas.
REFORMADOR,
Rio de Janeiro,
v. 82, n. 3, p 70,
mar.
1964. Republicado no
REFORMADOR,
v. 112, n. 1980, pp.
88-89,
mar.
1994;
2 - SILVA,
Hilário.
O
Espírito
da
Verdade. 3
ed.
Rio
de
Janeiro:
FEB, 1977. 236p. pp.
125-128: Cap. 52.
3 - KARDEC, Allan. O
Céu e o
Inferno.
37 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1991. 425p. pp.
295-327: 2ª
Parte,
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4 - XAVIER, Francisco C.
Xavier. Nosso Lar,
pelo Espírito
André Luiz. 25 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1982. 281p. pp.
31-35. Cap. 4;
5 - KARDEC, Allan. O
Livro dos
Espíritos.
75 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1994. 494p. pp.
439-444: 4ª
Parte,
Cap. I;
6 - JOÃO MARCUS.
Vale
a
pena
suicidar-se?
REFORMADOR,
Rio de Janeiro,
v. 81, n. 3,
mar.
1963, republicado em REFORMADOR, Rio de Janeiro, v.
111, n. 1.976, pp.
340-1, nov. 1993;
7 - XAVIER, Francisco C.
O
Consolador, pelo Espírito
Emmanuel. 7 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1977. 96.
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