En la
cuestión
sexual,
lo que
se debe
evitar
es la
promiscuidad
Hay en
el medio
espirita
quien
entienda
que sea
precipitada
y poco
cariñosa
la
divulgación
de la
idea de
que un
cambio
en la
orientación
sexual
es
posible,
por
medio de
tratamiento
psicológico,
a las
personas
que
transitan
por la
experiencia
de la
homosexualidad.
Es
necesario,
sin
embargo,
entender
que ese
pensamiento
no
surgió
de la
nada y
que hay
dos
autores,
ambos
médicos
y
bastante
conceptuados,
que se
manifestaron
a
respecto.
Uno de
ellos es
el Dr.
Robert
Spitzer,
psiquiatra
americano,
docente
en la
Universidad
Columbia,
que
presentó
a la
Asociación
Americana
de
Psiquiatría,
diez
años
atrás,
en 2001,
un
estudio
en lo
cual
afirma
que 66%
de los
hombres
y 44% de
las
mujeres
por él
tratados
lograron,
efectivamente,
con su
ayuda,
cambiar
de
orientación
sexual,
pasando
de
homosexuales
a
heterosexuales.
El otro
autor es
el
conocido
médico y
cofrade
Dr.
Jorge
Andréa,
que
escribió
en 1980,
o sea,
mucho
antes
del
estudio
del Dr.
Spitzer,
que es,
sí,
posible
al
homosexual
que lo
quiera
tener
una
relación
estable
con
personas
de sexo
diferente.
Para
lograrlo,
es
necesario
en
primer
lugar,
además
de la
voluntad,
que se
abstenga
de las
relaciones
homosexuales.
Al
divulgar
el
pensamiento
arriba
no
queremos
con eso
decir
que sea
la
homosexualidad
una
enfermedad,
o un
desvío
de
conducta,
o simple
opción
sexual.
No; la
homosexualidad,
tal como
ya lo
declaró
la
Organización
Mundial
de
Salud,
no es
enfermedad,
y
exactamente
por eso
es que
no
debemos
utilizar
el
vocablo
“homosexualismo”,
pero sí,
homosexualidad,
cuando
nos
referimos
al tema.
Todas
las
cuestiones
que
envuelven
la
sexualidad
están,
en
verdad,
de
manera
íntima
unidas
al alma
– el
Espíritu
encarnado
– y nada
tiene
que ver,
en lo
que se
refiere
a sus
causas,
con el
cuerpo.
El
Espíritu,
como
aprendemos
en la
doctrina
espirita,
puede
reencarnar
en un
cuerpo
de
hombre o
de mujer
y,
cuando
está
desencarnado,
poco le
importa
eso,
pues lo
que lo
guía-
según el
Espiritismo
– son
las
pruebas
por las
cuales
haya que
pasar.
A lo
largo de
los
milenios,
el
Espíritu
pasa por
hilera
inmensa
de
reencarnaciones,
ora en
posición
de
feminidad,
ora en
condiciones
de
masculinidad,
lo que
sedimenta
el
fenómeno
de la
bisexualidad,
más o
menos
pronunciado,
en casi
todas
las
criaturas.
El
hombre y
la mujer
serán,
así, de
manera
respectiva,
acentuadamente
masculino
o
acentuadamente
femenina,
sin
especificación
psicológica
absoluta.
En razón
de eso,
el
Espíritu
en
tránsito
de la
experiencia
femenina
para la
masculina,
trajeando
el
cuerpo
físico,
demostrará
fatalmente
los
trazos
de
feminidad
en que
tendrá
estacionado
por
muchos
siglos,
aunque
esté
reencarnando
en
cuerpo
masculino,
verificándose
lo mismo
con
referencia
a la
mujer en
idéntica
situación.
La
transición
la cual
nos
referimos
hace
parte
del
proceso
evolutivo,
pero
Emmanuel
y otros
autores
respetados
en
nuestro
medio
informan
también
que el
hombre
que
abusó de
las
facultades
genésicas,
arruinando
la
existencia
de otras
personas
con la
destrucción
de
uniones
constructivas
y
hogares
diversos,
puede
ser, en
muchos
casos,
inducido
a buscar
nueva
posición,
en el
renacimiento
físico,
en
cuerpo
morfológicamente
femenino,
aprendiendo,
en
régimen
de
prisión,
a
reajustar
los
propios
sentimientos.
Evidentemente,
lo mismo
puede
ocurrir
con la
mujer
que
tenga
actuado
de igual
modo.
Ese
hecho,
llamado
por
muchos –
incluso
por
Chico
Xavier –
de
inversión
sexual,
en que
un alma
femenina
viste un
cuerpo
masculino,
y
viceversa,
puede
darse
también
en los
casos en
que los
Espíritus
cultos y
sensibles,
aspirando
realizar
tareas
especificas
en la
elevación
de
agrupamientos
humanos
y en la
elevación
de si
propios,
ruegan
de los
Instructores
espirituales
la
propia
introducción
en el
campo
físico,
en
vestimenta
carnal
opuesta
a la
estructura
psicológica
por la
cual
transitoriamente
se
definen.
Emmanuel
se
refiere
a eso en
su libro
Vida y
Sexo.
El
asunto,
obviamente,
no
escapó a
Allan
Kardec,
que
añadió
al caso
una
información
muy
importante,
como
podemos
leer en
la
Revista
Espirita
de 1866,
págs. 2
a 4.
Según el
Codificador
del
Espiritismo,
la
influencia
que el
Espíritu
encarnado
sufre,
del
organismo
no se
borra
inmediatamente
después
de la
destrucción
del
envoltorio
material,
así como
no
perdemos
instantáneamente
los
gustos y
los
hábitos
terrenos.
Puede
ocurrir,
entonces,
que el
Espíritu
recurra
una
serie de
existencias
en el
mismo
sexo, lo
que hace
con que
durante
mucho
tiempo
pueda
conservar,
en el
errático,
el
carácter
de
hombre o
de
mujer,
cuya
marca en
él se
quedó
impresa.
Si esa
influencia
se
repercute
de la
vida
corporal
a la
vida
espiritual,
el hecho
se da
también
cuando
el
Espíritu
pasa de
la vida
espiritual
para la
corporal.
Así, en
una
nueva
encarnación
él
traerá
el
carácter
y las
inclinaciones
que
tenía
como
Espíritu.
Cambiando
de sexo,
podrá
entonces
conservar
los
gustos,
las
inclinaciones
y el
carácter
inherentes
al sexo
que
acaba de
dejar,
lo que
explica
el hecho
de
existir
mujeres
varoniles
que se
comportan
como
verdaderos
hombres,
y
viceversa,
independientemente
de
mantener
o no
relaciones
homosexuales.
Retornando
al tema
inicial,
se debe
observar
que
ninguno
de los
autores
mencionados
habló en
cambio
de
condición
en la
totalidad
de los
casos.
En el
caso de
los
hombres
que
buscaban
el Dr.
Spitzer,
el
porcentaje
no pasó
de 66%
y,
cuanto a
las
mujeres,
fue aún
más
pequeño.
Ora, no
es
difícil,
de
acuerdo
con las
informaciones
arriba,
entender
por qué
eso se
da, pues
es bien
probable
que el
hecho
sólo sea
realmente
posible
en los
casos en
que se
verifica
la
llamada
transición
normal
mencionada
por
Kardec,
Emmanuel
y otros
autores.
En los
casos de
inversión
sexual,
sobre
todo los
motivados
por
procesos
expiatorios,
es
evidente
para
nosotros
espiritas
que ese
cambio
no es
deseado
por
nadie,
ni será
posible.
En apoyo
a este
pensamiento
podemos
acordar
aquí el
caso de
un
conocido
presentador
de la
Tele,
recientemente
fallecido,
que
contó al
público
la
charla
que tuvo
con
Chico
Xavier.
Según él
relató,
su caso
era un
de esos
llamados
de
inversión
sexual:
cuerpo
de
hombre,
psicología
femenina.
Chico
Xavier
le
tenía,
entonces,
recomendado
limitarse
a una
relación
homosexual
estable,
evitando
la
promiscuidad,
porque
esa, sí,
es que
deberíamos
rechazar
siempre,
sea ella
de
heterosexuales
o de
homosexuales.
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