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Año 5 231 – 16 de Octubre de 2011


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 


Los problemas que enfrentamos deben ser resueltos por
nosotros mismos


De las historias que Hilário Silva reunió para componer sus dos libros – La vida escribe y Almas en desfile – ambos psicografados por los médium Waldo Vieira y Francisco Cândido Xavier, hay una que expresa bien lo que muchas personas buscan encontrar valiéndose del Espiritismo.

Se trata del caso José Cardoso, el cofrade que insistía, en las sesiones mediúmnicas en las cuales participaba, en buscar ayuda de los mentores espirituales para la descubierta de tesoros ocultos.

La región donde vivía fuera sede de minería. Allí habían sido descubiertas arcas antiguas y cacerolas rellenas de pepitas y monedas. Debía haber, por lo tanto, según pensaba Cardoso, mucho oro escondido…

La codicia era disfrazada con el uso de un argumento conocido: con el tesoro encontrado sería posible realizar muchas obras caritativas…

Según el relato de Hilário, el amigo José Cardoso era persistente y no perdía ocasión de proponer al mentor del grupo cuestiones vueltas para aquella idea, que se le tornara obcecada.

El lector puede imaginar la dificultad de los mentores espirituales en tratar con semejantes personas. ¿Cómo contestar al cofrade sin causar constreñimiento, desagrado y decepción? 

Evidentemente, alguien más sensato podría tener recordado a Cardoso y a los componentes del grupo lo que nos enseña la cuestión 533 d´El Libro de  los Espíritus, más allá reproducida:

533. ¿Pueden los Espíritus hacer que obtengan riquezas los que les piden que así ocurra?

“Algunas veces, como prueba. Casi siempre, sin embargo, recusan, como si recusa al niño la satisfacción de un pedido inconsecuente.”

La iniciativa no fue, pues, tomada, lo que motivó el mentor del grupo a decirle, cuando el asunto vino nuevamente:

- Hermano mío, quédese tranquilo. Su petición es bien inspirada. Su intención es constructiva. Indicaremos camino para un tesoro en el suelo.

Al oír semejantes palabras, la pequeña asamblea se asustó, con recelo de que estuviese ocurriendo una mistificación. José Cardoso estaba, sin embargo, contento.

Su mentor entonces  explicó:

- Cardoso, busque su patio. Además del patio empedrado, después de la cocina, usted ve todos los días gran mancha de tierra oscura, que la hierba dañina está envolviéndola. Excave allá, mi amigo.

José Cardoso apuntó cuidadosamente la orientación y en el otro día, por la mañana, empezó a cavar, y cavó hasta quedarse exhausto. Para su desagrado, no encontró señal ninguna de tesoro escondido.

En la reunión mediúmnica siguiente, él interpeló el mentor espiritual, que le explicó que él cavara muy bien y que el camino de la riqueza estaba listo.

Y, delante de la curiosidad general, agregó:

- Plante en la cueva abierta un brote talludo de naranjo, riéguela y trátela con amor y, muy pronto,  usted tendrá el tesoro que busca, porque un naranjo, Cardoso, es el principio de un naranjal…  

                                                        * 

La lección contenida en la historia relatada por Hilário Silva es bien sutil, pero sirve de advertencia a todos los que esperan encontrar en el Espiritismo la solución para sus problemas de orden material o espiritual.

En los casos de obsesión, es muy común la familia depositar la persona trastornada en la Casa Espirita y aguardar, de brazos cruzados, su cura.

Los mentores espirituales nos inspiran, nos ayudan, nos estimulan, pero es bueno que recordemos que nosotros es que estamos encarnados y, por lo tanto, a nosotros compete resolver los problemas originados de nuestra presencia en este plan.

Transferir a los protectores espirituales la tarea que nos pertenece es un equivoco lamentable que no se sustenta en ninguna de las enseñanzas contenidas en la doctrina codificada por Kardec y desarrollada, entre otros, por Denis, Delanne, Emmanuel, Joanna de Ángelis y André Luiz.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita