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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 237 – 27 de Noviembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Los bombones

 

Carolina había aprendido a leer y estaba muy feliz. Andaba en la calle, leyendo todo lo que veía: los letreros de las tiendas, los carteles, las placas de los coches, el destino de los autobuses, los titulares de las revistas en las paradas. Finalmente, no perdía oportunidad de ejercitar la nueva conquista.  

En casa, corría hasta el gran estante de libros de su padre y quedaba mirando los libros cuyos títulos le parecían más interesantes.

Un día, Carolina cogió el Evangelio y, abriendo al acaso, se puso a leer. De repente, cerró el libro, horrorizada, y salió gritando:

— ¡Mamá! ¡Mamá!...

La madre que estaba arreglando la casa, respondió asustada:

— ¡Estoy aquí! ¿Qué pasa, hija mía?...

Recuperando el aire, la niña explicó:

— ¡Mamá, leí una cosa horrible!... ¡Jesús dice que, si la gente hace alguna cosa mal, debe cortarse la mano o el pie, y hasta incluso arrancarse el ojo!  

Carolina se echó en los brazos de la madre, llorando:

— ¡No quiero quedarme sin mano, mamá! ¡No quiero!...

Cariñosa, la madre abrazó a la hija, tranquilizándola:
 

— ¡No llores! Quédate tranquila, querida. ¡Tú no vas a quedarte sin mano! ¿Por qué estás tan asustada?

Y la niña, afectada, confesó:

— El otro día, en el cumpleaños de Natalia le regalaron una caja de bombones y yo sentí ganas de comer algunos. ¡Descubrí adónde ella lo había guardado y, cuando ella salió de casa, fui allá y me comí los bombones de ella! ¡Estoy avergonzada, mamá, y no quiero perder mi mano!

La madre la abrazó aún con más fuerza, viendo la ingenuidad de la hija que juzgaba perder la mano por haber comido algunos dulces que no le pertenecían.

— Carolina, tu hermana con seguridad no está enfadada contigo. Además de eso, cuando Jesús dijo aquellas palabras, él quería decir que: si la gente hace alguna cosa realmente mala, es mejor entrar en otra vida, esto es nacer de nuevo, sin una mano o sin el pie, o aún sin un ojo, a que nuestro Espíritu quede sufriendo por los males que causó al prójimo. Pero Jesús se refiere a crímenes de muerte, robos, traiciones y toda especie de mal. ¿Entendiste?

— ¡Ah! ¿Quiere decir que por haber comido algunos bombones de Natalia no voy a perder mi mano?

— ¡Claro que no, hija! Sin embargo, no quiere decir que tú estuvieras bien al comer los dulces de tu hermana. Deberías haber respetado lo que le pertenecía, o haber pedido a ella algunos bombones. Tengo seguridad de que tu hermana no te lo negaría, pues tú le gustas mucho.

Más serena, la niña respiró aliviada.

— ¡Aún bien, mamá! Yo me quedé muy asustada pensando en mi manita – dijo, mirándola y haciendo una caricia.

Ahora menos tensa, Carolina se quedó callada, reflexionando, y decidió:

— ¡Mamá ya sé qué hacer! Tengo algunas monedas guardadas y voy a comprar otra caja de bombones para Natalia. ¿Qué piensas?

— Bien, querida.

— ¿Tú me puedes llevar al supermercado?

— Sí, hija. Más tarde necesito hacer compras.

Contenta, la niña aguardó con ansiedad la hora de salir. Carolina escogió la caja e hizo el intento de pagar con su dinero.

En casa, ella esperó a la hermana que volviera de la escuela y, al verla entrar en el cuarto, corrió detrás de ella. Natalia estaba de espalda, cogiendo algo de su armario. Carolina la llamó:

— ¡Natalia!

La hermana se volvió y Carolina vio que ella tenía la caja de bombones en las manos. Avergonzada pues ciertamente la hermana notó la falta de los bombones, habló deprisa:

— ¡Yo compré una caja de bombones para ti, Natalia! ¡Mira, son tuyos! Te pido que me disculpes por haber abierto la caja que tú recibiste.

La hermana sonrió, demostrando sorpresa:

— No es necesario, Carolina. ¡Yo estaba cogiendo exactamente la caja para dártela a ti!

— ¡¿A mí?!...

— ¡Sí! En verdad, no estoy pudiendo comer

bombones. ¡Mi rostro está lleno de espinillas!  

— ¡Más... más... yo pensé... que tú estarías enfadada conmigo, Natalia!

— No, claro que no. Solo creo que no deberías haberlos comido sin pedirlo. Pero quiero que te quedes con mi caja, que ya está medio vacía. Y, de esta que tú compraste para mí, acepto un bombón sólo. El resto es todo tuyo.

Sin poder creer en tan gran felicidad, Carolina corrió y abrazó a la hermana.

— ¡Gracias, Natalia! ¡A mí me gustas mucho!

— Yo lo sé. A mí también me gustas mucho.

Abrazadas, ambas fueron para la sala. Carolina, sonriente, explicó:

— Mamá, tú tienes toda la razón. El mejor camino es el de la comprensión. Si yo hubiera hablado con Natalia antes, no habría sufrido tanto sin necesidad. ¡Ahora, tengo no una, sino dos cajas de bombones! ¡Y voy a repartirlos con la familia entera!

La madre abrazó a las dos hijas con infinito amor. Lo que importaba, realmente, era que Carolina había aprendido la lección y que la paz y la armonía volvieron a la familia.   

                                                                  MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo na cidade de Rolândia-PR, em 17/10/2011.)



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita