Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco Kardeciano,
que focalizará las cinco
principales obras de la
Doctrina Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente publicadas
por Allan Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas presentadas,
fundamentadas en la 76ª
edición publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de Guillon
Ribeiro, se encuentran
al final del texto.
Preguntas para debatir
A. Según
el Espiritismo, la
igualdad absoluta de las
riquezas no es posible
debido a la diversidad
de los caracteres y de
las facultades humanas.
En vista de ello, ¿por
qué Dios concedió a unos
las riquezas y el poder,
y a otros la miseria?
B. Los
hombres y las mujeres
¿tienen los mismos
derechos?
C. ¿Será
respetable toda y
cualquier creencia, aún
cuando fuese
notoriamente falsa?
D. ¿Tiene
el hombre el libre
albedrío de sus actos?
E.
¿Ejerce el organismo
alguna influencia sobre
los actos de la vida? En
caso afirmativo, ¿no
perjudica esto el
ejercicio del libre
albedrío?
Texto para la lectura
472. El
rico está sujeto a más
tentaciones, pero
también dispone de más
medios para hacer el
bien. Sin embargo, es
precisamente eso lo que
no siempre hace. Con su
fortuna, aumentan sus
necesidades y considera
que nunca posee lo
suficiente para sí.
(L.E., 816)
473. La
alta posición del hombre
en este mundo y la
autoridad sobre sus
semejantes son pruebas
tan grandes y tan
escurridizas como la
desgracia, porque cuanto
más rico y poderoso es,
más obligaciones tiene
que cumplir, y mayores
son los medios de los
que dispone para hacer
el bien o el mal. Dios
prueba al pobre con la
resignación y al rico
mediante el uso que hace
de sus bienes y de su
poder. La riqueza y el
poder engendran todas
las pasiones que nos
atan a la materia y nos
alejan de la perfección
espiritual. (L.E., 816,
comentario de Kardec.)
474. Las
funciones a las que la
mujer está destinada por
la Naturaleza tienen una
importancia tan grande
como las asignadas al
hombre, y hasta mayor.
La mujer es quien le da
las primeras nociones de
la vida.
(L.E., 821)
475. El
primer principio de la
justicia es éste: No
hagáis a los demás lo
que no que no quisierais
que os hiciesen. La
legislación humana, para
ser equitativa, debe
consagrar la igualdad de
los derechos del hombre
y de la mujer. De los
derechos, no de las
funciones. Es necesario
que cada uno esté en el
lugar que le
corresponde. Que se
ocupe el hombre de lo
exterior y la mujer de
lo interior, cada cual
según su aptitud. Todo
privilegio concedido a
uno o a otro es
contrario a la justicia.
La emancipación de la
mujer acompaña el
progreso de la
civilización. Los sexos,
por otra parte, sólo
existen en la
organización física.
Puesto que los Espíritus
pueden encarnar en uno y
en otro, bajo ese
aspecto no existe
ninguna diferencia entre
ellos. Deben, por ello,
gozar de los mismos
derechos.
(L.E.,
822 y 822-a)
476.
Erigir monumentos
fúnebres para perpetuar
la memoria constituye un
último acto de orgullo.
No siempre se hacen esas
demostraciones por el
muerto: son hechas por
amor propio y para el
mundo, así como por
ostentación de riqueza.
(L.E., 823 y 823-a)
477. No
se reprueba la pompa de
los funerales cuando se
tiene en cuenta honrar
la memoria de un hombre
de bien, pues eso es
justo y de buen ejemplo.
(L.E., 824)
478. El
hombre no puede
disfrutar en el mundo de
libertad absoluta porque
todos necesitan los unos
de los otros, así los
pequeños como los
grandes. Desde el
momento en que dos
hombres están juntos,
hay entre ellos derechos
recíprocos que deben
respetar y, por lo
tanto, ninguno de ellos
goza de libertad
absoluta. (L.E., 825 y
826)
479.
¿Cómo conciliar las
opiniones liberales de
ciertos hombres con el
despotismo que
acostumbran ejercer en
su casa o sobre sus
subordinados? Tales
hombres tienen
compresión de la ley
natural, la que
contrarrestan por el
orgullo y el egoísmo.
Cuando no representan
una comedia sustentando
principios liberales,
comprenden cómo las
cosas deben ser, pero no
las hacen así.
(L.E., 828)
480.
Cuanto más inteligencia
tiene el hombre para
comprender un principio,
tanto menos disculpable
es de no aplicarla a sí
mismo. El hombre simple,
pero sincero, está más
adelantado en el camino
de Dios que un hombre
que pretenda parecer lo
que no es. (L.E., 828-a)
481. Es
contraria a la ley de
Dios toda sujeción
absoluta de un hombre a
otro. La esclavitud es
un abuso de la fuerza.
Desaparece con el
progreso, como
desaparecerán
gradualmente todos los
abusos. (L.E., 829)
482. El
mal siempre es el mal y
no hay sofisma que haga
que una mala acción se
torne buena. Pero la
responsabilidad del mal
es relativa a los medios
de los que el hombre
disponga para
comprenderlo. Aquél que
saca provecho de la ley
de esclavitud es siempre
culpable de violación de
la ley natural. Pero
allí, como en todo, la
culpabilidad es
relativa. Esclarecida
por las luces del
Cristianismo, la razón
mostró al hombre que el
esclavo era igual a él
ante Dios, y en ese
caso, no tiene más
disculpas.
(L.E., 830)
483. La
desigualdad natural de
las aptitudes coloca
ciertas razas humanas
bajo la dependencia de
razas más inteligentes,
para que éstas se
eleven, no para
embrutecerlas aún más
con la esclavitud.
(L.E.,
831)
484. Los
hombres que tratan a sus
esclavos con humanidad
no son tan culpables
como los que los
maltratan, pero no por
eso dejan de disponer de
ellos como una
mercadería, privándolos
del derecho de
pertenecerse a sí
mismos.
(L.E., 832)
485. Por
el pensamiento goza el
hombre de libertad
ilimitada, puesto que no
hay cómo ponerle
obstáculos. Se le puede
detener en su vuelo,
pero no aniquilarlo.
(L.E., 833)
486. Ante
Dios, el hombre es
responsable de su
pensamiento. Y sólo a
Dios le corresponde
condenarlo o absolverlo,
según su justicia.
(L.E., 834)
487. La
conciencia es un
pensamiento íntimo, que
pertenece al hombre,
como todos los demás
pensamientos. La
libertad de conciencia
es una de las
características de la
verdadera civilización y
del progreso, y sólo a
Dios le corresponde
juzgarla.
(L.E.,
835 a 837)
488.
¿Será reprensible aquél
que escandalice con su
creencia a otro que no
piense como él? Sí,
porque hacer eso es
faltar a la caridad y
atentar contra la
libertad de pensamiento.
(L.E.,
839)
489.
Atenta contra la
libertad de conciencia
quien pone obstáculos a
creencias capaces de
causar perturbaciones a
la sociedad. Se pueden
reprimir los actos, pero
la creencia íntima es
inaccesible.
(L.E., 840)
490.
Enseñad, a ejemplo de
Jesús, sirviéndose de la
dulzura y la persuasión,
no de la fuerza, lo cual
sería peor que la
creencia de aquél a
quien deseareis
convencer. La convicción
no se impone.
(L.E.,
841)
491. La
doctrina más próxima a
la verdad será aquella
que haga más hombres de
bien y menos hipócritas.
Esa es la señal por la
cual reconoceréis que
una doctrina es buena,
puesto que toda doctrina
que tiene como resultado
sembrar la desunión y
establecer una línea de
separación entre los
hijos de Dios no puede
ser sino falsa y
perniciosa. (L.E., 842)
492. Las
predisposiciones
instintivas que el
hombre trae al renacer
son las del Espíritu
antes de encarnar. Según
su adelantamiento, ellas
pueden arrastrarlo a la
práctica de actos
reprensibles, en lo cual
será secundado por
Espíritus simpáticos a
esas tendencias. Por lo
tanto, no existe
atracción irresistible
cuando se tiene voluntad
de resistir. Recordad
que querer es poder.
(L.E., 845)
493.
Aquél cuya inteligencia
se encuentre perturbada
por cualquier causa no
es dueño de su
pensamiento, y por lo
tanto, ya no tiene
libertad. La alteración
de las facultades
mentales es muchas veces
un castigo para el
Espíritu que, en otra
existencia, haya sido
frívolo y orgulloso, o
haya hecho mal uso de
sus facultades. En tal
caso, ese Espíritu puede
renacer en el cuerpo de
un idiota, como el
déspota en el de un
esclavo y el mal rico en
el de un mendigo. El
Espíritu sufre por
efecto de ese
constreñimiento, del que
tiene perfecta
conciencia. Tal es la
acción de la materia.
(L.E., 847)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. Según
el Espiritismo, la
igualdad absoluta de las
riquezas no es posible,
debido a la diversidad
de los caracteres y de
las facultades humanas.
En vista de ello, ¿por
qué Dios concedió a unos
las riquezas y el poder,
y a otros la miseria?
Para
probarlos de maneras
diferentes. Además, como
sabemos, tales pruebas
fueron escogidas por los
mismos Espíritus, en las
cuales, aún así,
sucumben con frecuencia.
(El Libro
de los Espíritus,
preguntas 814 a 816).
B. Los
hombres y las mujeres
¿tienen los mismos
derechos?
Sí. ¿No
otorgó Dios a ambos la
inteligencia del bien y
del mal y la facultad de
progresar?
(Obra
citada, preguntas 817 a
820.)
C. ¿Será
respetable toda y
cualquier creencia, aún
cuando fuese
notoriamente falsa?
Sí. Toda
creencia es respetable,
cuando es sincera y
conduce a la práctica
del bien. Condenables
son las creencias que
conducen al mal.
(Obra
citada, pregunta 838.)
D. ¿Tiene
el hombre el libre
albedrío de sus actos?
Evidentemente. Puesto
que tiene la libertad de
pensar, tiene igualmente
la de obrar. Sin el
libre albedrío, el
hombre sería una
máquina.
(Obra
citada, preguntas 843 e
844.)
E.
¿Ejerce el organismo
alguna influencia sobre
los actos de la vida? En
caso afirmativo, ¿no
perjudica esto el
ejercicio del libre
albedrío?
Es
innegable que la materia
ejerce influencia sobre
el Espíritu, y eso puede
hasta entorpecerle las
manifestaciones y el
ejercicio del libre
albedrío.
(Obra
citada, pregunta 846.)
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