La vida después
de la vida
La revista
Veja, una
publicación de
las más
admiradas de
nuestro País,
perdió excelente
oportunidad de
mostrar su
respeto a la
verdad cuando
designó el
periodista André
Petry, su
corresponsal en
Nueva York, para
tratar del tema
que da título a
este texto,
hecho que se dio
en su edición de
15/2/2012, en un
extenso
reportaje que se
inicia, no
obstante, con
una afirmación
muy infeliz:
“En los 50.000
años de la
historia humana
en la Tierra,
jamás surgió
prueba de que la
muerte no es el
fin de la línea,
pero nunca
dejamos de creer
en esa
posibilidad”.
¿A qué prueba el
periodista se
refiere?
¿La Biblia no le
sirve?
Caso le sirva,
podríamos
mencionar aquí,
de memoria, la
aparición de
Samuel al rey
Saúl, la visita
de Elías y
Moisés a Jesús y
la propia
aparición del
Cristo a sus
discípulos,
horas después de
tener sido
declarado muerto
y sepultado.
¿Sirven las
comunicaciones
recibidas por
Chico Xavier?
¿Los centenares
de mensajes de
padres y madres
que
reencontraron a
sus hijos de
nada valen?
¿De algún valor
tienen para el
periodista los
relatos del dr.
Raymond Moody
Jr. o los de la
dra. Elizabeth
Kübler Ross?
¿No le sirve,
por ventura, el
testimonio del
cura François
Brune expreso en
obras en las
cuales él
atesta, basado
en hechos, que
los muertos nos
hablan?
Es obvio que
nada de eso
sirve para el
sr. André Petry,
que ciertamente
entiende, como
a muchas
personas les
gusta decir, que
solamente la
Ciencia es que
puede dar a ese
respecto el
veredicto
definitivo.
Pero, ¿a qué
Ciencia él se
refiere?
¿A la Física, a
la Biología, a
la Química, a la
Medicina?
¿Esas
asignaturas
dichas
científicas
alguna vez se
interesaron en
investigar
realmente el
fenómeno de la
muerte y de la
supervivencia
post mortem?
¿Dónde están
publicados los
resultados de
esas
investigaciones?
El lector sabe,
sin embargo, que
para creer que
la vida continúa
más allá de la
tumba no es
necesario que la
Ciencia venga a
decirnos. Ésta
es otra tontería
propia de quien
escribe sobre
asunto que no
conoce.
¡Cuantas
personas
adquirieron esa
convicción – no
simplemente fe –
en función de
una ocurrencia
trivial!
Lombroso era
escéptico, pero
no aguantó
cuando vio el
Espíritu de su
propia madre
abrazarlo.
En Londrina, un
conocido y
respetuoso
doctor en
Matemáticas,
ateo y
materialista, se
transformó
cuando se vio
delante de su
propio suegro
materializado,
en el salón de
su casa, por
tres veces,
hasta que en la
tercera vez
caminó y lo
abrazó.
Desaparecía allí
el materialista,
nacía un nuevo
espirita.
A respecto del
tema, es siempre
bueno acordarnos
de las sabias
palabras de
Allan Kardec:
“Se dice
vulgarmente que
la fe no se
prescribe,
donde resulta
alegar mucha
gente que no le
cabe la culpa de
no tener fe. Sin
duda, la fe no
se prescribe,
ni, lo que
todavía es más
cierto,
se impone.
No; ella se
adquiere y nadie
hay que esté
impedido de
poseerla, mismo
entre los más
refractarios.
Hablamos de las
verdades
espirituales
básicas y no de
tal o cual
creencia
particular. No
es la fe que
compite
buscarlos; a
ellos es que
cumple ir a su
encuentro y, se
la busquen
sinceramente, no
dejarán de
encontrarla.”(El
Evangelio según
el Espiritismo,
cap. XIX, ítem
7.)
Para eso puede,
sí, la Ciencia
ayudar, pero la
Filosofía y la
Religión también
pueden, siendo
cierto que
muchos – como
ocurrió con
Lombroso y con
el matemático a
quien nos
referimos –
llegaron a ella
por medio de los
hechos, sin que
nadie tuviese
ejercido
influencia para
eso.
*
El periodista de
Veja
repite, en
verdad, un
cliché que es
bien caro a los
materialistas en
general, pero la
repetición de
ideas así revela
tan solamente
ignorancia de
las
investigaciones
y de los
trabajos que, en
el campo de los
fenómenos
psíquicos,
fueron
realizados en
los dos últimos
siglos,
principalmente
en Europa.
En su libro
intitulado
Por qué creo en
la inmortalidad
del alma,
obra de 1929,
traducida para
nuestro idioma
por Francisco
Klörs Werneck,
Sir Oliver Lodge
hace
observaciones
acerca del
comportamiento
de los que
niegan los
hechos basados
simplemente en
prejuicio. Según
él, los hombres
de ciencia no
tienen sino un
“conocimiento
parcial e
imperfecto de
los hechos”, de
lo que se deduce
su
descreimiento.
Nacido en 12 de
Junio de 1851 en
Penkhull,
Sttafordshire,
Inglaterra,
Lodge desencarnó
a 22 de Agosto
de 1940, a los
89 años de edad,
en Amesbury,
Wiltshire, en su
país natal. Su
vida puede ser
dividida en dos
partes
distintas. Hasta
los 56 años de
edad, granjeó
fama mundial
como profesor e
inventor, en
especial en el
campo de la
radiotelegrafia.
Educado en la
Grammar School,
de Newport, y en
la University
College, de
Londres, se
especializó en
Física. Profesor
emérito, fue
hecho caballero
por el rey
Eduardo VII, en
1902, y recibió
grado de doctor
en Ciencias por
siete
Universidades.
Inventor del
“coherer”, el
primer detector
de ondas a ser
usado, de
relevante papel
en la telegrafía
sin hilo, fue él
el primer
científico a
enviar mensajes
por el telégrafo
sin hilo, en
1894, antes de
Marconi haberse
ocupado del
asunto. Y una de
sus mayores
glorias fue la
descubierta de
las ondas
hertzianas y la
manera de
detectarlas,
descubierta que
fue efectuada
por Hertz casi
simultáneamente,
razón por la
cual ellas se
quedaron
asociadas al
nombre de Hertz.
De 1901 a 1903,
ya estudioso de
los fenómenos
espiritas,
presidió la
Sociedad de
Investigaciones
Psíquicas de
Londres,
teniendo
realizado
numerosas
experimentaciones
con los médium
Verall y Leonora
Piper y
asistiendo, en
1894, con
Charles Richet,
a algunas de las
célebres
sesiones de
efectos físicos
de Eusápia
Paladino.
Las pruebas que
Oliver Lodge
obtuvo de la
supervivencia y
comunicación de
su hijo Raymond
fueron de las
más vigorosas, y
tan evidentes,
que dieron
origen al libro
Raymond,
traducido para
el portugués por
el escritor
Monteiro Lobato.
Psiquiatra
convicto y
erudito, Oliver
Lodge, como
tantos otros
sectarios del
Psiquismo
Trascendental,
admitía la
existencia del
alma, su
preexistencia o
supervivencia, y
la fenomenología
espirita.
Atestando su
convicción en la
inmortalidad en
diversas obras,
como La
Supervivencia
Humana, La
Formación del
Hombre y
Raymond,
Lodge declaró,
con claridad, en
la última
referida: “Jamás
oculté mi
creencia de que
la personalidad
no sólo
persiste, como
aún continúa más
integrada al
nuestro vivir
diario de que
generalmente lo
suponemos; de
que no hay
ninguna solución
de continuidad
entre los vivos
y los muertos”.
En la
introducción al
libro Por qué
creo en la
inmortalidad del
alma, Lodge
afirma: “Conozco
el peso de las
palabras ‘hecho’
en Ciencia y
digo, sin
vacilación, que
la continuidad
individual y
personal es para
mí un hecho
demostrado”.
Si al periodista
André Petry el
testimonio de
Oliver Lodge no
tiene gran
importancia, él
podría examinar
las experiencias
de otro físico
británico – Sir
William Crookes
– que pesó,
auscultó,
fotografió el
Espíritu
materializado de
Katie King y
presentó el
relato de sus
investigaciones
a la Asociación
Británica de
Ciencias, sobre
las cuales,
veinte años
después,
declaró: “Jamás
tuve que cambiar
de idea a tal
respecto. Estoy
perfectamente
satisfecho de lo
que dije en los
primeros días.
Es cierto que un
contacto fue
establecido
entre este mundo
y el otro.”
En respuesta a
la pregunta si
el Espiritismo
no había
liquidado el
viejo
materialismo de
los científicos,
agregó: “Pienso
que sí. Por lo
menos él
convenció la
mayoría del
pueblo, que sabe
alguna cosa
relativa a la
existencia del
otro mundo”.
(The
Internacional
Psychic Gazette,
Diciembre, 1917,
61-2.)
No satisfecho
con los dos
sabios
británicos, la
revista Veja
podría al
menos consultar
el libro
Historia del
Espiritismo,
escrito por
Arthur Conan
Doyle, en lo
cual el lector
exento de
prejuicio verá
que los
fenómenos
comprobatorios
de la
inmortalidad del
alma fueron
objeto de
atención de los
sabios más
ilustres del
mundo, tales
como Gully,
Elliotson,
Challis, Morgan,
Wallace, Varley,
Lombroso,
Zöellner, Carl
du Prel, Charles
Richet, Aksakof,
Rochas y muchos
otros, además de
Crookes y Lodge.
En el prefacio
del libro
Researches in
the phenomena of
the
spiritualism,
de 1874,
Oscar D’
Argonell
escribió: “La
existencia del
alma, que era
presentada como
un dogma de fe
por todas las
religiones y que
la filosofía nos
enseñaba por
palabras, es
hoy, gracias al
Espiritismo,
una verdad
científica.
Actualmente los
sabios dicen que
el alma existe
porque la ven y
la palpan,
conversan con
ella y le sacan
la fotografía.
La prueba
científica de la
existencia del
alma y de su
comunicación con
nosotros es el
legado más
brillante que el
presente siglo
va a dejar a las
generaciones
venideras.”
Es una lástima
que la revista
Veja no
tenga
conocimiento de
eso.
Nota:
Este editorial
es la
reproducción
casi literal de
la carta que
enviamos en el
día 13 de
Febrero a la
dirección de la
revista Veja.
Atendemos,
al reproducirla,
sugerencia que
nos fue hecha
por innúmeros
lectores que,
gracias a la
Internet,
tomaron
conocimiento de
la aludida
carta.
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