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Enorme y bella tortuga
marina llamada Teté, muy
estimada por sus
hermanas, nadaba en las
profundidades del
océano. Ella sentía que
estaba en la época de
ser madre y estaba muy
preocupada.
Como las otras tortugas
de su especie, sabía que
tendría que buscar la
playa donde había nacido
para desovar, después
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de hacer un
agujero en la
arena. |
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Así, Teté nadó...
nadó... nadó... hasta
que, llegando a la
playa, se puso a buscar
un lugar desierto, donde
no hubiera nadie que
pudiera destruir sus
huevos, como hacían los
animales y seres
humanos.
Encontrando una playa
tranquila, dejó el mar y
se arrastró en la
búsqueda de un lugar
suficientemente acogedor
para allí depositar sus
huevos.
Teté trabajó bastante,
quitando arena poco a
poco para abrir una
cueva, donde cupieran
todos sus huevos, que
eran muchos. Por
instinto, al percibir
que había alcanzado el
tamaño ideal, se dio por
satisfecha.
¡Ufa! ¡Estaba tan
cansada! ¡El esfuerzo
fue enorme!
Entonces, la linda
tortuga, se acomodó
sobre la cueva. Ella
sabía que iría a sufrir,
pero estaba preparada.
Tenía que cumplir su
misión de madre.
Después de algún tiempo,
Teté sintió que los
huevos que Dios le dio
comenzaron a caer dentro
de la cueva, protegidos
por la arena.
Al terminar su tarea,
Teté estaba exhausta,
pero aún faltaba una
cosa muy importante:
esconder los huevos para
que los depredadores no
los encontraran.
Después de tirar arena
sobre ellos, se dio por
satisfecha y pudo,
finalmente, descansar un
poco.
Como la tarea fuera
exhaustiva, ella durmió.
De repente, Teté
despertó asustada con el
ruido de voces:
— ¡Vean! ¡Una enorme
tortuga marina! ¡Vamos a
cogerla!...
Por necesidad de
alimentación y también
por necesitar de sentir
el agua en su cuerpo,
Teté fue a descansar
próxima a las olas. Así,
ella consiguió llegar al
mar, incluso
arrastrándose
lentamente por la arena.
Nadó, alejándose un poco
de la playa y quedó al
acecho, observando lo
que los hombres iban a
hacer.
Uno de los hombres, que
traía un perro,
|
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decía: |
|
— ¡La tortuga escapó,
pero vamos a buscarla!
Ellas vienen a la playa
para desovar. Entonces,
debe haber escondido sus
huevos aquí mismo, en
algún lugar.
¡Busquen! ¡Busquen!...
La pobre tortuga, que
del mar observaba la
escena, temblaba de
miedo:
— ¡Mis hijitos! Ellos
van a destruir mis
huevos, matando la
posibilidad de vida para
mis hijitos antes de
venir al mundo.
Y Teté comenzó a pedir
ayuda de Dios:
— ¡La tortuga escapó,
pero vamos la buscarla!
Ellas vienen a la playa
para desovar. Entonces,
debe haber escondido sus
huevos aquí mismo, en
algún lugar. ¡Busquen!
¡Busquen!...
— ¡Señor, por piedad, no
permita que eso ocurra!
En ese momento, como que
atendiendo a su pedido,
surgió otro grupo de
humanos, viniendo en
dirección contraria. Al
ver el movimiento en la
playa, uno de ellos
indagó:
— ¡Ah! ¡Es usted, José!
¿Ocurrió alguna cosa? ¿Qué
están buscando?
José, el que comandaba
el bando y mantenía el
perro feroz preso por
una cadena, contó:
— ¡Hola, Raúl! ¡Vimos
una tortuga marina! ¡Y
ahora estamos buscando
el escondite de sus
huevos!
— ¿Para qué? — indagó el
recién llegado.
— ¿Cómo, para qué? ¡Para
destruirle el nido,
claro!...
Raúl y los demás de su
grupo quedaron
indignados, inclusive
los niños.
— ¿No saben que es un
crimen ambiental lo que
van a hacer? — Preguntó
el recién -llegado —
¡Pues nosotros no vamos
a permitir que destruyan
los huevos!
Los otros estuvieron de
acuerdo, saliendo en
defensa de los huevos.
Uno de ellos, con el
teléfono móvil en la
mano, amenazó:
— Voy a llamar a la
policía. Si intentan
alguna cosa, ya saben.
Irán presos.
Asustados con la
amenaza, el dueño del
perro se fue con su
grupo, replicando. Raul
y sus amigos
conmemoraron la
victoria.
La pobre Teté, que
observaba la escena allí
de cerca, respiró
aliviada. Se aproximó
más y se dejó ver por
sus amigos humanos, que
vinieron a su encuentro.
Pasando la mano con
carinho por su casco
duro, Raúl la
tranquilizó:
— No te preocupes, mi
amiga. Tus huevos
quedarán protegidos. No
dejaremos que nadie
llegue cerca de ellos.
Teté miró para él y
metió su cabeza en la
mano de él. Emocionado,
Raúl sintió que ella
había comprendido y
estaba agradecida por la
ayuda que le dieron.
La enorme tortuga se
volvió y caminó
lentamente para el mar.
Se sentía segura ahora.
Sus huevos estarían
protegidos.
El grupo encontró los
huevos escondidos y,
para que no hubiera
riesgo, montaron un
grupo de guardia, en el
que cada uno de ellos
quedaría responsable por
un periodo.
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Dentro de algún tiempo,
en la ocasión cierta,
Raúl y sus amigos
quedaron aguardando el
nacimiento de los
hijitos. Cierta
madrugada, ellos vieron
las tortuguitas que,
después de romper los
huevos, iban corriendo
en dirección al mar.
Ciertamente, ellos
sabían que gran parte no
resistiría a los
peligros del mar, pero,
con suerte, algunas
llegarían a la edad
adulta y volverían para
desovar en aquella
playa.
Un sentimiento bueno de
alivio por ver la misión
llegar al fin con éxito,
pero también de alegría
y gratitud por el
trabajo del equipo,
dominó sus |
corazones. |
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¡Haciendo un círculo,
ellos conmemoraron la
victoria envolviendo a
todos en un gran abrazo,
agradeciendos a Dios por
la ayuda recibida y por
la victoria de la
Vida!
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, Rolândia-PR,
em 27/2/2012.)
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