Continuamos con el
estudio metódico de “El
Libro de los Médiums”,
de Allan Kardec, la
segunda de las obras que
componen el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
1861. Las respuestas a
las preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final del
texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Se
encuentra la forma
humana también en otros
mundos?
B. ¿Cuál
es la causa de la duda
de los hombres sobre las
manifestaciones de los
Espíritus?
C. ¿Qué
le ocurre al hombre
después de la muerte
física?
D. ¿Qué
es el hombre?
Texto para la lectura
31. Los
Espíritus buenos no
infunden jamás la
acritud y la cizaña.
(Ítem 50)
32. La
opinión espírita de que
el alma y el
periespíritu son dos
cosas distintas está
basada en la enseñanza
de los Espíritus
esclarecidos, que jamás
ha variado sobre este
particular. No
inventamos ni suponemos
el periespíritu para
explicar los fenómenos;
su existencia nos fue
revelada por los
Espíritus y la
observación nos la
confirmó. (Ítem 50)
33. Esa
opinión se apoya además
en el estudio de las
sensaciones de los
Espíritus y sobre todo
en el fenómeno de las
apariciones tangibles
que implicaría, según la
opinión contraria, la
solidificación y
disgregación de las
partes constituyentes
del alma, y en
consecuencia, su
desorganización. (Ítem
50)
34. La
naturaleza íntima del
alma nos es desconocida.
Cuando decimos que el
alma es inmaterial es
necesario entender tal
afirmación en su sentido
relativo y no absoluto,
porque la inmaterialidad
absoluta sería la nada;
ahora bien, el alma es
algo. Lo que queremos
decir es que su esencia
es de tal modo superior,
que no tiene ninguna
analogía con lo que
llamamos materia, y por
ello para nosotros es
inmaterial. (Ítem 50)
35. Los
Espíritus adelantados
todavía no han podido
sondear la naturaleza
del alma; ¿cómo
podríamos hacerlo
nosotros? Por
consiguiente, es perder
el tiempo querer
escudriñar el principio
de las cosas que, como
se ha dicho en El
Libro de los Espíritus,
está en los secretos de
Dios. (Ítem 51)
36. La
idea que nos formamos de
los Espíritus vuelve
incomprensible, a
primera vista, el
fenómeno de las
manifestaciones. Tales
manifestaciones sólo
pueden producirse por la
acción del Espíritu
sobre la materia; por
eso, los que creen que
el Espíritu es la
ausencia de toda materia
se preguntan, y con
alguna apariencia de
razón, cómo puede actuar
materialmente. (Ítem 53)
37. Pero
el Espíritu no es una
abstracción; es un Ser
definido, limitado y
circunscrito. Cuando
está encarnado en el
cuerpo, constituye el
alma; cuando lo deja
tras la muerte, no sale
sin su envoltura. Todos
nos dicen que conservan
la forma humana y, en
efecto, cuando se nos
aparecen los vemos bajo
esta forma. (Ítem 53)
38. La
muerte es la
destrucción, o mejor
dicho, la disgregación
de la envoltura grosera
– el cuerpo físico, que
el alma abandona en ese
momento; la otra
envoltura, llamada
periespíritu, se libera
del cuerpo y sigue al
alma, que de esta manera
percibe tener siempre
una envoltura. Esta
última, aún siendo
fluídica, etérea,
vaporosa, invisible para
nosotros en su estado
normal, no es más que
materia. (Ítem 54)
39. Se
dice que el Espíritu es
una llama, una chispa,
una centella; esto se
debe entender del
Espíritu propiamente
dicho, como principio
intelectual y moral, y
al cual no se le podría
atribuir una forma
determinada; pero en
cualquier grado que él
se encuentre, está
siempre revestido de una
envoltura o
periespíritu, cuya
naturaleza se va
eterizando a medida que
se purifica y se eleva
en la jerarquía. De esta
manera, la idea de la
forma es inseparable de
la del Espíritu y no
concebimos a la una sin
el otro. (Ítem 55)
40. El
periespíritu es,
entonces, parte
integrante del Espíritu,
como el cuerpo es parte
integrante del hombre;
pero el periespíritu
solo no es el Espíritu,
como el cuerpo solo no
es el hombre, porque el
periespíritu no piensa.
Él es para el Espíritu
lo que el cuerpo es para
el hombre; es el agente
o el instrumento de su
acción. (Ítem 55)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Se
encuentra la forma
humana también en otros
mundos?
La forma
humana, con excepción de
algunos detalles, se
encuentra en los
habitantes de todos los
globos; por lo menos es
lo que dicen los
Espíritus. Es igualmente
la forma de todos los
Espíritus no encarnados
que poseen sólo el
periespíritu como
envoltura; y es también
aquella bajo la cual en
todos los tiempos se
representaron a los
ángeles o Espíritus
puros. Podemos concluir,
por lo tanto, que la
forma humana es el tipo
de todos los seres
humanos de cualquier
grado al que
pertenezcan.
(El Libro
de los Médiums, ítem 56)
B. ¿Cuál
es la causa de la duda
de los hombres sobre las
manifestaciones de los
Espíritus?
Una causa
que contribuye a
fortalecer la duda, en
una época tan positiva
como la nuestra en que
se exige cuenta de todo,
en que se quiere saber
el porqué y el cómo de
cada cosa, es la
ignorancia de la
naturaleza de los
Espíritus y de los
medios por los cuales
pueden manifestarse.
Adquirido ese
conocimiento, el hecho
de las manifestaciones
nada tiene de
sorprendente, y entra
así en el orden de los
hechos naturales. De
hecho, la idea que nos
hacemos de los Espíritus
vuelve incomprensible a
primera vista, el
fenómeno de las
manifestaciones. Estas
sólo pueden producirse
por la acción del
Espíritu sobre la
materia. Pero si creen
que el Espíritu es la
ausencia de toda
materia, preguntan con
relativa razón, cómo
puede obrar
materialmente. Ahora
bien, ahí está el error,
porque el Espíritu no es
una abstracción, es un
Ser definido, limitado y
circunscrito.
(Obra
citada, ítems 52 y 53.)
C. ¿Qué
le ocurre al hombre
después de la muerte
física?
En el
momento en que dejan la
vida corpórea, los
individuos están en un
estado de turbación;
todo es confuso a su
alrededor; ven su cuerpo
perfecto o mutilado
según el género de su
muerte; por otro lado,
ven y se sienten vivos;
algo les dice que ese
cuerpo era el de ellos y
no comprenden que estén
separados de él.
Continúan viéndose con
su forma primitiva y
esta visión produce en
algunos, durante cierto
tiempo, una singular
ilusión: la de creerse
todavía encarnados; les
falta la experiencia de
su nuevo estado para
convencerse de la
realidad. Pasado ese
primer momento de
turbación, el cuerpo se
vuelve para ellos un
vestido viejo del cual
se despojaron y del que
no sienten nostalgia; se
sienten más ligeros y
como liberados de una
carga; ya no
experimentan dolores
físicos y son muy
felices de poder
elevarse, atravesar el
espacio, tal como lo
hicieron muchas veces en
sus sueños. Sin embargo,
a pesar de la ausencia
del cuerpo, confirman su
personalidad; tienen una
forma que no les
molesta; tienen en fin,
la conciencia de su yo y
de su individualidad.
(Obra
citada, ítem 53.)
D. ¿Qué
es el hombre?
Numerosas
observaciones y hechos
irrecusables nos
condujeron a la
conclusión de que hay en
el hombre tres
elementos: 1º, el alma o
Espíritu, principio
inteligente en el cual
reside el sentido moral;
2º, el cuerpo, envoltura
grosera, material, que
le reviste temporalmente
para que pueda
desempeñar ciertos
encargos providenciales;
3º, el periespíritu,
envoltura fluídica,
semimaterial, que sirve
de vínculo entre el alma
y el cuerpo. La muerte
es la destrucción, o
mejor dicho, la
disgregación de la
envoltura grosera que el
alma abandona. La otra
envoltura se libera y
sigue al alma, que de
esta manera percibe
tener siempre una
envoltura: el
periespíritu.
(Obra
citada, ítem 54.)
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