Interacción conyugal:
Las estadísticas revelan
que más del 50% de los
casamientos terminan en
separaciones, lo que
demuestra que hay mucho
desajuste en la relación
conyugal. Vemos, en la
relación conyugal, la
presencia del tedio, de
la falta de diálogo, de
la traición, de la
ausencia de respeto,
lo que nos lleva a
pensar que los cónyuges
entran para el
casamiento totalmente
sin preparación para la
vida a dos, que exigirá
un acto de reparto y
renuncia de ambos lados.
Camilo asevera que el
casamiento debe generar
unión y no fusión,
porque cada uno de los
cónyuges debe alimentar
sus ideales, que deben
ser comunicados al
compañero, a fin de que,
juntos, puedan ajustar
la mejor manera de
consumarlos.
Infelizmente, en la
mayoría de las
relaciones, el
casamiento es una forma
de legalizar el acto
sexual, sobre todo para
el elemento masculino,
que, en muchas
situaciones, en razón de
la libido descontrolada,
exigirá la relación
sexual en periodos de
enfermedad, de ciclo de
ovulación y menstrual de
la mujer.
Aprendemos con Camilo y
con otros benefactores
espirituales que el sexo
es la parte menos
significativa de el
casamiento, que debe ser
mantenido a través del
amor-ternura y del
amor-amistad, donde el
afecto y el respeto no
permitirán que el tedio
domine las emociones de
los cónyuges.
La boda es como una
planta delicada, que
debe ser regada
diariamente con amor y
amistad, porque, antes
de ser compañeros
conyugales, no podemos
olvidar que somos hijos
de Dios, por lo tanto,
hermanos que buscan
ayudar uno al otro en
sus trayectorias
evolutivas.
Siendo así, la actitud
cristiana en el
casamiento siempre será
de fidelidad, ternura,
respeto y tolerancia,
conocedoras de que el
más evolucionado o el
más esclarecido, del
punto de vista
religioso, debe ser
aquel que más ofrecerá
actitudes de amor,
cediendo y silenciando
cuando sea necesario
para la armonía
conyugal, buscando
fuerzas en la oración.
Recordemos la frase de
André Luiz: “Comienza
en la intimidad del
templo doméstico la
ejemplificación”
(Conducta Espírita).
En la vía pública:
André Luiz nos advierte
que deberemos demostrar,
con el ejemplo, que el
espírita es cristiano en
cualquier lugar. De esa
forma, en la vía
pública, deberemos usar
la cordialidad y
blandura con los
transeúntes, sonriendo y
expresando palabras
afectuosas, pues el
saludo fraterno es
tarjeta de la paz.
Deberemos, también,
colaborar con la higiene
de la vía pública,
conforme es visto en el
ítem “Cuestión
Ambiental”, protegiendo,
aún, los jardines, los
monumentos, los árboles
y los animales, así como
deberemos auxiliar a los
niños, los enfermos y
los ancianos, sea en el
tráfico público, sea en
otra situación en que
podremos ser útiles.
De hecho, el tráfico
tumultuado de los días
actuales será una
excelente oportunidad
para entrenar la
paciencia y la
tolerancia, evitándose
los descontroles
emocionales, que
culminan en enfados y
agresiones. Después del
descontrole, la
conciencia nos dirá que
podríamos haber actuado
con más fraternidad.
A partir de la
conciencia iluminada por
el evangelio de Jesús,
deberemos alejarnos de
los lugares viciosos con
discreción, sin crítica
y sin desdén, porque
sabemos que esos lugares
en nada contribuirán
para nuestra mejoría
espiritual y, por el
contrario, podrán
generar riesgos
innecesarios para
nuestra marcha
evolutiva, normalmente
en el campo de las
influencias espirituales
(obsesores).
En el templo religioso:
André Luiz trae
excelentes informes
acerca de nuestra
conducta en el templo
religioso, invitándonos,
por ejemplo, al
ejercicio de la
puntualidad.
En la casa espírita, si
es posible, llegar con
quince minutos de
anticipación, para que
podamos desconectarnos
de las fijaciones
mentales conectadas a la
ocurrencia del día a
día, abriendo espacio
mental para absorber las
lecciones espíritas,
principalmente si es una
reunión mediúmnica, a
exigir mayor
concentración de los
médiums.
André Luiz también nos
habla de la dedicación
en lo que atañe a la
disciplina, de forma que
deberemos prestar
atención a los
adoctrinadores o en los
ponentes, sin
conversación, bostezos o
tos ruidosa, a fin de
que el aprendizaje pueda
ser más eficaz.
El citado benefactor
orienta que deberemos
privarnos de los
primeros lugares en el
auditorio, reservándolos
a los visitantes y a las
personas menos
capacitadas. Que
advertencia interesante,
teniendo en cuenta que,
normalmente, hacemos lo
contrario, sobre todo en
conferencias espíritas,
cuando llegamos pronto
al lugar y guardamos
lugares para otras
personas, en total falta
de respeto a aquellos
que están llegando al
recinto.
En la obra “Conducta
Espírita” aún consta que
el espírita debe
preservar a todo coste
la pureza doctrinaria,
buscando, por
consecuencia, el estudio
serio de la religión
espírita, principalmente
a partir de la lectura
de las obras básicas de
Allan Kardec,
evitándose, a todo
coste, los libros de
contenido dudoso y la
aceptación de ideas
extrañas al Espiritismo.
Al convivir con personas
difíciles:
Dice el Espíritu Camilo,
en el capítulo
denominado “Sufrimiento
y Cristalización” (obra
“Educación y
Vivencias”), que no es
fácil la tarea de
transformar el psiquismo
de alguien, porque,
muchas veces, estaremos
delante de Espíritus que
hace varios siglos están
manteniendo una conducta
irregular, divorciadas
del bien y de verdad, de
forma que ni el
sufrimiento será capaz
de romper inmediatamente
esa cristalización en el
error.
Siendo así, tendremos
que ejercitar la
compasión al depararnos
con personas difíciles,
agresivas, maliciosas,
livianas, libidinosas,
materialistas, porque
comprendemos que ellas
están en un grado
evolutivo inferior, y,
por eso, deberemos
ofrece a ellas lo mejor
de nosotros para
ayudarlas, sin de modo
ninguno perder el
equilibrio emocional.
Esas personas podrán
estar en nuestra
familia, en los
ambientes de trabajo y
en las relaciones
sociales, por lo tanto,
nuestra tarea será de
siembra, conocedoras de
que la terapia del
tiempo, a través de la
reencarnación, producirá
sus efectos benéficos y
progresivos.
No deberemos violentar
la libertad de
conciencia de otros, de
tal suerte que nuestros
ejemplos y las
orientaciones verbales
serán sólo propuestas,
pues no imponer la
transformación moral,
tratándose antes de una
invitación para que la
persona reflexione y,
por libre y espontánea
voluntad, opte por
cambiarse para el bien.
Acentuemos que los
gestos de afecto son de
suma importancia para el
acogimiento de esos
individuos, teniendo en
cuenta que el Espíritu
de Joanna de Ângelis nos
enseña que “ninguna
inversión de amor es
perdido” por marcar
profundamente el
Espíritu aún rebelde
que, más pronto o más
tarde, acabará por
rendirse al amor que nos
hace plenos y nos trae
sentido existencial.
Cuidado para que no
seamos nosotros las
personas difíciles, de
carácter inestable e
intransigente, a
alborotar las relaciones
a nuestro alrededor.
Vivir con el Cristo:
Las situaciones traídas
a mención en este
artículo nos invitan a
vivir sintonizados con
Jesús, esforzándonos
siempre por el bien
común, para que podamos
ser un instrumento de la
paz, conforme el pedido
de Francisco de Asís en
su famosa plegaria.
En una bellísima
simbología, el Espíritu
de Camilo nos invita a
permanecer en las
alturas, es decir, con
las vibración elevada,
jamás sintonizando con
el mal, que es todo
aquello que se aleja del
bien.
Camilo recuerda el
pasaje del Sermón
Profético, en el cual
Jesús, en un momento
dado, asevera que aquel
que esté en la azotea no
descienda y quien esté
en los campos o en las
montañas no vuelva a la
ciudad.
Se trata de una
propuesta de fidelidad
al bien, sobre todo en
este periodo de
transición planetaria,
donde el mal y la
agresividad intentan
perturbar los corazones
humanos.
Permanezcamos fieles al
amor predicado y vivido
por Jesús, porque,
infelizmente, muchos
individuos acaban
aflojando en el campo
moral y se permiten
pequeñas concesiones
morales, pasando con eso
a entrar en sintonía con
Espíritus equivalentes,
complicando el rumbo de
sus vidas en la Tierra.
Joanna de Ângelis
también nos advierte que
“la actitud es nuestra
radiografía moral”, por
lo tanto, busquemos
fortalecernos en la
plegaria y en el
estudio, para que
podamos entrar en
sintonía con las
energías superiores de
la vida, que nos
estimularán a vivir el
bien en régimen de
plenitud y en cualquier
situación, recordando
que el eminente
codificador del
Espiritismo, Allan
Kardec, dice que se
reconoce al verdadero
espírita por los
esfuerzos que hace para
domar sus malas
inclinaciones,
procurando ser hoy mejor
que ayer.
Perseveremos en las
conductas cristianas
para que nuestros gestos
puedan representar la
presencia del Cristo en
la Tierra.
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