Como se dio la evolución
La evolución de los
seres vivos a partir de
especies inferiores es
un hecho indiscutible en
la ciencia. El estudio
de los fósiles muestra
que bacterias sin núcleo
individualizado
evolucionaron para seres
unicelulares con
membrana nuclear y
organelas un poco más
complejas.
Posteriormente la
cooperación entre esos
seres minúsculos
hizo que surgieran
formas de vida
pluricelulares y así, en
una cadena de
complejidad creciente,
fueron apareciendo los
vegetales, animales
inferiores, animales
superiores y el hombre.
Si consideráramos sólo
los dos puntos extremos
de la cadena, ninguna
analogía aparente habrá;
pero, si pasáramos de un
anillo a otro sin
solución de continuidad,
llegamos, sin transición
brusca, de la planta a
los animales
vertebrados. Se
comprende entonces la
posibilidad de que los
animales de organización
compleja no sean más que
una transformación, o,
si quisieran, un
desarrollo gradual, a
principio insensible, de
la especie
inmediatamente inferior
y, así, sucesivamente
hasta el primitivo ser
elemental.
Acompañando paso a paso
la serie de los seres,
se diría que cada
especie es un
perfeccionamiento, una
transformación de la
especie inmediatamente
inferior.
Lo que se discute es
cómo eso se dio. La
hipótesis más aceptada
por los científicos
asocia dos ideas: la
selección natural,
propuesta por Russel
Wallace y Charles Darwin
en el siglo XIX, y el
Mutacionismo, idea
presentada por Hugo de
Vries.
En conjunto, esas ideas
son denominadas de
Neodarwinismo.
Las mutaciones son
transformaciones en la
molécula del ADN. Como
el ADN es el molde en
que la célula se orienta
para sintetizar sus
proteínas,
modificaciones en el ADN
serán acompañadas por
cambios en las proteínas
de la célula y
consecuentemente cambios
en su forma y función.
Muchas mutaciones son
perjudiciales (causando
enfermedades de origen
genético) o neutras (no
teniendo ningún efecto
sobre las proteínas). Un
número minúsculo de
mutaciones, sin embargo,
puede ser ventajoso,
posibilitando que
algunos individuos
sobrevivan y se
reproduzcan de forma más
eficiente que los demás
(selección natural).
Así, el neodarwinismo
explica el surgimiento
de nuevas especies
(mutaciones sufridas por
las especies anteriores)
y desaparición de
especies antiguas (no
fueron suficientemente
aptas para sobrevivir en
la lucha por la vida).
Se calcula que el 99% de
las especies existentes
en el pasado
desaparecieron.
Pero para el
Neodarwinismo todo eso
se dio sin un propósito,
una finalidad y sí como
resultado de las fuerzas
ciegas del acaso, lo que
es ilógico, pues fuerzas
ciegas del acaso no
pueden producir seres
altamente complejos e
inteligentes.
Para hacer lógica la
propuesta neodarwinista,
es preciso que se admita
la existencia del
principio inteligente,
el comandante invisible
del proceso evolutivo.
La evolución de las
especies en general y
del hombre en particular
se dio en dos estados de
vida: el material y el
espiritual. Los “hilos
perdidos de la
evolución”, o sea, sus
fenómenos inexplicables
se dieron en la
dimensión espiritual,
lejos de las lentes
investigadoras de los
científicos. El
principio espiritual
funciona como un
design inteligente
con su cuerpo etéreo
constituido de energías
sutiles, que funciona
como campo modelador de
la forma física. Las
conquistas evolutivas
del principio espiritual
van siendo plasmadas en
el cuerpo físico y en el
cuerpo espiritual
simultáneamente, en sus
experiencias en los dos
planos de vida.
Podemos considerar aún
la actuación de los
biólogos del plan astral
que, bajo la supervisión
amorosa de Jesús,
acompañan el progreso
del mundo,
interviniendo, cuando es
necesario, en los
cuerpos espirituales de
las formas evolutivas,
durante el estadio en el
plano espiritual. Esas
intervenciones podrían
responder por las
mutaciones necesarias al
desarrollo de las nuevas
habilidades.
El viaje del principio
inteligente
Creado simple e
ignorante, el principio
inteligente va a
encontrar los recursos
que necesita para su
perfeccionamiento en las
experiencias que tendrá
junto a las diferentes
especies biológicas, en
su larga jornada
evolutiva. El cuerpo es
simultáneamente el
envoltorio y el
instrumento del
principio inteligente y,
a medida que este
adquiere nuevas
aptitudes, el se reviste
de otro cuerpo apropiado
al nuevo género de
trabajo que le cabe
ejecutar.
Son las vivencias del
ser espiritual, ahora en
el plano físico, ahora
en el plano extrafísico,
que van a enriquecerlo
en su estructura íntima
y, simultáneamente,
perfeccionar su
envoltorio fluídico.
En ese ir y venir, el
principio espiritual va
a atravesar las más
rudas cribas de la
adaptación y selección,
asimilando los valores
múltiples de la
organización, de la
reproducción, de la
memoria, del instinto,
de la sensibilidad, de
la percepción y de la
preservación propia,
penetrando, así, por las
vías de la inteligencia
más compleja y
laboriosamente
adquirida, en las fajas
inaugurales de la razón.
En el mineral: la
atracción
Como fase inicial, el
principio espiritual
estaría influenciando
las organizaciones
atómico-moleculares del
reino mineral. Sería
cómo un eje energético
entrometido en la
manifestación de los
átomos y moléculas,
invitándolos a la unión.
Ese eje energético
crearía, con sus
vibraciones, el campo de
agregación reflejado en
las fuerzas de atracción
y cohesión, a determinar
la concentración de las
energías y respectiva
condensación en los
átomos y órdenes
moleculares.
Así, la organización
mineral sería la
consecuencia de un poder
en la intimidad de sus
unidades atómicas, para
conducir ordenadamente
el proceso de
agregación.
En la intimidad del
mineral, el principio
inteligente absorbería
experiencias, y fuera de
él mostraría posiciones
renovándose; a fin de
ejercer nuevos
potenciales de
orientación con fuerzas
reconstruidas y siempre
más complejas por las
vivencias anteriores de
idénticos fenómenos. En
ese ir y venir, dentro o
fuera de la materia, ya
existiría el principio
reencarnatorio en
acción.
En el vegetal: la
sensación
Adquiridas las
experiencias posibles
junto al mineral, el
principio inteligente
estaría apto a iniciarse
en el reino vegetal.
Ahora, además de las
adquisiciones de la fase
anterior (mineral:
atracción), ganaría, en
la fase vegetal, los
nuevos potenciales de la
sensibilidad. La
sensibilidad referida
aquí nada tiene que ver
con las reacciones
complejas del Espíritu
más elaborado en la fase
hominal.
La sensibilidad
conquistada junto al
reino vegetal se refiere
a las reacciones a
los estímulos, el
desarrollo de respuestas
armónicas a los
diferentes estímulos del
medio ambiente.
En el animal: el
instinto
El principio espiritual
madurado y elaborado en
el reino vegetal, en
épocas incontables,
tendría que despertar en
nuevas posiciones como
exigencia de su impulso
interior. Así, él
buscará nuevo escalón
evolutivo para
afirmaciones,
manifestándose en el
reino animal.
La condición que
caracterizaría el
principio espiritual en
esta fase sería la
adquisición del
instinto; al principio,
en los animales
inferiores, bastante
simplificados,
posteriormente, en los
mamíferos, por los
órganos más bien
trabajados, se
presentaría con más alta
y purificada eficiencia,
preparando para, más
adelante, ingresar en el
reino de la razón.
En el hombre: la razón
Se cree que el hombre
haya conquistado la
razón y,
consecuentemente, el
libre albedrío y la
plena responsabilidad
por sus actos hace cerca
de 200 mil años. Sin
embargo, hombres
pre-históricos, con el
ropaje físico bien
semejante a nuestra
forma actual, surgieron
antes, hace cerca de 3
millones de años, cuando
el cortex frontal, el
área más noble del
cerebro, ya estaba
listo.
El desarrollo de la
conciencia no se dio de
forma brusca, fue siendo
elaborado durante
milenios en existencias
sucesivas en los
primates superiores y
posteriormente en varias
especies del género
Homo.
Alma grupo de la especie
En El Libro de los
Espíritus se lee:
Es en los seres
inferiores de la
creación que el
principio inteligente se
elabora, se
individualiza poco a
poco y se ensaya para la
vida.
(607-a)
Se individualiza, según
el diccionario es lo
mismo considerar una
cosa aisladamente.
En consonancia con esas
ideas, algunos
pensadores
evolucionistas
presentaron la hipótesis
del alma grupo de la
especie, según la
cual el principio
inteligente en sus
vivencias en los reinos
inferiores de la
naturaleza, aún no se
encuentra
individualizado, o sea,
camina evolutivamente en
asociación con seres de
la misma especie.
En las especies más
simples, el principio
espiritual estaría más
prendido a sus afines,
formando junto de ellos
un campo de influencia
colectiva, el alma grupo
de la especie, que
tendría como finalidad
controlar la especie en
que se destina. Sería,
por lo tanto, un
dinamismo conjunto que
dirige colonias
minerales, vegetales y
animales más simples.
A medida que las
especies van perdiendo
el contacto de la
colonia, resultado de la
propia evolución, se
individualizan, pasando
a depender únicamente de
sí mismas.
Según esa hipótesis,
podemos entender por qué
la sociedad de los
insectos como las
abejas, hormigas y
termitas,
instintivamente
desarrollan actividades
perfectas y complejas,
imposibles de ser
explicadas de otra
forma.
Los ensayos biológicos y
las destrucciones en
masa
¿Cómo entender el
surgimiento de tantas
especies que deberían
desaparecer con el
tiempo? Son documentados
por lo menos media
docena de casos de
extinciones masivas de
seres vivos, desde la
aparición de la vida en
la Tierra. De más
reciente a ellas, hay
cerca de 65 millones de
años, llevó a la
desaparición de los
grandes reptiles, cuando
un meteoro de más o
menos 10 Km. de diámetro
cayó en el golfo de
México. Si el principio
espiritual funciona como
un design inteligente,
¿cómo entender el
surgimiento de formas
animales que no deberían
prevalecer con el
tiempo?
Primero, es preciso
entender que el
principio espiritual,
como un design
inteligente, trae en su
estructura íntima un
propósito de evolución,
una fuerza que lo
impulsa para adelante,
un significado, una
razón de ser y de
existir: el progreso.
Él no trae, al contrario
de lo que piensan
algunos, un mapa listo y
rematado que le compite
sólo copiar y seguir. Si
así fuera, estaría
prevaleciendo la idea de
la predestinación, lo
que contraría el
principio de la ley del
esfuerzo personal. Para
que haya crecimiento es
preciso que existan
elección, errores y
aciertos, que serán
elementos necesarios en
la adquisición de
experiencia.
Las especies biológicas
que surgieron y
desaparecieron deben ser
colocadas en la cuenta
de ensayos biológicos
experimentados por el
principio inteligente,
que buscaba el mejor
camino para llegar a su
destino.
No hay un plan
determinado; las cosas
podrían haberse dado de
una forma diferente.
Algunos caminos podrían
haber sido intentados
hasta que verificaran
que eran vías sin
salida.
La evolución es creativa
y no prefijada.
En cuanto a las
destrucciones masivas,
es preciso que todo se
destruya para renacer y
regenerarse, pues eso a
que llamamos destrucción
no pasa de una
transformación, que
tiene por fin la
renovación y la mejoría
de los seres vivos.
La destrucción masiva de
los grandes reptiles
permitió que un pequeño
simio, del tamaño de un
ratón, que vivía huyendo
de los dinosaurios,
encontrara espacio para
vivir libremente. Esos
minúsculos simios,
algunos millones de años
después, se
diversificaron en los
grandes primates que
fueron la matriz para el
surgimiento de la
especie humana, hace
cerca de 3 millones de
años.
Concluyendo: el hombre,
bajo cierto aspecto, es
hijo de la gran tragedia
que culminó con la
extinción masiva de los
reptiles
pre-históricos.
Referências:
-
A Caminho da Luz,
Emmanuel/Chico
Xavier.
-
A Evolução Anímica,
Gabriel Delanne.
-
A Gênese, de Allan
Kardec.
-
Breve história de
quase tudo, Bill
Bryson.
-
Criação Imperfeita,
Marcelo Gleiser.
-
Evolução em dois
mundos, André
Luiz/Chico Xavier.
-
Iluminação Interior,
Joanna de
Ângelis/Divaldo P.
Franco.
-
Impulsos criativos
da evolução, Jorge
Andrea.
-
O Consolador,
Emmanuel/Chico
Xavier.
-
O Livro dos
Espíritos, de Allan
Kardec.
-
O Relojoeiro Cego,
Richard Dawkins.
-
O Tao da Libertação,
Mark Hathaway e
Leonardo Boff.
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