Son dos las alas
que nos llevarán
a la perfección
La tesis de que
la experiencia
en la carne es
indispensable al
progreso de las
almas, o
Espíritus, está
bien definida en
dos conocidas
cuestiones d’ El
Libro de los
Espíritus.
En la cuestión
132, tratando
del objetivo de
la encarnación
de los
espíritus, los
inmortales
fueron directos:
“Dios les impone
la encarnación
con el fin de
hacerlos llegar
a la perfección.
Para unos, es
expiación; para
otros, misión.
Pero, para
alcanzar esa
perfección,
tienen que
sufrir todas las
vicisitudes de
la existencia
corporal: en eso
es que está la
expiación. Busca
aún más otro fin
la encarnación:
de ponerle el
Espíritu en
condiciones de
soportar la
parte que le
toca en la obra
de la creación.
Para ejecutarla
es que, en cada
mundo, toma el
Espíritu un
instrumento, de
armonía con la
materia esencial
de ese mundo, a
fin de ahí
cumplir, de
aquel punto de
vista, los
órdenes de Dios.
Es así que,
concurriendo
para la obra
general, él
propio se
adelanta.”
En la cuestión
133, Kardec se
refiere a los
Espíritus que
desde el
principio
siempre
siguieron el
camino del bien.
¿Tendrían ellos
también
necesidad de
encarnación? He
aquí la
respuesta,
igualmente
directa y
objetiva: “Todos
son creados
sencillos e
ignorantes y se
instruyen en las
luchas y
tribulaciones de
la vida
corporal. Dios,
que es justo, no
podría hacer
felices a unos,
sin cansancios y
trabajos
agotadores,
luego sin
mérito.”
Una cuestión que
se impone,
delante de las
enseñanzas ora
transcritas,
dice respecto a
la manera, a la
forma, a las
condiciones en
que la caminata
para la
perfección se
realiza.
¿Debemos dar
énfasis, en ese
proceso,
solamente a las
cuestiones
morales, en
detrimento de la
búsqueda del
conocimiento? ¿Y
cuánto a
aquellos que
buscan el
conocimiento,
pero se
descuidan de
todo lo que dice
respecto a la
vida moral?
La respuesta a
semejantes
cuestiones vamos
a encontrar en
la obra “El
Consolador”, que
Emmanuel redactó
en 1940, por
intermedio de
Chico Xavier. Le
preguntaron:
“¿El alma humana
podría elevarse
a Dios, tan
solamente con el
progreso moral,
sin los valores
intelectivos?”
El entonces
mentor
espiritual del
inolvidable
médium
respondió: “El
sentimiento y la
sabiduría son
las dos alas con
que el alma se
elevará para la
perfección
infinita.
En la pequeñez
del círculo del
orbe terrestre,
ambos son
clasificados
como
perfeccionamiento
moral y
perfeccionamiento
intelectual,
pero, como
estamos
examinando los
valores
propiamente del
mundo, en
particular,
debemos
reconocer que
ambos son
imprescindibles
al progreso,
siendo justo,
sin embargo,
considerar la
superioridad del
primero sobre el
segundo, una vez
que la parte
intelectual sin
la moral puede
ofrecer
numerosas
perspectivas de
caída, en la
repetición de
las
experiencias, en
cuanto que el
avance moral
jamás será
excesivo,
representando el
núcleo más
importante de
las energías
evolutivas.” (El
Consolador,
cuestión 204.)
Años después –
en 1954 – en el
prefacio que
escribió para el
libro “En los
Dominios de la
Mediumnidad”, de
André Luiz,
psicografado
también por
Chico Xavier,
Emmanuel retomó
el asunto para
recordar que la
tumba es una
puerta para la
renovación, así
como la cuna es
acceso a la
experiencia, y
que nuestra
etapa en la
Tierra es un
viaje con
destino a las
estaciones del
Progreso Mayor.
Y advirtió: “Sin
noción de
responsabilidad,
sin devoción a
la práctica del
bien, sin amor
al estudio y sin
esfuerzo
perseverante en
nuestro propio
mejoramiento
moral, es
impracticable la
peregrinación
libertadora para
las Cumbres de
la Vida”.
He aquí
providencias que
no podrían
faltar en las
metas que
trazamos
relativamente a
nuestra propia
existencia, ni
deberían ser
ignoradas por
padres y madres
con referencia
al proceso
educacional de
sus hijos.
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