Continuamos con el
estudio metódico de “El
Libro de los Médiums”,
de Allan Kardec, la
segunda de las obras que
componen el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
1861. Las respuestas a
las preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final del
texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cuál
es el verdadero punto de
partida para entender el
Espiritismo?
B. ¿Qué
pasa con los que
atribuyen al diablo las
manifestaciones
espíritas?
C.
¿Cuáles son las
diferentes modalidades
de médiums psicógrafos?
D. ¿Qué
Espíritus producen los
fenómenos de efectos
físicos?
Texto para la lectura
205. El
cambio de escritura que
se ve muchas veces en
los mensajes
psicografiados sólo se
produce con los
médiums mecánicos y
semimecánicos,
porque en ellos es
involuntario el
movimiento de la mano,
la cual es dirigida
únicamente por el
Espíritu. La variación
en la forma de la
escritura deriva de una
aptitud especial de la
que no todos los médiums
están dotados. A los que
la poseen los
denominamos médiums
polígrafos. (Ítem
219)
206. La
facultad mediúmnica está
sujeta a intermitencias
y suspensiones
temporales. Cuando un
médium es abandonado por
los Espíritus, la causa
más común es el uso que
él hace de su facultad.
Si el médium se sirve de
la mediumnidad para
cosas frívolas, o ya no
responde a las
expectativas de los
Espíritus, éstos se
alejan en busca de un
protegido más digno,
porque la facultad
mediúmnica no es
concedida al médium para
su deleite y, menos aún
para la satisfacción de
sus ambiciones, sino
para su mejoramiento
espiritual y para dar a
los hombres el
conocimiento de la
verdad. (Ítem 220,
pregunta 3)
207. La
interrupción de la
facultad no siempre es
un castigo; a veces,
demuestra el cuidado del
Espíritu hacia el médium
por quien siente afecto,
con el objetivo de darle
el reposo material que
considera necesario,
caso en el que no
permite que otros
Espíritus lo sustituyan.
(Ítem 220, pregunta 4)
208. La
suspensión de la
facultad mediúmnica
puede ser motivada por
censura o por
benevolencia. ¿Cómo
conocer la causa?
Interrogue el médium a
su conciencia y
pregúntese a sí mismo
qué uso ha hecho de su
facultad, qué bien ha
resultado de ella para
los demás, qué provecho
ha sacado de los
consejos que se le ha
dado y tendrá la
respuesta. (Ítem 220,
pregunta 8 a 10)
209. No
hay ninguna relación
entre la facultad
mediúmnica y un estado
patológico. Hay médiums
de salud vigorosa; los
enfermos lo están por
otras causas. (Ítem 221,
pregunta 1)
210. La
mediumnidad – sobre todo
la de efectos físicos –
ocasiona un gasto de
fluido que produce
fatiga, y se repara con
el reposo. (Ítem 221,
pregunta 2)
211. Hay
casos en que es
prudente, y hasta
necesaria, la abstención
del ejercicio de la
mediumnidad; todo
depende del estado
físico y moral del
médium. Hay personas que
deben evitar todas las
causas de
sobrexcitación, y el
ejercicio de la
mediumnidad es una de
ellas. (Ítem 221,
pregunta 4)
212. La
mediumnidad no produce
locura cuando ésta no
existe en germen; si
éste existe, el sentido
común recomienda que se
debe tener cuidado, bajo
todos los puntos de
vista, dado que
cualquier conmoción
puede ser perjudicial.
(Ítem 221, pregunta 5)
213. La
práctica del Espiritismo
exige mucho tacto, para
destruir las
confabulaciones de los
Espíritus embusteros. Si
éstos engañan a hombres
formados, es evidente
que la infancia y la
juventud están más
expuestas a ser sus
víctimas. (Ítem 222)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Cuál
es el verdadero punto de
partida para entender el
Espiritismo?
Se cree,
generalmente, que para
convencer a alguien
basta mostrar hechos;
sin embargo, la
experiencia demuestra
que esto no siempre es
el mejor método, porque
muchas veces se ven
personas a quienes los
hechos más evidentes no
convencen de modo
alguno. Ahora bien, en
el Espiritismo la
cuestión del Espíritu es
secundaria y
consecutiva; éste no es
el punto de partida y
precisamente ahí está el
error en el cual se cae
muchas veces ante
ciertas personas. Al ser
los Espíritus no otra
cosa que las almas de
los hombres, el
verdadero punto de
partida es, pues, la
existencia del alma. De
hecho, ¿cómo puede el
materialista admitir que
existan seres fuera del
mundo material, cuando
cree que él mismo no es
más que materia? ¿Cómo
podrá creer en Espíritus
fuera de él sino cree
tener uno en sí? En vano
se acumularán pruebas
ante sus ojos: él
refutará todas porque no
admite el principio.
Toda enseñanza metódica
debe partir desde lo
conocido hacia lo
desconocido. Para el
materialista lo conocido
es la materia; partid
pues de la materia y
esforzaos antes que
nada, haciéndosela
observar, en convencerlo
de que en él hay algo
más que escapa a las
leyes de la materia. En
una palabra, antes de
volverlo espírita,
tratad de volverlo
espiritualista. Antes,
pues, de intentar
convencer a un
incrédulo, incluso
mediante los hechos,
conviene asegurarse de
su opinión con relación
al alma, esto es, si
cree en su existencia,
en su supervivencia al
cuerpo, en su
individualidad después
de la muerte. Si su
respuesta fuera
negativa, será trabajo
perdido hablarle de
Espíritus.
(El Libro
de los Médiums, ítems 18
y 19.)
B. ¿Qué
pasa con los que
atribuyen al diablo las
manifestaciones
espíritas?
En los
tiempos de Jesús el
clero también decía que
las curaciones y los
llamados milagros
producidos por el
Maestro eran “cosa” del
demonio. Aquellos que
difundían tales ideas no
saben la responsabilidad
que asumen: ¡ellas
pueden matar! En
efecto, el peligro no es
sólo para la persona,
sino también para
aquellos que la rodean y
que pueden ser
aterrorizados por el
pensamiento de que su
casa es un refugio de
demonios. Fue esta
creencia la que causó
tantos actos de
atrocidad en los tiempos
de la ignorancia.
Conocemos los accidentes
que puede causar el
miedo y seríamos,
ciertamente, menos
imprudentes si
conociésemos todos los
casos de locura y
epilepsia que tienen su
origen en los cuentos de
hombres lobo y cucos. La
Doctrina Espírita al
esclarecernos sobre la
verdadera causa de todos
estos fenómenos, da a
esta teoría el golpe de
gracia. No existen
demonios: lejos, pues,
de cultivar tal
pensamiento sombrío
debemos, y este es un
deber de moralidad y de
humanidad, combatirlo
donde él exista.
(Obra
citada, ítem 162.)
C.
¿Cuáles son las
diferentes modalidades
de médiums psicógrafos?
Sin
considerar aquí la
categoría de los médiums
inspirados, que es una
variedad de la
mediumnidad intuitiva,
los médiums psicográfos
pueden ser mecánicos,
intuitivos o
semimecánicos.
Lo que
caracteriza al médium
mecánico es el hecho
de que el Espíritu obra
directamente sobre su
mano, completamente
independiente de la
voluntad del médium. La
mano escribe sin
interrupción y sólo se
detiene cuando el
Espíritu termina la
comunicación. El médium
mecánico no tiene la
menor conciencia de lo
que escribe: eso es lo
que dio origen al nombre
de la facultad –
mediumnidad mecánica o
pasiva. Esta modalidad
es preciosa, puesto que
no deja dudas sobre la
independencia del
pensamiento de quien
escribe.
El
médium intuitivo
recibe el pensamiento
del Espíritu
comunicante y lo
transmite mediante la
escritura. En esta
situación, el médium
tiene conciencia de lo
que escribe, aunque no
sea su propio
pensamiento. El papel
del médium mecánico es
el de una máquina; el
intuitivo, en cambio,
actúa como lo haría un
intermediario o
intérprete y sabe que
las ideas no son
preconcebidas y surgen a
medida que son
registradas en el papel.
Frecuentemente el
pensamiento formulado es
contrario al suyo y
puede estar fuera de sus
conocimientos y
capacidad.
El
médium semimecánico
siente el impulso dado a
su mano sin que lo
quiera, pero al mismo
tiempo tiene conciencia
de lo que escribe a
medida que las palabras
se forman. Participa así
un poco de las dos
modalidades examinadas.
Los médiums
semimecánicos son los
más numerosos de la
categoría de los
psicógrafos.
(Obra
citada, ítems 179 a
181.)
D. ¿Qué
Espíritus producen los
fenómenos de efectos
físicos?
Los
Espíritus que producen
esa especie de
manifestaciones son
siempre Espíritus
inferiores que no están
todavía completamente
liberados de la
influencia material. Sin
embargo tales fenómenos,
aunque son ejecutados
por entidades
inferiores, muchas veces
son provocados por
Espíritus de un orden
más elevado, con el
objetivo de convencer a
los hombres de la
existencia de los seres
incorpóreos y de un
poder superior a ellos.
(Obra
citada, ítems 74 y 91)
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