Continuamos con el
estudio metódico de
“El Libro de los
Médiums”, de Allan
Kardec, la segunda
de las obras que
componen el
Pentateuco
Kardeciano, cuya
primera edición fue
publicada en 1861.
Las respuestas a las
preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final
del texto.
Preguntas para
debatir
A.
Cuál es el mayor
escollo de la
mediumnidad?
B.
¿Cuáles son las
principales
variedades de
obsesión?
C.
¿Cómo podemos
reconocer la
presencia de la
obsesión?
D.
¿Cuáles son las
causas de la
obsesión?
Texto para la
lectura
232.
Los Espíritus
superiores pueden
vencer la mala
voluntad del
Espíritu encarnado
que les sirve de
intérprete y de los
que le rodean, pero
no asisten a las
reuniones donde su
presencia es inútil.
En los ambientes
poco instruidos,
pero donde existe
sinceridad, se hacen
presentes de buena
gana, pero no en los
medios instruidos
donde domina la
ironía. En tales
medios, es necesario
que se hable a los
oídos y a los ojos:
ése es el papel de
los Espíritus
golpeadores y
burlones. Conviene
que aquellos que se
enorgullecen de su
ciencia sean
humillados por los
Espíritus menos
instruidos y menos
adelantados. (Ítem
231, preguntas 2 y
3)
233.
A los Espíritus
inferiores les es
permitido el acceso
a las reuniones
serias, para que
aprovechen las
enseñanzas que allí
se dan; pero se
mantienen
silenciosos en
ellas, como
atolondrados en una
asamblea de gente
ponderada. (Ítem
231, pregunta 4)
234.
Donde quiera que
haya una reunión de
hombres, hay
alrededor de ellos
una asamblea oculta,
que simpatiza con
sus cualidades o con
sus defectos,
independientemente
de toda idea de
evocación. (Ítem
232)
235.
No siempre es
suficiente que una
asamblea sea seria
para recibir
comunicaciones de un
orden elevado. Hay
personas que nunca
ríen y no por eso su
corazón es puro.
Ahora bien, es el
corazón sobre todo
el que atrae a los
buenos Espíritus.
Por allí se ve la
enorme influencia
que el medio ejerce
sobre la naturaleza
de las
comunicaciones
espíritas
inteligentes.
Podemos decir, pues,
de manera resumida,
que las condiciones
del medio serán
tanto mejores cuanta
más homogeneidad
hubiera para el
bien, más
sentimientos puros y
elevados, más deseo
sincero de
instrucción, sin
ideas preconcebidas.
(Ítem 233)
236.
Entre los escollos
que presenta la
práctica del
Espiritismo es
necesario colocar en
primera línea, a la
obsesión. (Ítem 237)
237.
En la obsesión
simple, el médium
sabe muy bien que se
encuentra preso de
un Espíritu
mentiroso y éste no
se disfraza, no
disimula de ninguna
manera sus malas
intenciones y su
propósito de
contrariar. El
médium reconoce sin
dificultad la
fechoría y, como se
mantiene en guardia,
rara vez es
engañado. (Ítem 238)
238.
La fascinación tiene
consecuencias mucho
más graves, pues es
una ilusión
producida por la
acción directa del
Espíritu sobre el
pensamiento del
médium y que, de
cierta manera, le
paraliza el
razonamiento en
relación a las
comunicaciones. El
médium fascinado no
cree que lo estén
engañando: el
Espíritu tiene el
arte de inspirarle
una confianza ciega.
(Ítem 239)
239.
La subyugación es
una constricción que
paraliza la voluntad
de aquél que la
sufre y le hace
actuar a pesar suyo.
El paciente queda
bajo un verdadero
yugo, que puede ser
moral o corporal. En
la subyugación
moral, el subyugado
es obligado a tomar
resoluciones muchas
veces absurdas que,
por una especie de
ilusión, juzga
sensatas; es como
una fascinación. En
la corporal, el
Espíritu actúa sobre
los órganos
materiales y provoca
movimientos
involuntarios. (Ítem
240)
240.
Antiguamente se daba
el nombre de
posesión al dominio
ejercido por los
malos Espíritus,
cuando la influencia
llegaba hasta la
aberración de las
facultades de la
víctima. La posesión
sería, para
nosotros, sinónimo
de la subyugación,
pero esta última
palabra expresa
mejor la idea. Así,
para nosotros, no
hay poseídos, en el
sentido vulgar del
término, hay sólo
obsesos, subyugados
y fascinados. (Ítem
241)
(1)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
Cuál es el mayor
escollo de la
mediumnidad?
Entre
las dificultades que
presenta la práctica
del Espiritismo es
necesario poner en
primera línea a la
obsesión, esto es,
el dominio que
algunos Espíritus
saben ejercer sobre
ciertas personas. La
obsesión sucede por
el deseo de los
Espíritus
inferiores, que
quieren dominar. Los
buenos Espíritus no
hacen ninguna
imposición;
aconsejan, combaten
la influencia de los
malos, y si no son
escuchados, se
retiran. Los malos,
por el contrario, se
aferran al que le
ofrece facilidades;
si logran dominar a
alguien, se
identifican con su
Espíritu y lo
conducen como a un
verdadero niño.
(El
Libro de los
Médiums, ítem 237.)
B.
¿Cuáles son las
principales
variedades de
obsesión?
Son
la obsesión simple,
la fascinación y la
subyugación. La
obsesión simple
tiene lugar cuando
un Espíritu malo se
impone a un médium,
se inmiscuye contra
su voluntad en las
comunicaciones que
recibe, impidiéndole
comunicarse con
otros Espíritus y
sustituye a los que
son evocados. La
fascinación es una
ilusión producida
por la acción
directa del Espíritu
sobre el pensamiento
del médium y que de
alguna manera
paraliza su juicio
con respecto a las
comunicaciones. El
médium fascinado no
se cree engañado: el
Espíritu tiene el
arte de inspirarle
una confianza ciega
que le impide ver el
engaño y comprender
lo absurdo de lo que
escribe, incluso,
aunque sea evidente
a los ojos de todos;
la ilusión puede
hasta hacerle ver lo
sublime en el
lenguaje más
ridículo. La
subyugación es una
presión que paraliza
la voluntad de quien
la sufre y le hace
actuar contra su
voluntad. La persona
queda bajo un
verdadero yugo, que
puede ser moral o
corporal, llevando a
veces a la persona
obsesa a realizar
los actos más
ridículos.
(Obra
citada, ítems 238 a
240.)
C.
¿Cómo podemos
reconocer la
presencia de la
obsesión?
La
obsesión presenta
las características
siguientes: 1º -
Persistencia de un
Espíritu en
comunicarse, lo
quiera el médium o
no, a través de la
escritura, la
audición, la
tiptología, etc.,
impidiendo que otros
Espíritus puedan
hacerlo; 2º - La
ilusión que, no
obstante la
inteligencia del
médium, le impide
reconocer la
falsedad y el
ridículo de las
comunicaciones
recibidas; 3º -
Creencia en la
infalibilidad y en
la identidad
absoluta de los
Espíritus que se
comunican y que,
bajo nombres
respetables y
venerados, dicen
cosas falsas o
absurdas; 4º -
Confianza del médium
en los elogios que
le hacen los
Espíritus que se
comunican por su
intermedio; 5º -
Predisposición a
alejarse de las
personas que pueden
darle advertencias
útiles; 6º - Tomar a
mal la crítica con
respecto a las
comunicaciones que
recibe; 7º -
Necesidad incesante
e inoportuna de
escribir; 8º -
Cualquier sujeción
física que domine la
voluntad y fuerce al
médium a actuar o
hablar contra su
voluntad; 9º -
Ruidos y movimientos
persistentes a su
alrededor, y de los
cuales él es la
causa o el objeto.
(Obra
citada, ítem 243.)
D.
¿Cuáles son las
causas de la
obsesión?
Las
causas de la
obsesión varían
según el carácter
del Espíritu: a
veces es una
venganza que él
ejerce sobre un
individuo del cual
tuvo motivos de
queja durante su
vida o en otra
existencia; con
frecuencia el motivo
es sólo el deseo de
hacer mal, porque si
él sufre,
experimenta una
especie de gozo en
hacer sufrir a los
demás, en
atormentarlos, en
vejarlos. Así, la
impaciencia que la
víctima demuestra lo
estimula, por cuanto
irritándolo y
demostrando
despecho, la víctima
hace exactamente lo
que el Espíritu
quiere. Otros actúan
por odio y envidia
al bien; he ahí por
qué dirigen sus
miras maléficas
sobre las personas
honradas. Hay,
finalmente, los que
así actúan movidos
por un sentimiento
de cobardía, que los
lleva a aprovecharse
de la debilidad
moral de ciertos
individuos que saben
que son incapaces de
resistirles. Se debe
agregar a esa lista
los Espíritus
obsesores sin
maldad, que incluso
poseen algo de
bondad, pero que
tienen el orgullo
del falso saber, y
debido a esto,
buscan médiums
bastante crédulos
para aceptarlos a
ojos cerrados, a
quienes fascinan
impidiéndoles
discernir lo
verdadero de lo
falso. La venganza
constituye, sin
embargo, la causa
más común de los
fenómenos obsesivos.
(Obra
citada, ítems 245 y
246.)
(1)
Kardec modificó
posteriormente su
pensamiento sobre el
tema posesión, cuya
existencia él admite
y explica. Vea al
respecto el libro La
Génesis, cap. XIV,
ítems 45 y
siguientes.
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