La mejor de
todas las
religiones
Hay en los
medios
científicos – y
también en
algunos círculos
espiritistas –
quien haga
serias
restricciones a
las religiones
en general,
atribuyendo a
ellas, directa o
indirectamente,
la mayor parte
de los disgustos
que existen en
el mundo donde
vivimos.
En el cap. XX
del libro
Evolución en Dos
Mundos, que
estamos
estudiando
semanalmente en
esta revista,
André Luiz nos
ofrece algunas
informaciones
interesantes con
respecto al
advenimiento de
la actividad
religiosa en la
Tierra.
Según él,
establecido en
el seno de la
Humanidad el
principio de
justicia y
aflorando en el
hombre la
mentalización
incesante,
empezó él a
examinar en sí
mismo el efecto
de las propias
acciones, de
manera a crecer,
concientemente,
para su
destinación de
hijo de Dios,
heredero y
colaborador de
Su Obra.
Se instiga,
entonces, la
curiosidad
constructiva y,
hambriento de
elucidaciones
adecuadas cuanto
al propio
camino, yergue
el hombre las
antenas mentales
para las
estrellas,
recogiendo los
valores del
espíritu que le
consubstancian
el patrimonio de
revelaciones del
Cielo, a través
de los tiempos.
Era necesario
satisfacer el
acrisolamiento
de su vehículo
sutil,
asegurarle el
transformismo
anímico,
revestirlo de
luminosidad y
belleza, y
apurarle los
principios para
que, además del
estrecho círculo
humano, pudiese
retratar la
gloria de las
esferas
superiores. Para
eso, el
pensamiento
reclamaba
orientación
educativa, de
manera a
despojarse de la
espesa
sedimentación de
animalidad que
le presidía los
impulsos. Se le
exigía la
depuración de la
atmósfera vital,
imprescindible a
la asimilación
de la influencia
divina.
Fue entonces que
surgió en la
superficie de la
Tierra la
actividad
religiosa por
instituto
mundial de
higiene del
alma, trazando
al hombre
directrices a la
nutrición
psíquica, una
vez que, por la
propia
emanación,
exterioriza los
productos que
elabora en la
usina mental, en
forma de
efluvios
electromagnéticos,
en los cuales se
le corporifican,
en movimiento,
los reflejos
dominantes,
influenciando el
ambiente y
siendo por él
influenciado.
La ciencia
médica, rica de
experimentación
y de lógica,
surgiría para
corresponder a
las necesidades
del cuerpo
físico, pero la
tarea religiosa
vendría al
encuentro de las
civilizaciones,
plena de
inspiración y
disciplina,
patrocinando la
orientación del
cuerpo
espiritual, en
su necesario
perfeccionamiento.
*
Los siglos se
sucedieron, las
iglesias se
multiplicaron.
Las Cruzadas, la
Inquisición, las
cazas a las
brujas, las
persecuciones
religiosas
dejaron su marca
y hoy,
infelizmente,
vemos que el
propósito
inicial, lo cual
André Luiz se
refirió, sufrió
sensibles
modificaciones,
como muestra el
testimonio
siguiente dado a
la revista
Veja por el
psicólogo
americano
Michael Shermer:
“Las iglesias se
tornaron un
factor de
corrupción,
motivo de
guerras y
persecuciones.
Por suerte,
presenciamos el
declive de la
creencia en el
sobrenatural.
Países del norte
europeo, donde
apenas un cuarto
de la población
sigue alguna
religión, tienen
índices de
criminalidad,
suicidio y
enfermedades
sexualmente
transmisibles
inferiores a los
de estados en
los cuales la
mayoría de los
habitantes es de
creyentes, como
Estados Unidos
de América y
Brasil. Si la
religión se
declara un
bastión de
bondad, ¿por
qué,
históricamente,
estados
teocráticos son
más susceptibles
a la
criminalidad que
los seculares?”.
(Veja,
edición de 22 de
agosto, pág.85.)
¿Kardec se
refirió alguna
vez a ese tema?
Sí. Aunque sus
palabras sean
diferentes. En
su libro Lo
que es el
Espiritismo,
Tercer Diálogo,
el Codificador
del Espiritismo
se refiere a las
religiones y
dice cual es, en
el entendimiento
de los Espíritus
superiores, la
mejor de ellas:
He aquí lo que
él escribió:
“En general, los
Espíritus
superiores, si a
eso no son
solicitados por
alguna
consideración
especial, no se
preocupan con
esas cuestiones
de minucias,
ellos se limitan
a decir: Dios es
bueno y justo;
no quiere sino
el bien; la
mejor de todas
las religiones
es aquella que
sólo enseña lo
que está
conforme con la
bondad y
justicia de
Dios; que da de
Dios la mayor y
la más sublime
idea y no Lo
rebaja
prestándole las
debilidades y
las pasiones de
la humanidad;
que torna los
hombres buenos y
virtuosos y les
enseña a amarse
todos como
hermanos; que
condena todo
malhecho al
próximo; que no
autoriza la
injusticia bajo
cualquier forma
o pretexto que
sea; que nada
prescribe en
contra a las
leyes inmutables
de la
Naturaleza,
porque a Dios no
se puede
contradecir;
aquella cuyos
ministros dan el
mejor ejemplo de
bondad, caridad
y moralidad;
aquella que
busca mejor
combatir el
egoísmo y
lisonjear menos
el orgullo y la
vanidad de los
hombres;
aquella,
finalmente, en
nombre de la
cual se comete
menos mal,
porque una buena
religión no
puede servir de
pretexto a
ningún mal; ella
no le debe dejar
puerta alguna
abierta, ni
directamente, ni
por
interpretación.”
Estas palabras
deberían estar
constantemente
bajo nuestras
vistas, porque
es la
inobservancia de
lo que ellas
proponen que
constituye la
verdadera causa
del descrédito
que se abatió
sobre las
religiones en
general, sea en
Europa, sea en
Brasil o en
cualquier parte
del mundo.
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