Continuamos con el
estudio metódico de “El
Libro de los Médiums”,
de Allan Kardec, la
segunda de las obras que
componen el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
1861. Las respuestas a
las preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final del
texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cómo
ocurre la subyugación
obsesiva?
B. ¿Puede
la subyugación causar la
locura?
C. Para
tener ascendencia sobre
los Espíritus
inferiores, ¿cuál es la
condición necesaria?
D.
¿Cuáles son los medios
de combatir la obsesión?
Texto para la lectura
241.
Además de ser uno de los
mayores escollos de la
mediumnidad, la obsesión
es también uno de los
más frecuentes. Por eso,
no serán excesivos todos
los esfuerzos para
combatirla, porque
constituye un obstáculo
absoluto para la bondad
y la veracidad de las
comunicaciones. Ahora
bien, al ser siempre el
efecto de un
constreñimiento y como
éste jamás puede ser
ejercido por un Espíritu
bueno, toda comunicación
dada por un médium
obseso es de origen
sospechoso y no merece
ninguna confianza. (Ítem
242)
242. Ante
tal peligro, ¿no es
peligroso ser médium?
Kardec responde: el
peligro no está en el
Espiritismo en sí mismo,
puesto que puede, por el
contrario, servirnos de
gobierno y preservarnos
del riesgo que corremos
sin saberlo. El peligro
está en la orgullosa
pretensión de ciertos
médiums que se creen,
con ligereza,
instrumentos exclusivos
de los Espíritus
superiores y en esa
especie de fascinación
que nos les permite
comprender las tonterías
de las que son
intérpretes. Además,
hasta los que no son
médiums pueden ser
sorprendidos. (Ítem 244)
243. Los
Espíritus aficionados a
los sistemas son
generalmente
escritorzuelos, razón
por la cual buscan a los
médiums que escriben con
facilidad y a los que
pueden fascinar. Son
casi siempre locuaces y
muy detallistas. Los
Espíritus superiores son
sobrios de palabras y
dicen mucho con pocas
frases. (Ítem 247)
244. Sólo
hay obsesión propiamente
dicha cuando el Espíritu
se impone a un médium y
aleja intencionalmente a
los demás, lo que jamás
puede ser obra de un
Espíritu bueno.
Generalmente, aquél que
se apodera del médium
para dominarlo, no
tolera el examen crítico
de sus comunicaciones y,
cuando ve que éstas no
son aceptadas, inspira
al médium el pensamiento
de aislarse. Todo médium
que se resiente con las
críticas de las
comunicaciones que
recibe, hace eco del
Espíritu que lo domina.
(Ítem 248)
245.
Nadie puede curar a un
enfermo que se obstina
en conservar su
enfermedad y en ella se
complace. (Ítem 250)
246.
Kardec se refiere al
caso de las hermanas que
era atormentadas por un
Espíritu malvado. La
brecha abierta a la
influencia espiritual
era la maledicencia,
pues les gustaba mucho
hablar mal del prójimo y
el Espíritu se vengaba
de ellas, puesto que
había sido tomado por
tonto en aquella casa.
La enseñanza que resalta
de este caso es: las
imperfecciones morales
dan lugar a la acción de
los obsesores, y el
medio más seguro de
librarse de ellos es
atraer a los Espíritus
buenos mediante la
práctica del bien. (Ítem
252)
247. Es
preciso no atribuir a la
acción directa de los
Espíritus todas las
contrariedades que se
puedan experimentar, las
cuales a menudo resultan
de la negligencia o de
la imprevisión. (Ítem
253)
248. 248.
Kardec cita el caso del
campesino que durante
doce años sufrió todo
tipo de desgracias, con
respecto a su ganado.
Las novenas, las misas y
los exorcismos que mandó
hacer, no lo
beneficiaron en nada. Al
recurrir a Kardec, el
Codificador, obtuvo de
los Espíritus la
siguiente explicación:
“La mortalidad o las
enfermedades del ganado
de ese hombre provienen
de sus corrales que
están infectados y él no
los sanea porque
cuesta dinero”.
(Ítem 253)
249.
Respondiendo a Kardec
sobre las personas de
mucho mérito y de
moralidad, pero aún así
incapaces de comunicarse
con los buenos
Espíritus, éstos
dijeron: “Es una prueba.
Además, ¿quién dice que
ellos no traen el
corazón manchado con un
poco de mal, que el
orgullo no domine un
poco la apariencia de la
bondad? Estas pruebas,
al mostrar al obseso su
debilidad, lo hacen
inclinarse a la
humildad”. “El medio más
poderoso de combatir la
influencia de los malos
Espíritus es acercarse
lo más posible a la
naturaleza de los
buenos.” (Ítem 254,
pregunta 2)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Cómo
ocurre la subyugación
obsesiva?
Como si
fuese un manto echado
sobre el individuo, la
subyugación corporal con
frecuencia quita al
obseso la energía
necesaria para dominar a
los malos Espíritus; por
eso, en estos casos, es
necesaria la
intervención de una
tercera persona que
actúa mediante el
magnetismo o por la
fuerza de su voluntad,
para aliviar al enfermo.
Forma aguda del fenómeno
obsesivo, la subyugación
es una presión que
paraliza la voluntad de
quien la sufre y le hace
actuar en contra de sus
propias ideas. El yugo
corporal significa que
el Espíritu desencarnado
obra sobre los órganos
materiales del obseso,
provocándole movimientos
involuntarios, incluso
en los momentos más
inoportunos.
(El Libro
de los Médiums, ítems
240 y 251.)
B. ¿Puede
la subyugación causar la
locura?
Llevada a
un determinado grado, la
subyugación corporal
puede causar una especie
de locura cuya causa es
desconocida en el mundo,
pero que no tiene
relación con la locura
común. Entre las
personas tratadas por
locura hay muchos que
son sólo subyugados;
necesitarían un
tratamiento espiritual,
mientras que quedan
locos de verdad con los
tratamientos físicos.
Cuando los médicos
conozcan bien el
Espiritismo, sabrán
hacer esta distinción y
curarán más enfermos que
con las duchas frías.
(Obra citada, ítem 254,
párrafo 6)
C. Para
tener ascendencia sobre
los Espíritus
inferiores, ¿cuál es la
condición necesaria?
El
ascendiente sobre los
Espíritus inferiores
sólo se ejerce por la
superioridad moral. Los
Espíritus perversos
reconocen como sus
superiores a los hombres
de bien. Frente a quien
no les opone sino la
energía de la voluntad,
una especie de fuerza
bruta, ellos luchan y
con frecuencia son los
más fuertes. Quien no
tenga autoridad moral,
ni siquiera la
invocación del nombre de
Dios ejercerá alguna
influencia. San Luis
enseña que el nombre de
Dios tiene influencia
sobre los Espíritus
imperfectos sólo en boca
de quien puede servirse
de él con autoridad, por
sus virtudes. En boca
del hombre que no tenga
sobre el Espíritu
ninguna ascendencia
moral, tal nombre es una
palabra como cualquier
otra.
(Obra
citada, ítem 279)
D.
¿Cuáles son los medios
de combatir la
obsesión?
Los
medios de combatir la
obsesión varían según
las características que
presenta.
En la
obsesión simple, dos
cosas esenciales deben
ser hechas: 1ª – Probar
al Espíritu que no somos
sus juguetes y que le es
imposible engañarnos; 2ª
– Agotar su paciencia
mostrándonos más
pacientes que él; si
está bien convencido de
que pierde su tiempo,
acabará por retirarse,
como hacen los
impertinentes a quienes
no damos oído. El médium
o la víctima de la
obsesión deben, además
de eso, hacer un llamado
fervoroso a su protector
espiritual así como a
los buenos Espíritus que
le son simpáticos y
rogarles que lo asistan.
Es conveniente también
interrumpir toda
comunicación tan pronto
reconozcamos que ella
procede de un mal
Espíritu, a fin de que
no darle el gusto de ser
escuchado. En cuanto al
Espíritu obsesor, por
muy malo que sea, es
necesario tratarlo con
severidad pero con
benevolencia, y vencerlo
con buenas maneras,
orando por él.
Moralizándose terminará
por enmendarse: es
emprender una
conversión, tarea
penosa, ingrata, hasta
desalentadora, pero cuyo
mérito reside en la
dificultad y en la
satisfacción, si es bien
cumplida, de conducir un
alma perdida al buen
camino.
En la
fascinación, es
necesario convencer el
médium o individuo
obseso de que está
siendo engañado, y
transformar su obsesión
en un caso de obsesión
simple, lo que no
siempre es tarea fácil,
y algunas veces hasta
imposible. No se puede,
en efecto, curar a un
enfermo que se obstina
en conservar su
enfermedad y en ella se
complace. El fascinado
recibe muy mal los
consejos; la crítica lo
ofende e irrita, y todos
los que no comparten su
admiración, se ganan su
antipatía.
En la
subyugación corporal,
como ya fue dicho, es
necesaria la
intervención de una
tercera persona, que
ejercerá dominio sobre
el obsesor. Pero como
este dominio no puede
ser sino moral, sólo es
dado ejercerlo a una
persona moralmente
superior al Espíritu, y
su poder será tanto
mayor cuanto más grande
sea su superioridad
moral. En tal caso, la
acción magnética de un
buen magnetizador puede
venir eficazmente en
ayuda del obseso. Por lo
demás, es siempre bueno
tomar por intermedio de
un médium seguro, los
consejos de un Espíritu
superior o de su
protector espiritual. En
breve, es necesario
entender que no existe
ningún procedimiento
material, sobre todo
ninguna fórmula, ninguna
palabra sacramental que
tenga el poder de
expulsar a los Espíritus
obsesores.
(Obra
citada, ítems 249 a
251.) |