Continuamos con el
estudio metódico de “El
Libro de los Médiums”,
de Allan Kardec, la
segunda de las obras que
componen el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
1861. Las respuestas a
las preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final del
texto.
Preguntas para debatir
A. ¿De
qué nos sirve la
enseñanza de los
Espíritus, si no nos
ofrece mayor certeza que
la enseñanza humana?
B. ¿Cómo
debemos tratar al médium
que es víctima de
fascinación?
C. ¿Por
qué el pase magnético
debe ser usado en el
tratamiento de los
obsesos?
D. En la
moralización de los
Espíritus malos, ¿cuál
puede ser la influencia
de los hombres?
Texto para la lectura
340. No
se debe tomar como
contradicción lo que
muchas veces no es sino
parte de la elaboración
de la verdad. Todos los
Espíritus tienen su
tarea asignada por Dios
y la desempeñan dentro
de las condiciones que
juzgan convenientes al
bien de los que reciben
las comunicaciones.
(Ítem 301, pregunta 3)
341. Las
contradicciones, aún
aparentes, pueden
suscitar dudas en el
Espíritu de algunas
personas. ¿Qué medio de
verificación se puede
tener, entonces, para
conocer la verdad? Para
discernir el error de la
verdad, es necesario que
las respuestas sean
profundizadas y
meditadas mucho tiempo y
con seriedad. Es un
estudio completo a
hacerse. Para esto, es
necesario el tiempo.
(Ítem 301, pregunta 4)
342.
Estudiad, comparad y
profundizad.
Incesantemente os
decimos que el
conocimiento de la
verdad se obtiene sólo a
ese precio. ¿Cómo
queréis llegar a la
verdad, cuando todo lo
interpretáis según
vuestras ideas? Pero no
está lejos el día en que
la enseñanza de los
Espíritus será uniforme
en todas partes, tanto
en los detalles como en
los puntos principales.
La misión de los
Espíritus es destruir el
error, pero esto sólo se
puede hacer
gradualmente. (Ítem 301,
pregunta 4)
343. Hay
personas que no tienen
ni el tiempo ni la
aptitud necesarios para
hacer un estudio serio y
profundo y que aceptan
todo lo que se les
enseña sin examinarlo.
¿Qué hacer en ese caso?
Los Espíritus
respondieron a Kardec:
“Que practiquen el bien
y no hagan mal – es lo
esencial. Para esto no
hay dos doctrinas. El
bien es siempre el bien,
sea hecho en nombre de
Alá, o en nombre de
Jehová, puesto que sólo
hay un Dios en el
Universo”. (Ítem 301,
pregunta 5)
344. El
motivo de que se
encuentren ideas
evidentemente falsas en
las comunicaciones de
Espíritus que parecen
desarrollados en
inteligencia es que
ellos tienen sus
doctrinas. Los que no
son lo bastante
adelantados, y creen que
lo son, toman sus ideas
como verdad. Lo mismo
sucede entre los
hombres. (Ítem 301,
pregunta 6)
345. En
el mundo de los
Espíritus suceden cosas
muy difíciles de
comprender. Hay
Espíritus, como ocurre
entre los hombres, que
se complacen en mantener
a los hombres en la
ignorancia, aparentando
instruirlos, y que
aprovechan la facilidad
con que se da crédito a
sus palabras. Entonces,
pueden seducir a los que
no descienden al fondo
de las cosas; pero
cuando son confrontados
por medio del
razonamiento, no
sustentan por mucho
tiempo su papel. (Ítem
301, pregunta 9)
346. Por
lo demás, se debe tener
en cuenta la prudencia
que, en general, los
Espíritus emplean en la
divulgación de la
verdad: una luz muy viva
y repentina ofusca, no
esclarece. Pueden ellos,
pues, en ciertos casos,
juzgar conveniente
esparcirla sólo
gradualmente, según las
épocas, los lugares y
las personas. Moisés no
enseñó todo lo que
Cristo enseñó y el mismo
Cristo dijo muchas cosas
cuya comprensión dejó
reservada para las
generaciones futuras.
(Ítem 301, pregunta 9)
347. Los
hombres se admiran de
que el principio de la
reencarnación no haya
sido enseñado en algunos
países. Pero recordemos
que en un país donde el
prejuicio del color
impera soberanamente,
donde la esclavitud está
arraigada en las
costumbres, el
Espiritismo hubiera sido
rechazado sólo por
proclamar la
reencarnación, puesto
que le parecería
monstruoso al que es
amo, la idea de renacer
como esclavo. ¿No era
mejor aceptar primero el
principio general, para
que más tarde se sacaran
las consecuencias?
(Ítem 301, pregunta 9)
348. ¡Oh,
hombres! ¡Que corta es
nuestra vista para
apreciar los designios
de Dios! Sepamos que
nada se hace sin su
permiso y sin una
finalidad, que la
mayoría de las veces no
podemos penetrar. La
unidad se hará en la
creencia espírita;
estemos seguros de que
así será; que las
disidencias, ya menos
profundas, se disiparán
poco a poco, a medida
que los hombres se
esclarezcan, y que
desaparecerán
completamente. Esa es la
voluntad de Dios, contra
la cual no puede
prevalecer el error.
(Ítem 301, pregunta 9)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿De
qué nos sirve la
enseñanza de los
Espíritus, si no nos
ofrece mayor certeza que
la enseñanza humana?
No
aceptamos con igual
confianza la enseñanza
de todos los hombres y,
entre dos doctrinas,
preferimos aquella cuyo
autor nos parece más
esclarecido, más capaz,
más juicioso, menos
accesible a las
pasiones. Del mismo
modo, se debe proceder
con los Espíritus. Si
entre ellos hay los que
no están por encima de
la Humanidad, hay muchos
que pasan delante de
ella, y éstos pueden
darnos enseñanzas que en
vano buscaríamos entre
los hombres más
instruidos. Distinguir a
unos y a otros, he ahí
la tarea de aquellos que
desean esclarecerse, y
el Espiritismo provee
los medios para ello.
Pero
también esas mismas
enseñanzas tienen un
límite y, si a los
Espíritus no les es dado
saberlo todo, con mayor
razón debe suceder eso
con los hombres. Hay
cosas, por lo tanto,
sobre las que será
inútil interrogar a los
Espíritus, ya sea porque
les es prohibido
revelarlas, o porque
ellos mismos las ignoran
y sobre las cuales sólo
pueden ofrecer sus
opiniones personales.
Por último, se debe
comprender que, también
en las comunicaciones de
Espíritus vulgares,
podemos recoger
enseñanzas valiosas,
dado que tales Espíritus
nos muestran la
aplicación práctica de
las grandes y sublimes
verdades cuya teoría nos
enseñan los Espíritus
superiores. El estado
feliz o infeliz del Ser
desencarnado, sus
condiciones en la vida
espiritual, la
conservación de su
individualidad, he ahí
situaciones que el
Espiritismo nos reveló y
que nos esclarecen sobre
el futuro que nos espera
a todos más allá de la
tumba.
(El Libro
de los Médiums, ítem
300.)
B. ¿Cómo
debemos tratar al médium
que es víctima de
fascinación?
Lo único
que se puede hacer con
el médium es tratar de
convencerlo de que está
engañado y transformar
su obsesión en un caso
de “obsesión simple”.
Pero esto no es siempre
fácil, y a veces hasta
imposible. El predominio
del Espíritu puede ser
tal que vuelve al
fascinado sordo a
cualquier tipo de
razonamiento y puede
llegar hasta hacerle
dudar, y creer que es la
ciencia la que está
engañada, cuando el
Espíritu le transmite
una burda herejía
científica. Como ya
dijimos, el fascinado
generalmente acoge muy
mal los consejos; la
crítica le ofende, le
irrita y le caen en
antipatía aquellos que
no comparten su
admiración. Sospechar de
su Espíritu es casi una
profanación a sus ojos,
y esto es todo lo que
quiere el Espíritu. Como
no hay peor ciego que
aquél que no quiere ver,
cuando reconocemos la
inutilidad de toda
tentativa para abrir los
ojos al fascinado, lo
mejor es dejarlo con sus
ilusiones. No podemos
curar a un enfermo que
se obstina en conservar
su enfermedad y en ella
se complace.
(Obra
citada, ítem 250.)
C. ¿Por
qué el pase magnético
debe ser usado en el
tratamiento de los
obsesos?
Lo que le
falta a veces al obseso
es una suficiente fuerza
fluídica; en este caso,
la acción magnética de
un buen magnetizador
puede venir
provechosamente en su
auxilio, a fin de
proporcionarle la
energía necesaria para
dominar a los malos
Espíritus.
(Obra
citada, ítem 251.)
D. En la
moralización de los
Espíritus malos, ¿cuál
puede ser la influencia
de los hombres?
El hombre no tiene,
ciertamente, más poder
que los Espíritus
superiores, pero su
lenguaje se identifica
mejor con la naturaleza
de los Espíritus
imperfectos; cierto es,
además, que el
ascendiente que el
hombre puede ejercer
sobre ellos está en
razón de su superioridad
moral. Por medio de
sabios consejos el
hombre podrá llevarlos
al arrepentimiento y
apresurar su
adelantamiento.
(Obra citada, ítem 254,
párrafo 5.)
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