Un juan-de-barro escogió
una bella horquilla de
la rama de un árbol para
comenzar a construir su
nido. De allí tendría
buena visibilidad de
todo lo que ocurriría
allí cerca, de modo a
defenderse de los
enemigos naturales de su
especie.
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Cuidosamente, él sube a
la rama más alta,
levanta la cabecita para
sentir la dirección de
los vientos, y así sabe
de qué lado vendrán los
vientos en el invierno.
Así, sabiendo de la
dirección que los
vientos vendrían, se
preparó para trabajar,
colocando la puerta
del lado
opuesto de
los vientos, para
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proteger su
familia. Tras
esa providencia,
dio inicio a la
construcción,
con barro, paja,
estierco fresco,
pequeñas hojas y
ramitas. |
De ese modo, bastante
cuidadoso, el
juan-de-barro hace su
casa como si fuese un
pequeño horno,
preservando a su familia
del viento, del frío y
de la lluvia.
Estaba él así,
entretenido con su
construcción, buscando
material y llevándolo
para arriba, cuando vio
allí cerca un bello
canario que pasaba el
tiempo en buscar qué
comer y cantando.
Los días siguientes, el
bello pájaro continuaba
de la misma manera
cantando en uno de los
gajos del árbol. El
juan-de-barro, previsor,
le preguntó:
— Veo que no haces otra
cosa el día entero que
no sea comer y cantar.
¿No te preocupas con los
días más fríos que van a
llegar?
El canario agitó las
piernas coloreadas y
respondió en un gorjeo:
— ¡Ah, no! Me gusta así
de volar por ahí, cantar
las bellezas del día y,
cuando tengo hambre,
busco algo para comer.
¡Vivo muy bien así!
El juan-de-barro se
calló y fue a cuidar de
su servicio.
Sin embargo, el canario
estaba siempre allí, de
una rama para la otra,
mientras el constructor
proseguía en su tarea.
Un día el pájaro
preguntó:
— Juan-de-barro, ¿por
qué tanto cuidado en
hacer su nido? ¡Da tanto
trabajo! ¡Tú no paras el
día entero!...
El juan-de-barro, que
colocaba un poco de
barro en la pared de su
casa, respondió:
— Hago eso porque no
quiero que mi familia se
moje y pase frío. Quiero
verla bien abrigada en
el invierno, cuando el
viento fuerte llegue.
El bello canario oyó e
hizo poco caso,
respondiendo:
— ¡Yo no! ¡A mí me gusta
vivir a mi voluntad!
Cuando tengo necesidad
de abrigarme, busco
algún lugar en el bosque
y siempre encuentro.
¡Así, no veo por qué
trabajar tanto!
— ¡Vamos a ver! – dijo
el provisor
juan-de-barro.
Después de más de dos
semanas, el servicial
constructor dio por
terminada su casa. La
adornó y su esposa se
acomodó en ella.
Sin embargo, justo aquel
día, el tiempo comenzó a
empeorar. Fuertes
vientos soplaban
haciendo que los árboles
se inclinaran y las
hojas cayeron de las
ramas.
El pájaro cantante,
asustado ante la
violencia del viento y
de las nubes oscuras que
cubrían el cielo,
borrando la luz del sol,
buscó esconderse en
algún lugar. Pero, nada
conseguía, pues los
lugares más seguros ya
estaban ocupados.
Agarrado en su rama, él
suplicaba:
— ¡Piedad,
juan-de-barro! ¡Ayúdame!
¡Estoy corriendo
peligro!...
Y el juan-de-barro, de
la puerta de su bien
construida casita, con
su voz fuerte y
estridente decía:
— Tú no te preocupaste
con tu seguridad. ¡Ahora
aguantate!
En ese momento la lluvia
comenzó a caer, pesada y
fuerte, y las rachas de
viento llevaban las
gruesas gotas de la
tempestad, que golpeaban
en el cuerpecito del
canario, que buscaba
agarrarse en una rama
del árbol, aterrorizado.
En ese momento, el
juan-de-barro, viendo la
situación del canario,
venciendo las tendencias
de su especie, se
condolió.
— ¡Ven! ¡Abrígate en mi
casa!
Oyéndolo, el canario,
aliviado, buscó llegar
hasta la casita de él.
¡Pero era muy difícil!
La tempestad no permitía
que él se moviera con
rapidez. Así, con gran
dificultad consiguió
llegar.
En la puerta, agitó las
piernas pesadas de
lluvia, para no mojar la
casa, y entró. Allí el
ambiente
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era tranquilo,
la temperatura
era agradable y
todo estaba
sequito.
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Admirado, el pájaro
coloreado dijo para su
amigo juan-de-barro:
— Tú tenías razón. Fui
imprevisor y casi morí
por cuenta de eso.
Gracias, juan-de-barro.
Mientras tú trabajabas,
yo me divertía
aprovechando la vida.
Ahora veo que tú estabas
cierto. Es preciso
pensar en los días
difíciles de la vida.
¡Pero yo no sé construir
casa como tú! Hago nido,
cuando tengo una
compañera, para que los
huevos queden protegidos
y los hijitos nazcan.
¡Pero es sólo! ¡Y un día
así, mi nido no resiste!
Pero el juan-de-barro,
con serenidad,
respondió:
— Es asimismo, mi amigo
canario. Cada uno con su
forma de ser.
La compañera del
juan-de-barro vino para
la sala y estuvo oyendo
a los dos conversar.
Al terminar la
tempestad, el bello
pájaro dejó la casa
despidiéndose de los
nuevos amigos:
— Muchas gracias. Si no
fuera por tu
generosidad,
juan-de-barro, hoy yo
habría muerto.
El sabio juan-de-barro
pensó un poco, y
respondió:
— Creo que debemos
ayudarnos mutuamente.
Finalmente, somos todos
hijos de un mismo Padre,
que nos hizo diferentes
para alegrar la
Creación, colocando más
color en la vida, de
modo que cada uno
contribuya con su
parcela para el
enriquecimiento de la
vida de todos. Mi
especie, por ejemplo, es
de constructores
experimentados. La tuya
está constituida de
bellos cantores, que
saludan al sol y
embellecen la
Naturaleza. Pero todos
nosotros contribuimos
para la grandeza de la
Vida.
El bello pájaro oyó
admirado la sabiduría
del juan-de-barro y, en
agradecimiento, se
despidió con bello
canto, abriendo las alas
y alzándose a los
cielos.
Él dejaba aquella casa
sintiéndose enriquecido
íntimamente.
MEIMEI
(Mensagem recebida por
Célia Xavier de Camargo,
em Rolândia-PR, em
5/11/2012.)
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