El papel de la
moral cristiana
en la
reconstrucción
del mundo
Estamos
iniciando un año
nuevo y, como
siempre ocurre,
existe una
expectativa muy
grande de que él
sea mejor que
los anteriores.
Salud, armonía,
paz social, fin
de la
corrupción,
extinción de los
prejuicios,
solución para el
problema de la
violencia y de
la criminalidad,
el cierre de los
conflictos
bélicos, he aquí
algunas
aspiraciones con
que todos
soñamos.
La pregunta que
entonces se hace
es si la moral
evangélica
podrá, de alguna
manera,
contribuir para
que esos
propósitos sean
alcanzados.
El tema fue
enfocado en esta
revista en por
lo menos dos
oportunidades:
en el Especial
de la edición 36
–
http://www.oconsolador.com.br/36/especial.html
y en el
Editorial de la
edición 136:
http:/www.oconsolador.com.br/ano3/136/editorial.html.
La moral
evangélica, como
los espiritas no
ignoran, recibió
con la Doctrina
Espirita no sólo
la sanción, pero
la certeza de su
expansión en
todo el mundo
para la
concretización
de una conocida
profecía
trasmitida por
Jesús en el
llamado sermón
profético: “Se
levantarán
muchos falsos
profetas que
seducirán a
muchas personas;
y porque
abundará la
iniquidad, la
caridad de
muchos enfriará;
pero aquél que
perseverar hasta
el fin será
salvo. Y este
Evangelio del
reino será
pregonado en
toda la Tierra,
para servir de
testimonio a
todas las
naciones”.
(Mateos,24:11 a
14.)
Enfocando
directamente la
contribución del
Espiritismo para
la diseminación
y una mejor
comprensión de
las enseñanzas
evangélicas,
Kardec escribió:
“Gracias a las
comunicaciones
establecidas de
ahora adelante y
permanentemente
entre los
hombres y el
mundo invisible,
la ley
evangélica,
enseñada a todos
los pueblos por
los propios
Espíritus, no
será letra
muerta, porque
cada uno la
comprenderá y
será
insistentemente
solicitado a
ponerla en
práctica,
delante de los
consejos de sus
guías
espirituales.
Las
instrucciones de
los espíritus
son realmente
las voces del
Cielo que vienen
esclarecer los
hombres e
invitarlos a la
práctica del
Evangelio”.
(El Evangelio
según el
Espiritismo,
Introducción,
ítem I.)
La
reconstrucción
del mundo es,
sin embargo,
tarea para
varias
generaciones,
porque la
caridad y la
fraternidad son
sentimientos que
tienen de nacer
y fructificar en
el corazón de
las personas.
Ellos no surgen
por decreto ni
por imposición,
como Kardec
recordó en
conferencia
registrada en el
libro “Viaje
espirita de
1862”, pág. 83:
“La fraternidad,
así como la
caridad, no se
impone ni se
decreta, es algo
que existe en el
corazón y no
será un sistema
que la hará
nacer, si ella
ahí ya no se
encuentra
alojada. (…)
Antes de hacer
la cosa para los
hombres, es
necesario formar
los hombres para
la cosa, como se
forman
trabajadores,
antes de
confiarles un
trabajo”. Y el
camino para eso,
en el
entendimiento
espirita, se
encuentra en la
aplicación de la
parte moral de
las enseñanzas
del Cristo, “por
ser la única que
puede tornar
mejores los
hombres”.
“Cuando marchen
bajo esa
bandera, los
hombres se darán
las manos
fraternalmente,
en lugar de
anatematizarse y
maldecirse, por
cuestiones que
casi nunca
comprenden”.
(Obras Póstumas,
pág.140.)
Alguien por
cierto
preguntará: ¿Por
qué tanta
énfasis a la
enseñanza moral
de Jesús? La
respuesta es
sencilla: es que
ella, la
enseñanza moral,
constituye una
fuerza viva cuyo
poder
moralizador no
somos capaces de
evaluar, como el
Codificador del
Espiritismo
enfatizó muy
bien.
En el texto que
abajo
transcribimos:
“Delante de ese
código divino se
inclinan los
propios
incrédulos. Ése
es un terreno
donde todos los
cultos pueden
congregarse, la
bandera bajo la
cual todos
podrán
abrigarse,
cualesquiera que
sean sus credos,
porque él nunca
fue objeto de
contiendas
religiosas,
siempre y en
toda parte
suscitadas por
cuestiones
dogmáticas.
“Para los
hombres,
especialmente,
la enseñanza
moral de Jesús
constituye una
regla de
conducta que
abarca todas las
circunstancias
de la vida
pública o
privada, los
preceptos de
todas las
relaciones
sociales basadas
en la más
rigurosa
justicia; y es,
en fin, y arriba
de todo, el
camino infalible
de la felicidad
venidera…”
(“El Evangelio
según el
Espiritismo”,
Introducción,
ítem 1.)
|