Ivomar, háblenos
de su relación
con el
movimiento
espírita.
Conocí el
Espiritismo a
los doce años de
edad. Participé
en diversas
actividades en
el centro
espírita, pero
mi formación
espírita fue
prácticamente
autodidáctica.
Desde el momento
en que conocí la
Doctrina me
dediqué a
comprenderla. En
los años 80 viví
en Rio de
Janeiro; después
viví en Curitiba
y en ambas
ciudades tuve la
oportunidad de
frecuentar
buenas
instituciones.
Al regresar a
Pelotas, trabajé
en el Centro
Espírita Jesús y
también
contribuí con la
LEP (Liga
Espírita
Pelotense),
órgano
coordinador del
movimiento
local.
Actualmente
trabajo en el
Centro Espírita
Fe, Esperanza y
Caridad, donde
participo en el
Consejo
Directivo.
La gestión de
las casas
espíritas es un
tema al cual
usted se
inclina. ¿Cuál
es su relación
con el tema?
La
administración
es un área del
conocimiento que
siempre despertó
mi interés. La
aplicación de
los
conocimientos y
técnicas de la
administración a
las
instituciones
espíritas surgió
cuando trabajé
en la LEP. En
aquella
oportunidad
comencé a
percibir que
muchos de los
problemas de los
centros existían
por
desconocimiento
de las técnicas
básicas de
gestión y debido
a una visión
equivocada,
según la cual
para administrar
bien un centro
solo haría falta
buena voluntad.
Comencé a
estudiar el
tema, siempre
con la
preocupación de
encontrar los
puntos de
contacto entre
la ciencia de la
Administración y
el Espiritismo.
Para difundir
mejor mis
estudios y
experiencias al
respecto, creé
el blog “Espiritismo:
Centros e
Movimento”
-
http://centroemovimento.blogspot.com.br
– donde intento
discutir los
temas
específicos de
esa área del
conocimiento.
¿Qué beneficios
y dificultades
ve en la
práctica de las
instituciones
espíritas en las
que los
dirigentes se
perpetúan en los
cargos?
En las
instituciones
espíritas, ya
sean centros o
sean
federaciones,
pienso que no es
necesaria la
permanencia
prolongada en
los cargos, ni
la permanencia
como vitalicios.
Los mayores
obstáculos
causados por la
perpetuación de
determinadas
personas en
cargos en las
instituciones
espíritas es que
con el tiempo la
contribución de
esas personas
comienza a
disminuir y
porque tal
práctica impide
la formación de
nuevos
dirigentes. Con
el tiempo
nuestra
creatividad
tiende a
disminuir. El
ambiente cambia
constantemente y
los problemas
cambian con él,
pero tendemos a
repetir y
estandarizar
soluciones, aun
cuando sean
ineficaces. De
la misma manera
que
desarrollamos
apego por las
cosas, personas
y cargos, nos
apegamos a las
ideas. Lo mejor
es ocupar un
cargo, dar
nuestra
contribución y
luego
retirarnos, por
lo menos
temporalmente,
para que
aprendamos con
otras
experiencias. La
alternancia
periódica de
diferentes
personas en los
cargos es un
proceso de
entrenamiento en
las actividades
directivas.
Cuanto más sea
el número de
trabajadores que
hayan pasado por
la experiencia,
mayor será la
cantidad de
personas aptas
para darle
continuidad a la
institución.
¿Completando la
pregunta
anterior, los
encargos o los
cargos en la
casa espírita
deben ser
relevantes?
Los encargos
deben ser
destacados, las
responsabilidades,
los servicios
que promuevan el
bien. Los cargos
se vuelven
relevantes
cuando su
ocupante lo
eleva por el
fiel
cumplimiento de
sus
atribuciones. El
cargo no le
pertenece al
individuo que lo
ocupa, sino a la
comunidad que lo
instituyó. El
dirigente debe
cumplir
diligentemente
las tareas que
le fueran
comisionadas y
entregar el
cargo cuando su
mandato termine,
para que otros
también tengan
el honor de
servir a través
de él.
¿Cómo
describiría las
prácticas de una
gestión de una
casa espírita
afín a las ideas
divulgadas por
Allan Kardec?
Los ejemplos de
Kardec, como
administrador,
fueron
visionarios y
revolucionarios.
Aún tenemos
mucho que
aprender de él
sobre gestión.
La Doctrina
Espírita es una
rica veta que no
debemos
abandonar para
buscar
soluciones
gerenciales
externas. Es
importante el
alineamiento
doctrinario de
las
instituciones a
la doctrina. Por
ejemplo: el
autoritarismo es
una práctica
totalmente
contraria a los
preceptos
morales del
Espiritismo. Una
institución que
no establece
procesos de
discusión
abierta y franca
sobre los
problemas que
interesan a
todos los
asociados, que
no permite la
rotación de sus
dirigentes, que
no trabaja por
la autonomía de
sus
trabajadores,
está distanciada
de la doctrina.
Hace otra cosa,
no lo que enseña
el Espiritismo.
La inconciencia
sobre ese tema
ha provocado
desvíos en el
movimiento.
¿La realización
de elecciones
para dirigentes
de la casa
espírita no
reforzaría el
tema de
facciones y
partidarismos,
generando
enemistad y
división?
Lo que lleva a
la creación de
facciones en las
organizaciones
espíritas es el
orgullo
exacerbado, la
falta de
diálogo, de
reglas claras de
alternancia y
gobierno. La
enemistad es el
fruto de la
falta de
entendimiento de
la doctrina y
falta de
esfuerzo por
vencer las
propias
imperfecciones.
Las elecciones
son ejercicios
de democracia,
son momentos en
que la comunidad
escoge personas,
grupos o modelos
de gestión que
considera los
más adecuados
para la
conducción de
sus actividades.
Si son bien
conducidas,
ellas serán
momentos de
aprendizaje. La
existencia de
grupos con
visiones
diferentes es
altamente
saludable,
siempre que se
mantengan en
nivel de diálogo
sincero y sean
fieles a la
Doctrina. Es una
señal de que la
organización
está viva. El
problema es
cuando no existe
diálogo,
alternancia en
el mando,
discusión de las
finalidades, de
los objetivos,
de las
estrategias y
que nadie quiera
asumir los
cargos de mayor
responsabilidad.
Esta situación
configura una
crisis y lo más
probable será el
debilitamiento
de la
organización.
Los Espíritus en
sus
manifestaciones
en las reuniones
mediúmnicas
¿deben emitir
opiniones sobre
los temas
administrativos
de las casas
espíritas?
Kardec
esclareció muy
bien sobre este
tema en El
Libro de los
Médiums y en
Obras
Póstumas.
Los espíritus
esclarecidos no
se entrometen en
la resoluciones
de los
problemas
administrativos
de nuestras
organizaciones.
Esta
responsabilidad
es nuestra y no
de ellos. Si
fuese de ellos,
entonces sería
razonable pedir
que vivenciasen
nuestras
experiencias
reencarnatorias,
¡lo que sería
absurdo! Lo que
ellos hacen es
que podamos
intuir los
caminos a
seguir. Si el
Espíritu decide
presentar sus
opiniones
entonces no es
esclarecido. Si
el dirigente es
el médium, él
debe,
evidentemente,
abstenerse de
dar
comunicaciones
sobre estos
temas para
evitar
malentendidos.
Sobre el papel
de coordinación,
ya sea de la
presidencia de
las casas
espíritas, ya
sea de las
federaciones
regionales,
¿piensa que el
trabajo de
coordinación
debe enfocarse
en el paradigma
de
integración/articulación
o en una visión
de estructura
directiva,
jerárquica?
Entiendo que
cada uno de esos
modelos tiene su
espacio y son
realmente
necesarios. El
Codificador, en
su visión de
futuro, ya había
previsto estas
situaciones.
Leemos en la
Revista Espírita
de diciembre de
1861 que él
defendía la
autonomía de los
centros. La
autonomía
implica una
organización
específica. En
una casa
espírita los
lineamientos
generales de
actuación deben
estar previstas
en el estatuto y
en el reglamento
interno. Las
asambleas deben
ser momentos de
discusión, de
debates, donde
se afirman las
convicciones y
se forman los
consensos.
Después de tomar
democráticamente
una decisión,
los dirigentes
deben conducir a
su
implementación.
Son por lo
tanto, dos
momentos
diferentes, uno
de articulación
y otro de
ejecución. Por
eso exigen
competencias y
estructuras
diferentes, pero
complementarias.
En la
articulación
quien decide es
el grupo, la
decisión es
colegiada. En la
implementación,
la autoridad es
de los
dirigentes que
ocupan las
funciones
jerárquicas, las
decisiones son
singulares. En
las federaciones
el proceso debe
ser el mismo,
pero sin obligar
a los centros a
adoptar
prácticas con
las que no están
de acuerdo o no
estén
preparados.
¿Qué se puede
pensar de la
idea de
profesionalización
de las
actividades
espíritas,
mayormente las
asistenciales,
eliminando a los
voluntarios,
bajo el
argumento de
aumentar la
eficiencia?
Me parece una
idea fuera de
lugar, pues va
en contra de las
finalidades de
las
instituciones
espíritas. En el
caso que fuese
integralmente
implementada,
sería la
capitulación de
los valores
espíritas,
espirituales,
frente a los
valores
materialistas,
inmediatistas.
En la historia
del pensamiento
administrativo
podemos
identificar dos
grandes
vertientes de
valores. Una
coloca la
eficiencia, que
busca la
productividad a
veces a
cualquier costo,
como un ideal
máximo. La otra,
por el
contrario,
prioriza al ser
humano. Es fácil
ver cuál de
ellas está más
en consonancia
con el
Espiritismo.
Gracias a Dios
todo evoluciona,
y hoy existen
conceptos
amplificados de
eficiencia que
toman en cuenta
la satisfacción
de las personas
con su trabajo.
Sólo bajo este
nuevo
entendimiento se
podría hablar de
eficiencia en
las
instituciones
espíritas. Si
nuestras
instituciones
son agencias
educativas del
Espíritu,
entonces es por
lo menos extraño
terminar con el
trabajo
voluntario. La
ley moral del
trabajo es una
de las más
importantes. En
el trabajo
voluntario las
personas pueden
utilizar sus
energías para el
bien de los
demás,
liberándose, al
menos
temporalmente,
de actividades
alienantes.
Terminar con él
sería, por lo
tanto, ir en
contra de una
práctica
educativa por
intentar
asemejar
nuestras
instituciones a
las empresas. En
las
instituciones
asistenciales
deberá existir
un núcleo
técnico
asalariado, ya
sea por
exigencia legal,
ya sea por
necesidad de
competencias que
los voluntarios
no presentan.
Ese núcleo, sin
embargo, debe
ser mantenido en
un nivel
estrictamente
necesario.
¿Qué podemos
pensar de la
importancia
irrestricta de
las prácticas
empresariales
para la gestión
de la casa
espírita?
Pienso que es un
error introducir
de manera
acrítica las
prácticas
empresariales en
las
instituciones
espíritas. Me
atrevo a afirmar
que en varios
casos se cometen
serios desvíos
doctrinarios.
Las empresas
trabajan con la
lógica
económica, que
privilegia la
reproducción del
capital, del
lucro y no de
las personas.
Aun cuando
cambien los
discursos y
algunas
prácticas, en la
actualidad, para
la empresa el
ser humano aún
continúa siendo
un recurso de
producción. Él
tiene valor en
cuanto produce.
La empresa se
interesa en su
crecimiento al
punto que pueda
contribuir a la
eficiencia, la
productividad y
por
consiguiente, el
lucro. Los
centros
espíritas son
organizaciones
que por
principio deben
preocuparse de
los aspectos
inmortales del
hombre, ya que
son agencias
educativas del
espíritu. Luego,
este enfoque
debería producir
prácticas de
gestión
diferentes de
aquellas
utilizadas en
las empresas.
Los centros, sin
duda, pueden
aprender y hasta
utilizar algunas
teorías y
técnicas
aplicables a las
empresas, pero
nunca sin antes
realizar una
investigación
profunda de las
bases
filosóficas y
políticas de
ellas, pues en
el mundo
empresarial no
existen técnicas
inocentes.
¿Qué medidas
debe adoptar la
casa espírita
para garantizar
la rectitud en
el uso de los
fondos
recaudados por
ella para el
mantenimiento de
sus actividades?
La rectitud
comienza en el
proyecto de
recaudación de
fondos. El
centro tiene que
dar prioridad
total a las
actividades que
impliquen
trabajo de sus
asociados. No
considero que
pedirle dinero a
las empresas o
realizar
colectas de
alimentos en los
supermercados,
por ejemplo,
sean actividades
alineadas con
los valores
doctrinarios.
Pero si eso
fuese
inevitable, lo
que ocurre
realmente en
algunas
situaciones,
entonces es
mejor verificar
todas las leyes
existentes y
cumplirlas
integralmente.
Declarar y
recoger todos
los tributos que
incidieran sobre
las actividades.
Después,
registrar todos
los valores
recaudados,
presentar los
informes al
consejo fiscal y
emplear todos
los recursos en
las actividades
para las cuales
fueron
destinados, y en
las condiciones
previstas.
¿Cuál es su
opinión sobre
casas espíritas
que reciben
recursos
públicos para el
financiamiento
de actividades
asistenciales y
educativas
realizadas en
sus
dependencias?
He visto
situaciones en
que los
dirigentes se
han sentido
obligados a
realizar
convenios con el
Estado. Entre
cerrar una
institución o
recibir dinero
del Estado, es
preferible la
segunda opción.
La situación
llegó a este
punto porque los
líderes no
planificaron
adecuadamente
las fuentes de
recursos. Lo más
importante es
que la
institución
mantenga su
independencia
doctrinaria ante
el gobierno. En
el caso que la
institución aún
no exista, lo
mejor es
elaborar un buen
plan para evitar
recurrir a
búsqueda de
financiamiento
público por
óbolos. Los
órganos de
unificación
pueden crear
mecanismos de
colaboración y
sustentabilidad
para las
instituciones
asociadas. En
todo caso,
pienso que
también
necesitamos
superar algunos
tabúes sobre el
tema de las
fuentes de
sustento
financiero de
nuestras
actividades. Un
punto capital
que no puedo
dejar de
mencionar es que
la Doctrina
Espírita asume
una posición
liberal ante el
Estado. Ella no
deja de
reconocer su
necesidad, pero
también no
recomienda la
dependencia a
él. Entiendo que
el movimiento
espírita debe
mantenerse libre
de compromisos e
imposiciones del
Estado, y luchar
por la
emancipación de
sus
organizaciones
y, a través de
sus ejemplos,
por la
emancipación de
la sociedad.
¿En su opinión,
que caminos
debemos tomar
para que en el
futuro el tema
de la gestión de
las casas
espíritas supere
los desafíos
propuestos?
Creo que uno de
los caminos que
debemos comenzar
a transitar es
el del cambio de
los modelos
organizacionales
de nuestras
instituciones.
Una observación
más atenta
revelará que
nuestro modelo
actual no
corresponde a
aquél imaginado
por el
Codificador del
Espiritismo. Por
ello defiendo
que hagamos una
relectura para
buscar sus
fundamentos y
contextualizarlos.
No se trata de
una tentativa
para adaptar
modelos
anacrónicos, o
un regreso
nostálgico al
pasado. Nuestro
modelo
organizacional
actual, mas allá
de estar
distanciado del
pensamiento
estratégico de
Kardec, también
esta sobrepasado
en diversos
aspectos, ya que
asimilamos el
patrimonialismo
de la sociedad
en lugar de
propagar los
valores
espíritas.
Importamos
valores para la
sociedad más de
lo que
exportamos, de
manera que en
ese intercambio
estamos
perdiendo.
Tenemos un
modelo para el
siglo XX, pero
necesitamos uno
para el siglo
XXI. Antes
teníamos que
luchar contra
los focos de
resistencia para
promover, en una
sociedad
predominantemente
agraria y
conservadora y
con fuertes
acentos
católicos, la
aceptación de la
Doctrina
Espírita. Las
resistencias ya
fueron diluidas.
Por eso, pienso
que ahora la
prioridad es
propagar los
valores
espíritas en la
sociedad. Pienso
que debemos
trabajar por un
nuevo pacto
federativo en
que reforcemos
la democracia
interna y la
autonomía de las
organizaciones,
estimulando la
colaboración
inter-organizacional,
como una
estructura en
red de sistemas
espíritas
locales. La
formación de
dirigentes y de
multiplicadores
con
conocimientos de
diversas áreas
de conocimiento,
entrenados en
centros de
estudio
doctrinario
avanzados.
Finalmente,
desarrollar
sistemas de
sustentabilidad
económica
teniendo en la
mira el
crecimiento y
mantenimiento de
nuestras
organizaciones.
Necesitamos
pensar, pero
pensar
diferente.
Aplicar los
principios
espíritas con
creatividad, ya
que como diría
Kardec, si Dios
nos dio
inteligencia ¡es
para que hagamos
uso de ella!
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