Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A.
¿Quiénes eran los
saduceos y en qué
creían?
B.
¿Quiénes fueron los
principales precursores
de la idea cristiana del
Espiritismo?
C. ¿Cuál
fue el delito que llevó
a la condena de
Sócrates?
D.
¿Cuántas partes hay en
la Ley de Moisés?
Texto para la lectura
30. La
idea cristiana fue
presentida muchos siglos
antes de Jesús y los
esenios, teniendo como
principales precursores
a Sócrates y Platón.
Sócrates, como Cristo,
no escribió nada, o por
lo menos, no dejó ningún
escrito, y sólo tenemos
conocimiento de su
doctrina por los
escritos de su discípulo
Platón, los cuales nos
ofrecen también los
principios fundamentales
del Espiritismo.
(Introducción, ítem IV)
31. A los
que consideren una
profanación establecer
un paralelo entre la
doctrina socrática y el
Cristianismo y pretendan
que no puede haber
paridad entre la
doctrina de un pagano y
la de Cristo, les
diremos que la doctrina
de Sócrates no era
pagana, puesto que tenía
como objetivo combatir
al paganismo.
(Introducción, ítem IV)
32.
Kardec incluyó en este
libro 21 enseñanzas
extraídas de la doctrina
enseñada por Sócrates y
Platón. He aquí algunas
de ellas:
I. El
hombre es un alma
encarnada.
II. Los
filósofos se ejercitan
en morir y la muerte no
les parece, de ningún
modo, temible.
III.
Después de nuestra
muerte, el genio que nos
fuera designado durante
la vida nos lleva a un
lugar donde se reúnen
todos los que deben ser
conducidos al Hades para
ser juzgados.
IV. Las
almas, después de haber
permanecido en el Hades
el tiempo necesario, son
conducidas nuevamente a
esta vida en numerosos y
largos períodos.
V. La
preocupación constante
del filósofo es la de
tener el mayor cuidado
con el alma, no tanto en
lo que respecta a esta
vida, que sólo dura un
instante, sino teniendo
en cuenta la eternidad.
Puesto que el alma es
inmortal, ¿no será
prudente vivir mirando
hacia la eternidad?
VI. Si la
muerte fuese la completa
disolución del hombre,
los malos ganarían mucho
con la muerte, pues se
verían libres al mismo
tiempo de su cuerpo, de
su alma y de sus vicios.
Aquél que reviste su
alma no con adornos
extraños sino con los
que le son propios,
podrá esperar
tranquilamente la hora
de su partida hacia el
otro mundo.
VII. El
alma conserva de manera
evidente, los rasgos de
su carácter, sus afectos
y las marcas que le
dejaron todos los actos
de su vida.
VIII. La
mayor desgracia que le
puede suceder al hombre
es ir al otro mundo con
el alma cargada de
crímenes. De tantas
opiniones diversas, la
única que permanece
inamovible es aquella
que dice que más vale
recibir una injusticia
que cometerla, y que
sobre todo debemos
cuidar no sólo parecer,
sino ser un hombre de
bien.
IX. Nunca
se debe retribuir una
injusticia con otra, ni
hacer mal a nadie, sea
cual fuera el daño que
nos haya causado.
X. Por
los frutos se conoce al
árbol. Toda acción debe
ser calificada por lo
que produce.
XI. La
riqueza es un gran
peligro. Todo hombre que
ama a la riqueza no se
ama sí mismo, ni a lo
que es suyo; ama algo
que le es aún más
extraño.
XII. Las
más bellas oraciones y
los más bellos
sacrificios agradan
menos a Dios, que un
alma virtuosa que hace
esfuerzos por parecerse
a Él.
XIII.
El amor
está por todas partes en
la Naturaleza, que nos
invita a ejercitar
nuestra inteligencia. Es
el amor el que da paz a
los hombres, calma al
mar, silencio a los
vientos y adormece al
dolor.
XIV. Si
los médicos fracasan al
tratar la mayor parte de
las enfermedades, es
porque tratan al cuerpo
sin tratar el alma.
Ahora bien, si el todo
no se encuentra en buen
estado, es imposible que
una parte de él esté
bien. (Introducción,
ítem IV)
33. Jesús
fue muy claro en
relación a su misión, al
decir: “No penséis que
he venido a destruir la
ley o los profetas: no
he venido para destruir
sino para cumplir: -
porque, en verdad os
digo que el cielo y la
Tierra no pasarán sin
que todo lo que se
encuentra en la ley sea
perfectamente cumplido”.
(Capítulo I, ítem 1)
34. Al
transcribir el primer
mandamiento de la ley de
Dios, Kardec dejó fuera
las siguientes frases:
“… porque yo, el Señor
vuestro Dios, soy un
Dios celoso, que castigo
la iniquidad de los
padres en los hijos, en
la tercera y en la
cuarta generación de
aquellos que me
aborrecen, y soy
misericordioso hasta las
mil generaciones de
aquellos que me aman y
cumplen mis
mandamientos”. (Éxodo,
cap. XX, versículos 5 y
6) (Nota de la Editorial
de la FEB, en 1947)
35. La
parte final del
mencionado mandamiento
muestra que la Ley
enseña de forma velada
la reencarnación, las
expiaciones y las
pruebas. En la primera y
en la segunda
generación, como
contemporáneo de sus
hijos y nietos, el
Espíritu culpable
todavía no ha
reencarnado, pero un
poco más tarde – en la
tercera y en la cuarta
generación – él ya pudo
haber vuelto y, así,
recibir las
consecuencias de sus
faltas. De esta manera,
es el mismo culpable y
no otro, quien paga su
deuda ante la Ley de
Dios. (Nota de la
Editorial de la FEB, en
1947)
36. Los
diez mandamientos tienen
carácter divino. Las
leyes mosaicas son de
carácter humano y, por
ello, transitorio. Como
la idea de un Dios
terrible podía
impresionar a las
criaturas ignorantes,
Moisés se valió del
nombre del Señor para
dictar determinadas
leyes de naturaleza
civil que muchas veces
chocaban con el
Decálogo. Ejemplo de
esto son las leyes que
mandaban lapidar a la
mujer encontrada en
adulterio y las
conocidas por la
expresión “ojo por ojo,
diente por diente”.
(Capítulo I, ítem 2)
37. Jesús
no vino a destruir la
ley, es decir la ley de
Dios, expresada en los
diez mandamientos. Por
el contrario, vino a
cumplirla, a
desarrollarla, a darle
su verdadero sentido y
adaptarla al grado de
adelantamiento de los
hombres. En cuanto a las
leyes de Moisés
propiamente dichas, las
modificó profundamente,
tanto en el fondo como
en la forma. (Capítulo
I, ítem 3)
38.
Combatiendo
constantemente el abuso
de las prácticas
exteriores y las falsas
interpretaciones, Jesús
las hizo pasar por la
reforma más radical
reduciéndolas a este
único mandamiento: “Amar
a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como
a sí mismo”, agregando:
“ésta es toda la ley y
los profetas”.
(Capítulo
I, ítem
3)
39. Por
las palabras: “El cielo
y la Tierra no pasarán
sin que todo se haya
cumplido hasta la última
jota”, Jesús quiso decir
que era necesario que la
ley de Dios tuviese
pleno cumplimiento, es
decir, que fuese
practicada en la Tierra
entera, en toda su
pureza, con todas sus
extensiones y
consecuencias. (Capítulo
I, ítem 3)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Quiénes eran los
saduceos y en qué
creían?
Los
saduceos eran los
adeptos de una secta
judía que se formó hacia
el año 248 antes de
Cristo y cuyo nombre
vino de Sadoc, nombre de
su fundador. No creían
en la inmortalidad, ni
en la resurrección, ni
en los ángeles buenos y
malos, pero creían en
Dios. Como no esperaban
nada después de la
muerte, sólo le servían
con miras a tener
recompensas temporales,
a lo que, según ellos,
se limitaba la
providencia divina.
Pensando de esa manera,
tenían la satisfacción
de los sentidos físicos
como objetivo esencial
de la vida. En cuanto a
las Escrituras, se
atenían al texto de la
Ley antigua. No admitían
la tradición, ni ninguna
interpretación.
Colocaban las buenas
obras y la observancia
pura y simple de la Ley
por encima de las
prácticas exteriores del
culto. Eran, como se ve,
los materialistas,
deístas y sensualistas
de la época. La secta
poco numerosa, contaba
sin embargo en su seno
con importantes
personajes y se volvió
un partido político
opuesto constantemente a
los fariseos.
(El
Evangelio según el
Espiritismo,
Introducción, ítem III)
B.
¿Quiénes fueron los
principales precursores
de la idea cristiana del
Espiritismo?
Los
filósofos Sócrates y
Platón.
(Obra
citada, Introducción,
ítem IV.)
C. ¿Cuál
fue el delito que llevó
a la condena de
Sócrates?
Tal como
sucedió con Jesús,
Sócrates tuvo la muerte
de los criminales,
víctima del fanatismo,
por haber atacado las
creencias que encontró y
por haber colocado la
virtud real por encima
de la hipocresía y el
simulacro de las formas;
en una palabra, por
haber combatido los
prejuicios religiosos.
Del mismo modo que
Jesús, a quien los
fariseos acusaron de
estar corrompiendo al
pueblo con sus
enseñanzas, así también
fue acusado por los
fariseos de su tiempo,
puesto que siempre los
hubo en todas las
épocas, por proclamar el
dogma de la unidad de
Dios, de la inmortalidad
del alma y de la vida
futura.
(Obra
citada, Introducción,
ítem IV.)
D.
¿Cuántas partes hay en
la Ley de Moisés?
En la ley
mosaica hay dos partes
distintas: la ley de
Dios, promulgada en el
monte Sinaí, y la ley
civil o disciplinaria
decretada por Moisés. La
primera es invariable;
la otra, apropiada a las
costumbres y al carácter
del pueblo, se modifica
con el tiempo. El
decálogo es de todos los
tiempos y de todos los
países. Las otras son
leyes que Moisés
decretó, obligado a
contener mediante el
temor a un pueblo
turbulento e
indisciplinado, en el
cual tenía que combatir
arraigados abusos y
prejuicios adquiridos
durante la esclavitud en
Egipto. Para conferir
autoridad a sus leyes,
tuvo que atribuirles un
origen divino, conforme
lo hicieron todos los
legisladores de los
pueblos primitivos.
(Obra
citada, capítulo I,
ítems 1 y 2.)
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