Continuamos el
estudio metódico de
“El Evangelio según
el Espiritismo”, de
Allan Kardec, la
tercera de las obras
que componen el
Pentateuco
Kardeciano, cuya
primera edición fue
publicada en abril
de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final
del texto.
Preguntas para
debatir
A.
¿Cómo ve el hombre
las cosas de este
mundo, teniendo en
cuenta el punto de
vista espírita?
B.
Según el
Espiritismo, ¿en qué
consiste la vida
presente?
C.
¿Cómo entender la
frase de Jesús: “Hay
muchas moradas en la
casa de mi Padre”?
D.
¿En cuántas
categorías pueden
ser divididos los
mundos materiales?
Mencione sus
características
principales.
Texto para la
lectura
61.
Los Espíritus que
encarnan en un mundo
no se encuentran
presos a él
indefinidamente, ni
cumplen en él todas
las etapas del
progreso que deben
atravesar para
llegar a la
perfección. Cuando
alcanzan en un mundo
el grado de progreso
que ese mundo
comprende, pasan a
otro más adelantado,
y así sucesivamente,
hasta llegar al
estado de Espíritus
puros. (Cap. III,
ítem 5)
62.
En los mundos que
llegaron a un grado
superior, las
condiciones de vida
moral y material son
muy diferentes a las
de la vida en la
Tierra. Como en
todas partes, la
forma corpórea es
siempre la forma
humana, pero
perfeccionada,
embellecida y, sobre
todo, purificada. El
cuerpo no tiene nada
de materialidad
terrestre y, por
eso, no está sujeto
a las necesidades ni
a las dolencias o
deterioros que el
predominio de la
materia provoca.
(Cap. III, ítem 9)
63.
Más perfeccionados,
los sentidos son
capaces de
percepciones que en
este mundo lo
grosero de la
materia impide. La
levedad específica
del cuerpo permite
la locomoción rápida
y fácil: en vez de
arrastrarse por el
suelo, se desliza
por la superficie o
planea en la
atmósfera, sin otro
esfuerzo que el de
su propia voluntad.
(Cap.
III,
ítem 9)
64.
La poca resistencia
que la materia
ofrece a los
Espíritus ya muy
evolucionados hace
que el desarrollo de
los cuerpos sea
rápido, y la
infancia corta o
casi nula. Exenta de
cuidados y de
angustias, la vida
es proporcionalmente
mucho más larga que
en la Tierra. La
muerte no conlleva
los horrores de la
descomposición, y
lejos de causar
terror, es
considerada una
transformación
feliz, porque en
esos mundos no
existe la duda sobre
el porvenir. (Cap.
III,
ítem 9)
65.
En los mundos
dichosos, las
relaciones entre los
pueblos son siempre
amistosas. No
existen las guerras;
no hay amos, ni
esclavos, ni
privilegiados por el
nacimiento. Sólo la
superioridad moral e
intelectual
establece la
diferencia entre las
condiciones y da la
supremacía. Nadie
sufre por falta de
lo necesario, puesto
que nadie se
encuentra en
expiación y el mal,
en esos mundos, no
existe. El hombre no
busca elevarse por
encima del hombre,
sino por encima de
sí mismo,
perfeccionándose,
pues su objetivo es
alcanzar la
categoría de
Espíritu puro, y ese
deseo no constituye
un tormento para él.
(Cap.
III,
ítem 10)
66.
Sin embargo, los
mundos felices no
son orbes
privilegiados,
puesto que Dios no
es parcial con
ninguno de sus hijos
y a todos da los
mismos derechos y
las mismas
facilidades para
llegar allí, pero
los hace partir del
mismo punto. (Cap.
III,
ítem 12)
67.
No todos los
Espíritus que
encarnan en la
Tierra vienen en
expiación. Las razas
a las que llamamos
salvajes son
formadas por
Espíritus que apenas
han salido de la
infancia y que se
encuentran en la
Tierra, por así
decirlo, para su
educación, para que
se desarrollen por
el contacto con
seres más
adelantados. Luego
vienen las razas
semicivilizadas,
constituidas por
esos mismos
Espíritus en vías de
progreso. Éstas son,
en cierto modo, las
razas aborígenes de
la Tierra, que allí
se han elevado poco
a poco en largos
períodos seculares,
algunas de las
cuales han
conseguido llegar al
perfeccionamiento
intelectual de los
pueblos más
esclarecidos. (Cap.
III,
ítem 14, San
Agustín)
68.
Los Espíritus en
expiación, si
podemos expresarlo
de esa manera, son
exóticos en la
Tierra; ya vivieron
en otros mundos, de
donde fueron
excluidos a
consecuencia de su
obstinación en el
mal y por haberse
constituido, en
tales mundos, en
causa de
perturbación para
los buenos. Por
ello, los Espíritus
en castigo se
encuentran en el
seno de las razas
más inteligentes.
Por eso mismo, es
para esas razas que
los infortunios de
la vida se revisten
de más amargura. Es
que hay en ellas más
sensibilidad, y por
ende, son más
probadas por las
contrariedades y
disgustos que las
razas primitivas,
cuyo sentido moral
se encuentra más
embotado. (Cap.
III,
ítem 14, San
Agustín)
69.
La Tierra ofrece,
pues, uno de los
tipos de mundos
expiatorios, cuya
variedad es
infinita, pero que
revelan todos como
característica
común, el servir de
lugar de exilio para
los Espíritus
rebeldes a la ley de
Dios. Esos Espíritus
tienen que luchar
allí, al mismo
tiempo, contra la
perversidad de los
hombres y la
inclemencia de la
Naturaleza, doble y
arduo trabajo que
desarrolla
simultáneamente las
cualidades del
corazón y las de la
inteligencia. (Cap.
III,
ítem 15, San
Agustín)
70.
Entre las estrellas
que centellean en la
bóveda azul hay
mundos de
transición, llamados
regeneradores. Cada
torbellino
planetario, que se
desplaza en el
espacio alrededor de
un centro común,
arrastra consigo a
sus mundos
primitivos de
exilio, de pruebas,
de regeneración y de
felicidad. Los
mundos regeneradores
sirven de transición
entre los mundos de
expiación y los
mundos felices. El
alma arrepentida
encuentra en ellos
la calma y el reposo
y termina de
purificarse. (Cap.
III,
ítem 16 y 17, San
Agustín)
71.
El progreso es ley
de la Naturaleza y
todos los seres de
la Creación,
animados e
inanimados, fueron
sometidos a ella por
la bondad de Dios,
que quiere que todo
se engrandezca y
prospere. La Tierra,
según esta ley,
estuvo material y
moralmente en un
estado inferior al
que se encuentra hoy
y alcanzará, bajo
ese doble aspecto,
un grado más
elevado. De mundo
expiatorio se
transformará,
entonces, en planeta
de regeneración
donde los hombres
serán dichosos,
porque en él reinará
la ley de Dios.
(Cap.
III, ítem 19, San
Agustín)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Cómo ve el hombre
las cosas de este
mundo, teniendo en
cuenta el punto de
vista espírita?
La
idea clara y precisa
que se hace de la
vida futura
proporciona una
inquebrantable fe en
el porvenir, fe que
conlleva enormes
consecuencias sobre
la moralización de
los hombres, porque
cambia completamente
el punto de vista
bajo el cual encaran
la vida terrena.
Para quien se coloca
con el pensamiento
en la vida
espiritual, la vida
corpórea se
convierte en un
simple paso, una
breve estadía en un
país ingrato. Las
vicisitudes y
tribulaciones de esa
vida no pasan de ser
incidentes que
soporta con
paciencia, porque
sabe que son de
corta duración, y
deben seguirles un
estado más dichoso.
La muerte nada tiene
de aterrador y deja
de ser la puerta que
se abre a la nada y
se vuelve la que da
la liberación, por
la cual entra el
exiliado a una
morada de felicidad
y de paz. Sabiendo
que es temporal y no
definitiva su
estadía en el lugar
donde se encuentra,
le presta menos
atención a las
preocupaciones de la
vida, y resulta de
ello una calma en su
espíritu que le
quita mucho de su
amargura. Es lo que
sucede al que encara
la vida terrestre
desde el punto de
vista espírita. La
Humanidad, tanto
como las estrellas
del firmamento, se
pierde en la
inmensidad. La
persona percibe
entonces que grandes
y pequeños están
confundidos, como
hormigas sobre un
montículo de tierra;
que proletarios y
potentados tienen la
misma estatura, y
lamenta que esas
criaturas efímeras
se tomen tantas
molestias para
conquistar una
posición que tan
poco las elevará y
que por tan poco
tiempo conservarán.
(El
Evangelio según el
Espiritismo,
capítulo II, ítem
5.)
B.
Según el
Espiritismo, ¿en qué
consiste la vida
presente?
Como
ya fue dicho en la
pregunta anterior,
la vida corpórea es
un simple paso, una
breve estadía en un
país ingrato, y no
pasa de ser un
eslabón en el
conjunto armonioso y
magnífico de la obra
del Creador.
(Obra citada,
capítulo II, ítem
7.)
C.
¿Cómo entender la
frase de Jesús: “Hay
muchas moradas en la
casa de mi Padre”?
Con
esas palabras Jesús
se refiere a la
multitud de mundos
que circulan en el
espacio infinito y
ofrecen a los
Espíritus que en
ellos encarnan,
moradas
correspondientes a
su grado de
adelanto.
Independientemente
de la diversidad de
los mundos, esas
palabras pueden
referirse también al
estado dichoso o
infeliz del Espíritu
en la erraticidad.
Según se encuentre
más o menos depurado
y desprendido de los
lazos materiales,
variarán hasta el
infinito el medio en
que él se encuentre,
el aspecto de las
cosas, las
sensaciones que
experimente, las
percepciones que
tenga.
(Obra
citada, capítulo
III, ítems 1 a 3.)
D.
¿En cuántas
categorías pueden
ser divididos los
mundos materiales?
Mencione sus
características
principales.
Si
bien no se puede
hacer una
clasificación
absoluta de los
diversos mundos, se
puede sin embargo,
en virtud del estado
en que se encuentran
y del destino que
tienen, dividirlos
en cinco categorías
principales: mundos
primitivos,
destinados a las
primeras
encarnaciones del
alma humana; mundos
de expiación y
pruebas, donde
predomina el mal;
mundos de
regeneración, en los
cuales las almas que
todavía tienen que
expiar adquieren
nuevas fuerzas,
reposando de las
fatigas de la lucha;
mundos dichosos
donde el bien supera
al mal; mundos
celestes o divinos,
moradas de Espíritus
depurados, donde
exclusivamente reina
el bien.
(Obra
citada, capítulo
III, ítems 3 y 4.)
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