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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 301 – 3 de Marzo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 7)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué es la Tierra y cuál es su actual destino?

B. ¿Cómo son los mundos de pruebas y expiaciones?

C. ¿En qué consiste la reencarnación?

D. Los lazos de familia ¿son rotos o fortalecidos por la reencarnación?

Texto para la lectura

72. La reencarnación formaba parte de los dogmas de los judíos, bajo el nombre de resurrección, pero las ideas de los judíos sobre ese punto no estaban claramente definidas. Creían que un hombre que había vivido podía volver a vivir, sin saber exactamente de qué manera ese hecho podía suceder. Designaban con la palabra resurrección lo que el Espiritismo, con más sensatez, llama reencarnación. (Cap. IV, ítem 4)

73. Si el principio de la reencarnación, contenido en las palabras de Jesús a Nicodemo (Juan, cap. III, v. 1 a 12), puede en rigor ser interpretado en sentido puramente místico, no sucede lo mismo con el relato de Mateo (Cap. XI, v. 12 a 15), según el cual Cristo afirmó con claridad que Juan Bautista era Elías. El texto no ofrece dudas: “él mismo es aquél Elías que ha de venir”, aseveró el Maestro. (Cap. IV, ítem 11)

74. La unión y el afecto que existen entre las personas de una misma familia son un indicio de la simpatía anterior que las ha acercado. (Cap. IV, ítem 19)

75. Dios permite que en las familias ocurran encarnaciones de Espíritus antipáticos o extraños, con el doble objetivo de servir de prueba para unos y de medio de progreso para otros. He ahí por qué existen, en una misma familia, personas cuyo carácter, gustos e inclinaciones no tienen ninguna semejanza con los demás. (Cap. IV, ítem 19)

76. Las consecuencias de la doctrina no-reencarnacionista son obvias. Anula necesariamente la preexistencia del alma. Siendo ésta creada junto con el cuerpo, no existe ningún lazo anterior entre los componentes del grupo familiar, que de esta manera serán completamente extraños unos a otros. La filiación queda reducida a la materia, sin lazos espirituales. Esto es en cuanto al pasado. En cuanto al futuro, como la suerte es fijada definitivamente después de la muerte, los miembros de una misma familia pueden quedar separados para siempre y sin esperanza de reunirse, dependiendo de la condición evolutiva de cada uno. Quien vaya al infierno jamás verá a su madre enviada al paraíso, lo que implica la ruptura absoluta de los lazos de familia. (Cap. IV, ítems 21 y 22)

77. En síntesis, cuatro alternativas se presentan al hombre para su futuro de ultratumba: 1ª La nada, de acuerdo con la doctrina materialista; 2ª La absorción en el Todo Universal, según el panteísmo; 3ª La individualidad, con fijación definitiva de la suerte, según la Iglesia; 4ª La individualidad con progreso infinito, según la Doctrina Espírita. Con la pluralidad de existencias, inherente a la idea del progreso gradual, existe la certeza de la continuidad de las relaciones entre los que se han amado y esto es lo que constituye la verdadera familia. (Cap. IV, ítem 23)

78. El periespíritu pasa por transformaciones sucesivas y se hace cada vez más etéreo, hasta la completa depuración, que es la característica de los Espíritus puros. (Cap. IV, ítem 24)

79. Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, nada hace inútil. Por la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos Espíritus, poniéndose nuevamente en contacto, tuviesen la oportunidad de reparar sus perjuicios recíprocos. (Cap. IV, ítem 26)

80. Sólo en la vida futura pueden cumplirse las compensaciones que Jesús promete a los afligidos de la Tierra. Sin la seguridad del futuro, estas máximas serían absurdas; más aún: serían un engaño. Incluso con esa certeza, difícilmente se comprende la utilidad de sufrir para ser feliz. ¿Por qué unos sufren más que otros? ¿Por qué unos nacen en la miseria y otros en la opulencia? (Cap. V, ítem 3)

81. La fe en el futuro puede consolar e infundir paciencia, pero no explica esas anomalías que parecen desmentir la justicia de Dios. Sin embargo, desde que se admite la existencia de Dios nadie puede concebirle sin la infinidad de las perfecciones. Él necesariamente tiene todo el poder, toda la justicia, toda la bondad, sin lo cual no sería Dios. Si es soberanamente bueno y justo, no actúa por capricho ni con parcialidad. Entonces, las vicisitudes de la vida proceden de una causa y, puesto que Dios es justo, justa ha de ser esa causa. (Cap. V, ítem 3)   

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué es la Tierra y cuál es su actual destino?

La Tierra pertenece a la categoría de los mundos de expiación y pruebas, razón por la cual el hombre vive allí lidiando con tantas miserias. Nos haríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad, si los juzgásemos por la población de sus barrios más bajos y sórdidos. En un hospital, sólo se ven enfermos y lisiados; en una prisión se ven reunidas todas las torpezas, todos los vicios; en las regiones insalubres, la mayoría de sus habitantes son pálidos, flacos y enfermizos. Pues bien, figúrese a la Tierra como un arrabal, un hospital, una cárcel, un lugar malsano, y ella es al mismo tiempo todo eso, y se comprenderá por qué las aflicciones sobrepasan a los goces, puesto que no se manda al hospital a los que tienen salud, ni a las casas de corrección a los que no hicieron ningún mal; ni los hospitales ni las casas de corrección pueden ser consideradas como lugares de delicias.

Ahora bien, así como en una ciudad toda su población no se encuentra en los hospitales ni en las prisiones, tampoco en la Tierra está la Humanidad entera. Y del mismo modo que del hospital salen los que se han curado y de la prisión los que cumplieron sus condenas, el hombre deja la Tierra cuando está curado de sus enfermedades morales.

El planeta en que vivimos estuvo material y moralmente en un estado inferior al que hoy se encuentra y alcanzará bajo ese doble aspecto un grado más elevado. Se acerca a uno de sus períodos de transformación en que de mundo expiatorio pasará a ser planeta de regeneración, donde los hombres serán dichosos porque en él reinará la ley de Dios. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo III, ítems 4, 6, 7 y 19.)

B. ¿Cómo son los mundos de pruebas y expiaciones?

Los mundos de pruebas y expiaciones son como la Tierra. Basta observarla y tendremos una imagen de lo que esos mundos representan. Hay en ellos personas muy inteligentes, pero también viciosas y comprometidas con un pasado de equivocaciones. Fue por eso que Dios las colocó en mundos así, con el objeto de expiar sus faltas mediante un trabajo penoso e innumerables miserias, hasta que hayan merecido ascender a un planeta más dichoso.

La Tierra ofrece uno de los tipos de mundos expiatorios, cuya variedad es infinita, pero presentan como característica común el servir de exilio para los Espíritus rebeldes a la ley, y ahí tienen que luchar al mismo tiempo contra la perversidad de los hombres y la inclemencia de la Naturaleza, doble y arduo trabajo que simultáneamente desarrolla las cualidades del corazón y las de la inteligencia. (Obra citada, capítulo III, ítems 13 a 15.)

C. ¿En qué consiste la reencarnación?

La reencarnación es el regreso del alma o Espíritu a la vida corporal, pero en otro cuerpo especialmente formado para él y que nada tiene en común con el antiguo. Su objetivo es el perfeccionamiento espiritual de la criatura humana. (Obra citada, capítulo IV, ítems 3, 4, 6, 10 y 11.)

D. Los lazos de familia ¿son rotos o fortalecidos por la reencarnación?

Los lazos de familia no sufren ninguna destrucción con la reencarnación, como piensan algunas personas. Al contrario, se fortalecen y se estrechan más. El principio opuesto, sí los destruye. En el espacio, los Espíritus forman grupos o familias entrelazadas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones. Dichosos por encontrarse juntos, esos Espíritus se buscan unos a otros. La encarnación sólo los separa momentáneamente, porque al volver a la erraticidad, se reúnen nuevamente como los amigos que regresan de un viaje. Muchas veces, incluso, unos siguen a otros en la encarnación, viniendo a reunirse aquí en una misma familia, o en un mismo círculo, a fin de trabajar juntos para su adelanto mutuo. Si unos encarnan y otros no, no dejan por ello de estar unidos por el pensamiento. Los que se mantienen libres velan por los que se encuentran en cautiverio. Los más adelantados se esfuerzan en hacer progresar a los que se retrasan, de modo que después de cada existencia todos han avanzado un paso en la senda del perfeccionamiento. (Obra citada, capítulo IV, ítems 18 y 20.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita