Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A.
¿Cuáles son los límites
y la función de la
encarnación de los
Espíritus?
B. Quien
trabaja activamente en
su progreso moral,
¿abrevia la necesidad de
la encarnación?
C.
¿Cuáles son las causas
de las vicisitudes de la
vida?
D. Las
tribulaciones de la vida
¿son impuestas o
escogidas por el proprio
Espíritu?
Texto para la lectura
82. Las
vicisitudes de la vida
provienen de dos fuentes
muy diferentes: unas
tienen su origen en la
vida presente; otras,
fuera de esta vida.
(Cap. V,
ítem 4)
83.
Remontándose al origen
de los males terrestres,
veremos que muchos son
consecuencia natural del
carácter y de la
conducta de los que los
padecen. (Cap. V, ítem
4)
84. El
hombre es, en un gran
número de casos, el
causante de sus propios
infortunios; pero en vez
de reconocerlo,
encuentra más sencillo,
menos humillante para su
vanidad, acusar a la
suerte, a la
Providencia, a su mala
estrella, cuando la mala
estrella es sólo su
incuria. (Cap. V, ítem
4)
85. Dios
quiere que todas sus
criaturas progresen y,
por lo tanto, no deja
impune ningún desvío del
camino recto. No hay
ninguna falta, por más
leve que sea, ninguna
infracción a su ley que
no acarree forzosas e
inevitables
consecuencias, más o
menos lamentables. De
donde resulta que, tanto
en las pequeñas cosas
como en las grandes, el
hombre siempre es
castigado por aquello en
que pecó. (Cap. V, ítem
5)
86. Pero,
si bien hay males en
esta vida cuya causa
primera es el hombre,
hay otros a los que, por
lo menos aparentemente,
le son completamente
extraños y que parecen
alcanzarlo como por una
fatalidad. Tales son,
por ejemplo, la pérdida
de seres queridos y de
los que son el sostén de
la familia, los
accidentes inevitables,
los reveses de la
fortuna, los desastres
naturales, las
enfermedades de
nacimiento. (Cap. V,
ítem 6)
87. Sin
embargo, en virtud del
axioma según el cual
todo efecto tiene una
causa, tales males
son efectos que deben
tener una causa y, desde
que se admite un Dios
justo, esa causa debe
ser también justa. Como
la causa precede al
efecto, si ella no se
encuentra en la vida
actual, tiene que ser
anterior a esta vida, es
decir, debe estar en una
existencia precedente.
(Cap. V, ítem 6)
88. Los
sufrimientos debidos a
causas anteriores a la
presente existencia,
como los que se originan
en las culpas actuales,
son muchas veces la
consecuencia de la falta
cometida, es decir, el
hombre por la acción de
una rigurosa justicia
distributiva sufre lo
que hizo sufrir a los
otros. Si fue duro e
inhumano, podrá a su vez
ser tratado con dureza y
con inhumanidad; si fue
orgulloso podrá nacer en
una condición
humillante; si fue
avaro, egoísta o si hizo
mal uso de su riqueza,
podrá verse privado de
lo necesario, y así en
adelante. (Cap. V, ítem
7)
89. Las
tribulaciones son, al
mismo tiempo,
expiaciones del pasado,
y recibe de ellas el
merecido castigo, y
pruebas en relación al
futuro. (Cap. V, ítem 8)
90. Se
puede considerar como
expiaciones las
aflicciones que provocan
quejas y llevan al
hombre a rebelarse
contra Dios. El
sufrimiento que no
provoca lamentos puede
ser una expiación, pero
es el indicio de que fue
escogido
voluntariamente. (Cap.
V, ítem 9)
91. Los
Espíritus no pueden
aspirar a la completa
felicidad, hasta que no
sean puros: cualquier
mancha les prohíbe el
ingreso
a los mundos dichosos.
(Cap. V,
ítem
10)
92. A
través de las diversas
existencias corporales
los Espíritus se
despojan poco a poco de
sus imperfecciones. Las
pruebas de la vida los
hacen adelantar cuando
las soportan bien. (Cap.
V, ítem 10)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Cuáles son los límites
y la función de la
encarnación de los
Espíritus?
Hablando
con propiedad, la
encarnación carece de
límites trazados con
precisión. Es
indiscutible, sin
embargo, que el paso de
los Espíritus por la
vida corporal es
necesario para que ellos
puedan cumplir, por
medio de una acción
material, los designios
cuya ejecución Dios les
confía, con lo que
desarrollan inteligencia
y avanzan en el rumbo de
la perfección. Los que
desempeñan con celo esa
tarea superan con
rapidez y menos
penosamente los primeros
grados de la iniciación
y más pronto gozan del
fruto de sus labores.
Los que por el contrario
hacen mal uso de la
libertad que Dios les
concede, retrasan su
marcha y, por la
obstinación que
demuestren, pueden
prolongar de manera
indefinida la necesidad
de pasar por el proceso
de reencarnación.
(El
Evangelio según el
Espiritismo, capítulo
IV, ítems 24 y 25.)
B. Quien
trabaja activamente en
su progreso moral,
¿abrevia la necesidad de
la encarnación?
Sí. Aquél
que trabaja activamente
en su progreso moral,
además de abreviar la
necesidad de la
encarnación material,
puede también trasponer
de una sola vez, los
grados intermedios que
le separan de los mundos
superiores.
(Obra
citada, capítulo IV,
ítem 26.)
C.
¿Cuáles son las causas
de las vicisitudes de la
vida?
Las
vicisitudes de la vida
son de dos tipos: Unas
tienen su causa en la
actual existencia;
otras, fuera de ella.
Remontándose al origen
de los males terrestres,
se reconocerá que muchos
son una consecuencia
natural del carácter y
de la conducta de los
que los padecen. Pero
hay males a los cuales,
por lo menos en
apariencia, el individuo
es completamente extraño
y que parecen alcanzarlo
como por fatalidad,
tales son por ejemplo la
pérdida de seres
queridos o de los que
son el sostén de la
familia, los accidentes
que ninguna previsión
podría evitar, los
reveses de la fortuna,
los desastres naturales,
las enfermedades de
nacimiento. Sin embargo,
en virtud del axioma
según el cual todo
efecto tiene una causa,
tales males son efectos
que deben tener una
causa y desde que se
admite que existe un
Dios justo, esa causa
también debe ser justa.
Como la causa precede al
efecto, si ella no se
encuentra en la actual
existencia, debe ser
anterior a ella, es
decir, debe estar en una
existencia precedente.
(Obra
citada, capítulo V,
ítems 4 y 6; ver también
el ítem 21 del cap.
VIII.)
D. Las
tribulaciones de la vida
¿son impuestas o
escogidas por el proprio
Espíritu?
Las
tribulaciones pueden ser
impuestas a Espíritus
endurecidos o demasiado
ignorantes para hacer
una elección con
conocimiento de causa.
Los Espíritus
arrepentidos, sin
embargo, deseosos de
reparar el mal que hayan
hecho y de proceder
mejor, las escogen
libremente. Tal es el
caso de alguien que,
habiendo desempeñado mal
su tarea, pide que le
dejen comenzarla de
nuevo para no perder el
fruto de su trabajo.
(Obra
citada, capítulo V, ítem
8.)
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