Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A. La
eutanasia, ¿es aceptada
por el Espiritismo?
B. ¿Cuál
es el papel del
Espiritismo en su
carácter de Consolador
prometido por Jesús?
C.
¿Cuáles son las dos
recomendaciones hechas a
los espíritas por el
Espíritu de Verdad?
D. ¿Cuál
es la virtud mencionada
por Jesús como condición
esencial de la felicidad
prometida?
Texto para la lectura
103. Como
desencarnados, cuando
gravitábamos en el
espacio, escogimos
nuestras pruebas
creyéndonos lo bastante
fuertes para
soportarlas. ¿Por qué
murmurar ahora? Los que
pidieron la fortuna y la
gloria querían sostener
la lucha contra la
tentación y vencerla.
Los que pidieron luchar
con el cuerpo y el
espíritu contra el mal
moral y físico sabían
que cuanto más fuerte
fuese la prueba ¡tanto
más gloriosa sería la
victoria! (Cap. V, ítem
19, San Agustín)
104. ¿Qué
remedio podemos
prescribir a los que son
atacados por crueles
obsesiones y males
mortificantes? Sólo uno
es infalible: la fe, el
llamado al cielo. La fe
es el remedio seguro
para el sufrimiento. No
preguntemos, pues, a los
Espíritus cuál es el
remedio para curar tal
úlcera o tal llaga, para
tal tentación o tal
prueba. Recordemos que
aquél que cree, es
fuerte por el remedio de
la fe y aquél que duda
un instante de su
eficacia es
inmediatamente
castigado, porque pronto
siente las punzantes
angustias de la
aflicción. (Cap. V, ítem
19, San Agustín)
105. Como
tesis general se puede
afirmar que la felicidad
es una utopía a cuya
conquista las
generaciones se lanzan
sucesivamente, sin
lograr alcanzarla jamás.
Si el hombre juicioso es
una rareza en este
mundo, el hombre
absolutamente feliz
tampoco ha sido
encontrado. Sin embargo,
esto no significa que la
Tierra esté destinada
para siempre a ser una
penitenciaría. ¡Por
cierto, no! De los
progresos ya realizados
se puede fácilmente
deducir los progresos
futuros. Esa es la tarea
inmensa cuya ejecución
corresponde a la nueva
doctrina que los
Espíritus nos han
revelado. Debemos todos
consagrarnos a la
divulgación de este
Espiritismo que ha dado
inicio ya a nuestra
propia regeneración.
(Cap. V,
ítem 20,
François-Nicolas-Madeleine,
Cardenal Morlot)
106. Nada
se hace sin un fin
inteligente y, sea lo
que fuere, todo tiene su
razón de ser. Si
escudriñáramos mejor
todos los dolores que
nos aquejan, en ellos
encontraríamos siempre
la razón divina, la
razón regeneradora, y
nuestros míseros
intereses se tornarían
de tan secundaria
consideración, que los
relegaríamos a un último
plano. Entendamos: La
muerte es preferible, en
un encarnado de veinte
años, a esos vergonzosos
desarreglos que castigan
a familias respetables.
La muerte prematura
muchas veces es un gran
beneficio que Dios
concede a aquél que se
va y que así se preserva
de las miserias de la
vida o de las
seducciones que tal vez
le arrastrasen hacia la
perdición. (Cap.
V, ítem 21, Sansón)
107.
Habituémonos a no
censurar lo que no
podemos comprender. Dios
es justo en todas las
cosas.
Lo que nos parece mal,
muchas veces es un bien.
Pero tan limitadas son
nuestras facultades, que
el conjunto del gran
todo no es aprehendido
por nuestros sentidos
obtusos. (Cap. V, ítem
22, Fénelon)
108.
¡Cuántos tormentos se
ahorra aquél que sabe
contentarse con lo que
tiene, que ve sin
envidia lo que no posee,
que no trata de parecer
más de lo que es! Ése
siempre es rico, porque
si mira hacia abajo y no
hacia arriba, verá
siempre criaturas que
tienen menos que él. Y
está en calma, porque no
se crea necesidades
quiméricas. (Cap. V,
ítem 23, Fénelon)
109.
Debemos resistir con
energía a la melancolía,
a la vaga tristeza que
se apodera a veces de
nuestros corazones y nos
lleva a considerar
amarga la vida. Son
innatas en el espíritu
de los hombres las
aspiraciones a un mundo
mejor, pero no las
busquemos en este mundo.
(Cap. V,
ítem 25, François de
Geneve)
110. Las
pruebas tienen por
finalidad ejercitar la
inteligencia, tanto como
la paciencia y la
resignación. Puede darse
que un hombre nazca en
una posición penosa y
difícil, precisamente
para verse obligado a
buscar los medios de
vencer las dificultades.
El mérito consiste en
sufrir, sin murmurar,
las consecuencias de los
males que le sea
imposible evitar, en
perseverar en la lucha,
en no desesperar si no
tiene éxito; pero nunca
en la desidia que sería
más pereza que virtud.
(Cap. V, ítem 26, un
ángel guardián)
111. Hay
abnegación en no temer a
la muerte cuando se
trate de ser útil, en
enfrentar el peligro, en
hacer de antemano y sin
pesar, el sacrificio de
la vida, si fuera
necesario. Pero buscar
la muerte con
intención premeditada,
exponiéndose a un
peligro, incluso para
prestar un servicio,
anula el mérito de la
acción. Pero desde el
momento que en el acto
no existe la intención
de buscar la muerte, no
habrá suicidio sino
sacrificio y abnegación.
(Cap. V, ítems 29 y 30,
S. Luis)
112.
“Venid a mí – dijo
Jesús – todos los que
estáis afligidos y
sobrecargados, que yo os
aliviaré. Tomad mi yugo
sobre vosotros y
aprended de mí que soy
manso y humilde de
corazón y hallaréis
reposo para vuestras
almas, porque mi yugo es
suave y mi carga es
ligera”. Tales
palabras se interpretan
así: Todos los
sufrimientos, miserias,
decepciones, dolores
físicos, pérdida de
seres queridos,
encuentran consuelo en
la fe en el porvenir, en
la confianza en la
justicia de Dios, que
Cristo vino a enseñar a
los hombres. Por el
contrario, sobre aquél
que nada espera después
de esta vida, o que
simplemente duda, las
aflicciones caen con
todo su peso y ninguna
esperanza mitiga su
amargura. He ahí lo que
Jesús quiso decir. Pero
Él hace depender, de una
condición, su asistencia
y la felicidad prometida
a los afligidos. Esa
condición está en la ley
que Él enseña. Su yugo
es la observancia de
esta ley, pero ese yugo
es ligero y la ley es
suave, pues impone como
deber solamente el amor
y la caridad. (Cap. VI,
ítems 1 y 2)
113. Nada
se pierde en el reino de
nuestro Padre y nuestros
sudores y miserias
forman el tesoro que nos
hará ricos en las
esferas superiores,
donde la luz sustituye a
las tinieblas y donde el
más desnudo entre todos
nosotros será tal vez el
más resplandeciente.
(Cap. VI, ítem 6, el
Espíritu de Verdad)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. La
eutanasia, ¿es aceptada
por el Espiritismo?
No, en
ninguna hipótesis. El
materialista, que sólo
ve el cuerpo y no tiene
en cuenta el alma, no es
capaz de comprender esas
cosas; pero el espírita
que ya sabe lo que pasa
más allá de la tumba,
conoce el valor de un
último pensamiento. Nos
recomienda San Luis:
“Aminorad los últimos
sufrimientos tanto como
podáis; pero guardaos de
abreviar la vida, ni
siquiera un minuto,
porque ese minuto puede
evitar muchas lágrimas
en el futuro”.
(El
Evangelio según el
Espiritismo, capítulo V,
ítem 28.)
B. ¿Cuál
es el papel del
Espiritismo en su
carácter de Consolador
prometido por Jesús?
Según las
palabras de Jesús (Juan,
14:15 a 17 y 14:26), el
Consolador quedaría con
nosotros, nos enseñaría
todas las cosas y nos
haría recordar todo
cuanto Él mismo nos
dijo. Para cumplir la
profecía y ejercitar ese
papel, el Espiritismo
llama a los hombres a la
observancia de la ley;
nos enseña todas las
cosas, haciéndonos
comprender lo que Jesús
sólo dijo por medio de
parábolas; levanta el
velo intencionalmente
lanzado sobre ciertos
misterios y, finalmente,
viene a traer consuelo
supremo a los
desheredados de la
Tierra y a todos los que
sufren, al revelar que
hay una causa justa y un
fin útil en todos los
dolores.
Dijo
Jesús: “Bienaventurados
los afligidos, pues
ellos serán consolados.”
Pero ¿cómo alguien puede
sentirse dichoso de
sufrir, si no sabe por
qué sufre? El
Espiritismo muestra la
causa de los
sufrimientos en las
existencias anteriores y
en el destino de la
Tierra, donde el hombre
expía su pasado, y
explica el objetivo de
los sufrimientos,
señalándolos como crisis
saludables que producen
la curación como medio
de depuración que
garantiza la felicidad
en las existencias
futuras. El hombre
comprende, entonces, que
merece sufrir y
encuentra justo el
sufrimiento. Sabe que
éste le ayuda en su
adelantamiento y lo
acepta sin murmurar,
como el obrero acepta el
trabajo que asegurará
su salario.
El
Espiritismo le da la fe
indestructible en el
futuro, y la duda
punzante no dominará más
su alma. Haciéndole ver
las cosas desde lo alto,
la importancia de las
vicisitudes terrenas se
pierde en el amplio y
espléndido horizonte que
Él le desvela, y la
perspectiva de la
felicidad que le espera
le da la paciencia, la
resignación y el coraje
de ir hasta el final del
camino.
(Obra
citada, capítulo VI,
ítems 3 y 4.)
C.
¿Cuáles son las dos
recomendaciones hechas a
los espíritas por el
Espíritu de Verdad?
Conocidas
por los espíritas, éstas
son: “¡Espíritas! Amaos,
ésta es la primera
enseñanza; instruíos,
ésta es la segunda.” En
el Cristianismo se
encuentran todas las
verdades; son de origen
humano los errores que
en él han echado raíces.
(Obra
citada, capítulo VI,
ítem 5.)
D. ¿Cuál
es la virtud mencionada
por Jesús como condición
esencial de la felicidad
prometida?
La
humildad. Cuando dijo
que el reino de los
cielos es de los
sencillos, Jesús quiso
decir que no se concede
la entrada en ese reino
sin la simplicidad
del corazón y la
humildad del espíritu;
que el ignorante que
posea esas cualidades
será preferido al sabio
que cree más en sí que
en Dios. En todas las
circunstancias, Jesús
pone la humildad en la
categoría de las
virtudes que acercan a
Dios y el orgullo entre
los vicios que alejan de
Él a la criatura, y esto
es por una razón muy
natural: porque la
humildad es un acto de
sumisión a Dios,
mientras que el orgullo
es la rebelión contra
Él.
(Obra
citada, capítulo VII,
ítems 2,3 y 6.)
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