Según la Organización
Mundial de Salud (OMS),
cerca de 1 millón de
personas se matan por
año en todo el mundo,
cada 40 segundos una
persona comete suicidio.
Solamente en Brasil, 24
personas se suicidan por
día e infelizmente los
números son crecientes.
La estimación de la OMS
es que, en el
transcurrir de los
próximos 20 años, los
datos deban saltar para
1,5 millón. Hoy el
suicidio ocupa el
segundo lugar de causa
de muerte en el mundo
entre adolescentes de 15
a 24 años, quedando
atrás sólo de los
accidentes de tráfico.
Por increíble que
parezca, las mayores
incidencias son en los
países ricos. El este
europeo registra uno de
los más altos índices de
suicidio
proporcionalmente.
Países de Asia, como
China y Japón, son los
record mundiales.
¿Por qué ocurre el
suicidio?
Para la ciencia, las
causas del suicidio
pueden estar
relacionadas a
disturbios
psicosociales, como
exclusión social,
dependencia química,
desesperanza y traumas
emocionales. No es raro,
el suicidio es tenido
como consecuencia, en
individuos que presentan
trastornos mentales como
depresión, trastorno
bipolar, esquizofrenia,
anorexia y desvíos de
personalidad.
Aún con el avance
significativo de la
ciencia médica, algunas
manifestaciones
permanecen obscuras en
el campo de la
psicología, la mente
humana guarda misterios
aún no desvelados. Los
investigadores buscan
responder lo que lleva
al ser humano a no
respetar su instinto de
autopreservación.
Tampoco
no es posible explicar,
por ejemplo, porqué
algunas personas que
enfrentan las mismas
situaciones no cometen
suicidio como hacen
otras. A los ojos de la
ciencia, las causas del
suicidio no están
totalmente esclarecidas.
El suicidio para la
doctrina espírita
Para explicar el
suicidio en la visión
espírita, usaremos las
consideraciones
contenidas en El Libro
de los Espíritus,
destacando las preguntas
943 a 946:
943. ¿Dónde nace el
disgusto de la vida,
que, sin motivos
posibles, se apodera de
ciertos individuos?
“Efecto de la
ociosidad, de la falta
de fe y, también, de la
saciedad.”
944. ¿Tiene el hombre el
derecho de disponer de
su vida?
“No; sólo a Dios asiste
ese derecho. El suicidio
voluntario comete una
trasgresión de esta
ley.”
945. ¿Que se debe pensar
del suicidio que tiene
como causa el disgusto
de la vida?
946. ¿Y del suicidio
cuyo fin es huir, aquel
que lo comete, de las
miserias y a las
decepciones de este
mundo?
“¡Pobres Espíritus, que
no tienen el coraje de
soportar las miserias de
la existencia! Dios
ayuda a los que sufren y
no a los que carecen de
energía y de coraje. Las
tribulaciones de la vida
son pruebas o
expiaciones. ¡Felices
los que las soportan sin
quejarse, porque serán
recompensados! ¡Ay, sin
embargo, de aquellos que
esperan
la salvación del que, en
su impiedad, llaman
acaso, o fortuna! El
acaso, o la fortuna,
para servirme del
lenguaje de ellos,
pueden, con efecto,
favorecerlos por un
momento, pero para
hacerles sentir más
tarde, cruelmente, el
vacío de esas palabras.”
Analizando las
respuestas dadas por los
Espíritus que condujeron
la codificación, queda
clara la posición del
Espiritismo con relación
al suicidio. Toda forma
de agresión contra la
vida es una violación de
las Leyes Divinas,
luego, el suicidio es
considerado una
infracción gravísima,
pues el Espíritu pone
fin a la oportunidad
valiosa que le fue
concedida para el
progreso moral e
intelectual.
Lo que ocurre con el
suicida después de la
desencarnación
Tomaremos aquí como
fuente de
investigaciones el libro
“Memorias de un
Suicida”, de la
psicografia de la médium
brasileña Yvonne de
Amaral Pereira, por el
autor espiritual Camilo
Cândido Botelho, que
narra su propia historia
como suicida en el plano
espiritual. La obra fue
publicada por la
Federación Espírita
Brasileña (FEB) en 1954
y se volvió una de las
principales referencias
sobre el asunto a la luz
de la doctrina espírita.
Camilo Cândido Botelho
fue un pseudónimo
adoptado por el famoso
escritor portugués
Camilo Castelo Branco,
que utilizó otro nombre
para evitar conflictos,
una vez que era una
personalidad conocida
tanto en Portugal como
en Brasil.
En la obra, el autor
narra su propia
trayectoria en el plano
espiritual después de
cometer suicidio con un
tiro disparado contra el
oído derecho el año de
1890 después de recibir
la noticia de que la
ceguera que lo acometía
sería irreversible.
El escritor cuenta que
los primeros meses de su
sufrimiento, quedó
vagando entre el
cementerio (donde
encontraban sus despojos
carnales y que por
muchas veces, a pesar de
permanecer invidente en
la espiritualidad, se
deparó con la imagen de
su cuerpo físico en
estado de
descomposición) y las
calles de la región
donde vivía, sintiendo
fuertes dolores en la
región alcanzada por el
proyectil y
experimentando una grave
perturbación mental
infringida por las
sensaciones físicas
impresas en su
periespíritu:
“Olores fétidos y
nauseabundos, sin
embargo, me revolvían
brutalmente el olfato.
Un dolor agudo,
violento, enloquecedor,
se arremetió
instantáneamente sobre
mi cuerpo por entero,
localizándose
particularmente en el
cerebro e iniciándose en
el aparato auditivo.
Presa de convulsiones
indescriptibles dolor
físico, me llevé
la derecha al oído
derecho: - la sangre
corría del orificio
causado por el proyectil
del arma de fuego de que
me serví para el
suicidio y me manchó las
manos, la ropa, el
cuerpo... Yo nada veía,
sin embargo. Conviene
recordar que mi suicidio
se derivó de la rebeldía
por encontrarme
invidente, expiación que
consideré superior a mis
fuerzas. Injusto castigo
de la naturaleza a mis
ojos necesitados de ver,
para que me fuera dado
obtener, por el trabajo,
la subsistencia honrada
y activa. Me sentía,
pues, aún ciego; y, para
colmo de mi estado de
desorientación, me
encontraba herido. ¡Tan
solamente herido y no
muerto! ¡Porque la vida
continuaba en mí como
antes del suicidio!”
Al año siguiente de su
desencarnación, Camilo
había sido recogido en
una región espiritual,
denominada por él “El
Valle de los Suicidas”,
una región densa, que
había abrigado Espíritus
suicidas, oriundos de
las regiones de Portugal
y sus colonias
africanas, además de
Brasil y España. El
reconocido escritor
portugués define
el Valle como una
manifestación evidente
del sufrimiento, una
especie de infierno
creado por el
pensamiento enfermo de
los propios Espíritus
que allí se encontraban:
“No había entonces allí,
como no habrá jamás, ni
paz, ni consuelo, ni
esperanza: todo en su
ámbito marcado por la
desgracia era miseria,
asombro, desesperación y
horror. Se diría la
caverna tétrica de lo
incomprensible,
indescriptible a rigor
incluso por un Espíritu
que sufriera la
penalidad de habitarla”.
Seres sufridores se
alternaban entre gritos
y llantos, dolor y
tristeza, culpa y
arrepentimiento, en un
lugar oscuro, frío,
cortado por zonas
abismales y cavernas
tenebrosas de difícil
descripción y
reproducción para la
mente humana:
“El lenguaje humano aún
no necesitó inventar
vocablos bastante justos
y comprensibles para
definir las impresiones
absolutamente
inconcebibles, que pasan
a contaminar el "yo" de
un suicida
inmediatamente a las
primeras horas que
siguen al desastre, las
cuales suben y se
abultan, se envuelven
en complejos y se
radican y cristalizan en
un aumento que traduce
el estado vibratorio y
mental que el hombre no
puede comprender, porque
está fuera de su
posibilidad de criatura
que, merced de Dios, se
conservó de este lado de
esa anormalidad. ¡Para
entenderla y medir con
precisión la intensidad
de esa dramática
sorpresa, sólo otro
Espíritu cuyas
facultades se hubieran
quemado en las
efervescencias del mismo
dolor!”
Camilo permanece en el
valle por largos trece
años y entonces, después
de juzgarse abandonado e
incapaz de reaccionar
por tener todas sus
energías agotadas y
arrepentirse
sinceramente del crimen
que había cometido
contra la propia vida;
es rescatado por un
equipo de socorristas y
conducido al “Hospital
Maria de Nazaret”,
a fin de restablecer su
organización espiritual
para una incursión en
una nueva existencia
carnal. Durante todo el
tiempo el autor
espiritual deja claro el
sufrimiento vivido por
él:
“En general aquellos que
se arrojan al suicidio,
para siempre esperan
librarse de sinsabores
juzgados insoportables,
de sufrimientos y
problemas considerados
insolubles por la
tibieza de la voluntad
sin educar, que se
acobarda en presencia,
muchas veces, de la
vergüenza del descrédito
o de la deshonra, de los
remordimientos
deprimentes puestos a
deslustrar la
conciencia,
consecuencias de
acciones practicadas por
la rebeldía de las leyes
del Bien y de la
Justicia. También yo
pensé así, muy a pesar
de la aureola de
idealista que mi vanidad
creía glorificándome la
frente. Me engañé, sin
embargo; y luchas
infinitamente más vivas
y más ásperas me
esperaban dentro de la
tumba a fin de
flagelarme el alma de no
creyente y rebelde, con
merecida justicia”.
En el Hospital, Camilo
estaciona por más de
diez años,
experimentando gran
angustia. En la medida
en que el Espíritu
tomaba conocimiento de
las Leyes Divinas en el
plano espiritual, el
sentimiento de
arrepentimiento y culpa
aumentaba. Después de
recibir alta de esta
institución, ganó el
derecho de reencontrarse
con
los padres y
posteriormente ingresó
en la Universidad
conectada al Hospital, a
fin de recibir una
preparación para la
nueva reencarnación.
Durante la narración, el
autor relata los hechos
ocurridos también con
otros Espíritus que
integraban su grupo y
cuenta que no todos
tuvieron la felicidad de
recuperarse mínimamente
y acabaron
experimentando un
doloroso desajuste
psíquico, necesitando
recibir tratamiento en
aislamientos en
manicomios
especializados, para ser
conducidos
posteriormente a la
reencarnación
compulsiva:
"¡Oh! ¡dramático futuro
los aguarda, en la
confusión expiatoria de
la reencarnación próxima
e inevitable!”
El sufrimiento del
suicida sólo termina
cuando el Espíritu
consigue pasar con éxito
por todas las pruebas
que lo llevaron a
cometer el suicidio y
aún rescatar los
perjuicios acumulados
con el hecho del acto
criminal. Eso puede
llevar siglos,
extendiéndose por dos,
tres, o más existencias
subsecuentes. Para el
Espíritu gozando de
plena conciencia de la
ley del progreso, se
caracteriza como una
pérdida de tiempo
incalculable.
Consecuencias de los
suicidios para el
Espíritu
Muchas son las
consecuencias para los
que atentan contra la
propia vida, sin embargo
las mismas son variables
para cada Espíritu, pues
hay de tenerse en cuenta
los motivos del crimen y
las condiciones
utilizadas para
practicarlo. En común,
las consecuencias para
los suicidas son los
sufrimientos provocados
por él mismo.
Un suicida en el plano
espiritual se hace
esclavo de la propia
conciencia y es
acometido por un gran
sentimiento de culpa, lo
que le causa dolor, por
lo tanto, aquellos que
se suicidan pensando en
poner fin en el propio
sufrimiento se engañan,
pues, después de la
desencarnación, pasan
por grandes dificultades
causadas
por su acto criminal y
posteriormente tienen
que volver a la vida
terrena para pasar por
las mismas pruebas que
los hicieron sucumbir.
Como la desencarnación
de un suicida ocurre de
forma violenta, el
periespíritu permanece
lesionado, causando un
gran desajuste en el
Espíritu. En la mayoría
de los casos es
necesario someterlo a
una reencarnación
compulsiva para
reajustar su
organización espiritual,
teniendo que estacionar
en cuerpos físicos
atrofiados,
lo que puede explicar
algunos casos de niños
que nacen en estado de
completa idiotez o
deficiencia física.
Todo depende de donde
está la lesión en el
periespíritu. Por
ejemplo, un suicida que
desencarnó disparando un
arma de fuego contra el
cráneo puede volver a la
materia portando una
deficiencia mental,
correspondiente a la
región comprometida por
el proyectil. Si la
lesión acometió una
parte del cerebro
responsable por el
habla, el niño nace
mudo, se lesionó el
nervio óptico, puede
nacer invidente y así
por delante.
Si el suicida desencarnó
ahorcándose, es natural
que renazca con la
vértebra fracturada, si
ingirió substancias
químicas, tendrá su
aparato digestivo
comprometido.
Todas esas pruebas
causan al suicida mucho
sufrimiento.
Cuando el suicidio es
acompañado de un
homicidio, las
consecuencias son aún
mayores. Tampoco es raro
que el suicidio
comprometa la
reencarnación de otros
Espíritus, como, por
ejemplo, los familiares
que quedan en
dificultad.
Todo eso son agravantes
al Espíritu imprudente.
Pero como dijimos
anteriormente, las
consecuencias dependen
de los factores
determinantes, pues no
hay efecto sin causa.
Conclusión
Al idear este artículo,
tuvimos la intención de
llamar la atención de
aquellos que pasan por
difíciles pruebas en el
plano físico y que
posiblemente piensan o
pensaron en algún
momento atentar contra
la propia vida.
La vida terrena debe ser
comprendida como el bien
más valioso conquistado
por el Espíritu errante,
pues es a través de ella
que tenemos la
oportunidad de
adelantamiento moral e
intelectual. Pensar que
acabaremos con nuestros
problemas, los cuales
nos parecen sin
solución, constituye
pura ingenuidad de
nuestra parte, más allá
de demostrar falta de fe
y confianza en el
Creador que siempre está
junto a nosotros.
Por peores que sean
nuestros problemas,
debemos siempre
agradecer a Dios la
oportunidad que nos es
concedida de rescatar
los débitos del pasado.
Una oración sincera
realizada en el momento
de desesperación puede
parecer sin efecto y
muchas veces no
resolverá nuestros
problemas, pero nos
traerá sabiduría
y paciencia para buscar
las soluciones que
necesitamos. Ningún
sufrimiento es eterno y
todo esfuerzo será
recompensado, por lo
tanto, meditemos en esas
reflexiones.
Referências:
O Livro dos Espíritos –
Allan Kardec
Memórias de um Suicida –
Yvonne do Amaral
Pereira, pelo Espírito
Camilo Cândido Botelho
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