Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A.
¿Sufrimos la
consecuencia de un mal
pensamiento que no se ha
concretado?
B. ¿Cuál
es la finalidad de la
religión?
C. Es
necesario que haya
escándalos; pero ¡ay de
aquél por quien venga el
escándalo! ¿Cómo
entender esa enseñanza?
D. ¿Por
qué Jesús promete la
Tierra a los mansos, si
Él recomienda la
renuncia a los bienes de
este mundo?
Texto para la lectura
125.
Inclinad, pues, vuestras
frentes altivas, que
Dios puede hacer que
bajen, justo en el
momento en que más las
levantáis. En la balanza
divina, todos los
hombres son iguales;
sólo las virtudes los
distinguen a los ojos de
Dios. (Cap. VII, ítem
11, Lacordaire)
125.
¡Pobre criatura! ¡Eres
madre, tus hijos sufren;
sienten frío; tienen
hambre y tú vas,
oprimida bajo el peso de
tu cruz, a humillarte
para conseguirles un
pedazo de pan!
¡Oh!
Me
inclino ante ti. ¡Cuán
noblemente santa eres y
qué grande ante mis
ojos! Espera y ora; la
felicidad todavía no es
de este mundo. A los
pobres oprimidos que en
Él confían, les concede
Dios el reino de los
cielos. (Cap. VII, ítem
11, Lacordaire)
126.
Todos vosotros que
sufrís injusticias, sed
indulgentes con las
faltas de vuestros
hermanos, considerando
que también vosotros no
estáis libres de culpas.
Eso es caridad, y es
también humildad. Si
sufrís por las
calumnias, agachad la
cabeza bajo esa prueba.
¿Qué
os importan las
calumnias del mundo?
(Cap. VII, ítem 11,
Lacordaire)
127.
Despertad mis hermanos,
mis amigos. Que la voz
de los Espíritus resuene
en vuestros corazones.
Sed generosos y
caritativos, sin
ostentación, es decir,
haced el bien con
humildad. En una
palabra: sed verdaderos
cristianos y tendréis el
reino de la verdad.
(Cap. VII, ítem 11,
Lacordaire)
128. La
inteligencia es rica en
méritos para el
provenir, pero con la
condición de ser bien
empleada. Si todos los
hombres que la poseen se
sirviesen de ella según
la voluntad de Dios,
sería fácil para los
Espíritus la tarea de
hacer avanzar a la
Humanidad. (Cap. VII,
ítem 13, Ferdinando)
129.
“Bienaventurados –
afirmó Jesús – los
que tienen puro el
corazón, porque ellos
verán a Dios”
(Mateo, cap. V, v.8). La
pureza de corazón es
inseparable de la
sencillez y de la
humildad, y excluye toda
idea de egoísmo y de
orgullo. Por eso Jesús,
al tomar la infancia
como emblema de esa
pureza, afirmó que
“el reino de los cielos
es para los que se les
asemejan” y que
“aquél que no reciba el
reino de Dios como un
niño, no entrará en él”.
(Cap. VIII, ítems 1 a 3)
130. La
verdadera pureza no está
sólo en los actos; está
también en el
pensamiento, porque
aquél que tiene puro el
corazón ni siquiera
piensa en el mal. Fue
eso lo que Jesús quiso
decir al condenar el
pecado incluso en
pensamiento, porque es
un signo de impureza.
(Cap. VIII,
ítem 6)
131. Los
judíos habían desdeñado
los verdaderos
mandamientos de Dios
para dedicarse a la
práctica de actos
exteriores. Sucedió lo
mismo con la doctrina
moral de Cristo, que
terminó por ser relegada
a un segundo plano, de
donde resulta que muchos
cristianos, a ejemplo de
los antiguos judíos,
consideran más
garantizada su salvación
por medio de las
prácticas exteriores que
por las de la moral. Es
a esas adiciones que
Jesús se refiere, cuando
dice: “Toda planta
que mi Padre celestial
no plantó, será
arrancada”.
(Cap. VIII, ítem 10)
132. En
el sentido común, se
llama escándalo a
toda acción que de modo
ostensible choca con la
moral o el decoro. El
escándalo no está en la
acción en sí misma, sino
en la repercusión que
pueda tener.
(Cap.
VIII, ítem 12)
133. En
el sentido evangélico,
la acepción de la
palabra escándalo, tan a
menudo empleada, es
mucho más general. Ya no
es sólo lo que afecta la
conciencia del hombre,
sino todo lo que resulta
de los vicios y de las
imperfecciones humanas,
toda reacción mala de un
individuo hacia otro,
con o sin repercusión.
En este caso, el
escándalo es el
resultado efectivo del
mal moral.
(Cap.
VIII, ítem 12)
134. La
expresión: “Si tu
mano es causa de
escándalo, córtala”
es una imagen enérgica
que se vuelve absurda si
es tomada al pie de la
letra. Ella significa
tan sólo que cada uno
debe destruir en sí toda
causa de escándalo, es
decir, de mal; arrancar
del corazón todo
sentimiento impuro y
erradicar toda tendencia
viciosa.
(Cap.
VIII, ítem 17)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Sufrimos la
consecuencia de un mal
pensamiento que no se ha
concretado?
Depende.
Todo mal pensamiento es
resultado de la
imperfección del alma;
pero según el deseo de
depurarse que la persona
alimenta, ese mismo
pensamiento malo se
convierte en una ocasión
de adelanto, porque ella
lo rechaza con energía.
Es indicio del esfuerzo
que hace para borrar una
mancha y la persona no
cederá aunque se
presente la oportunidad
de satisfacer un mal
deseo. Después que haya
resistido, se sentirá
más fuerte y contento
con su victoria. Aquella
que, por el contrario,
no tomó buenas
resoluciones, busca la
ocasión de cometer el
acto malo, y si no lo
lleva a efecto no es por
virtud de su voluntad,
sino por falta de
oportunidad. Es, pues,
tan culpable como si lo
cometiese y por esta
causa sufrirá las
consecuencias.
(El
Evangelio según el
Espiritismo, capítulo
VIII, ítems 5 a 7.)
B. ¿Cuál
es la finalidad de la
religión?
El
objetivo de la religión
es conducir al hombre
hacia Dios. Ahora bien,
éste llega a Dios sólo
cuando se vuelve
perfecto. Por lo tanto,
toda religión que no
vuelve mejor al hombre,
no logra su objetivo.
Toda aquella en la que
el hombre crea poder
apoyarse para hacer el
mal, o es falsa, o está
falseada en su
principio. Tal es el
resultado que dan las
religiones en las que la
forma se impone al
fondo. Nula es la
creencia en la eficacia
de los signos
exteriores, si no impide
que se cometan
asesinatos, adulterios,
expoliaciones, que se
levanten calumnias, que
se cause daño al
prójimo, sea en lo que
fuere. Semejantes
religiones hacen
supersticiosos,
hipócritas, fanáticos;
pero no hombres de bien.
(Obra
citada, capítulo VIII,
ítem 10.)
C. Es
necesario que haya
escándalos; pero ¡ay de
aquél por quien venga el
escándalo! ¿Cómo
entender esa enseñanza?
Es
necesario que haya
escándalos en el mundo,
dijo
Jesús, porque siendo
imperfectos en la
Tierra, los hombres se
muestran propensos a
practicar el mal, y
porque malos árboles
sólo dan malos frutos.
Se debe, pues, entender
por esas palabras que el
mal es una consecuencia
de la imperfección de
los hombres, y no que
éstos tengan la
obligación de
practicarlo.
(Obra
citada, capítulo VIII,
ítems 12 a 16.)
D. ¿Por
qué Jesús promete la
Tierra a los mansos, si
Él recomienda la
renuncia a los bienes de
este mundo?
Mientras
espera los bienes del
cielo, el hombre tiene
necesidad de los de la
Tierra para vivir. Jesús
sólo nos recomienda que
no demos a estos últimos
más importancia que a
los primeros. Sus
palabras significan
también que hasta ahora
los bienes de la Tierra
han sido acaparados por
los violentos, en
perjuicio de los que son
mansos y pacíficos, y
que a éstos les falta
muchas veces lo
necesario, mientras que
los otros gozan hasta de
lo superfluo. Pero eso
no ocurrirá más, cuando
la Tierra según la ley
del progreso, se haya
convertido en mundo
dichoso como resultado
del alejamiento de los
malos, y ése es en
esencia el sentido de la
promesa hecha por Jesús.
(Obra
citada, capítulo IX,
ítems 1 a 5.)
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