La emancipación
del
alma post
muerte
Toda vez que se
comenta la
dificultad del
desprendimiento
del alma de
alguien que
falleció, surge
en la mente de
las personas la
siguiente
cuestión: ¿Por
qué el
desprendimiento
del alma, es
facilitado en
estado de sueño,
hecho que ocurre
todos los días,
y no lo es en la
transición pos
muerte?
La emancipación
del alma por
ocasión del
sueño corporal
es,
efectivamente,
un hecho común,
pero es
necesario
recordar que no
pasa de un
desprendimiento
parcial, una vez
que el alma
continúa unida
al cuerpo
físico. Lo que
ocurre entonces
es apenas una
expansión del
lazo
periespiritual
que lo une al
cuerpo material,
permitiéndole,
entonces,
desplazarse a
lugares
distantes del
lugar donde el
cuerpo permanece
en reposo.
En el caso de la
muerte corpórea,
mismo antes del
desligamiento
completo del
alma – hecho que
el Espiritismo
llama de
desencarnación –
puede ocurrir la
emancipación
parcial
semejante a la
del sueño, lo
que explica los
hechos de
comunicación
espirita por
ocasión de la
muerte,
estudiados por
varios
investigadores,
como Ernesto
Bozzano y
Fredrich Myers.
El
desprendimiento
completo del
alma, o sea, la
desencarnación,
es que requiere
algún tiempo,
una vez que en
el proceso
reencarnatorio
el periespíritu
se une al cuerpo
molécula a
molécula, lo que
implica deducir
que es necesario
tiempo para que
esa unión
molecular, como
consecuencia de
la muerte
corpórea, se
deshaga.
De acuerdo con
lo que nos es
dicho en la
cuestión 155 d’
El Libro de los
Espíritus,
como regla
general, la
separación del
alma o Espíritu
no se da
instantáneamente.
Él se liberta
gradualmente y
no como un
pájaro cautivo
que, de repente,
ganase la
libertad.
En razón de eso,
todo, a
principio, es
confuso en los
momentos que se
siguen a la
muerte. El
Espíritu al
desencarnar
necesita de
algún tiempo
para entrar en
el conocimiento
de sí mismo. Él
se encuentra
como que
aturdido, en el
estado de una
persona que
despertó de un
sueño profundo y
busca orientarse
sobre su
situación. La
lucidez de las
ideas y la
memoria del
pasado le
vuelven poco a
poco, a medida
que se apaga la
influencia de la
materia que él
acaba de dejar y
se disipa la
especie de
niebla que le
obscurece los
pensamientos.
El proceso de
desprendimiento
espiritual puede
ser más o menos
demorado, de
acuerdo con el
temperamento, el
carácter moral y
las
adquisiciones
espirituales de
cada persona. No
existen, pues,
dos
desencarnaciones
exactamente
iguales. Cada
persona
despierta o
tarda en la
perturbación, de
acuerdo con las
características
propias de su
personalidad.
Se puede, así,
considerar la
perturbación
como el estado
normal del
Espíritu en los
instantes que se
siguen al trance
de la muerte,
variando tan
solamente su
duración, que
puede ser de
algunas horas o
varios días y
hasta semanas,
de conformidad
con el estado
evolutivo de la
persona. Breve
en el caso de
las almas
elevadas, puede
ser larga y
penosa en el
caso de las
almas culpables.
Para aquellos
que ya en la
existencia
corpórea se
identificaron
con el estado
que los
aguardaba, menos
larga ella es,
porque
comprenden
inmediatamente
la posición en
que se
encuentran.
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