Henrique, de siete años,
había viajado con sus
padres a finales de
semana y, el lunes,
llegó a la escuela y vio
que sus compañeros
estaban tristes. Buscó a
Olavo, su mejor amigo,
pero él no estaba en la
escuela. Entonces,
preguntó a la profesora:
— ¿Qué estaba ocurriendo
por aquí? ¡Todos están
diferentes, con cara de
llanto!
Con delicadeza, la
profesora informó:
— El sábado, Henrique,
tu amigo Olavo falleció.
Él subió a una manguera
para coger mangos y
cayó, golpeándose la
cabeza en una piedra y
no resistió. Intentamos
avisar a tus padres,
sabiendo la amistad que
existe entre vosotros,
pero estaban viajando y
no conseguimos.
Henrique quedó muy
triste. Olavo era su
mejor amigo. ¿Cómo sería
ahora la vida sin Olavo?
¿Con quien iba él a
jugar? ¿Jugar con el
balón, pasear? Se puso a
llorar sintiendo la
falta del amigo. La
profesora, viendo que él
no conseguiría estudiar
aquel día, lo mandó de
vuelta para casa.
En el camino Henrique
iba pensando en el
amigo. Se acordaba del
tiempo que pasaban
juntos, de las bromas,
de los juegos, de los
paseos en bicicleta por
el barrio y tantas otras
cosas.
Se acordó hasta que les
gustaban los mismos
juguetes.
Entonces, Henrique
pensó: Si Olavo
|
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estaba ahora
viviendo en otro
lugar, en el
Mundo
Espiritual,
quien sabe si
él, ¿Henrique,
tampoco iría
para allá? |
¡Entonces tuvo una idea!
Decidió prepararse
debidamente para ese
día. Llegando a su casa,
contó a la madre lo que
había ocurrido con
Olavo.
La madre lo consoló:
— ¡Tú sabes, hijo mío,
que la muerte no existe
y que todos
continuaremos viviendo
en otro plano! Entonces,
haz plegarias por tu
amigo y, un día,
vosotros podréis
reencontraros. Henrique
balanceó la cabeza,
concordando con la
madre, y fue para su
cuarto.
Abrió el armario y cogió
una caja vacía de papel
que había hallado tan
bonita que hasta la hubo
guardado para usar
cuando lo necesitara.
La hora había llegado.
|
Entonces, Henrique
separó todo lo que más
le gustaba y fue
colocando dentro de la
caja: un trompo con el
cordón, algunos coches
especiales, una piedra
verde y transparente que
había hallado en una
playa, algunas conchitas
de formato diferente,
dos o tres libros de
historias que a él le
gustaba de releer de
tarde en tarde y una
pluma azul linda que
obtuvo de la abuela
Bina. ¡Ah! Y la ropa
|
que a él más le
gustaba y que
fue regalo de su
madre. |
Considerándose
satisfecho, cerró la
caja, la amarró con una
cinta y empujando una
silla, la guardó bien
alto en el armario.
Dos semanas después,
estaba haciendo tareas
en la sala cuando la
madre dijo:
— Henrique, eché en
falta la ropa nueva que
compré para ti y fui
buscar en tu armario.
¡Como estaba todo
desordenado, aproveché
para hacer una limpieza
en él y encontré esta
caja allá encima! ¡Tu
ropa nueva — la bermuda
y la camisa que te di —
están dentro de esta
caja! ¿Qué significa
eso, hijo mío?
Entonces el niño
explico:
— Mamá, como Olavo se
fue de repente para el
Mundo Espiritual, decidí
prepararme debidamente,
preparando todo lo que
me gustaría llevar, en
caso de que me pasara lo
mismo conmigo.
En aquel instante la
madre se conmovió,
entendiendo como la
partida del amigo había
influenciado en el hijo,
aún tan pequeño.
Se aproximo a el, lo
cogió en el regazo y lo
abrazó con inmenso amor,
después explicó:
— Mi hijo, entiendo tu
deseo de querer guardar
las cosas que más te
gustan para llevar junto
contigo para el Mundo
Espiritual, si necesitas
volver para allá. Sin
embargo, Henrique, nada
de eso podrá ir junto
contigo. Todo lo que sea
de la Tierra queda aquí
mismo. Solamente podrán
acompañarnos las
cualidades que
desarrollemos, el bien
que hicimos. Finalmente,
todo lo que sea del
Espíritu; nada que sea
de uso del cuerpo
material. ¿Entendiste?
— ¡Ah! ¡Yo pensé que
todo lo que fuera mío yo
podría llevar, mamá!
— No, mi hijo. Sólo
seguirán con nosotros
las cosas del alma. Por
eso, es necesario
aprender a ser bueno,
fraterno, a perdonar las
ofensas, desarrollar la
paciencia, la tolerancia
y mucho más.
Henrique pensó un poco y
comento sonriendo:
— Entonces, Olavo debe
estar muy bien. Nunca
quedó amargado con las
artes de los compañeros,
ayudó a todos, vivía
sonriendo. Pensé que él
estuviera ahora echando
en falta “sus cosas”,
pero creo que no. ¡Olavo
llevó realmente lo que
necesitaba! ¡Los bienes
del espíritu!
La madre abrazó
nuevamente al hijo y
sonrió:
— No te preocupes tanto
con tu amigo, Henrique.
Ciertamente él echará en
falta a los padres, a
los hermanos y a los
amigos, pero tendrá
ocasión de
reencontrarlos. En
cuanto a las cosas
materiales, no podemos
llevar junto con
|
|
nosotros, pero
podemos usar el
pensamiento para
crear el juguete
o la ropa que
nos gusta mucho. |
Más aliviado por las
explicaciones de la
madre, Henrique hizo una
plegaria, con mucha
emoción, por el amigo
que había partido, y
que, sin que él supiera,
estaba presente,
sonriendo feliz al ver
que no fue olvidado por
Henrique.
Los lazos espirituales
existentes entre los dos
con seguridad se
fortalecerían con el
pasar del tiempo, y
Olavo, ahora habitante
de la Verdadera Vida,
aprendiendo y
progresando, podría
transformarse en
Espíritu Protector de
Henrique.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo em
Rolândia-PR, aos
15/04/2013.)
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