Un pez sin
bicicleta
Vimos divulgado
en una de las
redes sociales
un cartel con
estos dichos:
“Un hombre sin
religión es como
un pez sin
bicicleta”.
Traduciéndolo en
nuestra lengua
clara y directa:
de la misma
manera que un
pez no necesita
de bicicleta, el
hombre no
necesita de
religión.
Ése es un
pensamiento que
se tornó un
modismo en los
días que
transcurren, más
común, sin
embargo, entre
los jóvenes, lo
que no es
difícil de
entender. Quien
no enfrentó aún
las agruras de
una larga
existencia puede
equivocarse con
relación a mucha
cosa. La
religión sería
sólo una de
ellas.
Con el pasar de
los años, no
obstante, cambia
nuestra visión
con respecto a
muchos asuntos,
como ocurrió,
por ejemplo, con
André Luiz, que
así se refirió
al asunto, luego
en la apertura
de su primera
obra
psicografada por
el médium Chico
Xavier:
“En ningún
momento, el
problema
religioso surgió
tan profundo a
mis ojos. Los
principios
puramente
filosóficos,
políticos y
científicos, se
me figuraban
ahora
extremamente
secundarios para
la vida humana.
Significaban, en
mi opinión,
valioso
patrimonio en
las esferas de
la Tierra, pero
urgía reconocer
que la humanidad
no se constituye
de generaciones
transitorias y
sí de Espíritus
eternos, a
camino de
gloriosa
destinación.
Averiguaba que
alguna cosa
permanece arriba
de toda
reflexión
meramente
intelectual. Ése
algo es la fe,
manifestación
divina al
hombre.
Semejante
análisis surgía,
sin embargo,
tardíamente. De
hecho, conocía
las letras del
Antiguo
Testamento y
mucha vez
hojeara el
Evangelio;
mientras tanto,
era inevitable
reconocer que
nunca buscara
las letras
sagradas con la
luz del corazón.
Las identificaba
a través de la
crítica de
escritores menos
acostumbrados al
sentimiento y a
la conciencia, o
en pleno
desacuerdo con
las verdades
esenciales. En
otras ocasiones,
las interpretaba
con el
sacerdocio
organizado, sin
salir jamás del
círculo de
contradicciones,
donde
estacionara
voluntariamente.”
(Nuestro Hogar,
cap. 1, pág.
18.)
Otros
importantes
conocidos en el
planeta
percibieron, aún
en vida, el
valor de la
religión y en
ese sentido es
necesario
acordar una de
las frases más
famosas
atribuidas a
Albert Einstein:
“La ciencia sin
religión es
coja; la
religión sin la
ciencia es
ciega”.
En el libro
Einstein y la
Religión, de
Max Jammer,
profesor de
Física y colega
de Einstein en
Princeton, hay
informaciones
interesantes
sobre el
relacionamiento
del notable
científico con
la religión. En
el libro, Jammer
menciona otra
frase importante
de Einstein, en
una entrevista
concedida en
1930 al escritor
James Murphy y
al matemático
John William
Navin Sullivan.
“Todas las
especulaciones
más apuradas en
el campo de la
ciencia”, les
dice Einstein,
“provienen de un
profundo
sentimiento
religioso; sin
ese sentimiento,
ellas serían
infructíferas.”
Fisiólogo y
cirujano
francés, el dr.
Alexis Carrel,
laureado con el
Premio Nobel de
Medicina de
1912, se
distinguió no
sólo por sus
experiencias
sobre injerto de
tejidos y de
órganos y su
sobrevida fuera
del cuerpo, sino
también por sus
obras
filosóficas,
entre las cuales
se destaca “El
hombre, ése
desconocido”,
best-seller en
Norteamérica en
1935.
En Febrero de
1942, la revista
Selecciones del
Reader´s Digest
reveló otra
característica
del gran médico
y pensador: su
fe en Dios y su
creencia en el
valor
inconmensurable
de la oración,
que él define
como siendo “una
invisible
emanación del
espíritu de
adoración del
hombre, la forma
de energía más
poderosa que él
es capaz de
generar”.
He aquí,
resumidamente,
lo que dice
sobre la oración
y la religión el
notable médico
francés:
1. La oración
marca con sus
señales
indelebles
nuestras
acciones y
conducta.
2. La oración es
una fuerza tan
real como la
gravedad
terrestre. La
influencia de la
oración sobre el
cuerpo y sobre
el espíritu
humano es tan
susceptible de
ser demostrada
como la de las
glándulas
secretoras.
3. Muchos
enfermos se han
libertado de la
melancolía y de
la enfermedad
gracias a la
oración. Es que,
cuando oramos,
nos unimos a la
inagotable
fuerza motriz
que acciona el
universo y, al
pedir, nuestras
deficiencias
humanas son
suplidas y nos
erguimos
fortalecidos y
restaurados.
4. No debemos,
sin embargo,
invocar a Dios
teniendo como
meta solamente
la satisfacción
de nuestros
deseos. Más
fuerza logramos
con la oración
cuando la
empleamos para
suplicarle que
nos ayude a
imitarlo.
5. Toda vez que
nos dirigimos a
Dios, mejoramos
de cuerpo y de
alma. No tiene,
sin embargo,
sentido orar por
la mañana y
vivir como
bárbaro el resto
del día.
6. Hoy, más que
nunca, la
oración es una
necesidad
ineluctable en
la vida de
hombres y
pueblos. Es la
falta de
intensidad en el
sentimiento
religioso que
acabó por traer
el mundo al
borde de la
ruina.
El pensamiento
de André Luiz,
Einstein y
Alexis Carrel
debería estar
presente en la
mente de todos
aquellos que, de
modo infantil,
redactaron o
divulgaron la
frase del cartel
a que nos
referimos: “Un
hombre sin
religión es como
un pez sin
bicicleta”.
Piensen y se
comporten así y
verán lo que los
espera en su
retorno a la
verdadera vida.
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