La oración es
una fuerza
en
nuestra vida
El editorial
publicado en
nuestra edición
anterior suscitó
interesantes
comentarios
alrededor de la
oración y su
efectivo valor.
La principal
obra de la
doctrina
espirita – El
Libro de los
Espíritus,
de Allan Kardec
– dedica un
capítulo entero
a la oración,
definiendo ésta
como un legitimo
acto de
adoración al
Creador de la
vida, cuya
importancia para
nosotros es muy
grande y bien
superior a la
que generalmente
imaginamos.
“Orar a Dios –
enseña el
Espiritismo – es
pensar en Él; es
acercarse de Él;
es ponerse en
comunicación con
Él.” (El
Libro de los
Espíritus,
ítem 659.)
Enseñada por el
Cristo y por sus
instructores
espirituales, la
oración es, en
verdad, una
manifestación
del alma en
busca de la
Presencia
Divina, una
especie de
charla con el
Creador o con
sus
representantes,
y por eso debe
ser desnuda de
todo y cualquier
formalismo.
La oración debe
ser el primer
acto en nuestro
retorno a las
actividades de
cada día y, en
razón de eso,
cultivada
diariamente. El
Espíritu de
Monod así lo
recomienda en un
mensaje
constante del
capítulo 27,
ítem 22, d’
El Evangelio
según el
Espiritismo.
Recordemos aquí
algunas
recomendaciones
que sobre la
oración
encontramos en
la doctrina
espirita:
·
La oración,
cuando hecha con
el corazón, es
siempre
agradable a
Dios.
·
La oración debe
ser secreta, no
es necesario que
sea larga y debe
ser precedida
del acto del
perdón.
·
La oración no
puede ser
pagada, porque
“es un acto de
caridad, un
lance del
corazón”.
·
El esencial no
es orar mucho,
pero orar bien.
·
La oración debe
ser espontánea,
objetiva, llena
de sentimientos
elevados, que
necesitan ser
cultivados
siempre.
·
La forma de la
oración nada
vale, pero sí el
contenido.
·
La actitud de
aquél que ora es
íntima,
eminentemente
espiritual.
Actitudes
convencionales,
posición externa
y rituales son
vestiduras
dispensables al
acto de orar.
·
La oración debe
traducir lo que
realmente
estamos
sintiendo,
pensando y
queriendo en
aquel momento,
de una manera
precisa, sin que
eso constituya
una repetición
de termos que,
en la mayoría de
las veces, son
ininteligibles
para quien los
profiere.
·
La oración torna
mejor el hombre,
porque aquél que
ora con fervor y
confianza se
hace más fuerte
contra las
tentaciones del
mal y Dios le
envía buenos
Espíritus para
asistirlo.
·
Podemos pedir a
Dios que nos
perdone las
faltas, pero
sólo obtendremos
el perdón
cambiando la
manera de
proceder, pues
las buenas
acciones son la
mejor oración y
los actos valen
más que las
palabras.
Hay en el
Evangelio un
ejemplo de
oración que
debería servir
como modelo para
todos nosotros
que
habitualmente
oramos. Hablamos
de la oración
del publicano,
narrada en el
cap. XVIII del
Evangelio según
Lucas.
Recordemos la
lección, que nos
enseña que la
humildad y la
sinceridad son
requisitos
fundamentales en
la oración:
“Jesús también
dijo esta
parábola a
algunos que
ponían su
confianza en sí
mismos, como
siendo justos, y
despreciaban los
otros: Dos
hombres subieron
al templo para
orar; uno era
fariseo,
publicano el
otro. El
fariseo,
conservándose de
pie, oraba así,
consigo mismo:
Dios mío, os
imploro gracias
por no ser como
los otros
hombres, que son
ladrones,
injustos y
adúlteros, ni
mismo como ese
publicano. Ayuno
dos veces por la
semana; doy el
diezmo de todo
lo que poseo.
El publicano, al
contrario,
conservándose
apartado, no
osaba, siquiera,
erguir los ojos
al cielo; pero
golpeaba en el
pecho, diciendo:
Dios mío,
tened piedad de
mí, que soy un
pecador.
Os declaro que
éste volvió para
su casa,
justificado, y
el otro no; dado
que aquél que se
eleva será
rebajado y aquél
que se humilla
será elevado.”
(Lucas, cap,
XVIII, vv del 9
al 14.)
Además de la
humildad y de la
sinceridad
ejemplificadas
en la oración
del publicano,
otro requisito
esencial es
destacado por
Jesús en su
enseñanza sobre
la oración, o
sea, el olvido y
el perdón que
debemos conceder
a los que nos
tengan
perjudicado.
Jesús nos
recomienda
expresadamente
que debamos
reconciliarnos
con los
adversarios,
antes de ofrecer
al Padre nuestra
ofrenda y elevar
a Él nuestra
oración.
Según la
doctrina
espirita, tres
cosas podemos
hacer por medio
de la oración:
loar, pedir y
agradecer.
Loar es
reconocer y
enaltecer a Dios
por todo lo que
Él creó.
Significa
aceptar con
alegría todo lo
que nos rodea,
que, en lo que
se refiere a la
participación
del Señor en
nuestra vida, es
siempre justo,
equilibrado y
perfecto.
Ejemplo de
oración de
alabanza es el
Salmo 23 de
David.
En lo que se
refiere a la
oración de
pedido, he aquí
algo que todos
hacemos, pero
son pocos, en
verdad, los que
sabemos hacerlo,
lo que nos lleva
generalmente a
pedir a Dios
aquello que no
se debe. No
debemos pedir,
por ejemplo, el
alejamiento del
dolor, pero las
fuerzas y la
comprensión para
soportarla.
Emmanuel nos da
a propósito de
eso, en “Recados
del Más Allá de
la Tumba”, un
ejemplo que
deberíamos
seguir en
nuestras
oraciones de
pedido: “Jesús!
Reconozco que Tu
voluntad es
siempre el mejor
para cada uno de
nosotros; pero
si me permites
algo pedirte,
ruego que me
auxilies a ser
una bendición
para los otros”.
Concluyendo, es
bueno que nos
acordemos de
agradecer
también a Dios
la bendición de
la vida, la
familia que
tenemos, los
amigos que nos
rodean, la salud
y las
oportunidades
que Él nos
concede todos
los días con la
generosidad y la
paciencia de un
verdadero Padre.
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