Los teólogos ven
en Jesucristo
una deidad
pre-existente
que se hizo
mortal, y no
como un mortal
transformado en
deidad conforme
a la Doctrina de
Ario (280/336).
El apóstol Pablo
habría sostenido
la primera idea,
o sea, la de la
deidad
pre-existente y
mortal.
Según piensan
algunos
historiadores,
Pablo, con el
propósito de que
Roma más
fácilmente
aceptara las
enseñanzas de
Jesús, lo niveló
a las
divinidades de
allá. Dicen que
el Apóstol de
los Gentiles
endiosó y
mitificó al
Maestro Nazareno
para satisfacer
intereses del
patriciado,
siendo él,
Pablo, ciudadano
romano.
Pablo lo colocó
a la misma
altura de otros
dioses de las
creencias mucho
más antiguas,
además de
igualar al
Maestro Jesús a
los dioses
romanos y a
aquellos llenos
de misterios y
de cultos
secretos,
pertenecientes a
Egipto, India,
Persia, Grecia y
otros. Tal
parecer viene de
los que admiten
sólo al Jesús
histórico, como
el historiador
especulativo
Michael Baigent,
el cuenta
cuentos Richard
Leigh y el
escritor-periodista
Henry Lincoln,
autores de la
obra El Santo
Grial y el
Linaje Sagrado,
libro best
seller con 17
ediciones en
Inglaterra.
Concepto de
divinidad a
través de los
tiempos
Había una
tendencia de
considerarse
“dios” a
cualquier
persona notable
en el mundo
antiguo.
Orientales,
griegos y
romanos
endiosaban a sus
personajes. A
causa de esa
tradición,
concibieron a
Jesús como el
propio Dios. El
concepto de
divinidad, a lo
largo de los
siglos,
evolucionó desde
las formas más
primitivas,
oriundas de las
tribus de
largísimo
periodo
histórico hasta
las dogmáticas
definiciones
religiosas.
Históricamente,
no se sabe
cuando los
primeros grupos
primitivos
concibieron y
pasaron a rendir
culto a esos
símbolos plenos
de poderes
especiales,
concebidos a la
imagen y
semejanza del
hombre.
No se sabe en
que época surgió
la idea. Las
primeras
concepciones
habrían
aparecido en los
periodos
Paleolítico y
Neolítico,
manifestadas por
el sentimiento
humano de un
vínculo con la
Tierra, con la
Naturaleza, con
los ciclos y la
fertilidad. La
idea más moderna
de dioses, dicen
provenir de las
religiones
sumeria, védica
y egipcia,
existentes
alrededor de
3.600 a. C.
Era común tener
por hijos de
alguna divinidad
a ciertos
hombres. Aquel
que se destacara
de los demás por
su sabiduría y
primacía moral
era, por lo
tanto,
considerado una
de esas
divinidades,
según se
pensaba,
consecuencia de
la unión de
ellas con
criaturas
humanas del sexo
femenino. El
conjunto de
mitos
greco-romanos
restablecidos de
sentimiento de
lo
extraordinario y
magnitud de sus
políticos,
guerreros y
filósofos,
presenta como
hijos de dioses
tales
personalidades
conscientes, de
intelecto,
deseos y
emociones
bastante
humanas; no es
raro, poseedores
del poder, se
reputaban
autoridades
supremas y se
hacían
obedecidos,
imponiendo sus
leyes.
Refutaciones y
declaraciones
Cristo no se
fundamenta en la
lógica ni en
bases
científicas,
dicen. En el
caso del
Cristianismo de
los teólogos,
Cristo
mitificado por
Pablo no tiene
lógica por la
incoherencia de
la afirmación
según la cual él
y el Padre
serían una sola
persona, debido
a la Doctrina o
Misterio de la
Santísima
Trinidad copiada
del Budismo,
del Hinduismo,
del Duidrismo,
del Caldeísmo,
de la mitología
escandinava y de
la egipcia; sin
base científica,
con ocasión del
supuesto origen
sin el acto
sexual seguido
del embarazo, su
fase ovular,
embrionaria y
fetal hasta el
nacimiento.
Pablo habría
sido el gran
responsable por
el endiosamiento
de Jesús de
Nazaret en
cartas y
predicaciones,
dicen.
Estudiosos de
textos
evangélicos
creen que Pablo
incluyó a Jesús
en el número de
las divinidades
de
personificación
masculina
superiores a los
hombres. Hay un
pasaje que
parece aludir a
esto en Romanos,
capítulo 9,
versículo 5, en
el cual Pablo
llama a Jesús
“Dios bendito
para siempre”;
aun así, no se
puede
categóricamente
afirmar que el
apóstol haya
querido decir
que Jesús sería
el propio Dios,
según pensamos.
En nuestra
comprensión,
Pablo jamás
afirmó que Jesús
fuera Dios, como
también sugiere
este otro pasaje
igual a aquel:
“Dios bendito
para todo
siempre” (1.a
Corintios, 8,
5). Esa supuesta
apoteosis del
Maestro
procedería mucho
más de Juan
Evangelista que
de Paulo (Juan,
uno de los
principales
líderes del
Cristianismo
Primitivo, junto
con Santiago,
hermano de
Jesús). Quién
más dio fuerza a
esa idea fue de
hecho el
Evangelista,
cuando del “yo y
el Padre somos
uno” (Jo., 10,
30), y en el
capítulo 14,
versículo 9, hay
el “quién me ve
a mí ve al
Padre”.
Es en esos dos
referidos
pasajes de Juan
que los
literatos alegan
la divinidad de
Jesús. Lo
curioso es que
ellos no
consideran este
tramo en que
Juan dice más
adelante: “Padre
Santo, guárdalos
en tu nombre,
que me diste,
para que ellos
sean uno, así
como nosotros”.
Note, en este
pasaje, que el
Maestro deifica
a los apóstoles
(Jo., 17, 11,
21). Jesús nunca
hubo afirmado
ser Dios. El
título a que Él
reiteradas veces
se atribuía era
el de Hijo del
Hombre. Consta
este dicho 80
veces en los
evangelios: 30
veces en el de
Mateo; 14 veces
en el de Marcos;
26 veces en el
de Lucas; 10 en
el de Juan.
Pocas veces
Jesús se
autodenominó
“Hijo de Dios”.
Los discípulos y
otros así lo
llamaban. “Hijo
de Dios”,
necesariamente,
no significa el
propio Dios cómo
se deduce del
Evangelista,
cap. 1º, vers.
2: “A todos
cuantos lo
recibieron, les
dio el poder de
hacerse hijos de
Dios”.
A propósito,
Krishna era
igualmente
llamado “Hijo de
Dios”. Esa
figura central
del Hinduismo,
considerada la
Segunda Persona
de la Trinidad,
conforme las
escrituras
hindúes, como
Cristo, es el
“único salvador
del mundo”, “el
verbo creador”.
En consonancia
con el Bhagavata
Purana, Krishna
nació
milagrosamente
de un parto del
vientre de
Devaki, su madre
terrena, como
ocurrió a la
madre de Jesús,
Maria de
Nazaret, ambas
“concebidas sin
pecado”. Krishna
se transfiguró,
y era visto aún
como el Mesías y
la “palabra de
Dios”; autor de
muchas curas
milagrosas, al
declararse
“camino, verdad
y vida”: Yo soy
el camino [...];
yo soy la
vida[...]; soy
yo aún la luz de
la Verdad
[...]”.
Jesús fue un ser
humano como otro
cualquiera de
este planeta.
Él, conforme la
Doctrina
Espírita,
representa al
ser más puro
visto en este
mundo, el tipo
más perfecto
para servir de
guía y modelo a
los Espíritus
encarnados y
desencarnados
pegados a la
Tierra. En el
concepto del
maestro Allan
Kardec, él es el
tipo de la
pureza moral a
que puede
aspirar la
Humanidad, y la
doctrina
enseñada por él
es de la más
pura expresión
de la ley
divina. De
hecho, otros
enseñaron lo que
Jesús enseñó;
pero los
sentimientos
demasiado
terrenos, siendo
dominantes, nos
hicieron
confundir leyes
divinas con
leyes humanas.
Sólo que un
Espíritu del
valor de Jesús
de Nazaret, que
no reencarnó, y
sí encarnó en la
Tierra, vino
aquí y enseñó
como se hace el
bien,
ejemplificándolo;
he ahí la
diferencia.
Conclusión
Por endiosar a
personas
juzgadas
especiales en el
mundo antiguo,
como vimos, los
apóstoles así
fueron vistos
por el pueblo, y
por el propio
Maestro de
Nazaret (¡o de
Belén, y hay
controversia!).
Probablemente,
Pablo y Juan
desearon
proyectar al
Maestro como
divinidad, en
medio de otras
tantas. Cristo
del Cristianismo
de los teólogos,
estamos de
acuerdo con los
ilustres citados
autores, no pasa
incluso de una
figura utópica.
Ni Paulo, ni
Juan, según
nuestro punto de
vista, tienen
responsabilidad
por el
endiosamiento de
Jesús de
Nazaret.
Responsabilidad
tienen los
teólogos
antiguos y
modernos: los
antiguos, por
aprovecharse de
aquel ambiguo
pensamiento
acerca de Jesús;
los modernos,
por la defensa
de los
compañeros
antiguos sobre
ese pensamiento
que conviene al
dogma de aquella
famosa trilogía
a que se apegan
y similares.
Cristo, en
verdad, es el
Hombre de
Nazaret. Los
espíritas, lejos
de ver en Jesús
una niñera, un
camicase, ven en
él al Maestro
amigo e
inteligente,
amoroso, el
Hermano más
perfecto en
virtudes, un
Espíritu de alta
jerarquía
espiritual,
viniendo al
mundo para
enseñarnos,
sobre todo, como
se ama a Dios, y
no como temerlo.
Jesús es un
Dios... ¡¿Y por
qué no?! ¡Está
claro! Él lo es
conforme lo que
pensaba Juan,
Pablo, Tomás
(Juan, 20, 28) y
los Espíritus
superiores,
porque nadie
mejor que Jesús
merece ese
título, con todo
el respeto a los
demás objetos de
culto de las
antiguas
civilizaciones.
Y haciendo
nuestras las
palabras de un
ex-pastor
protestante, el
dignísimo Jayme
de Andrade,
acerca de Jesús:
Él fue, con
efecto, la más
perfecta de las
criaturas que
jamás pisaron
este planeta; en
él se manifestó
corporalmente
toda la plenitud
de la divinidad
(Pablo a los
Colosenses, 2,
9), pues en
ningún otro
hombre se
presentaron más
excelsas la
sabiduría y la
virtud.
Es así que los
espíritas
sinceros, de
verdad, piensan
y siguen a
Jesús, tomándolo
como ejemplo en
las acciones del
día a día,
principalmente,
respetando todas
las religiones,
sin ofender,
decir calumnias
y condena a
quien quiera que
sea. Los que así
proceden,
ciertamente que
están en contra
de las
enseñanzas de
Jesús.
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