Clamor de las
masas
Ninguna persona
que ame este
País y desea el
bienestar para
todos los
brasileños puede
negar la
importancia de
las
manifestaciones
que tomaron
cuenta de Brasil
en las últimas
semanas.
Iniciadas en São
Paulo-SP, ellas
se extendieron
por todas las
capitales de las
Provincias y por
las ciudades del
interior más
importantes,
para enseñar que
esta nación
necesita de
mayor seriedad y
sensibilidad en
tratar las cosas
públicas.
Una educación de
calidad, un
sistema de
transporte
rápido y digno,
asistencia
médica para
todos,
independiente de
tener o no el
seguro de
enfermedad,
tolerancia cero
con la
corrupción, fin
de la impunidad,
seguridad
efectiva para
que se pueda ir
y venir sin
miedo, he aquí
algunas de las
banderas que,
sin color
partidaria y sin
fines
electoreros,
fueron
presentadas con
claridad en la
sucesión de los
días.
Así como en
Porto Alegre-RS
o en Macapá-AP,
en la gigantesca
São Paulo-SP o
en la pequeña y
no menos
importante
Cataguases-MG,
el pueblo
expresó toda su
indignación con
lo que se está
pasando en este
país, donde la
corrupción, el
desprecio, la
burla y la
indiferencia
atingieron
niveles jamás
vistos.
A nosotros es,
por eso, difícil
agregar alguna
cosa, razón por
la cual hacemos
nuestras las
palabras que,
con el título de
“Clamor
social: el
clímax y la
indiferencia de
los
gobernantes”,
Divaldo
Franco escribió
en su artículo
quincenal
publicado en el
día 20 de junio
en el periódico
La Tarde,
de Salvador-BA.
He aquí el texto
firmado por
Divaldo:
“Cuando las
injusticias
sociales atingen
el clímax y la
indiferencia de
los gobernantes
por el pueblo
que se contuerce
en las amarras
de las
necesidades
diarias, bajo el
estímulo de los
conflictos
íntimos y del
sufrimiento, se
generaliza, en
las culturas
democráticas,
las masas salen
a las calles y a
las plazas de
las ciudades
para presentar
su clamor, para
exigir respeto,
para que sean
cumplidas las
promesas
electoreras que
les fueron
hechas…
Ya no es más
posible
amordazar a las
personas,
oprimiéndolas y
amenazándolas
con los
instrumentos de
la agresividad
policial y de la
indiferencia por
sus dolores.
El ser humano de
la actualidad se
encuentra
inquieto en toda
parte,
recorriendo al
derecho de ser
respetado y de
tener
oportunidad de
vivir con el
mínimo de
dignidad.
No hay más lugar
en la cultura
moderna para el
absurdo de los
gobiernos
arbitrarios, ni
la aplicación de
los recursos que
son sacados del
pueblo para
extravagancias
disfrazadas de
necesarias,
mientras la
educación, la
salud, el
trabajo son
escasos o
colocados en un
sitio inferior.
La utilización
de estadísticas
falsas,
adaptadas a los
intereses de los
administradores,
no consigue
aplacar el
hambre, iluminar
la ignorancia,
auxiliar en la
liberación de
las
enfermedades,
ampliar el
abanico de
opciones de
trabajo digno al
contrario del
asistencialismo
que enmascara
los sufrimientos
y abre espacio
para el clamor
que hoy explota
en el País y en
diversas
ciudades del
mundo.
Es lamentable,
sin embargo, que
personas sin
escrúpulos,
agitadoras, que
viven en función
de la anarquía y
de la falta de
respeto, se
aprovechen de
esos nobles
movimientos y
los transformen
en un festejo de
destrucción.
Que, para ésos
inconsecuentes,
sean aplicados
los correctivos
previstos por
las leyes, pero
que se preserven
los derechos del
ciudadano para
reclamar
justicia y apoyo
en sus
reivindicaciones.
El pueblo,
cuando clama en
sufrimiento, no
silencia su voz,
sino cuando son
atendidas sus
justas
reivindicaciones.
En ese sentido,
cabe a los
jóvenes, los
ciudadanos del
futuro, la
iniciativa de
increpar en
contra las
infames
conductas… pero,
en orden y en
paz.”
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mencionada es –
http://atarde.uol.com.br
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