Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Es el
divorcio contrario a la
ley natural establecida
por Dios?
B. ¿Qué
es más importante para
nosotros: la existencia
terrestre o la vida
espiritual?
C. ¿Qué
es la vida terrestre
para la Doctrina
Espírita?
D. ¿Cómo
interpretar esta frase
de Jesús: “No he venido
a traer la paz, sino la
división”?
Texto para la lectura
292. “El
árbol que produce frutos
malos no es bueno, y el
árbol que produce frutos
buenos no es malo;
porque cada árbol se
conoce por su fruto. No
se recogen higos de los
espinos, ni racimos de
uva de las zarzas. El
hombre de bien saca las
cosas buenas del tesoro
de su corazón, y el malo
saca las malas del mal
tesoro de su corazón;
porque la boca habla de
lo que está lleno el
corazón.”
(Lucas, cap. VI, vv.43
1 45.)
(Cap. XXI, ítem 1.)
293.
“Guardaos de los falsos
profetas que vienen a
vosotros cubiertos de
pieles de oveja y que
por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos
los conoceréis. ¿Se
pueden recoger uvas de
los espinos o higos de
las zarzas? Así, todo
árbol bueno produce
frutos buenos y todo
árbol malo produce
frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir
frutos malos y un árbol
malo no puede producir
frutos buenos. Todo
árbol que no produce
buenos frutos será
cortado y lanzado al
fuego.” (Mateo, cap.
VII, vv. 15 a 20.)
(Cap.
XXI, ítem 2.)
294. En
el sentido evangélico,
el vocablo profeta tiene
una significación más
amplia. Se llama así a
todo enviado de Dios con
la misión de instruir a
los hombres y revelarles
las cosas ocultas y los
misterios de la vida
espiritual. Un hombre,
pues, puede ser profeta
sin hacer predicciones.
La idea de que el
profeta podía adivinar
el futuro era común
entre los judíos, en el
tiempo de la venida de
Cristo. Por eso, cuando
lo llevaron ante Caifás,
los escribas y los
ancianos le escupieron
en el rostro, le dieron
puñetazos y bofetadas,
diciendo: “Cristo,
profetízanos y di quién
te golpeó”. (Cap. XXI,
ítem
4.)
295. El
hecho de obrar lo que
ciertas personas
consideran prodigios no
constituye señal de una
misión divina, porque
ello puede resultar de
conocimientos cuya
adquisición está al
alcance de cualquier
persona, o de facultades
orgánicas especiales,
que tanto el más indigno
como el más digno pueden
poseer. El verdadero
profeta se reconoce por
características más
serias y exclusivamente
morales.
(Cap.
XXI, ítem 5.)
296. Si
los que se dicen
revestidos de poder
divino revelan señales
de una misión de
naturaleza elevada, es
decir, si poseen en el
más alto grado las
virtudes cristianas y
eternas: caridad, amor,
indulgencia, la bondad
que concilia los
corazones; si en apoyo
de sus palabras muestran
sus actos, entonces
podréis decir: Estos son
realmente enviados de
Dios. Pero, desconfiad
de las palabras
melifluas, desconfiad de
los escribas y fariseos
que oran en las plazas
públicas vestidos con
largas túnicas.
Desconfiad de los que
pretenden tener el
monopolio de la verdad.
(Cap.
XXI, ítem 8, Luis.)
297. De
todo lo que revele un
átomo de orgullo, huid,
como de una lepra
contagiosa que corrompe
todo lo que toca.
Recordad que cada
criatura lleva en su
frente, pero
principalmente en sus
actos, el sello de su
grandeza o de su
inferioridad.
(Cap.
XXI, ítem 8, Luis.)
298. Los
falsos profetas no sólo
se encuentran entre los
encarnados. Los hay
también, y en mucho
mayor número, entre los
Espíritus orgullosos
que, aparentando amor y
caridad, siembran la
desunión y retrasan la
obra de la emancipación
de la Humanidad,
lanzándole de soslayo
sus sistemas absurdos,
después de haber hecho
que sus médiums los
acepten.
(Cap.
XXI, ítem 10, Erasto.)
299. Son
ellos los que esparcen
el fermento de los
antagonismos entre los
grupos, que les induce a
aislarse los unos de los
otros, y a mirarse con
precaución. Sólo esto
bastaría para
desenmascararlos, porque
procediendo así, son los
primeros en dar el más
formal desmentido a sus
pretensiones. Ciegos,
pues, son los hombres
que se dejan caer en tan
grosero embuste.
(Cap.
XXI, ítem 10, Erasto.)
300.
Rechazad sin
condescendencia a todos
esos Espíritus que se
presentan como
consejeros exclusivos,
predicando la división y
el aislamiento. Son casi
siempre Espíritus
vanidosos y mediocres
que buscan imponerse a
los hombres débiles y
crédulos, prodigándoles
alabanzas exageradas, a
fin de fascinarlos y
tenerlos dominados.
(Cap.
XXI, ítem 10, Erasto.)
301.
Asimismo, estad seguros
de que cuando una verdad
debe ser revelada a los
hombres es, por así
decirlo, comunicada
instantáneamente a todos
los grupos serios que
disponen de médiums
también serios, y no a
tal o cual, con
exclusión de los demás.
Ningún médium es
perfecto si está
obsesado; y hay obsesión
manifiesta cuando un
médium sólo es apto para
recibir comunicaciones
de determinado Espíritu,
por muy alto que éste
trate de colocarse.
(Cap.
XXI, ítem 10, Erasto.)
302. Sólo
es inmutable lo que
viene de Dios. Todo lo
que es obra de los
hombres está sujeto a
cambios. Las leyes de la
Naturaleza son las
mismas en todos los
tiempos y en todos los
países. Las leyes
humanas cambian según
las épocas, los lugares
y el progreso de la
inteligencia. En el
matrimonio, lo que es de
orden divino es la unión
de los sexos, para que
se realice la renovación
de los seres que mueren;
pero las condiciones que
regulan esta unión son
de tal manera humanas,
que no hay en el todo
mundo dos países donde
éstas sean absolutamente
iguales.
(Cap.
XXII, ítem 2.)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Es el
divorcio contrario a la
ley natural establecida
por Dios?
No. El
divorcio es la ley
humana que tiene por
objeto separar
legalmente lo que ya, de
hecho, está separado. No
es contrario a la ley de
Dios, porque sólo
reforma lo que los
hombres han hecho y sólo
es aplicable en los
casos en los que no se
tuvo en cuenta la ley
divina – la ley del
amor. Pero ni el mismo
Jesús consagró la
indisolubilidad absoluta
del matrimonio, porque
conforme ya vimos, Él
admitía el divorcio en
los casos de adulterio.
(El
Evangelio según el
Espiritismo, cap. XXII,
ítem 5.)
B. ¿Qué
es más importante para
nosotros: la existencia
terrestre o la vida
espiritual?
La vida
espiritual es la
verdadera vida, es la
vida normal del Espíritu
y, por este motivo,
mucho más importante que
la existencia terrestre.
(Obra
citada, cap. XXIII,
ítems 6 a 8.)
C. ¿Qué
es la vida terrestre
para la Doctrina
Espírita?
La
existencia terrestre,
aunque es importante
para el progreso del
Espíritu, es transitoria
y pasajera. El papel que
desempeñamos en una
existencia corporal se
termina con la muerte
del cuerpo. Es pues, en
el mundo espiritual que
transcurre la verdadera
vida, y en ella los
disfraces no son
posibles.
(Obra
citada, cap. XXIII, ítem
8.)
D. ¿Cómo
interpretar esta frase
de Jesús: “No he venido
a traer la paz, sino la
división”?
¿Será
posible que Jesús, la
personificación de la
dulzura y la bondad,
haya dicho: “No he
venido a traer la paz,
sino la espada; he
venido a separar al hijo
del padre, a la esposa
del esposo; vine a echar
fuego en la Tierra y
tengo prisa de que
arda”?
¿No
estarán esas palabras en
contradicción flagrante
con sus enseñanzas?
No; no
hay contradicción en
estas palabras que, en
verdad, dan testimonio
de su gran sabiduría.
Cuando Jesús dice: “No
creáis que he venido a
traer la paz, sino la
división”, su
pensamiento era éste:
“No creáis que mi
doctrina se establecerá
pacíficamente; traerá
luchas sangrientas, y
tendrán mi nombre como
pretexto, porque los
hombres no me habrán
comprendido, o no me
habrán querido
comprender. Los
hermanos, separados por
sus respectivas
creencias, desenvainarán
la espada el uno contra
el otro y la división
reinará en el seno de
una misma familia, cuyos
miembros no compartirán
la misma creencia. Vine
a echar fuego en la
Tierra para limpiarla de
los errores y los
prejuicios, del mismo
modo que se prende fuego
un campo para destruir
en él las malas hierbas,
y tengo prisa de que el
fuego se encienda para
que la depuración sea
más rápida, porque del
conflicto saldrá
triunfante la verdad. A
la guerra sucederá la
paz; al odio de los
partidos, la fraternidad
universal; a las
tinieblas del fanatismo,
la luz de la fe
esclarecida. Entonces,
cuando el campo esté
preparado, os enviaré el
Consolador, el Espíritu
de Verdad, que vendrá a
restablecer todas las
cosas, es decir, que al
dar a conocer el
verdadero sentido de mis
palabras, que los
hombres más esclarecidos
por fin podrán
comprender, pondrá
término a la lucha
fratricida que divide a
los hijos de un mismo
Dios. Cansados, al
final, de un combate sin
resultados, que sólo
trae consigo la
desolación y la
perturbación hasta el
seno de las familias,
los hombres reconocerán
dónde están sus
verdaderos intereses, en
relación a este mundo y
al otro. Verán de qué
lado están los amigos y
los enemigos de su
tranquilidad. Todos
entonces se pondrán bajo
la misma bandera: la de
la caridad, y las cosas
serán restablecidas en
la Tierra de acuerdo con
la verdad y los
principios que os he
enseñado”. (Obra
citada, cap. XXIII,
ítems 9, 10, 11 y 16.)
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