La parábola de
los talentos
y
lo que hemos
hecho
Hace algunos
años vino a
hablar en
nuestra región
un renombrado
orador espirita
radicado en la
Capital de São
Paulo. En una de
las ciudades
donde él
profirió
vibrante
conferencia el
público presente
fuera bien
pequeño; no
había en el
recinto más de
diez personas.
Terminada la
conferencia, un
amigo, que había
llevado el
orador hasta
aquella
localidad, habló
del asunto y
lastimó el
hecho. Al fin y
al cabo, el
visitante
viniera de
lejos, dejara
sus quehaceres y
la comodidad del
propio hogar y,
no obstante, las
personas de la
ciudad no
valoraron, como
deberían, su
presencia.
Así que oyó
tales palabras,
el orador se
volvió para el
amigo y le dijo:
¿“Usted sabe
para cuántas
personas Cairbar
Schutel hablaba
en el inicio de
sus tareas en la
mies espirita?
¿Y Chico Xavier?
¿Cuántas veces
leyó y comentó
el Evangelio
para un sala
vacía? ¡Hombre!,
¿Si Cairbar y
Chico pasaron
por eso, quién
somos nosotros
para lastimar
tales cosas?”.
Ese asunto fue
suscitado debido
a un hecho muy
común que ocurre
en las lides
espiritas, donde
trabajadores
diversos –
conferenciantes,
coordinadores de
estudio,
evangelizadores
y cooperadores
en general –
desisten de
determinada
tarea debido al
número diminuto
de personas o de
niños que
comparecen a la
actividad que
realizan.
El voluntario de
la tarea
espirita empieza
muchas veces con
todo entusiasmo,
pero enseguida
desanima,
entendiendo que
no vale la pena
desplazarse de
su hogar para
participar de
una actividad
que considera
sin importancia…
En la conocida
parábola de los
talentos,
apuntada por
Mateo en el cap.
25, vv.14 a 30
de su Evangelio,
hay un pasaje
que deberíamos
tener siempre a
la vista.
Nos referimos a
la frase que fue
dicha por el
Señor a su
siervo:
“Servidor bueno
y fiel; pues que
fuiste fiel en
poca cosa, te
confiaré muchas
otras; comparta
de la alegría de
tu señor”.
Cuando somos
invitados a
trabajar en la
mies cristiana,
no importa
cuántos adultos
o cuantos niños
iremos atender.
Lo que importa
es nuestra
participación,
es nuestro
empeño, es la
buena voluntad
con que
realizamos la
tarea, porque
todo trabajo
hecho con amor y
abnegación tiene
igual peso, sea
en una gran
institución
localizada en la
Capital de la
República, sea
en una sencilla
casa espirita
situada en la
periferia de
cualquiera de
una de las
ciudades de
Brasil o del
exterior.
Siendo fiel en
el cumplimiento
de la tarea que
suponemos
humilde o sin
importancia,
estaremos
preparándonos
para tareas más
complejas o de
mayor
responsabilidad
que un día
ciertamente nos
serán delegadas.
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