Tamañas y tantas son las
tragedias en la
humanidad, personales o
colectivas, que, desde
todos los tiempos,
“gente del pueblo” —
pensadores comunes — y
filósofos de gran
proyección mundial
siempre cuestionaron,
unos y otros, sin
obtener respuesta, ¿cómo
es que el Creador — el
Padre, Dios, finalmente
—, “siendo tan amoroso,
justo y creador
omnipotente” según
predican las religiones,
máxime el Cristianismo,
permite que ocurran
tantas desgracias en
este mundo?...
En el siglo XVII, con
insospechada sinceridad,
el famoso filósofo y
matemático alemán
Leibniz (Gottfried
Wilhelm – 1646/1716),
declaró, después de
analizar una serie de
relaciones de causa y
efecto, que “vivimos en
el mejor de los
universos posibles
creados por un Dios” —
esa, una visión
optimista.
En el siglo XVIII,
precisamente en 1755, un
terremoto en Lisboa
sesgó la vida allí de
cerca de sesenta mil
personas y de diez mil
más en la costa africana
(Marruecos). En los
trágicos raíles de tal
tragedia, los llamados
“iluministas” no
perdieron el tiempo: en
el calor de la tragedia
erupcionaron la
existencia divina, sea
allá como ella se
proclamara — aquí, una
visión negativista.
Dudas no esclarecidas de
hecho siempre
existieron: la madre que
pierde el hijo
trágicamente cuestiona,
partida de dolor: —
¿Dónde estaba Dios, en
aquella hora?
El desempleado, ya
exhausto y sin ánimo
para nuevos intentos: —
¿Por qué Dios no me
ayuda?
El cónyuge traicionado:
— ¿Cómo Dios, en el
altar, bendijo mi unión
y ella ahora se
desmoronó?
El guerrero derrotado: —
¿Cómo Dios pudo dar la
victoria para mi enemigo
y no oír mis plegarias?
Si Dios es Padre, ¿por
qué tantas tragedias?
– La mayoría de los
telespectadores, ante
noticias casi diarias de
desastres colectivos: —
¿Cómo es que Dios no
impidió tanta
infelicidad?
Sobre crímenes hediondos
ocurriendo e inocentes
siendo víctimas: — ¿Será
que Dios no está viendo
eso? ¿Cómo
permitió una cosa de
esas?
Viéndose poblaciones
enteras siendo diezmadas
por dictadores crueles,
o el hambre provocando
la muerte de tanta gente
de vida miserable, por
debajo, muy abajo de la
pobreza, no son pocos
los que preguntan aún,
sin herejía, pero sí con
perplejidad: — ¿Si Dios
es Padre, como dejó que
pasara eso? ¿Cómo es que
tantos malvados quedan
impunes?...
Incluso el Papa
Benedicto XVI, en su
viaje a Polonia en mayo
de 2006, en la visita
que hizo a uno de los
Campos de Concentración
de Auschwitz-Birkenau
(1), proclamó,
bajo profunda emoción:
– Tomar la palabra en
este lugar de horror, de
acumulo de crímenes
contra Dios y contra el
hombre sin par en la
historia, es casi
imposible y es
particularmente difícil
y opresivo para un
cristiano, para un Papa
que proviene de
Alemania. En un lugar
como este faltan las
palabras, en el fondo
puede permanecer sólo un
silencio aterrado, un
silencio que es un grito
interior a Dios: ¿Señor,
por qué silenciaste?
¿Por qué toleraste todo
esto?
De hecho, es
aterrorizador meditar,
en profunda conmoción,
delante de la tragedia
de la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945), en
la cual murieron casi 50
millones de personas,
siendo asesinados cerca
de 6 millones de judíos
— en el designado
Holocausto, referente a
los 12 años (1933-1945)
de persecución nazi
contra los judíos,
marcada por métodos
bárbaros. En las
tragedias inevitables,
provocadas por la madre
naturaleza, tales como
erupciones volcánicas,
tsunamis, tifones,
tornados, inundaciones
arrasadoras,
desmoronamientos
trágicos, caída de
meteoros, todo
resultando en muchas
víctimas indefensas —
bajo muerte o desamparo
total —, a los
supervivientes tal vez
resplandezcan, aún
cristianos, la
interrogación: — ¿Será
que Dios existe aún?
De la incredulidad en
Dios surgió el
nihilismo
– En todas esas
dolorosas cuestiones,
individuales o
colectivas, sesgando
vidas — a veces, miles y
miles — de justos e
injustos, jóvenes y
adultos, niños de tierna
edad y ancianos,
animales de varias
especies, en el rastro
de ellas, para los
sobrevivientes queda el
dolor, angustia, ruina
y, no es raro, la
rebeldía…
Tamaña duda y ese estado
de espíritu siempre
estuvieron presentes en
la humanidad, pero, de
siglo y medio a esta
parte, la corriente del
pensamiento incrédulo de
la bondad o aún de la
existencia de Dios fundó
el nihilismo.
Y nihilismo (de Latín
nihil = nada), en
líneas generales, sería
una tendencia
revolucionaria de
pensadores rusos de los
años 1860, caracterizada
por el rechazo de los
valores de la generación
precedente; negación de
los valores
intelectuales y morales
comunes a un grupo
social; reducción a
la nada,
aniquilamiento;
incredulidad absoluta
(2).
(Cursiva.)
Obviamente, tales
pensadores, chocados por
las maldades del mundo,
estuvieron y están (pues
que aún los hay y no son
pocos...)
contraponiéndose a la
Fe, mientras irracional,
aquella fe que dice al
pío que “todo en Dios es
misterio, es
insondable”, y, con eso,
impide la razón de
al menos respirar y
reflejar para buscar el
origen de esos hechos
tan tristes, como luces
esclarecedoras, para
entenderlas.
Antes de proseguir:
considero del todo
inoportuno y
absolutamente falto de
caridad que, los
primeros tiempos (días y
semanas) de la eclosión
de cualquier tragedia,
en relación a las
víctimas, alguien haga
referencias al carma” o
a débitos de vidas
pasadas. En esos
momentos, en los
cuáles los familiares
viven pungentes dolores
del alma, sólo cabe
confortarlos con sincera
solidaridad, revestida
de puro amor al dolor
ajeno del prójimo.
Una forma amorosa será
asegurarles del amor del
Padre a sus hijos, en la
certeza de que el
Maestro Jesús recibió a
los que transpusieron el
otro margen del Río de
la Vida. Dar tiempo al
tiempo... Pues el
tiempo, como enfermero
de las almas que sufren,
se encargará de
atenuarles el
sufrimiento.
La postura del
Espiritismo ante el tema
no es inédito
– Sólo entonces, sin
ninguna connotación que
no sea la de amparo, tal
vez quepa ofrecer
consuelo aureolado de
respeto, lógica y amor a
Dios. Es cuando el
ejercicio de la razón, a
la par con la fe,
entonces
carrearán resignación
delante de la
comprensión de la
Justicia Divina, como
caridad explicita a la
Doctrina de los
Espíritus.
Yo, que ya pasé por
duros embates en mis 78
años, registro sólo
notas sinceras, plenas
de solidaridad por las
familias alcanzadas por
pérdida de entes
queridos en situaciones
inevitables. Lo hago
trayendo una tercera vía
para los lectores:
¡premisas del
Espiritismo,
filosofía que tiene a
Dios como la sabiduría
suprema del Universo y
causa primera de todas
las cosas, proclamando
la Justicia Divina como
sabia, plena de amor!
¡Justicia, de hecho,
proclamada por Profetas
de todos los tiempos,
máxime por Cristo de
Dios!
La postura del
Espiritismo, de hecho,
no es inédita: sin gran
esfuerzo encontramos en
el Antiguo Testamento,
así como en el Nuevo,
varias citas que,
antecediendo en mucho al
Espiritismo, sintetizan
magistralmente la
Justicia Divina:
a. "Porque, según la
obra del hombre, él le
paga; y hace que cada
uno halle según su
camino”.
(Libro de Job, 34:11);
b. “A ti también,
Señor, pertenece la
misericordia, pues
retribuirás cada uno
según su obra”.
(Salmos, 62:12);
c. “¿No pagará él al
hombre conforme su
obra?”.
(Provérbios, 24:12);
d. “Os juzgaré a cada
uno conforme sus caminos”.
(Ezequiel, 33:20);
e. “Porque el Hijo
del hombre vendrá en la
gloria de su Padre, con
sus ángeles; y entonces
dará a cada uno según
sus obras”.
(Mateus, 16:27).
f. “Y, si invocáis
por Padre aquel que sin
aceptación de personas
juzgan según la obra de
cada uno, andad en
temor, durante el tiempo
de vuestra
peregrinaciones”.
(I Pedro, 1:17);
g. “Porque todos
debemos comparecer ante
el tribunal de Cristo,
para que cada uno reciba
según lo que haya hecho
por medio del cuerpo, o
bien o mal”. (II
Corintios, 5:10);
h. “Hermanos, de Dios
no se mofa. Lo que el
hombre siembrar, eso
cogerá”. (Pablo,
Epístola a los Gálatas,
6.7).
i. “Y he ahí que
pronto vengo, y mi
galardón está conmigo,
para dar a cada uno
según su obra”.
(Apocalipsis, 22:12);
¿Dios pone cruz en
hombros equivocados?
– Los que tienen a Dios
como la Perfección
Absoluta y el Amor
Infinito no tardarán en
resignarse delante del
dolor y alejar del alma
la revuelta contra el
Padre. Aún con el
corazón dolorido hay
hasta los que consiguen
atenuar tan gran
tristeza, proclamando
con el alma un dictado
simple, pero lleno de
significado: “Dios no
pone cruz en hombro
equivocado”, eso es
significando profundo
respeto al Amor y a la
Justicia de Dios para
con Sus hijos y que, a
un efecto, siempre hay
una causa precedente,
aunque desconocida. Esa,
es la postura del
verdadero cristiano. En
ese caso, resignación no
simboliza ausencia del
dolor, sino un alivio
para este.
La Doctrina de los
Espíritus es una
filosofía que, sin de
forma alguna jactarse de
jueza o dueña de la
verdad, no condenando ni
absolviendo quienquiera
que sea, responde a las
pungentes dudas — sin
injuria del razonamiento
—, al proclamar la
creencia según la cual
Dios es todo amor y, al
crear al hombre, lo dotó
de inteligencia, libre
albedrío y conciencia. Y
que, con esas tres
herramientas, el
Espíritu es sabedor de
que la ley divina de
Justicia preconiza que
en la vida “la
plantación es libre,
pero la cosecha es
obligatoria”.
Eso, en términos
científicos, con auxilio
de la Física, significa
decir que cada acción
corresponde a una
reacción, sin embargo en
sentido contrario.
Lejos, muy lejos, el
“ojo por ojo”. Si la
justicia terrena atenúa
sentencias, con penas
alternativas, ¿qué decir
de la Bondad Infinita
del Padre?
De esa forma, como
cristianos, los
espíritas consideran que
Dios nos creó para la
felicidad, sólo que bajo
conquista individual.
¡Así, si eso aún no
ocurre, ante crisis, no
cabe revuelta alguna,
sino reflexiones
profundas, siendo que
una de ellas apunta para
la lógica de la
reencarnación! ¿Cuál
otra explicación puede
haber para tamañas y
tantas tragedias
alcanzando incluso
niños?... ¿Que culpa
tenían ellos?
Vidas sucesivas
(existencias terrenas):
respuesta espírita
basada en la premisa
fundamental de la
Justicia Divina,
atribuyendo al
responsable por la
acción la justa e
indispensable reacción.
Dios es el Amor
Infinito: de eso no
dudemos
– Entrando en escena la
inmortalidad del
Espíritu, cuyo guardián
es otra atribución del
tiempo, quedarán
patentadas la sabiduría
y bondad del Creador al
conceder tiempo a aquel
que contrae deudas ante
la
propia conciencia, hasta
acumular condiciones de
quitarlas. Eso, en
infinitas reediciones de
reinicio del camino
rumbo al Bien — tantas
como necesarias sean —,
yendo de escalón en
escalón quitándose,
hasta alcanzarlo.
Repitiendo: Dios es el
Amor Infinito y no hay
hombre sobre la Tierra,
o poder en todo el
Universo, en condiciones
de juzgar, menos aún
reprender al Creador por
los acontecimientos
naturales, en el caso,
devastadores.
Trillar el Espíritu en
el reino de la
inteligencia representa
el inicio del camino
rumbo a la angelitud.
Largo, muy largo es ese
camino, pero un día
alcanzable... He ahí
que, equipado de las
ventajas citadas y
trayendo atávicamente el
aprendizaje de las
múltiples experiencias
adquiridas por vivencia
práctica en las
incontables existencias
terrenas, se halla
debidamente capaz de
tomar decisiones. Para
el bien o para el mal...
Son infinitas las
decisiones que el
individuo puede tomar,
en cualquier situación.
Para el bien, todas,
deben buscar la práctica
del amor al prójimo y
generar créditos de paz
y felicidad; para el
mal, todas acarrearían
para el agente una
deuda.
En ambos casos el Tiempo
se encargará de dar “a
cada uno, según sus
obras”, en el decir
siempre tan pedagógico,
como valioso, del
Maestro Jesús.
Las palabras de Cristo
confirman que “Dios no
pone cruz en hombro
equivocado” y cuando hay
alguien cargando una de
ellas, tal ocurre porque
había condiciones para
el debido resarcimiento.
Eso porque las Leyes
Divinas de Justicia y
Amor no permiten pruebas
superiores a las fuerzas
de aquellos que por
ellas pasan.
Así, delante de un
hermano curvado por el
fardo que estuviera
cargando, la actitud
caritativa será obrar
como un bendecido
cirineo (3),
ayúdalo.
Las reflexiones
espíritas no contrarían
la razón o la lógica
– En los casos de
desencarnaciones bajo
tragedias, individuales
o colectivas, como del
resto en los demás casos
de muerte física, deber
cristiano que se nos
impone es pedir al
Maestro Jesús que reciba
en Sus piadosos brazos a
los hermanos que vuelven
a la vida espiritual, al
tiempo en que ampare
igualmente a sus
familiares condolidos.
Las reflexiones
espíritas no contrarían
la razón ni la lógica y,
aún no siendo aceptadas,
ofrecen excelente
hipótesis de trabajo
para responder a las
ardientes dudas humanas.
Muchos espíritas
alcanzados por grandes
problemas, dolores,
angustias y toda suerte
de
dificultades encuentran
en la certeza de la
Justicia Divina la
resignación que, en el
caso, impide rebeldía o
herejías, al tiempo que
promueve fuerzas para la
superación o
administración de tales
problemas.
En el espíritu humano el
dolor general obra como
catalizador del
corporativismo, de la
verdadera solidaridad.
En las tragedias,
individuales o
colectivas, delante del
sufrimiento de tantos,
la compasión emerge
arrebatadoramente en el
corazón de espíritas, de
la misma forma como en
el de la mayoría de
cristianos, igualmente
entre seguidores o no de
otras filosofías.
Muchos, sino todos,
desnudados de cualquier
juicio, de inmediato
dirigen plegarias a Dios
en favor de los
alcanzados por traumas o
incluso por la pérdida
de la vida. A
continuación, promueven
medios de ayudar
materialmente a las
víctimas traumatizadas y
sus familias, duramente
alcanzadas y
necesitadas.
El espírita, en
particular, así actúa
acordándose de la
recomendación de Jesús:
Amar a Dios sobre
todas las cosas y al
próximo como a sí mismo.
Y tiene como lema
fundamental la sublime
frase de Allan Kardec,
el Codificador del
Espiritismo: “Fuera de
la caridad no hay
salvación”.
Notas:
(1)
Auschwitz-Birkenau é o
nome de um grupo de
campos de concentração
localizados no sul da
Polônia,
símbolos do
Holocausto
perpetrado pelo
nazismo.
O número total de mortes
produzidas em
Auschwitz-Birkenau está
ainda em
debate,
mas se estima que entre
um milhão e um milhão e
meio de pessoas morreram
ali. (Notas da Wikipédia,
a enciclopédia livre da
internet.)
(2)
In “Grande Enciclopédia
Larousse Cultural”,
Volume VII, p. 2328,
Edit. Universo Ltda.,
1990, SP/SP.
(3)
Cireneu - nome
frequentemente dado a
Simão de Cirineia, que
ajudou Jesus a levar a
cruz no caminho do
Calvário (Grande
Enciclopédia Larousse
Cultural, Vol. 3, pg.
786, Ed. Universo, 1990,
SP/SP.)
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