Entonces, ¿qué es el
Espiritismo?
Oportunamente, el
profesor Herculano Pires
tuvo la ocasión de
afirmar: “El
Espiritismo, nacido
ayer, a mediados del
siglo pasado, es hoy el
Gran Desconocido de los
que lo aprueban y lo
elogian y de los que lo
atacan y critican”.
(1) Esa afirmación
acaba por hacernos
entender que esa joven
filosofía espiritualista
aún es ignorada, sea por
parte de sus adeptos,
sea por sus detractores.
En el tiempo de Kardec,
como aún hoy, aquellos
que nada saben del
Espiritismo tienden a
tomarlo por lo que el no
es: una religión más o
secta, con sus
misterios, supuestos
sacerdotes dedicados a
consultar en la penumbra
los muertos para los
fines más variados,
conforme la prodigalidad
de la imaginación del
crítico, por su parte,
incapaz de ser tenido en
serio incluso por el más
caritativo adepto del
Espiritismo, en función
de la falta de
compromiso de la crítica
infundada con la verdad.
Opinar sobre lo que se
desconoce revela la
liviandad de lo opinado.
Por otro lado, la
afirmación de Herculano
está diciéndonos que los
espíritas necesitan
conocer bien el
Espiritismo, estudiando
a fondo la doctrina
kardecista para así
edificar en el alma la
convicción de los
principios filosóficos
que dicen adoptar,
aprovechándolos para su
progreso espiritual.
Pero, para atender a la
cuestión propuesta en el
título de este texto, es
importante considerar
las anotaciones de Allan
Kardec en el sentido de
formular un concepto de
la Doctrina de los
Espíritus. Dice el
maestro: “El Espiritismo
es, a la vez, una
ciencia de observación y
una doctrina filosófica.
Como ciencia práctica,
consiste en las
relaciones que se pueden
establecer con los
Espíritus; como
filosofía, comprende
todas las consecuencias
morales decurrentes de
esas relaciones”.
(2)
De hecho, en ese mismo
libro él define
nuevamente al
Espiritismo en la misma
tríada apuntada arriba.
Dice él: “El Espiritismo
se presenta bajo tres
aspectos diferentes: el
de las manifestaciones,
el de los principios y
de la filosofía que de
ellas transcurren y el
de la aplicación de esos
principios”. (3)
El aspecto de las
manifestaciones consiste
en el ángulo
experimental o
científico donde estas
son objeto de
observación, y está
relacionado al paradigma
de las ciencias
positivas del siglo XIX,
aunque Kardec no se
confine en el al
estructurar las bases de
una ciencia delineada en
la colaboración
inter-existencial(4),
cuyo método y
consecuencias
filosóficas nacen en la
asociación establecida
por él con médiums y
Espíritus en la
investigación
perseverante de las
comunicaciones
espontáneas o de
aquellas obtenidas
mediante la evocación de
Espíritus.
Veamos que el concepto
apuntado señala al
Espiritismo como una
ciencia filosófica con
consecuencias morales y,
como en los escritos de
Allan Kardec ninguna
palabra es vana, hábito
del educador Rivail que
buscaba tener exactitud
en lo que escribía para
bien comunicar sus
ideas, busquemos
estudiar aquí las
categorías de
pensamiento “ciencia”,
“filosofía” y “moral”
para construir una
comprensión sobre la
naturaleza del
Espiritismo, con miras a
la pregunta generadora
de esta reflexión.
Para tanto, tomo la
libertad de recurrir a
un diccionario de
filosofía, que considero
didáctico y cuya
familiaridad con el
mismo nace de lo
cotidiano de mi oficio
de profesor. Se trata
del
Dicionário Básico de
Filosofia.
(5)
Ciencia Espírita
Allí encontramos un
concepto más clásico y
otro que puede ser
considerado moderno
sobre el vocablo
ciencia. Los autores del
diccionario consideran
ciencia como un conjunto
de conocimientos
adquiridos
metódicamente,
sistematizados y capaces
de ser transpuestos
didácticamente para la
enseñanza, con miras a
su apropiación y
difusión. Ciencia puede
ser concebida como una
modalidad de saber
formada por una gama de
adquisiciones
intelectuales que
pretende dar una
explicación racional y
objetiva de la realidad,
o de algún fenómeno. Y
yo añadiría: a través
del control,
experimentación y
universalización de
resultados.
Vale recordar, como dice
Edgar Morin, que “Las
teorías científicas
surgen de los espíritus
humanos en el seno de
una cultura hic et
nunc”. (6) De
ese modo, la parte
experimental del
Espiritismo, en su
fundación, está
sumergida en un contexto
que lo matiza con las
tintas de la
racionalidad científica
de aquella época, que
era de trayectoria
positivista, nada no
obstante, Kardec
extrapola de forma
productiva los límites
impuestos por el
paradigma científico
entonces dominante.
El Espiritismo, siendo
ciencia de observación,
tiene por objeto de
investigación las
relaciones de los
Espíritus con el mundo
corpóreo, como aseveró
en el pasado Kardec en
la obra Que es el
Espiritismo. Su
metodología de
investigación está bien
descrita por él en El
Libro de los Médiums,
de donde se concluye un
modo seguro de luchar
con los Espíritus en
reuniones serias. A
través de esa
metodología fue quitado
el velo que encubría
parte de la percepción
del mundo invisible y
nos hizo entrever la
inmortalidad del alma
atestada por los hechos
que la mediumidad
presenta.
Por los registros
presentes en la Revista
Espírita, publicada por
Kardec de 1858 a 1869,
se comprende que en las
reuniones de la Sociedad
Parisiense de Estudios
Espíritas, fundada por
el maestro en 1858, el
diálogo con los
Espíritus tenía una
finalidad educativa bien
clara, siendo ella un
principio orientador de
la empleada. El maestro,
al dirigir los trabajos
mediúmnicos, evocaba
Espíritus Superiores
para preguntarles sobre
temas filosóficos de
gran profundidad, a
través de los médiums
que actuaban en la
Sociedad. Otras veces
las comunicaciones se
presentaban de forma
espontánea. Incluso con
los Espíritus
sufridores, al colaborar
con la educación de
ellos por la palabra
fraternal y
esclarecedora, Kardec
pinzaba saberes útiles
para el camino del ser
humano en el mundo, con
miras a la evolución
espiritual de encarnados
y desencarnados.
Jamás tomó cualquier
Espíritu como revelador
privilegiado y ni las
tesis de ellos como
verdades absolutas.
Hacía comparación de las
enseñanzas, tanto
aquellos cogidos en las
reuniones en París como
los oriundos de
correspondencia con
otros grupos, recibidos
a través de médiums
desconocidos de aquellos
primeros. Otras veces la
enseñanza espontánea en
diversos grupos de
localidades distintas
convergía para la
Sociedad de París y, en
todos los casos, el
maestro emprendía el
examen racional y la
comparación de las
comunicaciones,
extrayendo de ese modo,
en el elemento común, un
postulado filosófico del
Espiritismo o una
enseñanza digna de
llamarse espírita, por
no tratarse de un
sistema de ideas
particular de un
Espíritu o de un sólo
médium. Kardec llamó ese
medio de verificación
como control universal
de la enseñanza de los
Espíritus. (7)
Otro elemento
interesante de la
Ciencia Espírita
transcurre del hecho de
ella ser presentada como
progresista, en la base
kardecista, y dialogada
en relación a las
ciencias ordinarias. En
ese sentido apuntó el
insigne maestro: “El
Espiritismo, marchando
con el progreso, jamás
será superado porque, si
nuevos descubrimientos
demostraran estar en
error sobre un cierto
punto, él se modificaría
sobre ese punto; si una
nueva verdad se
revelase, el la
aceptará”. (8)
Filosofía Espírita
Para hacer inteligible
el aspecto filosófico
del Espiritismo parece
ser conveniente
conceptuar filosofía,
mucho aunque esa tampoco
sea tarea simple. Es
posible ver la filosofía
como ejercicio de
búsqueda o “amor de la
sabiduría” (Pitágoras).
De esa forma, en el
diccionario ya referido,
encontramos la filosofía
retratada
como una búsqueda por la
apropiación de los
principios en que se
estriba un saber. En la
tradición filosófica, a
lo largo de su Historia,
la filosofía llegó a ser
entendida como la
totalidad del saber.
En la Edad Media fue
puesta como sierva de la
Teología que buscaba
darle fundamento sin que
la actividad filosófica
debiera cuestionarla. Ya
en la modernidad la
filosofía aparece como
la aventura de la
emancipación del
pensamiento religioso,
estableciéndose como
investigación de los
“primeros principios” y
así contribuyendo con la
ciencia en sus
fundamentos,
consecuencias y con el
análisis de las razones
de la acción humana.
Contemporáneamente, la
filosofía propone la
duda, el escepticismo
saludable y el
pensamiento crítico en
torno al ser humano, del
mundo, del propio
saber...
La Filosofía Espírita
surge con la publicación
de El Libro de los
Espíritus, de donde
se comprenden los
principios y los
desdoblamientos
filosóficos, después
desarrollados en las
demás obras
fundamentales (9)
traídas a la luz. Es una
filosofía que enseña el
auto-conocimiento como
instrumento
indispensable a la
evolución
intelecto-moral del
Espíritu y “Siendo el
Espiritismo una nueva
visión del hombre y del
mundo, se caracteriza
como un pensar
filosófico, como una
filosofía estructurada
en la investigación del
conocimiento, del ser y
del universo. Teniendo
base experimental, su
filosofar es
existencial, actúa en el
mundo para modificarlo”.
(10)
Añadiríamos: tiene un
profundo potencial para
transformar el mundo a
partir del individuo.
“Su fuerza está en su
filosofía, en el
llamamiento que dirige a
la razón, al buen
sentido.”(11)
Luego, el aspecto
filosófico retrata los
principios y enseñanzas
de los Espíritus
Superiores recogidos y
organizados por Allan
Kardec, sumados a su
contribución en las
reflexiones y
desdoblamientos que
propone a las lecciones
de los inmortales en las
obras fundamentales de
la Doctrina. El
Espiritismo desencadena,
a partir de la
apreciación que podemos
tener de los principios
que labran, una moral
que conduce al adepto a
la ética del amor
enseñada por Jesús. Esa
moral no está recluida
en las teologías del
cristianismo de los
hombres, pero está viva
en la espiritualidad
subyacente al
Cristianismo de Cristo,
presente en el contenido
de la Filosofía
Espírita.
Moral Espírita
La palabra moral se
refiere a las costumbres
de una sociedad o
cultura, en un sentido
restringido. Ya, en un
significado más amplio,
como señala el
Diccionario Básico de
Filosofía, puede ser
vista como sinónimo de
ética, como teoría de
los valores que regulan
la conducta humana, de
forma normativa o
prescrita. Puede ser
distinguida en una moral
del bien y del deber, o
sea, lo que define lo
que es el bien para el
ser humano y lo que él
debe hacer.
En El Libro de los
Espíritus,
encontramos una
concepción de moral que
está en la sintonía de
lo que se verifica en la
explicación del término
de arriba, de la moral
como ética que nos
apunta el sentido del
bien y como realizarlo.
Dicen los Espíritus
interlocutores de
Kardec: “La moral es la
regla del bien proceder,
es decir, de distinguir
el bien del mal. Se
funda en la observación
de la ley de Dios. El
hombre procede bien
cuando todo hace por el
bien de todos, porque
entonces cumple la ley
de Dios”. (12)
Veamos que esa
definición establece la
moral en la práctica del
bien, en la vivencia de
la razón ética que
diferencia el bien del
mal, fundamentada en las
Leyes Divinas, cuyo
parámetro de lo que se
debe hacer está en la
consideración de lo que
es el bien de la
colectividad.
Cabe al individuo, en el
areópago de la propia
conciencia, hacer uso de
la inteligencia para
diferenciar lo que es
bien y lo que es mal.
(13) Un
recurso disponible para
evitar posibles engaños
en esa diferenciación en
el plan de las
relaciones humanas está
en la aplicación del que
Kardec llamó como ley de
la solidaridad o
reciprocidad. (14)
De hecho, el maestro
afirmó en un momento:
“La moral de los
Espíritus superiores se
resume, como la de
Cristo, en esta máxima
evangélica: Hacer a los
otros lo que deseamos
que los otros nos
hagan", o sea, hacer el
bien y no el mal. El
hombre encuentra en ese
principio la regla
universal de conducta,
aún para las menores
acciones”. (15)
Sin embargo, en el
procedimiento para
consigo mismo, donde esa
máxima no tendría
alcance, el parámetro
para el bien es el
límite de la necesidad
que la Ley Natural
impone. Cuando es
superado ese límite, el
autor de la acción le
sufre las consecuencias,
como simple resultado de
la ausencia de
contención. El
sufrimiento causado por
la ausencia de límites
es en consonancia con la
acción emprendida,
cabiendo a cada uno lo
prevenirlo en la
conducta moderada en
todo. Ya dijo la
sabiduría ancestral:
¡nada en exceso!
Encontramos
proposiciones para la
aplicación de la moral
espírita en el análisis
que Allan Kardec hace de
la conducta de la
persona de bien,
presentando
didácticamente la ética
que transcurre de las
enseñanzas espíritas.
Merece la pena meditar
sobre ese texto y
percibir los caminos
posibles de una conducta
equilibrada y sabia que
el maestro sintetiza en
esta frase: “El
verdadero hombre de bien
es el que cumple la ley
de justicia, de amor y
de caridad, en su mayor
pureza”. (16)
Para bien evaluar cuánto
esa ética orienta
nuestra conducta,
consideremos que el
conocimiento de sí mismo
es saber fundamental,
verdadera “llave del
progreso individual”.(17)
Practicar la ética
del hombre de bien, que
es la ética de Jesús, y
analizarse en vista del
perfeccionamiento
personal son acciones
que, juntas, forman
indudablemente un
excepcional guión para
quien desea entender el
Espiritismo en
profundidad y dar
atención al objetivo
esencial de su propuesta
filosófica que es hacer
mejor al ser humano.
Notas:
Vinícius Lousada es
educador, investigador y
editor del blog
www.saberesdoespirito.blogspot.com,
residente en Bento
Gonçalves-RS.
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