En la segunda mitad del
Siglo XIX, cuando Allan
Kardec codificó la
Doctrina Espírita, la
Ciencia humana recibía
el trabajo gigantesco de
sabios ilustres,
Espíritus de elevada
estatura que vinieron
hasta nosotros para
modificar nuestra
comprensión sobre
importantes fenómenos de
la naturaleza. El método
científico ya estaba
discutido y divulgado
por filósofos de la
estatura de Descartes y
Bacon. Ahora, la
experimentación iría a
establecerse como la
mejor forma de producir
conocimiento.
Merece la pena que
hagamos un repaso
histórico de ese momento
vivido por Kardec y
saquemos, en sus textos,
la contribución que la
Doctrina Espírita estaba
trayendo para la Ciencia
en aquella época. Con lo
que conocemos hoy,
tenemos certeza de que
el científico de aquel
siglo no tenía
informaciones
suficientes para
comprender todo lo que
estaba siendo revelado
mediúmnicamente para
Allan Kardec. Queda,
también, la certeza de
que hasta los días de
hoy aún no tenemos
alcance para comprender
científicamente toda la
obra de la codificación.
Hay en ella
informaciones que la
Ciencia humana llevará
tiempo para confirmar y
comprender.
El obscurantismo
medieval
El siglo de Kardec
estaba saliendo
definitivamente del moho
obscurantista que
dominaba la Ciencia de
la época. Hasta el final
de la Edad Media se
creía que la edad de la
Tierra” no pasaba de
4.600 años; que los
fósiles no tenían
ninguna conexión con
nuestro pasado; que el
hombre fue creado en un
paraíso que él no
respetó comiendo el
fruto prohibido y, aún
así, aún ocupaba un
lugar privilegiado entre
todos los seres creados
por Dios; que la vida
podía nacer en el agua
enlodada o en medio de
ropas viejas; que la
madera se quemaba por la
presencia en ella de un
“flogístico”; que la
electricidad era tenida
como un fluido que podía
desplazarse obedeciendo
las fuerzas de atracción
y repulsión, así como el
agua se desplaza de los
lugares más altos para
los más bajos; que la
luz se desplazaba por el
Éter; que la materia era
formada por substancias,
unas elementales otras
complejas, que se
mezclaban obedeciendo la
leyes de afinidad aún
desconocidas; que
algunas substancias,
llamadas “orgánicas ”,
sólo podrían ser
producidas por los
organismos vivos; que
los cuerpos pesados
caían en consecuencia de
su tendencia de quedar
en la Tierra.
Inícios de los
descubrimientos
En la época de Kardec la
Ciencia aún no había
producido sus grandes
avances tecnológicos.
Hasta 1834 uno de los
mayores descubrimientos
hecho por un científico
había sido el para-rayos
desarrollado por
Benjamín Franklin.
Sin embargo, las Leyes
fundamentales que
permitirían el
nacimiento de la Ciencia
moderna ya habían sido
descubiertas:
Galileo consiguió
comprobar la teoría
heliocéntrica de
Copernico y anunciaba
las primeras Leyes del
movimiento.
Newton descubría la
matemática de la
gravedad, explicó el
vaivén de las mareas, la
oscilación del péndulo,
la caída de los cuerpos,
la órbita de los astros,
y fragmentó la luz
sugiriendo su
propagación por
partículas.
Lavoisier había
comenzado a esclarecer
la química de la
respiración y había
establecido leyes de
conservación de la
materia.
Charles Lyell inició el
estudio de la
estratificación de áreas
geológicas expandiendo
la edad de la Tierra en
algunos miles de años.
Cuvier inauguraba los
estúdios de la
paleontologia.
En la filosofía, René
Descartes hubo
introducido la
reflexión, analizó la
conveniencia de la duda,
destacó la importancia
del pensamiento racional
y separó el estudio del
cuerpo y del alma.
Vessálius revolucionó la
anatomía del cuerpo
humano que él disecaba
como una máquina cuyas
piezas podían ser
desmontadas a semejanza
de los relojes y de los
molinos.
Mesmer defendió la
existencia del
magnetismo animal e hizo
surgir el sonambulismo
provocado.
Galvani se hallaba
encantado con la
electricidad en las
patas de una rana y
Volta descubrió la
química que produciría
la electricidad en una
pila rudimentaria.
En Inglaterra, el
filósofo Francis Bacon
había enseñado cómo
observar y experimentar
con la naturaleza,
reuniendo los hechos,
organizando las ideas y
produciendo leyes
generales a partir del
razonamiento inductivo.
Personajes iluminados
Curiosamente, en el
mismo momento en que la
espiritualidad inspiraba
a Kardec en la
producción de su gran
trabajo espiritual, la
humanidad recibía por la
mano de científicos
excepcionales un volumen
considerable de
descubrimientos en el
campo de las Ciencias de
la materia.
Charles Darwin y Alfred
Wallace divulgaron sus
trabajos sobre el origen
y la evolución de las
especies.
Richard Virchow,
patólogo alemán,
afirmaba que toda célula
viva proviene de otra
célula.
En Inglaterra, Faraday
amplió nuestros
conocimientos sobre la
electricidad y Maxwell
reunió en sus leyes la
electricidad y el
magnetismo, consiguiendo
incluir la luz entre los
fenómenos
electromagnéticos.
En el laboratorio de
fisiología, en Francia,
Claude Bernard descubrió
la importancia de la
estabilidad de los
elementos químicos de la
sangre y Louis Pasteur
inició sus
investigaciones con la
fermentación, invalidó
la generación espontánea
y, más tarde, inauguró
la vacuna contra la
rabia.
En 1804, Franz Gall
revolucionó la
interpretación del
cerebro creando la
frenológica (citada por
Kardec en la Revue
Spirite de julio de
1860, p. 198, Frenología
y fisiognomía) y en 1864
Paul Broca descubrió el
área del cerebro
relacionada con el
habla.
Tópicos
de Ciencia en Kardec
Vamos a hacer ahora una
recolección de
informaciones
científicas en dos obras
de la codificación –
El Libro de los
Espíritus (1857) y
La Génesis
(1868). La Ciencia de
hoy está a un siglo y
medio distante de esas
obras y sólo ahora
comenzamos a atinar con
la importancia de sus
textos. Vamos a abordar
sólo algunos pocos
tópicos que nos
parecieron instructivos.
El origen del Universo
- En la época de Kardec
la Ciencia no tenía
ninguna propuesta para
el origen del Universo.
Fue sólo en 1927 que la
teoría de la gran
explosión – el Big Bang
– comenzó a ser
enunciada. Una gran
concentración de
energía, surgida de la
nada, habría provocado,
hace 13 o 15 mil
millones de años, la
explosión que produjo
toda la materia
contenida en el
Universo. Un efecto
popular de esa teoría es
que ella sugiere un
inicio para el mundo
en que vivimos y
satisface la visión
teológica de los que
admiten el momento
bíblico de la Creación
cuando “Dios hizo la
luz”.
Más recientemente, la
física quántica
introdujo el concepto de
antimateria y levantó la
posibilidad de existir
otros Universos además
de la realidad física en
que transitamos.
En las lecciones que los
Espíritus nos dejaron,
la creación es eterna,
se renueva
permanentemente, y
nuestra inteligencia no
está en condiciones de
incautar cualquier
inicio para el Universo
– “no desapareció esa
sustancia de donde
provienen las esferas
siderales; no murió esa
potencia, pues aún,
incesantemente, da a la
luz nuevas creaciones e
incesantemente recibe,
reconstruidos, los
principios de los mundos
que se borran del libro
eterno” (La Génesis
cap. VI, ítem 17).
Elementos del Universo
- La Ciencia de hoy vive
algunos dilemas
contradictorios. Sólo
admite la existencia de
la materia, mientras sus
más recientes teorías
proponen que lo que
existe es energía y la
materia es una de sus
transformaciones. No
acepta la existencia de
un mundo inmaterial,
pero reconoce la
necesidad de la mente
para la percepción de la
realidad física. Y no
sabe de donde se origina
esa energía ni consigue
tener certeza de lo que
es la mente.
En la Filosofía, las
substancias del Universo
fueron siempre una
preocupación importante.
Tales de Mileto
consideraba que todo
procede del agua.
Empédocles adoptó los
cuatro elementos, que
pasaron a formar parte
del conocimiento
occidental por dos
milenios – la tierra, el
agua, el aire y el
fuego. Tomás de Aquino
les añadió una sustancia
espiritual. René
Descartes consideraba
dos elementos – el res
pensante (el
sujeto pensante) y el
res extensa (el objeto,
la materia). Espinoza
hablaba de sólo una
sustancia y Leibnitz
creó la idea de
infinitas monadas,
siendo el alma la mayor
de esas monadas.
Para la Doctrina
Espírita existen “dos
elementos, o, si quiere,
dos fuerzas rigen el
Universo: el elemento
espiritual y el elemento
material. De la acción
simultánea de esos dos
principios nacen
fenómenos especiales” (La
Génesis,
Introducción). Añade,
aún, que “no hay, en
todo el Universo, sino
una única sustancia
primitiva” – el fluido
cósmico universal.
La vida
- Dos momentos del siglo
pasado marcaron
definitivamente nuestra
comprensión sobre la
vida. La conferencia
sobre “¿qué es vida?”
que Erwin Schroedinger
impartió en febrero de
1943 en Dublin y la
publicación de Francis
Crick y James Watson de
sus estudios relativos
al descubrimiento del
ADN el 25 de abril de
1953 – “el octavo día de
la creación”.
El genial físico Erwin
Schroedinger propuso que
la hereditariedad sería
transmitida por un
cristal aperiódico, lo
que permitiría su
estudio con métodos
radiológicos. A partir
de ahí, Crick y Watson
descubrieron la química
de la doble hélice que
contiene nuestros genes.
Schroedinger sugirió,
también, que la vida
exige un aporte externo
de energía para
conservar su baja
entropía, lo que
corresponde a una alta
organización. La
termodinámica de los
seres vivos presupone el
orden a partir del
desorden.
El Espiritismo enseña
que la materia orgánica
asume propiedades
especiales cuando en
ella actúa el “principio
vital”. Es en el fluido
cósmico universal que
reside el principio
vital que tiene la
capacidad de dar “origen
a la vida de los seres y
a perpetúa en cada
globo” (La
Génesis, cap. VI,
ítem 18). Es en esa
materia “vitalizada” por
el principio vital que
se irá desenvolviendo el
“principio inteligente”.
El origen del hombre
- El hombre actual es
clasificado como una
especie única denominada
Homo sapiens. Él habita
la Tierra hace cerca de
200 mil años y es
procedente de la
evolución de homínido y
otras especies del
género Homo cuyos
hallazgos fósiles ya se
cuentan por decenas.
Hay dos corrientes que
intentan explicar la
presencia de nuestra
especie en lugares tan
variados de la Tierra.
Para algunos, nosotros
tuvimos un origen único
en un territorio
africano y para otros es
posible que hayamos
tenido origen en
diversos puntos del
globo. Kardec aborda el
origen del hombre en el
capítulo XI de La
Génesis y sugiere
que el cuerpo humano
habría tenido origen en
diversos puntos de la
Tierra; en cuanto al
Espíritu humano, él se
desarrolló tanto en el
planeta como migró de
otros mundos de nuestro
Universo.
El origen y evolución de
las especies
- Charles Darwin publicó
“El origen de las
especies” dos años
después de la primera
edición de El Libro
de los Espíritus.
Darwin sugiere la
evolución biológica para
explicar la variedad de
las especies, mientras
Kardec presenta la
evolución espiritual
como principio
fundamental para
justificar los
propósitos de la vida.
Darwin vino a comprobar
que todas las especies
vivas tienen un origen
común. El hombre deja de
ser criatura que ya nace
lista en los jardines
del Edén, para recorrer
junto con todas las
otras especies el mismo
árbol de la vida,
obedeciendo en el
recorrido de milenios la
transformaciones
adaptadas.
Ya enseñan, claramente,
los Espíritus superiores
que orientaban a Kardec,
que “el Espíritu no
llega a recibir la
iluminación divina que
le da, simultáneamente
con el libre albedrío y
la conciencia, la noción
de sus altos destinos,
sin haber pasado por la
serie fatal de los seres
inferiores, entre los
cuales se elabora
lentamente la obra de su
individualización” (La
Génesis, cap. VI,
ítem 19).
Ideas innatas
- Esa discusión estuvo
provocando a los
filósofos durante
milenios. Platón
consideraba que el alma,
al nacer, ya trae
conocimientos que
adquirió en el mundo de
las ideas. En el mito de
la caverna él sugiere
que nuestra vida
material es sólo el
reflejo de un mundo
verdadero pre-existente,
y fuente de todo
conocimiento. Su
discípulo Aristóteles
atribuía el aprendizaje
a la experiencia y creía
que todo conocimiento
proviene de los
sentidos. John Locke
también veía la mente
como una “tabla rasa”.
René Descartes, por el
contrario, defendía la
existencia de ideas que
nos son innatas, como la
noción de Dios, las
ideas matemáticas y las
verdades eternas.
Actualmente esa polémica
envuelve,
principalmente, la
biología y la
neuropsicología. El
descubrimiento de los
genes nos permitió
conocer más
profundamente la
extensión de nuestras
herencias y la discusión
se estableció en torno a
como nuestro
conocimiento es
aprendido a través de la
experiencia y cómo los
genes programan nuestros
comportamientos. El
dilema ganó fama
dividiendo
ambientalistas y los
dedicados a la genética
en la expresión “nature
versus nurture”
(ambiente versus
hereditariedad;
aprendizaje versus
instinto). En los días
de hoy, nadie duda más
de la participación
tanto de los genes como
de la estimulación del
ambiente en la
producción del
conocimiento.
En la cuestión 218–a, de
El Libro de los
Espíritus, Kardec
pregunta si la teoría de
las ideas innatas no
sería sólo una quimera.
Los Espíritus nos
enseñaron que “los
conocimientos adquiridos
en cada existencia no
más se pierden. Liberado
de la materia, el
Espíritu siempre los
tiene presentes. Durante
la encarnación, los
olvida en parte,
momentáneamente; sin
embargo, la intuición
que de ellos conserva le
auxilia el progreso. Si
no fuera así, tendría
que recomenzar
constantemente”. (Continúa
en la próxima edición de
esta revista.)