Percepción del dolor y
visión
Nosotros ya sabemos
desde el siglo pasado
cuáles son las neuronas
envueltas en la
percepción del dolor y
de las imágenes
visuales. El neurólogo
conoce todo el trayecto
recorrido por la
sensación de un pinchazo
en la piel y que provoca
dolor. La misma cosa
para los objetos
registrados por la
retina y que el cerebro
codifica en imagen. Lo
que nosotros ya sabemos,
también, es que todo ese
trayecto de vías
nerviosas representa
sólo un pequeño
porcentaje en los dos
fenómenos, la percepción
de dolor y la visión de
los objetos.
En los dos casos, lo más
importante es el proceso
mental que interpreta el
dolor y que da
significado a las
imágenes. Dicen los
neurólogos que ese
fenómeno mental depende
de una serie de
factores. La manera como
expresamos nuestro dolor
y damos significado a lo
que estamos viendo está
fuertemente conectada a
nuestra cultura, a la
personalidad, a las
experiencias anteriores,
a las memorias, al
ambiente. En verdad,
tanto el dolor como la
visión son procesos
mentales
interpretativos, o, como
dicen neurólogos más
liberales, todo no pasa
de “una opinión
personal”.
Es sorprendente lo que
podemos aprender en
El Libro de los
Espíritus, que nos
enseña como esos dos
fenómenos afectan al
espíritu: “El recuerdo
que del dolor el alma
conserva puede ser muy
penoso”. “El dolor que
sienten no es, pues, un
dolor físico propiamente
dicho: es un vago
sentimiento íntimo...
porque el dolor no se
halla localizado y
porque no lo producen
agentes exteriores” (El
Libro de los Espíritus,
pregunta 257).
En cuanto a la visión
(preguntas 245, 246 y
247), “ella reside en
todo el. Ven por sí
mismos, sin necesitar de
luz exterior. Como el
Espíritu se transporta
adónde quiera, con la
rapidez del pensamiento,
se puede decir que ve en
todas partes a la vez”.
La Neurología deberá
confirmar en el futuro
esas dos informaciones
que Kardec nos legó para
estudio.
Necesitará,
inicialmente, considerar
la mente como sinónimo
de alma.
El tiempo
En la teoría mecánica de
Newton, el tiempo era
considerado una grandeza
absoluta, de lo
contrario, los cálculos
que medían las
distancias entre los
planetas serían
equivocados. Einstein,
sin embargo, pervirtió
esa relación, propuso la
relatividad del tiempo,
aumentando la precisión
de esas medidas.
Independiente de las
proposiciones
científicas, los
filósofos siempre
conjeturaron sobre la
naturaleza del tiempo.
Henri Bergson nos dio la
afirmación poética de
que “el Tiempo de la
conciencia no es el
mismo Tiempo de la
Ciencia”. Para el
sentido común, todos
nosotros ya
constatamos que el pasar
del tiempo es
circunstancial. Basta
esperar el año para los
alumnos de la escuela,
los meses para la mujer
embarazada, los días
para quienes paga el
alquiler, las horas para
quienes marcó un
encuentro, los minutos
para el pasar el tren y
los milésimos de
segundos para la Fórmula
1.
La Neurología ve la
noción de tiempo como
una experiencia
nítidamente mental,
ocupando diversas áreas
del cerebro a la vez.
Kardec recibió de los
Espíritus la información
de que “el tiempo es
sólo una medida relativa
de la sucesión de las
cosas transitorias; la
eternidad no es
susceptible de medida
alguna, del punto de
vista de la duración;
para ella, no hay
comienzo, ni fin: todo
es presente” (La
Génesis, cap. VI, ítem 2).
Necesitamos destacar
esta afirmación de
consecuencias y
complejidad
extraordinarias: para el
Espíritu todo es
presente.
Las
propriedades de la
materia
En El Libro de los
Espíritus (preguntas
29 a 34) quedamos
sabiendo sobre la
existencia de un sólo
elemento primitivo que
da origen a todas las
propiedades de la
materia. Estando
prendidos a la realidad
material de nuestro
mundo, conseguimos
identificar las
propiedades químicas y
físicas de la materia
grosera que compone
nuestra dimensión
física. Sin embargo, el
elemento primitivo
(fluido cósmico), que se
expande por todo el
universo, tiene
propiedades especiales
que aún no conocemos y
que dan a la materia la
capacidad de
experimentar todas las
modificaciones y
adquirir todas las
propiedades. Dicen
entonces los Espíritus
“que todo está en todo”.
Sólo así podremos
entender las expresiones
extraordinarias de los
fenómenos mediúmnicos de
efectos físicos, cuando
las leyes de
ponderabilidad son
pervertidas. Una piedra,
tan sólida como la
conocemos, puede
atravesar un tejado y
acomodarse dentro de un
armario
cerrado. Son esos
cambios en las
propiedades de la
materia que el fluido
cósmico realiza y que la
Ciencia aún no conoce,
por ignorar los
principios de su
actuación.
Aún no tenemos alcance,
tampoco, para comprender
la extensión de la
conexión espiritual que
ese fluido universal
permite a la materia
someterse al pensamiento
de Dios. En La
Génesis (capítulo
II) dicen los Espíritus
que “cada átomo de ese
fluido, si así nos
podemos expresar,
poseyendo el
pensamiento, es decir,
los atributos esenciales
de la divinidad y
estando el mismo fluido
en todas partes, todo
está sometido a su
acción inteligente, a su
sanidad, a su
solicitud”. “La
naturaleza entera está
buceando en el fluido
divino.”
El
pensamiento creativo y
las ideas fijas
El inmaterialismo de
Berkeley (Donald George
Berkeley, filósofo
irlandés, 1685-1753)
proponía que el “existir
no es más de lo que es
percibido”. “La materia
sólo existe cuando es
percibida.” “Las
percepciones visuales no
son de cosas externas,
sino simplemente ideas
en la mente.” Sócrates
afirmaba que “las cosas
existen en virtud de
cómo las percibimos”. En
El Libro de los
Espíritus (pregunta
32) los Espíritus
enseñan que las
cualidades de los
cuerpos (“los sabores,
los olores, los colores,
las cualidades venenosas
o saludables”) sólo
existen debido a la
disposición de los
órganos destinados a
percibirlas. Es bien así
que la Neurología de hoy
comprende la percepción
que hacemos de un objeto
que alcanza nuestros
sentidos.
Propuestas de la
actualidad están
afirmando que la materia
sólo se manifiesta como
interacción mental. Sin
embargo, los neurólogos
aún no consiguen
comprender la naturaleza
de la creación mental, a
no ser cuando un
comportamiento expresa
una respuesta a un
estímulo sensorial. El
pensamiento intuitivo o
el pensamiento abstracto
están lejos de
cualquiera experimento
de laboratorio.
En la doctrina espírita
aprendemos que el
pensamiento procede del
Espíritu, fuente de
energía creadora que usa
el cerebro como
instrumento de sus
ideas.
En el campo del
pensamiento los
Espíritus añadieron
conocimiento inédito y
tan extraordinario que
hasta hoy la Ciencia ni
siquiera tiene
instrumentos para
estudiarlo. Dicen los
Espíritus que el
pensamiento actúa sobre
el fluido universal
creando en él “imágenes
fluídicas”, el
pensamiento se refleja
en nuestro envoltorio
periespiritual, como en
un espejo, y ahí de
cierto modo se
fotografía.
“Ese fluido
(periespiritual) no es
el pensamiento del
Espíritu; es, sin
embargo, el agente y el
intermediario de ese
pensamiento. Siendo
quien lo transmite,
queda, de cierto modo,
impregnado del
pensamiento transmitido”
(La Génesis,
capítulo II, ítem 23).
De ahí la gravedad de
esclavizarnos a
pensamientos
persistentes que nos
aprisionan; a deseos que
nos perturban; la
venganzas que no se
justifican; a odios que
no se borran; las
pasiones que nos
desequilibran; a
proyectos que no tenemos
alcance. Son todas ellas
“ideas fijas” que se
“materializan” en
nuestra esfera mental,
creando “ideas-formas”,
“imágenes fluídicas”,
“miasmas mentales” que
justifican las
incontables expresiones
de neurosis y psicosis
comunes en la
psicopatológica humana.
Vitalismo
Para Cláudio Galeno,
médico del siglo II,
existirían fuerzas de
atracción y repulsión
para mantener los
órganos en
funcionamiento. Para él,
la vida sería mantenida
por un elemento
inmaterial denominado
pneuma vital, situado en
el corazón,
difundiéndose por la
sangre existente en las
venas. En el cerebro, el
es transformado en
pneuma animal,
permitiendo que
reaccionemos a los
estímulos de los
sentidos y, en el
hígado, en pneuma
natural con la propiedad
de asimilar los
alimentos. Las teorías
de Galeno fueron
aceptadas por más de 12
siglos.
En el inicio del siglo
XVI Georg Stahl revivió
el vitalismo defendiendo
la existencia de un
“alma sensitiva”
necesaria para el
mantenimiento de la
vida. En esa ocasión
Stahl sufrió una férrea
oposición de las teorías
mecánicas defendidas
principalmente por
Frederich Hoffman.
Excluyendo la existencia
del alma, Hoffman veía
en los procesos vitales
sólo fenómenos de
fermentación de
sustancias y combustión
de gases, explicando,
así, la digestión y la
respiración.
La doctrina espírita
revive con fuerza el
vitalismo. Enseña que
existe un elemento
inmaterial que mantiene
la vida en la materia
orgánica (El Libro de
los Espíritus,
preguntas 60 a 67) y,
“sin hablar del
principio inteligente,
que es cuestión a parte,
hay en la materia
orgánica un principio
especial, inaprensible y
que aún no puede ser
definido: el principio
vital” (La Génesis,
capítulo X, ítem 16).
El sonambulismo
En la actualidad el
sonambulismo ya no
despierta el mismo
interés y prestigio que
disfrutaba en el tiempo
de Kardec. Tratados con
casuística voluminosa
fueron escritos por
Ambrose-August Liébeaut,
Abade Haría y Charles
Richet. La escuela de
Charcot en París lo
acogía como forma de
terapia en sus pacientes
histéricas.
Kardec da noticia de
haber estudiado el
sonambulismo en todas
sus fases durante 35
años (El Libro de los
Espíritus, Introducción).
En esa misma obra él
escribe varias páginas
haciendo un “resumen
teórico del
sonambulismo, del
éxtasis y de la doble
vista”. Deja claro que
“para el Espiritismo, el
sonambulismo es más que
un fenómeno psicológico,
es una luz proyectada
sobre la psicología. Es
ahí que se puede
estudiar el alma, porque
es donde esta se muestra
a descubierto”.
En ese resumen Kardec
discurre sobre el
sonambulismo natural y
el magnético y destaca
la clarividencia como un
atributo del alma,
permitiendo al sonámbulo
ver en todos los lugares
adónde su alma pueda
transportarse. En esa
visión a distancia, “el
sonámbulo no ve las
cosas de donde está su
cuerpo, como por medio
de un telescopio. Las ve
presentes, como se
hallara en el lugar
donde ellas existen,
porque su alma, en
realidad, allá está” (El
Libro de los Espíritus,
cuestión 455).
El sueño y los sueños
Ya conocemos mucho de la
fisiología del sueño. El
ocurre en ritmos con
determinados patrones
que son identificados
por el
electroencefalograma. La
edad, el sexo, el
ambiente, la
alimentación, la
profesión son parte de
los incontables factores
que interfieren en la
cantidad y en la calidad
del sueño. Ya sabemos
como el nos hace falta,
pero aún no podemos
decir todo sobre el
motivo de por qué
realmente necesitamos
dormir. Los sueños están
nítidamente conectados a
las experiencias vividas
en el transcurrir del
día, tienen relación
íntima con la
adquisición de memorias,
más, también,
desconocemos su real
significado.
Freud afirmaba haber
percibido que sus
pacientes lo buscaban no
sólo para hacer sus
quejas, sino, también,
para relatarles sus
sueños. Eso le despertó
la idea de que los
sueños tendrían algún
sentido oculto. Su libro
“La interpretación de
los sueños”, de 1900,
desencadenó la más
extraordinaria
revolución sobre la
mente humana. Los sueños
revelan un contenido
insospechado, ya que
señalizan deseos
contenidos en el
inconsciente.
Platón en su “República”
se había anticipado a
Freud al afirmar que en
el sueño el alma intenta
retirarse de las
influencias externas e
internas y que son
expresados, en los
sueños, deseos que
generalmente no se
expresan en el estado de
vigilia.
Kardec, en El Libro
de los Espíritus
inicia el capítulo sobre
la Emancipación del alma
estudiando el sueño y
los sueños. Los
Espíritus esclarecen que
durante el sueño el alma
se ve libera
parcialmente del cuerpo
y “entra en relación
más directa con los
Espíritus”. En esas
circunstancias puede el
alma mantener contacto
con Espíritus familiares
que la orientan y
aconsejan y toman
conocimiento de su
pasado y algunas veces
de su futuro. Ese es un
campo para futuras
investigaciones que
necesitan ser
desarrolladas y
confirmadas en el medio
espírita.
Tributo necesario
Abordamos catorce
tópicos de interés
científico relevante
extraídos de dos obras
básicas de la
codificación espírita.
Después de un siglo y
medio algunas de sus
afirmaciones aguardan
aprobación de la Ciencia
oficial, mientras otras
están confirmándose
gradualmente. De algún
tiempo para aquí, el
medio espírita se viene
dedicando más
sistemáticamente al
estudio del Espiritismo
como ciencia, aliado a
su contenido filosófico
y a sus consecuencias
morales. Sólo así
conseguiremos que la
Ciencia humana registre
el nombre de Allan
Kardec como uno de sus
grandes personajes. Es
un tributo que
necesitamos prestarle
por el legado científico
que él nos dejó.
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