Nadie es médium por
acaso; la mediumnidad
obedece a un plan
reencarnatorio
El estudio de la
mediumnidad nos lleva al
estudio de la realidad
espiritual de la vida,
con la creencia en la
inmortalidad del alma,
en la continuidad de la
vida después de la
muerte y en la
comunicación entre el
mundo espiritual y el
mundo material. No se
puede hablar de
mediumnidad sin hablar
de los Espíritus, que
nada más son los hombres
y mujeres que están
desvestidos del cuerpo
físico (orgánico), y
viven ahora en el mundo
espiritual
(espiritualidad),
vistiendo otro cuerpo:
el periespíritu, también
conocido como cuerpo
espiritual.
Tampoco se puede hablar
de mediumnidad, si
nuestra creencia es la
continuidad de la vida
después de la muerte,
pero sin que pueda haber
intercambio entre los
dos mundos, o dos
dimensiones, o sea, el
alma continuaría viva
después de la muerte del
cuerpo, pero no podría
comunicar, no podría
interobrar con los
llamados vivos, los que
continúan su existencia
en el cuerpo físico.
Afirmamos esas dos
condiciones porque
mediumnidad significa
puente entre dos mundos,
conexión entre
dimensiones de la vida,
permitiendo que los que
partieron a través de la
muerte mantengan
contacto con los que
quedaron. Son la bondad,
la misericordia y la
justicia de Dios en
acción, haciendo que
afectos, y también
desafectos, continúen
sus relaciones, en un
intercambio de nuevos
aprendizajes para unos y
otros.
Todos somos
potencialmente médiums
– Aprendemos con los que
partieron en ese viaje
de vuelta a la patria
espiritual, y de ellos
recibimos bienes
incontables, así como
ellos aprenden con
nosotros, cuando están
en situación de
sufrimiento, de
perturbación, y reciben
nuestras palabras
consoladoras y
esclarecidas.
Allan Kardec, el
codificador del
Espiritismo, al estudiar
la mediumnidad en la
obra El Libro de los
Médiums, nos informa
que todos somos
potencialmente médiums,
pues estamos cercados,
rodeados por los
Espíritus, de ellos
recibiendo mayor o más
pequeña influencia, para
el bien o para el mal,
dependiendo del carácter
de ellos.
Algunos de nosotros
somos más sensibles,
poseemos una estructura
orgánica que permite la
captación de esa
realidad espiritual,
cuando entonces surge la
mediumnidad propiamente
dicha, con sus variados
matices.
Se dice entonces que
tenemos ahí el médium
ostensivo, o sea,
aquella persona que ve,
oye, habla con los
Espíritus, y recibe
comunicaciones de ellos,
sea a través de la
escritura o del habla.
Siendo una
predisposición orgánica
de la persona, y
existiendo la realidad
espiritual con su
intercambio con la
realidad material,
tenemos que la
mediumnidad es natural,
nada tiene de
extraordinario,
necesitando sólo de
educación, de dirección,
de control, lo que se
consigue con el estudio
y con la práctica
equilibrada que el
Centro Espírita puede
propiciar.
¿Para qué la mediumnidad
nos es dada?
– Pensar y sentir que
somos almas inmortales,
que la muerte no es el
fin de todo, y que
aquellos que partieron
pueden mantener contacto
con nosotros, es, como
mínimo, gran consuelo. Y
más, saber que una
persona dotada de la
mediumnidad, el llamado
médium, puede ser
intermediaria de esa
comunicación del más
allá con nosotros,
trayendo la palabra de
un ente querido, es,
como mínimo, encender la
llama de la esperanza en
el mañana, en el amor
que nunca muere.
La mediumnidad es dada
por Dios a los hombres
para que de ella se
aprovechen siempre
útilmente, como todo en
la vida, sirviendo de
instrumento de
comprobación de la vida
después de la muerte, al
tiempo que sirve de
canal de interacción
entre las realidades
existenciales.
Es preciso, para el buen
uso de la mediumnidad,
conocer la realidad de
la vida tras la tumba,
y, también, pasar a
vivir en el mundo
terreno de modo a
preparar de la mejor
manera posible nuestro
retorno al mundo
espiritual. Eso se hace
combatiendo las malas
inclinaciones y
desarrollando las
virtudes.
Para eso recomendamos la
lectura atenta del Libro
de los Espíritus, obra
fundamental del
Espiritismo, así como la
participación en grupos
de estudio en el Centro
Espírita, o a través de
internet, en la
enseñanza la distancia
propiciado por
incontables webs
espíritas.
Conociendo la realidad
espiritual, debe la
persona interesada, o
que tenga facultades
mediúmnicas ostensivas,
dar un segundo paso:
conocer la mediumnidad.
No es posible ejercerla
con provecho, con
desconocimiento de
causa. Así, es esencial
el estudio de El
Libro de los Médiums,
estudio ese
preferentemente hecho en
grupo, en el Centro
Espírita, cuando
testimonios y vivencias
pueden esclarecer con
profundidad las dudas.
La responsabilidad de
ser médium
– Vivir la mediumnidad
es estar en relación
directa con los vivos
del más allá de la
tumba, pero esa vivencia
debe esparcir el bien,
sembrar el amor, por eso
el médium debe ser
candidato a verdadero
cristiano, teniendo en
las lecciones del
Evangelio el guión
infalible de buena
conducta, alejando de sí
a los Espíritus aún
moralmente inferiores, y
sirviendo de canal para
los mensajes de los
buenos Espíritus,
legítimos representantes
del mensaje edificante
de la Buena Nueva.
El médium descontrolado,
desequilibrado, sin
conocimiento de los
mecanismos de la
mediumnidad, será
juguete en las manos de
Espíritus que sólo
quieren sembrar
discordia, desunión,
colocando obstáculos
para nuestro
perfeccionamiento moral,
desviando las facultades
mediúmnicas del servicio
de elevación de las
almas, o sea, los que
nos encontramos
presentemente
encarnados. Conociendo
la realidad de la vida
espiritual, que la
muerte no hace milagros,
y que aquello que somos
es lo que seremos
después de la
desencarnación, el
médium no se dejará
engañar, pues sabe que
en el mundo espiritual
existen los ignorantes y
los sabios, los malos y
los buenos, tanto como
aquí en la Tierra, y que
el hecho de estar fuera
del cuerpo físico no da,
necesariamente, al
Espíritu, ni toda la
ciencia, ni todo el
saber, ni toda la moral,
lo que sólo se consigue
con mucho esfuerzo,
humildad y tiempo.
Con el Espiritismo, el
médium aprenderá que
tener la mediumnidad no
le da ninguna
ascendencia sobre las
demás personas, y ni aún
sobre los Espíritus. En
la verdad, él carga una
gran responsabilidad, y
deberá dar cuenta del
uso de esa facultad ante
la ley divina, cuando
recibirá cien por uno,
si la colocara al
servicio del
mejoramiento del hombre
y del mundo.
Ser médium no es
privilegio
– Objeto de mucha
curiosidad, y también de
incontables
investigaciones
científicas, el médium a
veces es considerado
persona con poderes
sobrenaturales, cuando
en verdad se trata sólo
de un individuo con la
capacidad de mantener el
intercambio con los
Espíritus, nuestros
hermanos que no visten
más los ropajes de la
carne, no poseen más el
cuerpo biológico.
Así, el médium puede
estar en cualquier
lugar, viviendo
normalmente, como de
hecho debe hacerlo,
interaccionando
socialmente, manteniendo
su convivencia familiar,
ejerciendo su labor
profesional, reservando
para la actividad
mediúmnica ostensiva el
tiempo que le sea
posible, pero con
asiduidad, fe y
perseverancia, siempre
de forma voluntaria y
gratuita, a servicio del
bien, utilizándose para
eso las reuniones
mediúmnicas organizadas
por el Centro Espírita.
Muchas personas, al leer
estas líneas, quedarán
tal vez desilusionadas,
pues pensaban que ser
médium era un
privilegio, cuando el
Espiritismo nos lo
muestra de forma simple,
sin fuegos de artificio,
recordando que la
mediumnidad es, a la
vez, misión y prueba.
Eso no quiere decir que
el fenómeno mediúmnico
no tenga su complejidad,
pues estamos
refiriéndonos a la
individualidad médium,
el ser humano, que puede
ser sustituido en
cualquier momento, y aún
no estar apto para
recibir este o aquel
tipo de comunicación por
parte de los Espíritus.
Nadie es médium por
casualidad
– Así, el médium no está
sufriendo de alguna
enfermedad, ni tampoco
es loco, y mucho menos
un ser privilegiado. Es
una persona que posee la
facultad natural de la
mediumnidad, siendo
considerado el
intermediario entre los
Espíritus y los hombres.
Para que sea un fiel
intérprete, debe tener
disciplina y humildad,
dos características
básicas, siempre
esforzándose por
estudiar la doctrina
espírita, conociendo el
fenómeno en todos sus
aspectos, y sabiendo oír
las críticas para
perfeccionar su trabajo
y recibir la confianza
de los buenos Espíritus.
Nadie es médium por
casualidad. La
mediumnidad obedece a
una planificación
reencarnatoria, y aquel
que vistiera aquí en la
Tierra ese rotulo de
servicio lo acepta de
libre y espontánea
voluntad, pasando por
todo una preparación
para que mejor desempeñe
su tarea.
Estamos hablando de la
preparación espiritual
antes del nacimiento, o
sea, cuando el Espíritu
candidato a la
reencarnación y a la
mediumnidad participa en
el mundo espiritual de
cursos y ejercicios para
que consiga desarrollar
contento, siempre al
servicio del bien, la
facultad mediúmnica de
que sea portador.
Marcus De Mario es
educador, escritor,
consultor educacional y
empresarial. Actúa en El
C.E. Humildad y Amor, de
la ciudad de Río de
Janeiro.
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