El legado de
Nelson Mandela
Se realiza en
este domingo,
como fue
ampliamente
anunciado, el
entierro del
cuerpo utilizado
por una
personalidad
extraordinaria
que dejó la
esfera donde
vivimos, en
rumbo a la
patria
espiritual, en
el día 5 del
corriente mes de
Diciembre. Nos
referimos a
Nelson Mandela,
que desencarnó a
los 95 años de
edad.
Nacido en 1918,
Mandela contaba
44 años cuando
fue preso y,
algún tiempo
después,
condenado a la
cadena perpetua.
En el presidio
permaneció por
27 años, para de
él salir y –
contrariando
ciertamente la
expectativa
general –
promover una
verdadera
revolución, sin
armas y sin
derramamiento de
sangre, en el
país del
Apartheid.
La mejor
definición del
legado de
Mandela nos fue
dada por el
escritor
nigeriano
Chinedu Okafor,
autor de Los
Escorpiones
Rojos,
novela que
enfoca la
historia
reciente de
África:
“El legado de
Nelson Mandela
debería ser
visto más como
un legado de
amor y de
perdón que de
nacionalismo.
Nelson Mandela
es un hombre que
escogió amar,
mismo cuando
tenía todos los
motivos para
odiar.
Veo Nelson
Mandela más como
una encarnación
del perdón, de
que como el
combatiente por
la libertad por
lo cual muchos
lo reconocen.
Podemos
comprobar eso
con el hecho de
que hubo muchos
combatientes por
la libertad en
África, antes y
después de
Mandela, que
persiguieron
aquellos vistos
como enemigos
tras llegasen al
poder, pero,
como presidente
de África del
Sur, él organizó
la famosa
Comisión de la
Verdad y
Reconciliación,
donde la verdad
sobre los
eventos del
régimen del
Apartheid fue
revelada, y el
perdón necesario
fue aplicado.”
(Gaceta del
Pueblo, Especial
Mandela de
6/12/2013,p.5).
Así que la
noticia del
fallecimiento de
Mandela fue
divulgada, se
averiguó en el
mundo todo una
ola de
manifestaciones
de reverencia y
de gratitud al
gran líder
sudafricano por
el papel que
ejerció en la
transición
pacífica de un
régimen que
todos deploraban
– el Apartheid –
para el de
libertad, en lo
cual blancos y
negros podrían,
entonces,
convivir y
disfrutar de los
mismos derechos.
Como se sabe,
desde que el
continente
africano se
tornó
independiente,
solamente dos
líderes que
llegaron a la
presidencia de
sus países no
fueron acusados
o incriminados
por corrupción.
Uno de ellos es
Julius Kambarage
Nyerere
(Butiama, 13 de
Abril de 1922 –
Londres, 14 de
Octubre de
1999), de
Tanzania. El
otro es Nelson
Mandela.
Además de eso,
ambos
renunciaron al
poder
voluntariamente,
recusando los
esfuerzos que
hicieron para
que se
mantuviesen en
el poder, sin
plazo definido,
un hecho común
en África, bien
como en Asia,
donde dictaduras
se instalaron y
se perpetuaron,
teniendo como
consecuencia
crisis,
conflictos y,
muchas veces, la
desorganización
de la economía,
con todo su
cortejo de
dificultades y
miseria.
Libertad,
igualdad y
honestidad, a
que podemos
agregar la
práctica del
perdón y de la
reconciliación,
he aquí los
ideales que se
pueden asociar a
Nelson Mandela,
que logró probar
que es posible,
sí, adoptar en
el mundo donde
vivimos los
mismos
principios que
Jesús nos legó
hace dos mil
años, por más
difícil que sea
la misión a ser
realizada.
Dar la otra faz,
reconciliarse
con el
adversario,
perdonar no
apenas siete
pero setenta
veces, he aquí
lo que se vio en
África del Sur
bajo el comando
de Mandela.
Un pensamiento,
con toda
certeza, debe
tener venido en
la mente de
todos nosotros
cuando noticiado
el fallecimiento
del gran líder:
- ¡Si la vida de
un hombre se
resumiera a los
pocos años que
pasamos por
aquí, que
desperdicio
sería la muerte
de personas como
Gandhi, Martin
Luther King y
Nelson Mandela,
todos legítimos
campeones de la
lucha por la paz
y por la
libertad!
Ocurre que la
vida de nadie no
se resume a una
única
existencia, y,
por lo tanto,
todos ellos,
como Espíritus
libres que son,
pueden asociarse
– y ciertamente
es lo que ocurre
– a los
esfuerzos de
Jesús, el
Gobernador
espiritual de
nuestro orbe,
para que el
planeta donde
vivimos sea un
día un mundo
fraterno donde
la paz, la
libertad y la
igualdad reinen
soberanas en
todos los
lugares.
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