El día 25 de
diciembre
conmemoramos el
nacimiento de
Jesús, el
Espíritu más
puro y más
perfecto que
vivió en este
mundo. Su
mensaje comienza
en el pesebre,
ejemplificando
la humildad, y
termina en la
cruz, perdonando
a sus verdugos.
Toda la
existencia de
Jesús fue
dedicada al
bien, donándose
íntegramente a
todos. Vivió
solamente para
servir y ayudar,
sin exigir
gratitud o
recompensa. No
hay un gesto en
toda su vida que
no haya sido
para amparar a
los necesitados
y los vencidos
de la Tierra.
La misión de
María
– Para el
Espiritismo,
Jesús es “el
Camino, la
Verdad y la
Vida”,
conduciendo a la
humanidad para
Dios. Es también
la plantilla de
perfección
moral, cuyas
enseñanzas
vividas por Él y
registradas en
el Evangelio
aseguran, a
todos que los
sigan, la
conquista de la
evolución
espiritual. Sin
embargo, Jesús,
aún en la
condición de
Gobernador
Espiritual de
nuestro planeta,
necesitó de un
corazón materno
para recibirlo
como hijo. Fue
justamente a
María de Nazaret
que Dios confió
esa misión, por
las cualidades
del elevado
Espíritu que
era, sobre todo
la humildad y el
acrisolado amor
al prójimo.
Dificultades de
María y José
– En razón del
adelantado
estado de
embarazo de
María, José
buscó en Belén
la posada de
Abias, que de
inmediato negó
hostal para los
dos, además de
aún mirar
maliciosamente
para María y
dirigir bromas
irreverentes a
José. La pareja,
también pidiendo
hospedaje a
Joroao, usurero
que alquilaba
cuartos, de
pronto recibió
de él la
negativa de
acogerlos. Sin
embargo, al
examinar la
belleza de
María, llamó a
parte a José y
preguntó si ella
era hija de
esclavos, que
pudiera comprar.
Tras eso, la
pareja buscó la
pensión de
Jacob, que
también declaró
ser imposible
ceder el
alojamiento para
los viajeros.
Pero, al fijarse
en María,
preguntó
abiertamente
como un viejo
tenía el coraje
de exhibir a una
joven de aquella
rareza por las
calles.
La intervención
de Gabriel
– A pesar de
todos esos
acontecimientos
lamentables, la
verdad es que
José y María
eran acompañados
espiritualmente
por una legión
de Espíritus
sabios y
magnánimos, a
cuya frente se
destacaba
Gabriel, el
mismo que
anunció a María
el nacimiento de
su hijo – Jesús.
Delante de esa
difícil
situación, el
abnegado
Gabriel,
arrodillándose
en las calles
empedradas de
Belén, rogó
fervorosamente
el amparo de
Dios, recibiendo
orientaciones de
diversos
Emisarios
Celestiales de
las más altas
regiones de la
espiritualidad,
para que María
pudiera
conseguir hostal
y tener su hijo
en un lugar
seguro. Fue
cuando esos
Emisarios
deliberaron que
la única
seguridad para
el nacimiento de
Jesús se hallaba
en el establo, y
por eso mismo,
inspiraron a
José y María a
continuar en
dirección al
abrigo de los
carneros y de
los bueyes.
Los animales en
la mesa navideña
– Tales hechos,
narrados por el
orientador
espiritual
Ebenezer Bem
Aquim y anotados
por el Espíritu
Humberto de
Campos, están
publicados en la
Antología
Mediúmnica de la
Navidad, obra
psicografiada
por el médium
Chico Xavier. Al
final de su
comentario bien
humorado, Chico
recuerda que si
no fueran los
animales
anfitriones del
establo tal vez
la Buena-Nueva
traída por Jesús
hubiera tenido
su aparición
retardada, y
deja en el aire
la pregunta:
“¿No será eso
motivo para que
los animales en
este mundo no
sean matados
para festejar la
Navidad?”.
Piense bien, y
homenajee el
aniversario del
día 25 sin
animales asados
en la mesa
navideña.
La grandeza
espiritual de
José
– “José de
Galilea fue un
hombre tan
profundamente
espiritual que
su personaje
sublime escapa a
los análisis
limitados de
quienes no puede
prescindir del
material humano
para un servicio
de
definiciones.”
El concepto es
del benefactor
espiritual
Emmanuel, en un
mensaje
psicografiado
por Chico
Xavier. Fue
exactamente por
su grandeza
espiritual que
José mereció la
confianza de las
Fuerzas Divinas
que presidieron
la venida de
Jesús la Tierra.
Es importante
resaltar que
fueron confiadas
a José las vidas
de María y
Jesús, desde el
establo, en
Belén, donde
María dio a la
luz a su hijo
con seguridad, y
después en la
fuga para
Egipto, para
salvar al
pequeño Jesús de
la muerte
ordenada por
Herodes, hasta
el regreso de
ellos a Nazaret.
Ese hombre,
aunque honrado
dos veces por la
solicitud de un
ángel, nunca se
vanaglorió de
esa dádiva en su
vida.
La primera
solicitud hecha
a José de
Galilea fue
cuando el
embarazo de
María. Antes de
cohabitar, él
resolvió
alejarse de
María
secretamente, en
la intención de
evitar su
difamación. Al
pensar en eso,
he ahí que un
ángel del Señor
le apareció en
sueño,
diciéndole:
“José, hijo de
David, no temas
recibir a María,
porque lo que en
ella fue
concebido es
obra del
Espíritu Santo.
Ella dará a la
luz un hijo, al
cual pondrás el
nombre de
Jesús”. Ya la
segunda ocurrió
cuando José fue
avisado otra vez
en sueños, por
un Emisario
Celestial, para
que huyera con
su familia en
dirección a
Egipto. Si de
José no tenemos
muchas
informaciones,
es porque pasó
en el mundo
dentro del
divino silencio
de Dios,
ejemplificando
la humildad, la
dedicación al
trabajo y el
amor a la
familia.
El mejor
homenaje
– En la víspera
o el día de
Navidad, si
usted pretende
homenajear de
hecho el
aniversario
inolvidable que
es Jesús, ampare
a los hermanos
relegados a la
miseria y al
dolor. Ofrezca
una sencilla
flor al enfermo
abandonado y
olvidado en el
lecho del
sufrimiento.
Alimente con el
pan que le sobra
de la mesa la
viuda cercada de
los hijos
hambrientos.
Extienda su mano
a los hermanos
presidiarios.
Abrace a los
viejitos
recogidos en los
asilos y casas
de asistencia.
Experimente
conversar
también con los
hermanos que
residen en las
calzadas frías,
y, si es
posible, sirva
una taza de
leche, endulzada
con su
generosidad.
Visita de Jesús
a la Tierra
– Por
descontado, tras
la plena
donación del
amor, usted oirá
dentro de su
alma las
inolvidables
palabras del
Maestro: “En
verdad os digo,
todas las veces
que eso
hicisteis a uno
de estos más
pequeñitos de
mis hermanos,
fue a mí mismo
que hicisteis”.
Y no se olvide
de que entre las
once de la noche
y una de la
madrugada del
día de Navidad,
Jesús viene a la
Tierra para
amparar a los
sufridores y los
olvidados en las
calles, en los
hogares, en los
hospitales, en
las prisiones,
finalmente, en
todas partes,
según revelación
del médium Chico
Xavier.
En una de esas
visitas a
nuestro mundo el
día de Navidad,
Jesús acogió el
alma de
Mariazinha, niña
que murió con
hambre, cansada
y enferma,
tirada en una
calzada de una
ciudad
brasileña.
Al asistir a ese
hecho en la vida
espiritual, la
poetisa cearense
Francisca
Clotilde hizo su
narración en
versos por la
mediumnidad de
Chico Xavier,
bajo el título
“Cuento de
Navidad”,
publicado en el
libro “Antología
Mediúmnica de la
Navidad”:
La noche es casi
helada...
Pero, Mariazinha
es la niña de
otras noches
que tiembla,
tose y camina...
Sonajeros lejos,
sonajeros
cerca...
Es Navidad de
paz y amor.
Hay muchas voces
cantando:
– “Loado sea el
Señor!”.
La calle parece
nueva
cual jardín que
floreció.
Cada vitrina
adornada
repite: “Jesús
nació!”
Descalza,
vestido roto,
Mariazinha allá
va...
Sola, sin madre
que la bese,
niña triste, sin
padre.
Aquí y allí,
pide un pan...
Está hambrienta
y enferma.
– “¡Vaga, sana
deprisa!”.
Es el grito de
mucha gente.
– “¡Niña
ladrona! – otros
dicen”:
– “¡Huye de
aquí, pata
fea!”.
Todo niño
perdido
debe dormir en
la cadena”.
Mariazinha tiene
hambre
y llora,
sintiendo en
torno
el viento que
trae el aroma
del pan
calentado al
horno.
Abatida,
fatigada,
tras un
recorrido
enorme,
se estira en la
calzada...
Intenta el
sueño, pero no
duerme.
En eso, un joven
tranquilo y
bello
surge y habla,
dulce y blando:
– Mariazinha, ¿tú
estás durmiendo
o pensando?
La pequeñita
responde,
irguiendo los
bracitos
desnudos:
– Hoy es noche
de Navidad,
estoy pensando
en Jesús.
– ¿No recuerdas
a alguien más?
Y ella,
llorando, dijo:
– Yo
pienso también,
con nostalgia,
en mi madre que
murió...
– Si Jesús
apareciera,
¿Qué es lo que
tú querrías?
– Querría que él
me diese
un pastel de la
panadería...
Tras comer,
entonces
– Ella la pobre
sonrió contenta
–
quería un par de
zapatos
y una blusa
grande y
caliente...
Después...
Quería una casa,
así como todos
tienen...
Tras todo... yo
querría
una muñeca
también.
– Pues sepa,
Mariazinha,
¡Yo te digo que
así sea!
Tú hoy tendrás
todo
aquello que más
desea.
– Pero, ¿el
señor quien es?
Y él afirma,
ojos en luz:
– ¡Soy yo, amigo
de siempre,
mi hija, yo soy
Jesús!...
Mariazinha,
encantada,
tonta de inmensa
alegría,
puso la cabeza
cansada
en los brazos
que él
extendía...
Y durmió,
viéndose otra,
en santo
deslumbramiento,
acurrucada a
Jesús
en la gloria del
firmamento.
Al otro día, muy
pronto,
cuando el
tendero abre la
puerta,
un cuerpo cayó,
leve...
la niña estaba
muerta.
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