Vavá, de sólo siete
años, era dotado de buen
corazón y no soportaba
ver alguien ser
maltratado por otra
persona.
Ese día, Vavá estaba en
la calzada jugando con
Beto, un vecino, cuando
vio aproximarse a un
hombre enorme, fuerte y
de expresión
malhumorada.
Jugando con el balón,
Beto chutó, y el balón,
golpeando en el muro,
fue para arriba del
hombre que estaba
pasando en aquel
momento.
Muy enfadado, el
desconocido paró, se
volvió, y fue para cerca
de Beto, que temblaba de
miedo al ver la cara del
hombre.
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Llegando cerca de Beto,
el osado lo agarró por
el cuello de la camiseta
y, casi levantándolo del
suelo, gritaba con voz
gruesa:
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– ¿Cómo te atreves,
canalla, a chutar este
balón sobre mí? Voy a
darte una paliza para
ver si aprendes a
respetar a los que están
pasando, ¿estás oyendo?
Temblando como una vara
verde, Beto
tartamudeando:
– Dis... culpe, sí...
señor. ¡No... chuté
para... alcanzarlo!
– ¡Pero el balón casi
golpeó en mí, so
impertinente!...
Y el hombre levantó la
mano para golpear a
Beto. Viendo
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eso, Vavá se
puso entre ellos
y gritó: |
– ¡Alto ya! ¡Usted no va
a golpear a mi amigo,
porque él no tiene
culpa! ¿No lo ve,
cobarde? ¡Vea su tamaño
y mire el de él! ¡¿No
tiene vergüenza de
agredir a un niño?!...
¡Vaya a golpear a
alguien de su tamaño!...
Al ver aquel bajito,
entre él y el otro niño
que había chutado,
dándole de refilón, el
hombretón paró. Bajó
el brazo extendido, y
miró para el chico:
– ¿Quién eres tú, niño?
– No interesa. Soy amigo
de Beto, y usted lo está
amenazando.
El grandullón miró para
los dos niños, llevó la
mano a la cabeza, y
después se sentó en la
calzada, murmurando:
– No sé lo que ocurrió
conmigo. Pido disculpas.
No estoy bien.
Vavá corrió hasta su
casa y trajo un vaso con
agua para el gigante. Él
cogió el agua y la bebió
de un sólo trago.
Después, se llevó la
mano a la cabeza y dijo,
sollozando:
– No sé lo que ocurrió
conmigo. Estoy arrasado.
Fui mandado para irme
del empleo y ahora no sé
como conseguir otro
trabajo. ¡¿Qué voy a
hacer?!...
Los niños intercambiaron
una mirada llena de
compasión, y Vavá
preguntó:
– ¿Qué sabe hacer el
señor?
– Trabajo en la serrería
hace más de treinta
años. Nunca necesité
pedir para vivir. ¡Ahora
no sé qué hago!...
Mi familia está pasando
hambre...
Los chicos se sentaron
junto a él en el
bordillo, y hablaron
buscando darle ánimo:
– ¡Coraje! Mi padre
siempre dice que todo
pasa – comentó Beto.
– ¡Es verdad! ¡Todo se
resuelve, tenemos que
creer en Dios! –
completó Vavá, que tras
pensar un poco
consideró: – Mi padre
trabaja en una empresa.
¿Quién sabe si él
encuentra un empleo para
el señor?
– ¿Tú crees?
– Lo creo. Es la hora de
él para volver a casa.
¿Vamos allá? ¿Antes, sin
embargo, vamos a hacer
una plegaria, pidiendo
el auxilio de Jesús? –
propuso Vavá.
Benedicto aceptó. Estaba
aún necesitando de la
ayuda de Dios.
Entonces Vavá hizo una
oración ligera, pidiendo
a Jesús que socorriera a
su amigo Benedicto, que
estaba muy necesitado de
ayuda para poder
trabajar y dar una vida
mejor para su familia.
Tras la oración, más
sereno, Benedicto
acompañó a los niños
hasta la casa de Vavá, y
vieron al padre de él
llegando.
Vavá contó a su padre
sobre el problema de
Benedicto, que prometió
ayudarlo. Telefoneó para
la empresa y, en la
misma hora, quedó
sabiendo que había una
vacante para cargador.
– ¿Acepta? – indagó.
– ¡Claro! Acepto con
mucha gratitud, señor.
– Entonces, el cargo es
suyo. ¡Cuando surgiera
otra vacante mejor en la
serrería, quien sabe tal
vez usted
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pueda ocuparla!
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Muy emocionado,
Benedicto agradeció.
– Gracias, señor.
Agradezco también a Beto
y Vavá, pues si no fuera
por ellos yo no
conseguiría ese empleo.
¡Que
Dios los bendiga!
Se despidieron, ahora
como amigos, y todos
estaban contentos.
Beto miró para Vavá y
comentó:
– Si no fuera por tu
coraje en defenderme,
nada de eso habría
ocurrido. ¡Tu
fluíste valiente, Vavá!
– ¡Tú es que lo piensas,
Beto! ¡Yo estaba con
mucho miedo de él y mis
piernas temblaban! ¡Pero
yo estaba con más miedo
aún de verlo agredirte a
ti, mi amigo Beto!
Ambos quedaron
emocionados, después uno
miró para el otro y
empezaron a reír.
¡Enseguida, se abrazaron
contentos por haber
resuelto el problema de
la mejor manera para
todos!
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em
9/12/2013.)
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