Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cómo es la muerte del incrédulo?
B. ¿Qué impresionó más a Sanson al despertar en el mundo espiritual?
C. ¿Bajo qué aspecto aparecen los Espíritus ante los ojos de los que retornan al mundo espiritual?
D. ¿Cómo se ven los Espíritus en el mundo espiritual? ¿Sienten sus manos, su cabeza, sus brazos?
Texto para la lectura
128. La visión de los Espíritus no se puede comparar a la humana, informó Sanson. El Espíritu tiene una perspicacia que abarca todo, y puede incluso adivinar los pensamientos ajenos. Puede también tomar la forma más adecuada para hacerse conocido. “Pero en realidad, el Espíritu que ha terminado su prueba – esclareció Sanson – prefiere la forma que lo condujo a Dios”. (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 10.)
129. Kardec le preguntó si en su nuevo estado, Sanson tendría más de la naturaleza masculina o de la femenina. Sanson respondió: “No tenemos motivo para ser de naturaleza masculina o femenina: los Espíritus no se reproducen. Dios los creó conforme su voluntad, y si por sus maravillosos designios dispuso su encarnación en la Tierra, los subordinó a las leyes de reproducción de las especies, caracterizada por la unión de los sexos. Pero ustedes deben sentir, sin mayor explicación, que los Espíritus no pueden tener sexo”. (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 11.)
130. En nota colocada en seguida a la respuesta de Sanson, Kardec comenta: “Los Espíritus puros comprenden perfectamente su naturaleza, pero entre los inferiores, no desmaterializados, hay muchos que se creen encarnados en la Tierra, con las mismas pasiones y deseos. Así, piensan que son aún lo mismo que fueron, es decir, hombre o mujer, y por esta razón hay quien supone que realmente tiene un sexo”. (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 11, nota de Kardec.)
131. Respecto a la sesión que se realizaba allí, Sanson informó que todo le parecía ahora mucho más claro que antes, cuando estaba encarnado, porque podía leer el pensamiento de todos, y se sentía igualmente feliz por la benéfica impresión que le causaba la buena voluntad de todos los Espíritus allí reunidos. “Deseo que el mismo criterio – agregó Sanson – se haga sentir no sólo en París sino en toda Francia, donde hay grupos que se dividen, envidiándose recíprocamente, dominados por Espíritus turbulentos que se complacen en la discordia, cuando el Espiritismo debe inspirar el olvido completo y absoluto del yo.” (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 12.)
132. El Codificador le pidió que explicase cómo era posible leer el pensamiento ajeno y cómo se opera esa transmisión. “No es fácil”, respondió Sanson. “Para describir y explicar este prodigio extraordinario de nuestra visión, sería necesario abrirles todo un arsenal de agentes nuevos, con lo que quedarían en la misma situación, porque tienen las facultades limitadas por la materia. Paciencia… Sean buenos y lo conseguirán todo. Actualmente, sólo pueden tener lo que Dios les concede, pero con la esperanza de progresar continuamente; más tarde, serán como nosotros. Procuren, pues, morir en gracia para saber mucho.” (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 13.)
133. Sanson ofreció, sin embargo, una pequeña pista a la pregunta formulada por Kardec: “el aire que ustedes respiran, impalpable como nosotros, caracteriza por así decir su pensamiento; el soplo que ustedes exhalan es, más o menos, la página escrita de sus pensamientos leídos y comentados por los Espíritus que constantemente se encuentran con ustedes, mensajeros de una telegrafía divina que todo transmite y graba”. (Segunda Parte, cap. II, ítem III, pregunta 13.)
134. Luego de la primera evocación de Sanson, hecha en la Sociedad Espírita de París, el Espíritu de Georges explicó que la muerte de Sanson fue de esperanza y calma, y la vida espiritual sucedió para él a la vida terrestre, sin rupturas ni sacudidas. Su último suspiro – dice Georges – fue como un himno de reconocimiento y amor. ¡Pocos son los que atraviesan así el rudo pasaje! (Segunda Parte, cap. II, “La muerte del justo”.)
135. De la misma manera que el hombre de salud perfecta, de repente mutilado, sufre en los miembros separados del cuerpo, también el alma del escéptico, separada del cuerpo, se dilacera y se lanza al espacio, inconsciente de sí misma. (Segunda Parte, cap. II, “La muerte del justo”.)
136. El amor – afirma Georges – no tiene límites; llena el espacio y da y recibe mutuamente sus divinos consuelos. Más profundo que las olas del mar, más infinito que el espacio, el amor debe unir a todos en la santa comunión de la caridad, fusión sublime de lo finito y lo eterno. (Segunda Parte, cap. II, “La muerte del justo”.)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cómo es la muerte del incrédulo?
Los incrédulos experimentan en sus últimos momentos las angustias de esas pesadillas terribles en que se ven al borde de abismos prestos a tragárselos; quieren huir y no pueden; tratan de aferrarse a cualquier cosa, pero no encuentran apoyo y sienten que se precipitan; quieren clamar, gritar y ni siquiera pueden articular ningún sonido. Entonces – dijo Sanson – los vemos retorcerse, crispar sus manos, dar gritos ahogados, otras tantas señales de la pesadilla de la que son víctimas. (El Cielo y el Infierno, Segunda Parte, cap. II, Sanson, ítem II, preguntas 5 y 6.)
B. ¿Qué impresionó más a Sanson al despertar en el mundo espiritual?
Sanson dijo que estaba deslumbrado, sin poder comprender las cosas, porque la lucidez no regresa instantáneamente. Pero Dios le permitió recuperar sus facultades, y fue entonces que se vio rodeado de numerosos, buenos y fieles amigos. Todos los Espíritus protectores le rodeaban sonriendo; una alegría sin igual irradiaba su semblante y él también, fuerte y animado, podía recorrer el espacio sin esfuerzo. Lo que vio, dijo Sanson, no tiene nombre en el lenguaje de los hombres. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Sanson, ítem II, preguntas 7 y 8.)
C. ¿Bajo qué aspecto aparecen los Espíritus ante los ojos de los que retornan al mundo espiritual?
Ellos conservan la forma humana y así se presentan. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Sanson, ítem III, pregunta 9.)
D. ¿Cómo se ven los Espíritus en el mundo espiritual? ¿Sienten sus manos, su cabeza, sus brazos?
El Espíritu, conservando su forma humana idealizada, puede sin contradicción poseer todos los miembros mencionados. Sanson dijo que sentía perfectamente sus manos con sus dedos, pues podía, por su voluntad, aparecer y apretar las manos de los otros, encarnados o no. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Sanson, ítem III, preguntas 10 y 11.)