Es prácticamente
imposible mirar
para el legado
de Jesucristo y
no dejarse
fascinar por su
marcada
personalidad.
Aunque vivamos
en un planeta
extremadamente
dividido, donde
persisten
sociedades
heterogéneas,
algunas aún
dominadas por
los vientos del
radicalismo y de
la
intransigencia
religiosa, no
hay como dejar
de admirar la
fuerza y los
ejemplos que
dimanan de su
extraordinaria
figura. Exaltado
por los
Espíritus que
administran este
orbe como el
prototipo
perfecto1,
él continúa
amparando a la
humanidad a
través de sus
colaboradores,
que nos ayudan
con mensajes
llenos de
sabiduría y
apelos
importantes para
que no
desanimemos en
esta hora de
testimonios que
nos caben
enfrentar.
Corroborando esa
comprensión,
recurrimos al
pensamiento del
Espíritu
Joanna de
Ângelis,
que hace la
siguiente
afirmación: “Se
vive el momento
terrestre de la
gran transición
planetaria. Las
fuerzas del bien
enfrentan los
ejércitos del
mal, en lucha
cruel y
fratricida”.2
No obstante el
inmenso paisaje
conturbado en
que se
transformó la
Tierra, donde
las pasiones
disolutas, las
actitudes
malsanas y las
acciones
nefastas campean
por todas
partes, sus
llamamientos al
cultivo de la
paz y armonía
continúan a
invitarnos a
participar del
sublime banquete
divino por la
vía
improrrogable e
intransferible
del cambio
interior. Por
todo eso, el
mensaje del
Cristo permanece
actualizado y
así continuará,
pues es
atemporal y,
siendo así,
también
transciende el
inmediatismo de
la vía moderna,
que es manchada,
por señal, de
destructivos
valores que
crecen por todas
partes.
Puesto esto, el
Cristo de Dios
no sólo se hizo
notable por su
corto e
inolvidable
pasaje por este
mundo, con sus
hechos, milagros
y enseñanzas.
Gracias a él,
tenemos
incuestionablementes
directrices y
caminos sólidos
a continuación,
que marcan otra
faceta de su
personalidad: la
inigualable
capacidad de
liderazgo – lo
que hace más
admirable su
figura.
En este ensayo
deseamos
examinar tal
aspecto a través
de algunas
lentes teóricas
y conceptuales
exploradas por
la ciencia. Bajo
esa perspectiva,
entonces,
buscaremos
“encajar”, por
lo tanto, lo que
es propuesto por
ellas y lo que
él efectivamente
produjo en
relación a tal
dimensión.
Esperamos, por
fin, traer a la
luz algunos
ejemplos de lo
que los libres
pensadores
sugieren y lo
que Jesús
realizó,
yuxtaponiendo,
así, teoría y
enseñanza
(evidencia).
Nadie en este
mundo está libre
de dolores y
sinsabores
– Aunque el
tópico del
liderazgo
constituya un
fascinante
objeto de
estudio a
perderse por las
eras del tiempo,
solamente a
partir del siglo
pasado es que el
asunto ganó
cierto estatus,
pasando a ser de
interés de la
investigación
científica.3
De ese modo,
cumple
inicialmente
destacar que
“Toda la
doctrina de
Jesús es
formulada con
simplicidad y
con amor”.4
Dicho de otra
forma, todos
están aptos a
entenderla y,
sobre todo,
vivirla. A
grosso modo,
todos nosotros
tenemos sed y
hambre de
espiritualidad y
Jesús nos
aprovisiona con
el poderoso
alimento de la
fe, del consuelo
y de la
aclaración
objetiva.
Finalmente,
¿quién en este
mundo podrá
afirmar estar
libre de dolores
y sinsabores por
más exitoso y
poderoso que
sea? Creemos
sinceramente que
nadie.
Actualmente las
pruebas y
expiaciones nos
tocan a las
puertas –
probablemente
una vez más –
cobrándonos
actitudes y
comportamientos
equilibrados y
actitudes más
elevadas.
Siendo tales
impositivos
parte de la
vida, un líder
religioso y
espiritual serio
jamás podrá
faltar con la
verdad, pues es
a través de ella
que él construye
el pilar de la
fe y de la
confianza en sus
seguidores y
simpatizantes. Y
Jesús es
absolutamente
transparente
sobre las
dificultades –
las cruces – del
camino, para que
nuestra
integración
absoluta con el
Padre Celestial
pueda ser
alcanzada, es
decir, “...
quién no toma su
cruz, y no sigue
después de mí,
no es digno de
mí” (Mateos,
10:38). No hay
una promesa vana
ahí embutida.
Hay, sí, pura
sinceridad en la
cual un líder
crea un contexto
de confianza.
A propósito,
estudiosos de
liderazgo
observan que
“Liderazgo
auténtico es
fundado en la
confianza, y
mientras más
personas confían
en su líder y en
cada uno, más
asumen ellos
riesgos, hacen
cambios y
mantiene sus
organizaciones y
movimientos
vivos. A través
de esa relación,
los líderes
transforman a
sus
constituyentes
en líderes ellos
mismos”. 5
El liderazgo
espiritual y su
habilidad de
inspirar a
personas
– Como líder por
excelencia,
Jesús supo
erigir con
maestría, en su
inolvidable
peregrinación,
una tesitura de
confianza en el
corazón de sus
apóstoles y
seguidores –
basada,
evidentemente,
en su discurso
transformador
y en la
sinceridad de
sus propósitos
volcados al
cambio de la
mentalidad del
hombre, así como
despertándolo
para otras
realidades
transcendentes
–, paso
fundamental para
los desafíos
espirituales que
estaban desde
hace mucho
delineados para
la humanidad
terrena.
Conforme
sostienen
investigadores
renombrados, se
trata, por
tanto, de una
característica
vital de
liderazgo.
6
Dicho eso, la
capacidad de
cautivar a
personas a
través de una
visión
envolvente y
arrebatadora
surge como una
de las más
importantes
habilidades de
un líder.
Traducir el
componente
visionario por
medio de
enseñanzas sin
misticismo y
transcendentales,
así como
influenciar el
habito de los
liderados en la
búsqueda de tal
ideal, es una
tarea que sólo
personas muy
especiales
pueden realizar.
No obstante el
hecho de que
considerable
contenido del
tema del
liderazgo esté
asociado a las
organizaciones
modernas y a sus
conductores,
creemos que, si
ensancháramos el
pensamiento,
podremos ver sus
proposiciones y
aplicabilidad
adecuadas al
asunto en pauta.
De ese modo,
cabe mencionar
que muchos
pensadores de la
actualidad
trabajan
intensamente en
la investigación
del liderazgo y
sus múltiples
vertientes,
inclusive la
espiritual. En
esta última, por
señal, hay
investigadores
que sugieren que
el liderazgo
espiritual
envuelve la
habilidad de
inspirar a otros
a comportarse en
consonancia con
los más altos
valores morales
y éticos en la
forma como
conviven con los
otros. Tales
valores
abarcarían, así,
la empatia, la
compasión, la
humildad y el
amor y, como
tal, su portador
sería movido por
un sentido
innato de lo que
es correcto,
independiente de
las
consecuencias.7
Otro prolífico y
conceptuado
investigador de
esa área, el Dr.
Louis W. Fry,
acostumbra a
definir tal
capacidad como
“[...]
comprendiendo
los valores,
actitudes y
comportamientos
que son
necesarios para
intrínsecamente
motivar el
propio self y
otros de modo
que ellos tengan
un sentido de
supervivencia
espiritual a
través de la
vocación y
asociación.8
Es en la fuente
más sublime que
Jesús se nutre
– Viendo la
trayectoria de
Jesús por esa
lente, se puede,
por lo tanto,
observar que su
motivación
intrínseca está,
por ejemplo, en
su completa
identificación y
sintonía con el
Creador, de cuya
voluntad, de
hecho, se hace
fiel ejecutor: “Yo
y el Padre somos
uno” (Juan,
10:30), o “Yo
hablo de lo que
vi junto a mi
Padre, y
vosotros hacéis
lo que también
visteis junto de
vuestro padre”
(Juan: 8:38) o
aún “Pero es
para que el
mundo sepa que
yo amo al Padre,
y que hago como
el Padre me
mandó [...]”
(Juan, 14:31).
Se ve, pues, que
Jesús encuentra
en su estrecha
conexión con
Dios la fuerza
espiritual
inspiradora y la
sabiduría
indispensable
para iluminar la
conciencia
humana. Es, en
suma, en la
fuente más
sublime que él
se nutre y
motiva en la
ejecución de su
misión.
Más aún, él
incorpora
colaboradores
fieles y
determinados que
son, por su
parte, tocados
en el interior
del alma por su
magnetismo
natural y por su
retórica
enfocada en el
cambio interior
– primicias de
una nueva era,
es decir, la de
el Espíritu
inmortal.
Tan
profundamente
impactantes
(motivadores)
fueron tales
episodios que,
como muy bien
describe el
Espíritu Amélia
Rodrigues,
“Para tras
quedaban los
recelos y las
inquietudes. No
obstante las
intrigas
políticas, los
celos
religiosos, las
problemáticas de
cada Espíritu,
una armonía
generalizada
identificaba a
los Espíritus
reunidos en
torno del Rabí
arrebatador”.9
Añade aún la
benefactora:
“Sus lecciones
eran recibidas
como concesiones
divinas que
penetraban el
foco de los
sentimientos y
descubrían
panoramas antes
jamás soñados.
Cuando marchaban
por los inmensos
caminos en la
siembra del
amor, el ritmo
de todos formaba
una cantinela
que parecía
resonar más allá
de los límites
de la tierra que
les era querida.
Se sentían
dominados por
extraño y
singular
entusiasmo. Su
presencia les
daba desconocido
poder y todos
parecían
dispuestos a
cualquiera
trabajo, a
distinta batalla
que estacionaran
en las diversas
casas de campo”.10
Un líder
espiritual
presenta ciertos
elementos
básicos
– Además de eso,
el Espíritu
Amélia Rodrigues
también observa
que “En
conversaciones
íntimas
discutían las
razones de por
qué los dominaba
el extraño
magnetismo del
Maestro. Si bien
su amor
constante y la
ternura con que
los recibía, no
pocas veces se
revelaba
austero,
enérgico. Era un
comandante que
los conducía con
seguridad,
asumiendo
responsabilidad
por todos los
actos. Jamás
disfrazaba la
verdad y nunca
dejaba perder la
oportunidad de
enseñar con el
altisonante
lenguaje del
ejemplo. Eran,
pues, una
perenne
primavera de
emociones su
presencia y su
mensaje…”11
Como registra la
historia, en el
debido tiempo,
esas almas
profundamente
hermanadas al
ideal críptico
se hicieron
“pescadores de
hombres”,
expandiendo
considerablemente
su obra. De
hecho, se estima
que el
Cristianismo
comprenda en la
actualidad algo
en torno a 1,9 a
2,1 mil millones
de personas, es
decir, 29% a 32%
de la población
Por otro lado,
cabe destacar
que un líder
espiritual –
conforme
proponen los
investigadores
de esa corriente
– presenta
ciertos
elementos
básicos tales
como: la
capacidad de
crear una visión
en la cual los
otros miembros
organizadores
(seguidores en
ese caso) puedan
usufructuar de
un sentido de
vocación
(despertar) de
tal manera que
sus vidas tienen
un
sentido/significado
y, a partir de
ahí, pasan a
hacer diferencia
en el saludo de
sus actividades.
Bajo esa
premisa, el
líder establece
una cultura
social/organizadora
estribada en el
amor altruista,
por la cual
líderes y
seguidores
demuestran
auténtica y
genuina
atención,
preocupación y
apreciación unos
por los otros,
generando, así,
un sentido de
asociación en el
cual prevalece
el sentimiento
de comprensión y
respeto.13
La teoría del
liderazgo
espiritual
expresa, bajo
muchos aspectos,
el clima de
auténtica
fraternidad y
compañerismo que
se estableció en
la formación del
Cristianismo,
merce a la
acción de un
líder dotado de
extraordinarias
capacidades en
esa dimensión de
gestión.
En el examen de
esa línea de
liderazgo se
pueden
identificar tres
grandes
constructores
(conceptos) bajo
los cuales
determinadas
providencias
indispensables
se abrigan, a
saber:
Visión.
Calidad que
abarca, como ya
es dicho, un
amplio
llamamiento a
los
stakeholders
(humanidad en el
caso en
aprecio); define
el destino y la
jornada
(perfección y
plenitud a
través de
sucesivas
encarnaciones
para el
perfeccionamiento
del Espíritu);
refleja elevados
ideales (valores
universales
estribados en el
amor); encoraja
fe/esperanza
(combustibles
esenciales del
camino
redentor); y
fijación de
patrones de
excelencia (o
bien como
brújula).
(Continua na
próxima edição
desta revista.)
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