Toninho, de nueve años,
era un niño diferente y,
por eso, causaba muchas
preocupaciones a sus
padres.
Frecuentaba la escuela,
pero no le gustaba
estudiar y presentaba
dificultades en seguir
la clase.
Aprensivos con su
futuro, los padres
intentaban de todas las
maneras hacer que
Toninho se interesara
por alguna cosa. ¡Pero,
cuál nada! A él le
gustaba nada más que
jugar.
A medida que el tiempo
pasaba, los padres del
niño quedaban cada vez
más afligidos. Ya habían
intentado de todo.
Buscaron despertarle
interés por la música.
Fue un desastre. Piano,
Toninho no tenía
paciencia para soportar
los monótonos
ejercicios. Violón, él
quedaba irritado y ponía
tanta fuerza en el
manejo que en poco
tiempo rompía las
cuerdas. Violín, ni
pensar. Batería, a él no
le gustaba el ruido.
Finalmente, para la
música, no tenía
vocación, ni ritmo y ni
sensibilidad, dejando a
los profesores
desanimados.
— Ya que tú no tienes
tendencia para la
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música, mi hijo,
¿quién sabe otro
arte? La
pintura, por
ejemplo. Ve el
ejemplo de los
grandes genios de la
pintura. ¡Es fascinante! |
— Está bien. Voy a
intentar.
¡Pero, cuál! Toninho no
conseguía lidiar con los
pinceles ni con la
mezcla de los colores.
Se quedaba
aburrido, e
inmediatamente desistió.
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— Si a ti no te gusta
estudiar, ni la música o
la pintura, ¿quién sabe
si te interesas por
algún deporte? ¡Podrías
tal vez jugar al
fútbol! — consideró la
madrecita dedicada.
— Ni pensar. Me gusta
asistir a los juegos,
pero no correr detrás de
un balón.
— Bien, ¿tal vez
entonces alguna
modalidad de atletismo?
— Carrera, salto a
distancia, lanzamiento
de peso... nada de eso
hace mi estilo.
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— ¿Tenis? |
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— Ni pensar.
— ¿Tal vez volei?
— No tengo altura
suficiente.
— ¿Natación?
— Me gusta ir a la
piscina, pero entro en
el agua sólo para
refrescar el cuerpo del
calor del sol.
— ¿Baloncesto?
— No tengo puntería.
Finalmente, intentaron
todas las modalidades de
deporte.
Nada.
Los padres, cada vez más
preocupados. Toninho
contaba ahora quince
años. Había crecido,
transformándose en un
muchacho alto y flaco.
Sin embargo aún no
descubría nada que lo
interesara.
Experimentaron la
informática, pero él
usaba el ordenador sólo
para divertirse con los
juegos.
La madre de Toninho
estaba cada vez más
afligida, pero el padre
insistía en afirmar:
— Queda tranquila,
querida. Todas las
personas tienen
habilidad o tendencia
para alguna cosa.
Nuestro hijo no es
diferente. Él va a
acabar descubriendo lo
que le gusta.
— ¿Será? ¡He pedido
tanto a Dios que ilumine
a nuestro hijo! — decía
la madrecita un tanto
desanimada.
Cierto día, Toninho se
encontraba paseando en
un parque. Se sentó al
borde del lago y se puso
a pensar. Aquella
situación tampoco era
agradable para él. Tenía
ganas de hacer alguna
cosa, pero no sabía qué.
En ese momento, se
acordó de Dios y oró con
fervor suplicando ayuda
y protección. Se sentía
inútil y sin objetivos
en la vida. Bajó la
cabeza y lloró
sentidamente.
Se sintió más
reconfortado. De
repente, Toninho miró
alrededor y vio un
pedazo de madera allí
cerca. Tuvo el impulso
de cogerlo en las manos.
Miró para todos los
lados, observándolo.
¡Interesante! Le pareció
ver la imagen de un
pájaro con las alas
cerradas en aquella
madera. En el mismo
instante, Toninho cogió
una navaja que le
gustaba que traía
siempre en el bolsillo y
comenzó a trabajar.
Con habilidad, esculpió
la cabeza, colocó los
ojos en el lugar,
trabajó las alas.
Después, modeló las
patas y los pies, que se
apoyaban en un pedazo de
rama.
Toninho no vio el tiempo
pasar. Cuando terminó,
él quedó extasiado
delante de la pequeña
escultura, obra de sus
manos.
Corrió para casa. Quería
contar la novedad.
Llegando, mostró la
escultura.
— ¡Ve! Papá, tú tenías
razón. Todos nosotros
tenemos potencialidades
ignoradas y habilidades
insospechadas. Descubrí
que mis manos sirven
para alguna cosa. También
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puedo ser útil y
creativo. |
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— Pero, ¿cuándo fue que
aprendiste a esculpir en
madera? — indagó el
padre, intrigado
— No sé. ¡Me parece que
ya aprendí y que estoy
sólo recordando!
Era inmensa la
perplejidad y la alegría
de los padres.
¡Finalmente, Toninho
descubrió una razón para
vivir!
De ese día en adelante,
Toninho como que había
tenido su vista
ensanchada. Todo lo que
veía, observaba con
otros ojos, vislumbrando
siempre lo que podría
hacer, modificar,
transformar, esculpir.
Se hizo un grande
artista. Sus trabajos
eran muy buscados y sus
exposiciones bastante
concurridas. Fue
conocido en Brasil y en
el exterior, pero jamás
dejó de ser la criatura
simple que era.
Ahora, sin embargo,
tenía un objetivo.
Ayudar a niños, pasando
sus conocimientos y
enseñando a ellos que
solamente nos sentiremos
felices cuando
trabajemos con amor,
haciendo aquello que nos
gusta.
Agradecía siempre a
Dios, que lo ayudó
cuando más lo
necesitaba, indicándole
el camino que debería
trillar.
TIA CÉLIA
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