equipo de
coordinación
doctrinaria. Sus
respuestas a la
presente
entrevista nos
dan una visión
extensa de la
evolución humana
y muestran los
desafíos de las
elecciones que
promueven el
perfeccionamiento
intelecto-moral. |
¿Cómo encarar
este ciclo
renovador de la
vida humana,
continuamente
ejercido por las
leyes que
gobiernan la
existencia?
Las leyes que
rigen la vida
fueron
establecidas por
el Creador para
que podamos
desarrollar
todas nuestras
potencialidades
a través del
perfeccionamiento
continuo.
Partiendo de la
más absoluta
simplicidad, el
Espíritu
transita por los
diferentes
estadios de la
vida,
construyendo su
propio progreso.
Es muy
importante
observar que el
Creador –
asociación
perfecta de
Inteligencia
Suprema con el
Amor Sublime y
la Justicia
Plena – trazó
para nosotros un
plan muy
desafiante que
es, al mismo
tiempo, muy
gratificante:
cada uno debe
conquistar el
progreso por el
propio esfuerzo.
Aprendemos así a
valorar las
pequeñas
victorias
íntimas, en la
lucha cotidiana
para corregir
las propias
imperfecciones.
Aprendemos
también a
reconocer que,
como no hay
privilegios en
la relación del
Creador con sus
criaturas, el
esfuerzo de
nuestros
semejantes no es
menor, ni menos
importante que
el nuestro. De
cuando en
cuando, somos
invitados a
realizar un
balance,
confrontando
aquello que fue
proyectado para
determinado
estadio de la
vida, con lo que
efectivamente
realizamos. En
los ciclos de la
vida, todos los
días se renuevan
las estaciones
del año así como
las
oportunidades de
rehacer para
corregir, de
redirigir el
objetivo y el
rumbo de la
existencia. La
reencarnación
es,
decididamente,
el más notable
de esos ciclos
renovadores.
¿Por qué es un
proceso tan
largo?
Con el tiempo,
el ser humano
aprende que el
esfuerzo es
indispensable
para el
progreso, y
comprende así la
verdadera
dimensión de las
adquisiciones.
Las reformas más
íntimas, las del
propio yo,
repercuten
también en la
colectividad, en
los grupos
sociales y por
extensión, en la
atmosfera
espiritual del
planeta. Ahora
bien, crear
sabiduría a
partir de la
ignorancia
absoluta lleva
tiempo, es una
obra para muchos
milenios. Es
natural que los
estadios
iniciales de
esta jornada
sean de muchos
errores y pocos
aciertos, siento
entonces muy
frecuente la
necesidad de
recomenzar. Es
justamente de
allí de donde
procede esa
característica
cíclica de los
estadios del
progreso. Parece
largo, pero
nunca está de
más recordar que
estamos en un
contexto en el
que hay otros
ciclos mucho más
largos: las
estrellas, por
ejemplo, que son
fuente de
materia y calor
para el
mantenimiento de
la vida, también
nacen, crecen,
maduran, mueren
y renacen, en
períodos de
algunos billones
de años. La vida
en la Tierra ha
exhibido esos
ciclos; el más
reciente de
ellos dura ya
más de
doscientos mil
años, habiendo
culminado con el
establecimiento
hegemónico del
Homo-sapiens
que, al final de
cuentas, somos
todos nosotros.
Como se ve,
corto o largo,
rápido o lento,
son percepciones
relativas en ese
contexto más
amplio. Nosotros
tenemos una
tendencia
inmediatista de
imaginar que las
dificultades se
deberían
resolver
rápidamente y
sin esfuerzo,
pero el plan de
Dios para
nosotros es de
un crecimiento
continuo y
sostenido, en el
que cada uno
debe conquistar
sus valores por
la vía del
ejercicio
cotidiano.
A su modo de
ver, ¿qué
criterios
gobiernan esos
ciclos de
renovación para
el progreso?
La consolidación
de valores
morales – que
son nuestras
verdaderas
adquisiciones,
aquellas que no
pueden ser
corroídas por la
herrumbre o
sustraídas por
el ladrón –
ocurre,
primordialmente,
por medio de las
repeticiones.
Ese modelo
termina
moldeando y
fortaleciendo
nuestras
convicciones,
llevándonos a
reconocer que
hay cosas que
definitivamente
no nos conviene
hacer. Y es así
cómo las leyes
morales, que
están impresas
en lo íntimo de
cada ser, van
tomando vida
dentro de
nosotros,
empujándonos a
repetir,
voluntariamente,
todas las malas
experiencias
ocurridas, con
el fin de
aprender. El
Espíritu crece y
pasa a actuar
como un buen
alumno que desea
aprender lo que
es verdadero y,
además, trata de
actuar siempre
con corrección
en todos los
momentos de su
vida.
¿Cómo se unen
las leyes
físicas que
comandan tales
ciclos a los
preceptos
morales
presentados por
el Evangelio y
ahora tan
aclarados por el
Espiritismo?
El Evangelio es
el código de
ética y moral
que Jesús nos
ofrece como
referencia para
la vida. La
Doctrina
Espírita,
constituyéndose
en el Consolador
Prometido por el
Divino Maestro,
nos viene a
recordar
aquellas
enseñanzas
sublimes. Las
leyes físicas,
que gobiernan la
materia densa,
también son
leyes divinas y,
de la misma
manera que las
leyes morales
contenidas en el
Evangelio, son
válidas para
todo lo que
existe, en todos
los recodos del
Universo. En
realidad, es ese
conjunto de
leyes divinas –
que se
manifiestan
tanto en la
física que rige
la materia
densa, como en
la Justicia
Divina que
gobierna la
relación entre
las criaturas –
el que garantiza
la armonía del
Universo en
todos los planos
de la vida.
¿Podemos
acelerar o
retrasar esos
ciclos? ¿Cuándo
y cómo ocurren
esas
aceleraciones y
retrasos de los
ciclos de
renovación
humana?
Sin duda, el
libre albedrío
de las criaturas
es la señal para
la aceleración o
retraso de esos
ciclos
individuales. La
Justicia Divina
garantiza que la
siembra sea
libre y la
cosecha
obligatoria.
Además de los
ciclos de cada
individuo, hay
también los de
las naciones y
el del planeta
como un todo. Es
posible, por
ejemplo, que un
conjunto de
Espíritus,
ejerciendo una
posición de
liderazgo sobre
grandes
porciones de la
población de una
nación, puedan
guiarlas de una
manera
equivocada,
creando
problemas tan
graves que el
progreso no
podrá ser
retomado antes
que sean
resueltos los
problemas
creados. Todas
las guerras que
ya ocurrieron
sobre la faz de
la Tierra son
ejemplo de
situaciones así,
con
repercusiones en
toda la
colectividad
involucrada. Son
situaciones en
las que los
ciclos se
prolongan. Con
la evolución de
las criaturas,
podemos soñar
con ver, en un
futuro no muy
distante,
líderes
conduciendo
poblaciones
enteras
realizando
acciones que
promuevan el
bien colectivo,
abreviando
ciclos y
acelerando el
progreso.
¿Algo en
especial le
llama la
atención en el
largo proceso de
evolución
humana?
Conversando con
las personas
vamos
aprendiendo a
conocer mejor a
nuestro
semejantes, sus
sueños y deseos.
Es muy común
encontrar, entre
los hermanos que
buscan la casa
espírita, a
aquellos que les
gustaría tener
sus dificultades
eliminadas por
un milagro
divino, sin
esfuerzo de
cambio, sin
ninguna señal de
que comprenden
la verdadera
razón para
modelar su vida
en encarnaciones
sucesivas
gobernadas por
la Justicia
Divina. Todos
comprenderemos
que no estamos
en la vida de
paseo, sino para
trabajar, y que
el progreso
deriva
necesariamente
de la superación
de los desafíos.
Hay un ejemplo
de esto que
considero
particularmente
motivador: el
Homo Sapiens,
especie a la
cual
pertenecemos
todos nosotros,
los modernos
seres humanos,
se estableció en
el planeta en
plena era
glacial. Sería
inconcebible
para nosotros
que retomemos
personalmente la
saga de aquellos
antepasados
nuestros, que
lograron
sobrevivir en un
ambiente tan
desfavorable
sólo en razón de
su capacidad
enfrentar y
superar los
desafíos. Hoy no
requerimos vivir
en cavernas,
enfrentando
temperaturas
extremadamente
bajas y cazando
fieras para
alimentarnos.
Aquella fase ya
fue superada, y
nuestros
desafíos de hoy
son otros, son
de orden moral.
Sería ingenuo
huir justamente
de esos
desafíos,
sabiendo que
ellos
representan el
incentivo
indispensable
para nuestro
progreso.
En sus estudios
e
investigaciones
espíritas,
aliados al
conocimiento
académico, ¿qué
tipo de relación
encuentra en los
conocimientos de
la cuestión
relacionada a
los ciclos de
renovación
humana?
La evolución
intelectual
parece siempre
preceder el
crecimiento
moral. Siempre
que el hombre
hace
descubrimientos
innovadores, e
incluso
revolucionarios
para la vida,
hubo una
vertiente de
aplicaciones que
generaron
inventos para
atacar a otros
hombres, tenido
como enemigos.
Los horrores de
la guerra
demuestran eso
claramente:
varios
descubrimientos,
cuyo uso podría
traer confort y
nuevo aliento,
suprimiendo el
sufrimiento y el
dolor, han sido
utilizados – y
con gran
eficiencia –
para la
eliminación de
los oponentes.
Sucedió así con
la navegación,
la aviación, la
pólvora, la
energía nuclear,
entre otros
ejemplos.
Ninguna de esas
conquistas es
buena o mala en
su esencia, y
cada una puede
ser usada tanto
para el bien
como para el
mal. La
humanidad
intelectualizada,
poseedora de un
gran
conocimiento,
está aún muy
distante de
prácticas
éticas, y
encuentra
siempre usos
moralmente
inadecuados para
todo lo que
descubre. Aún
estamos en una
fase en que
muchas de
nuestras
conquistas son
utilizadas para
la destrucción y
el perjuicio de
nuestros
semejantes y de
la Naturaleza.
Sus palabras
finales.
Ya sea en el día
a día de
nuestras vidas,
o en los largos
procesos
evolutivos de
las estrellas y
los planetas que
llenan todo el
universo, la
vida tiene
ciclos
resaltantes, con
períodos de
crecimiento,
desarrollo,
maduración y
reinicio. En el
transcurrir de
los milenios,
nuestra
capacidad de
comprensión
aumentó mucho, y
tenemos tenido,
sin cesar,
notables
oportunidades
para repasar las
preciosas
lecciones de
Jesús. En este
momento en que
los mentores
espirituales que
coordinan el
progreso de la
Humanidad nos
informan que la
Tierra, en el
ámbito
colectivo, se
prepara para
finalizar su
ciclo como Mundo
de Expiaciones y
Pruebas, dando
inicio a una
nueva era, la de
Regeneración –
en la cual el
bien predominará
– es
indispensable
que cada uno
también
participe,
individualmente,
de esa
transición,
habilitándose
para seguir el
viaje aquí
mismo, al amparo
de este planeta
bendecido, que
atestiguó
nuestros
primeros pasos y
los pequeños
progresos que ya
conquistamos en
esta jornada
evolutiva.
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